PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 9. Una reacción inesperada—¿¡Disculpa?! —La rabia y la incredulidad de Ranger casi le latía en las palabras y Gabriella contuvo el aliento, aunque no era precisamente porque sintiera miedo de él—. ¿¡Cómo que pasaporte!? ¡¿Cómo que adulta?! —rugió deteniéndola por un brazo antes de que ella se alejara—. ¡Tú todavía no estás en edad ni de limpiarte el trasero sola! ¡¿Cómo se te ocurre que voy a dejar que te vayas a Italia a meterte en la boca del lobo!?Gabriella achicó los ojos, bajándolos hasta aquella mano enorme que la sujetaba, pero ni él pareció inmutarse por eso ni ella hizo un solo gesto para liberarse.—Bueno, te has perdido trece años de limpiarme el trasero, pero si quieres puedes empezar ahora, a ver cómo te va —replicó con un tono tan sarcástico y desafiante que a Ranger se le erizó hasta el cabello de la nuca.—¡Maldit@ sea, Gabriella, ¿qué demonios pasa contigo?! —espetó sin poder creer que ella reaccionara de aquella forma, pero al parecer no e
PEQUEÑA REBELDE, CAPÍTULO 10. Gente como yo"—¡Demonios, ¿qué pasa contigo?! ¡¿Cómo es que puedes reaccionar así?! ¡¿No…?! ¡¿No te asusta lo que está pasando, no te conmueve lo que te acabo de contar sobre tus padres, no…?! ¡Maldición, ¡¿no tienes conciencia de lo que pueden hacerte?!"Gabriella repetía en su mente una y otra vez aquellas palabras de Ranger, sabiendo que en el fondo tenía razón, y también que no podía hacer absolutamente nada acerca de eso.Quería llorar... Se suponía que la gente llorara en momentos como aquel. Se suponía que saber sobre la muerte de sus padres, o siquiera la posibilidad de recuperar a alguno de ellos le provocara... algo, cualquier cosa.Sin embargo, Gabriella no podía recordar la última vez que había llorado, era como si fuera una cosa absurda y sin sentido. Llorar ¿para qué? ¿Qué se lograba con llorar? Quizás por eso precisamente en el internado se habían aventurado a hacerle una evaluación psicológica completa cuando ya había sido capaz de comuni
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 11. Una familia perdidaEl avión había despegado hacía ocho horas, pero no sin antes de que Ranger se comunicara con Max, y al menos media docena de ex agentes de las Fuerzas Especiales se reunieron de inmediato en Europa para acompañarlo. El pago no era un problema, y la lealtad mucho menos, porque cada uno de aquellos hombres había servido en el mismo equipo con él aunque solo fuera por algunos meses. Así que había confianza y seguridad como para poder informarles de lo que estaba pasando.Sus ojos se apartaron de la ventanilla y se concentraron en la muchacha que dormía frente a él. No podía negar que era extraña, había algo raro en ella, en su personalidad, como si simplemente estuviera... cansada del mundo. Esa era la personalidad de muchos de los veteranos de guerra, precisamente por eso era demasiado extraño verla en una chiquilla de dieciocho años.El problema era todo lo demás que no podía evitar ver.Era fuerte, era determinada, era extremadamente i
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 12. Un sentimiento desconocidoY por supuesto que no era la idea más descabellada del mundo. La muerte tenía toda clase de motivos, desde la envidia, la avaricia, el despecho, o incluso la sed de venganza que nacía en el seno de la propia familia. Y definitivamente una amante con una hija de la edad exacta del más pequeño de los hijos legítimos, podía ser una causa más que suficiente como para que alguno de los Salvatore hubiera decidido tomar la venganza por su mano.La verdad era que había pasado demasiado tiempo desde que la madre de Gabriella le había balbuceado aquellas palabras suplicantes, de lo contrario Ranger quizás habría podido recordar que uno de sus intentos de palabras había sido “familia”.Sin embargo, en ese mismo momento lo único que podían hacer era seguirle la corriente a los que estaban reclamando a Gabriella para poder llegar al fondo de aquel asunto.“Sí, definitivamente la familia es una opción tan buena como otra cualquiera” sentenció
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 13. Media docena de puñosNo eran náuseas, era algo más. Gabriella ni siquiera sabía reconocerlo porque nunca antes las había sentido. Era una persona extremadamente sana, ¡y maldit@ sea, no podía tener tan mala suerte como para enfermarse precisamente en medio de aquel desastre que venía!Se sostuvo de uno de los asientos como pudo, respirando tan pesadamente que Ranger enseguida volvió la cabeza y se levantó de su silla para lanzarse hacia ella.—¡Diablos, Gabriella! —exclamó sosteniéndola antes de que se cayera, pero por primera vez la veía vulnerable, desenfocada, como si sus ojos no fueran capaces de concentrarse en un único punto.Ranger la levantó en sus brazos con un solo movimiento, firme y fluido, y la llevó hasta el asiento que ocupaba antes, despidiéndose de Max.—Luego te llamo —le avisó antes de colgarle y se giró de inmediato hacia la muchacha—. Oye todo va a estar bien. Todo va a estar bien ¿entiendes? No voy a permitir que absolutamente nada
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 14. Una visión periférica entrenadaAquella era una solicitud lógica, precisamente por eso se suponía que Gabriella no la discutiera, sin embargo no pudo evitar la forma en que el aliento se le cortó en el mismo instante en que lo escuchó decir aquellas palabras."Necesito que te quites la ropa".Él decía “necesito”, “necesito” era una palabra amable. Se suponía que respondiera a esa palabra con una afirmación, y aun así no era capaz de decir nada.—¿Seguro que no puedo ponérmelo yo misma? —preguntó y él le mostró aquel cierre a la espalda.—No, sola no puedes —murmuró—. Pero si no quieres que yo te lo ponga, podría llamar a cualquiera de los chicos para que ayude o... O bueno... Podría intentar conseguir una mujer... —Y ninguno de los dos tenía idea de por qué aquella proposición salía entre sus dientes como si estuviera escupiendo la bilis en vez de pronunciando palabras.Sin embargo alguien tenía que mantener la sangre fría, así que Gabriella simplemente h
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 15. Un padre no tan desentendidoSí, sí, claro, resfrío ¡cómo no! Pero un golpe de temperatura sí que le iba a dar, porque Gabriella juraba que todos aquellos escalofríos que la estaban recorriendo eran de fiebre.Ranger reaccionó como si alguien le hubiera pegado con algo contundente en la cabeza, como si no se hubiera dado cuenta de que en todo aquel tiempo en que ellos estaban tan enfrascados hablando del puñetero dije, ella estaba medio desnuda delante de él.—A ver, los brazos adelante —pidió conteniendo el aliento y le acomodó el frente del chaleco, que le cubría el pecho y pasaba sobre los hombros con un par de tirantes finos para que no se notaran demasiado—. Ahora date la vuelta.Gabriella se giró quedando de frente al escritorio y él le subió aquel cierre de un lado al otro, pero eso no era suficiente, así que atrapó los cordones que tenía a ambos lados para tirar de aquellas crucetas como si fuera un corsé.—Escucha, esto puede quedar incómodo pero
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 16. DesconocidosRanger solo asintió. ¿Qué otra cosa podía hacer? Porque la verdad era que ella tenía razón, había sido su decisión convertirla en su responsabilidad, y trece años después se daba cuenta de que, por los motivos que fueran, había faltado a esa responsabilidad, deformando para siempre cualquier sentido de relación de familia que pudiera haber entre ellos.Pero como torturarse definitivamente no iba a resolver nada en aquel momento, decidió enfocarse en lo primero que tenía por delante y eso era evitar a toda costa que alguien le hiciera daño a Gabriella en aquella plaza.La muchacha lo vio pasar en pocos segundos de hombre preocupado a militar en perfecto control, como si se hubiera olvidado de que ella seguía allí, y se giró antes de comenzar a dar órdenes a diestra y siniestra.La camioneta se detuvo dos calles antes de la plaza para que bajaran algunos de sus hombres, luego a una calle, y para el momento en que Ranger alargó su mano hacia Gab