CAPÍTULO 64 SUSURROS

SUSURROS…

Alana sintió el corazón en la garganta mientras todas sus fibras palpitaban como una sola célula. Podía desde su distancia escuchar la respiración errante de Ángelo, y si no estaba exagerando, podía sentir su temblor.

Además, era muy evidente. El chico, alto, delgado, de unos once años, cabello oscuro, y mirada idéntica a Ángelo, debía ser Luciano. Su postura era rígida, como si intentara aparentar más confianza de la que realmente sentía.

—Ivy… —La voz ronca de Ángelo lo delató. Estaba nervioso como todos.

Ivy tenía los ojos nublados, pero tomando un aliento, se giró, le sonrió a su hijo y lo instó a caminar.

—Está bien, ven conmigo… —Ambos caminaron, uno más seguro que el otro, y Alana retrocedió un paso mirando el rostro de Ángelo que se había puesto pálido.

Pero su compostura permaneció como una roca.

—Ángelo, él es Luciano, mi hijo… —Ángelo miró los ojos de Ivy y luego los desvió a Luciano. Habían ganado en genética. Podía ver que era como verse en el espejo a su edad.
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