—¿Están listos? —No —Ivar era el último en llegar a la mesa para tomar la fotografía, por delante de él había llegado Valeska a la que aún le temblaban las piernas—. Una copa de agua —ordenó a uno de los sirvientes y se la entregó a Valeska que la necesitaba urgentemente para bajar el color rojo de sus mejillas. —La próxima vez intenta no follarte a tu mujer en el cumpleaños de mi hijo —Isak no tenía derecho a estar molesto, pues algo muy parecido había sucedido entre él y Ragna horas antes en medio de la cava de vinos que tenían en la cocina. Pero al menos el rubio mayor intentó ser más cauteloso, pero Ivar era todo menos sútil. —La próxima vez dile a tu esposa que le regale ropa menos provocativa a la mía. Ambos soltaron una risa que hizo que el fotógrafo profesional que estaba frente a ellos carraspera para así obtener la atención de los imponentes hombres, todo estaba listo para la foto familiar. Si, era una fotografía digna de tener en un lugar muy visible y en gran tamaño,
2 años atrás.—Jonella, ¿estás lista? —Acke preguntó con firmeza, aunque su voz ahora era espesa, carrasposa, dura, áspera, pastosa, desagradable. Miraba con odio, pero mantenía sus metas en claro.—S-si… Aquí te espero.Jonella temblaba de pies a cabeza, mientras el hombre apuntaba a su cabeza, sentía perfectamente el frío del arma sobre su piel, las lagrimas salían silenciosas, no tenía a nadie que le ayudará. Ella lo sabía, en ese justo momento se dio cuenta que su vida solamente giraba en torno a ella y que sola iba a enfrentar la muerte.Nadie la iba a extrañar, Derick que estuvo a su lado durante años, la había dejado al fin cuando Ragna se fue de la casa junto a Isak, esa tarde mientras tomaba té con sus falsas amigas Jonella vio que los empleados de la casa bajaban las maletas y pertenencias de Derick a la puerta principal, en medio de la conmoción aquella situación fue la comidilla durante semanas, no le rogo, se quedó mirando fijamente al hombre que creía amar marcharse de s
—¡Igor, no! —El grito de Valeska al pequeño diablillo asustó a todos. El niño estaba sobre una mesa, con una sábana anudada a su cuello simulando una capa. Ingo sostenía la silla en la que estaba el perro que era más grande que ellos dos y que estaba por salir corriendo en dirección a Igor, con una habilidad única en Ivar, el rubio se abalanzó sobre su pequeño que estaba volando por el aire mientras sostenía a la hermosa Ida, la recién llegada a la familia, Ragna tenía poco menos de dos meses de haber tenido a otro lindo niño, llamado Ingmar. —Un día vas a sacarle el corazón a tu madre, pequeño —Igor tenía edad suficiente como para entender con claridad las palabras de su padre y por esa razón soltar una carcajada sonora que solo los niños pueden lograr, para hacer reír a todos a su alrededor. Era un día soleado, de cielo despejado y con aves cantando por todo el lugar, Ivar y Valeska miraban en dirección a la piscina porque Igor jugaba desenfrenadamente con Ingo, eran como uña y
Igor nació muy pequeño, cuando lo tuve entre mis brazos me asusté. Creí que podría lastimarlo con solo tocarlo, mis manos en comparación con su pequeño tamaño parecían gigantes, pero desde que tomó mi dedo meñique me di cuenta que ese pequeño tendría la fuerza de su madre y mía en un solo empaque. —¿Crees que me reconozca? —le pregunté a Valeska que aun seguía un poco pálida. —Sabe que eres su padre. —¿Cómo? Es… es tan pequeño. La fragilidad de Igor entre mis brazos, sus pequeños ojos cerrados, esa ligera capa de pelo rubio sobre su redonda cabeza, su piel blanca, todo era extraño y perfecto al mismo tiempo, mientras lo continuaba arrullando y mirando en esa habitación de hospital, no podía evitar tener en mi cabeza el recuerdo de cada segundo junto a Valeska. Era como un remolino sin fin, desde que éramos niños me había atrapado con su dulzura, cuando la volví a ver en aquel hospital y luego en la calle. Cada encuentro solo me hizo caer más y más profundo. —¿En que piensas? —E
—Prometo que volveré a visitarte —ese niño de ojos hermosos y claros hacía que mis mejillas se tintaran un poco de rojo.—¿Por qué? ¿Por qué me prometes eso? Solo tiras de mi pelo y me molestas. —Porque si no lo hago yo, ¿quién más lo hará? —Su sonrisa era todo lo que yo podía ver.Y eso era suficiente para mi. —¡Valeska! ¡Valeska! ¡Despierta! —sentí como tiraron de mis brazos con fuerza.Abrí mis ojos y vi el techo sucio y con moho de mi pequeña habitación. —¿Qué… Qué sucede? —pregunte aún dormida. —Tu… Jonella. Viene para acá, te lleva llamando media hora y…La puerta se abrió de golpe y Jonella con sus ojos profundos y fríos, llenos de ira tiró de mi brazo y clavó sus uñas.—¡Despierta, holgazana!Hubiese querido gritar, llorar, liberarme o decir algo, pero ya estaba tan acostumbrada al dolor que era imposible que un nuevo ataque por parte de mi madrastra me afectará. Baje a la cocina y use el mismo delantal viejo que tenía desde los 10, habían pasado 17 años y un día como ho
VALESKADurante cuatro años tuve que continuar trabajando sin parar, mi abuela tuvo que vender sus dos propiedades más grandes en las afueras de Copenhague y tuvimos que trasladarnos a un pequeño apartamento en la ciudad, era cómodo y cálido y lo manteníamos con cuidado. Los gastos médicos de mi abuela no paraban y Jonella prácticamente había vaciado sus cuentas, la venta de las casas nos alcanzó para vivir por un tiempo y para el costoso tratamiento de mi abuela y su tan necesitado corazón.Mi trabajo como mesera me permitía estudiar en la universidad algunas pocas materias que podía pagar. Mi vida se había vuelto una rutina estudiar, trabajar y llevar a mi abuela a sus controles médicos, tratamientos y exámenes.—Hoy tienes tus exámenes.—Sí abuela y mañana tengo una entrevista de trabajo para hacer algo parecido a unas prácticas.—Debemos ahorrar, necesitarás ropa adecuada para...—No te preocupes, no voy a renunciar al trabajo en la cafetería, solamente voy a cambiar el turno al
IVAR.El camino por los pasillos de mi vieja casa está lleno de recuerdos, que aunque no quiera reconocer, son agradables. Mi casa solía ser un lugar agradable y cómodo, alegre y lleno de luz, pero ahora era un lugar sombrío, sin flores ni fotografías, las paredes eran grises y no tenían ese fino papel tapiz que mi madre solía comprar.Las alfombras emotivas y de países extranjeros tampoco estaban, era solamente un piso frío y aburrido, como mi padre, así siempre fue mi padre.Y como siempre mis pies se sienten pesados en esta casa, me parece tan difícil moverlos, es atemorizante, siento que vuelvo a ser un niño frágil, pero no tengo más opción que obedecer, por ahora.Voy enredando las mangas nuevamente sobre mis brazos, un poco divertido, un poco travieso.La condición para poder entrar en esta casa es que mis tatuajes deben estar cubiertos, por eso siempre llego con una prenda de cuello muy alto y mangas largas, mi cabello perfectamente peinado y lentes oscuros para cubrir esa peq
Entonces mi amada madrastra, tan dulce y amable como siempre sostenía entre sus manos un objeto que yo conocía muy bien y que había sido mi más grande tormento.—¿Qué haces? —«No dejes que te tiemble la voz, Valeska»—Solamente te quiero recordar que nada puede salir mal hoy.—No es necesario que me amenaces. Ya no soy la niña que se dejaba golpear por ti, Jonella.—Eso está por verse.Ragna entró al estudio que era de mi padre y ahora parecía el lugar más rosado del mundo, con impresiones doradas por doquier y un asqueroso olor a flores. Cerró la puerta y se acercó hasta mí con una sonrisa socarrona que en otra ocasión hubiese disfrutado borrar.—¿Ya le dijiste? —pregunto soberbia y mirando a su madre.—Estoy por hacerlo —suspiro y me miró—. Querida Valeska, la situación es muy sencilla. Tu debes cumplir con un contrato por cerca de un año y luego serás libre.—No vine aquí por un contrato, Jonella, vine por mi dinero. El que mi padre me dejó.—Y te lo voy a entregar —casi sentí que