PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 13. Media docena de puñosNo eran náuseas, era algo más. Gabriella ni siquiera sabía reconocerlo porque nunca antes las había sentido. Era una persona extremadamente sana, ¡y maldit@ sea, no podía tener tan mala suerte como para enfermarse precisamente en medio de aquel desastre que venía!Se sostuvo de uno de los asientos como pudo, respirando tan pesadamente que Ranger enseguida volvió la cabeza y se levantó de su silla para lanzarse hacia ella.—¡Diablos, Gabriella! —exclamó sosteniéndola antes de que se cayera, pero por primera vez la veía vulnerable, desenfocada, como si sus ojos no fueran capaces de concentrarse en un único punto.Ranger la levantó en sus brazos con un solo movimiento, firme y fluido, y la llevó hasta el asiento que ocupaba antes, despidiéndose de Max.—Luego te llamo —le avisó antes de colgarle y se giró de inmediato hacia la muchacha—. Oye todo va a estar bien. Todo va a estar bien ¿entiendes? No voy a permitir que absolutamente nada
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 14. Una visión periférica entrenadaAquella era una solicitud lógica, precisamente por eso se suponía que Gabriella no la discutiera, sin embargo no pudo evitar la forma en que el aliento se le cortó en el mismo instante en que lo escuchó decir aquellas palabras."Necesito que te quites la ropa".Él decía “necesito”, “necesito” era una palabra amable. Se suponía que respondiera a esa palabra con una afirmación, y aun así no era capaz de decir nada.—¿Seguro que no puedo ponérmelo yo misma? —preguntó y él le mostró aquel cierre a la espalda.—No, sola no puedes —murmuró—. Pero si no quieres que yo te lo ponga, podría llamar a cualquiera de los chicos para que ayude o... O bueno... Podría intentar conseguir una mujer... —Y ninguno de los dos tenía idea de por qué aquella proposición salía entre sus dientes como si estuviera escupiendo la bilis en vez de pronunciando palabras.Sin embargo alguien tenía que mantener la sangre fría, así que Gabriella simplemente h
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 15. Un padre no tan desentendidoSí, sí, claro, resfrío ¡cómo no! Pero un golpe de temperatura sí que le iba a dar, porque Gabriella juraba que todos aquellos escalofríos que la estaban recorriendo eran de fiebre.Ranger reaccionó como si alguien le hubiera pegado con algo contundente en la cabeza, como si no se hubiera dado cuenta de que en todo aquel tiempo en que ellos estaban tan enfrascados hablando del puñetero dije, ella estaba medio desnuda delante de él.—A ver, los brazos adelante —pidió conteniendo el aliento y le acomodó el frente del chaleco, que le cubría el pecho y pasaba sobre los hombros con un par de tirantes finos para que no se notaran demasiado—. Ahora date la vuelta.Gabriella se giró quedando de frente al escritorio y él le subió aquel cierre de un lado al otro, pero eso no era suficiente, así que atrapó los cordones que tenía a ambos lados para tirar de aquellas crucetas como si fuera un corsé.—Escucha, esto puede quedar incómodo pero
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 16. DesconocidosRanger solo asintió. ¿Qué otra cosa podía hacer? Porque la verdad era que ella tenía razón, había sido su decisión convertirla en su responsabilidad, y trece años después se daba cuenta de que, por los motivos que fueran, había faltado a esa responsabilidad, deformando para siempre cualquier sentido de relación de familia que pudiera haber entre ellos.Pero como torturarse definitivamente no iba a resolver nada en aquel momento, decidió enfocarse en lo primero que tenía por delante y eso era evitar a toda costa que alguien le hiciera daño a Gabriella en aquella plaza.La muchacha lo vio pasar en pocos segundos de hombre preocupado a militar en perfecto control, como si se hubiera olvidado de que ella seguía allí, y se giró antes de comenzar a dar órdenes a diestra y siniestra.La camioneta se detuvo dos calles antes de la plaza para que bajaran algunos de sus hombres, luego a una calle, y para el momento en que Ranger alargó su mano hacia Gab
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 17. Un recibimiento inesperadoNi siquiera sabía cómo aquel nombre le había llegado, solo era como un instinto, como algo básico y elemental que estuviera ahí escondido en su subconsciente, el nombre de su madre, y ahora también le venía con más claridad el de su padre.Pero por lo pronto eso era lo único que le llegaba, y resultaba demasiado evidente que aquella mujer que tenía delante estaba experimentando la impotencia de quién ha visto sus planes completamente frustrados de un momento a otro.Y Ranger sabía que Gabriella tenía aquella extraña especie de autocontrol, pero no había imaginado que sería tan distante incluso con su propia madre. Por supuesto que él no confiaba para nada en Lionetta, durante trece años había creído que estaba muerta y ahora resultaba que no era así, y encima era obvio que era la autora del asesinato de Herson, sin embargo no podía negar que por un momento había esperado que Gabriella experimentara alguna clase de catarsis al ve
PEQUEÑA REBELDE, CAPÍTULO 18. Una conversación llena de... ¿tonterías?¿Que Ranger desconfiaba hasta de los pajaritos cantores alrededor de la propiedad? ¡Definitivamente! ¿Que no necesitaba ni siquiera despegar los labios para que notaran que no estaba a gusto? ¡Eso también!Pero al parecer no era el único, porque al llegar a la propiedad, Lionetta solo hizo un gesto lleno de frustración al escaso personal de servicio que salió a recibirlos, y enseguida una de las estiradas señoras, que parecían sacadas de un anuncio de villanas de orfanato, se acercó a Gabriella.—Sígame por aquí, señorita Salvatore, de inmediato la llevaré a sus habitaciones —sentenció y en el mismo momento en que Ranger dio un paso detrás de ella, la mujer levantó una mano, deteniéndolo—. ¡Las habitaciones solo son para la señorita! —declaró casi indignada—. ¡Y no está bien visto que ningún hombre se meta en ellas! ¡Sería una cosa muy indecente! ¡De ninguna manera lo dejaré pasar!Pero antes de que Ranger despegar
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 19. DEmasiada honestidadGabriela pestañeó despacio, como si de verdad no supiera qué había dicho mal, o por qué el hombre frente a ella estaba pasando por todos los colores del arcoíris para terminar en un rojo casi morado, tono furioso violento.—¿Quieres repetir eso? —la increpó como si estuviera a punto de darle una nalgada.—¿Actor porn0? —replicó Gabriell encogiéndose de hombros.—¡¿Pero tú de dónde sacas eso, condenada!? —exclamó Ranger y juraba, ¡por Dios juraba que sentía que le iba a dar como un infarto! o un ataque de pánico, o cualquiera de esas cosas que no dejaban respirar a la gente.—¿De las páginas gratis de Internet? —murmuró la muchacha.—¡Pero es que...! ¡Tienes dieciocho, como un demonio! ¡Solo eres una chiquilla! ¡No entiendo qué diablos haces viendo porn0!—Pues según tú mismo acabas de decir, para cuando tenías dieciocho, tú no veías porn0 sino que lo hacías directamente! ¡¿Entonces de qué te estás quejando!?—¡Pues de que...! —Ranger
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 20. Una futura abogadaNo era simple decirlo, pero si Gabriella tenía que elegir alguna emoción, siempre iba a preferir... ninguna emoción.Sin embargo, ese no era momento para explicar nada, así que simplemente salieron de la habitación para dirigirse a aquel despacho. Por supuesto que Ranger iba mirando alrededor, memorizando cada corredor, contando puertas, marcando esquinas, porque quizás afuera ya Max hubiera logrado identificar la mansión y hasta conseguir los planos, pero él necesitaba memorizar sobre el terreno desde una perspectiva diferente.Entre todo aquello lo que más le gustaba era que la mansión era lo suficientemente vieja como para poder atravesar una de aquellas ventanas con su propio cuerpo si llegaba a ser necesario, pero también era lo suficientemente vieja como para que cada paso se sintiera en el desvencijado suelo de madera.Y para el momento en que llegaron al despacho los dos estaban tensos pero controlados.—¡Hija, me alegro mucho