PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 16. DesconocidosRanger solo asintió. ¿Qué otra cosa podía hacer? Porque la verdad era que ella tenía razón, había sido su decisión convertirla en su responsabilidad, y trece años después se daba cuenta de que, por los motivos que fueran, había faltado a esa responsabilidad, deformando para siempre cualquier sentido de relación de familia que pudiera haber entre ellos.Pero como torturarse definitivamente no iba a resolver nada en aquel momento, decidió enfocarse en lo primero que tenía por delante y eso era evitar a toda costa que alguien le hiciera daño a Gabriella en aquella plaza.La muchacha lo vio pasar en pocos segundos de hombre preocupado a militar en perfecto control, como si se hubiera olvidado de que ella seguía allí, y se giró antes de comenzar a dar órdenes a diestra y siniestra.La camioneta se detuvo dos calles antes de la plaza para que bajaran algunos de sus hombres, luego a una calle, y para el momento en que Ranger alargó su mano hacia Gab
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 17. Un recibimiento inesperadoNi siquiera sabía cómo aquel nombre le había llegado, solo era como un instinto, como algo básico y elemental que estuviera ahí escondido en su subconsciente, el nombre de su madre, y ahora también le venía con más claridad el de su padre.Pero por lo pronto eso era lo único que le llegaba, y resultaba demasiado evidente que aquella mujer que tenía delante estaba experimentando la impotencia de quién ha visto sus planes completamente frustrados de un momento a otro.Y Ranger sabía que Gabriella tenía aquella extraña especie de autocontrol, pero no había imaginado que sería tan distante incluso con su propia madre. Por supuesto que él no confiaba para nada en Lionetta, durante trece años había creído que estaba muerta y ahora resultaba que no era así, y encima era obvio que era la autora del asesinato de Herson, sin embargo no podía negar que por un momento había esperado que Gabriella experimentara alguna clase de catarsis al ve
PEQUEÑA REBELDE, CAPÍTULO 18. Una conversación llena de... ¿tonterías?¿Que Ranger desconfiaba hasta de los pajaritos cantores alrededor de la propiedad? ¡Definitivamente! ¿Que no necesitaba ni siquiera despegar los labios para que notaran que no estaba a gusto? ¡Eso también!Pero al parecer no era el único, porque al llegar a la propiedad, Lionetta solo hizo un gesto lleno de frustración al escaso personal de servicio que salió a recibirlos, y enseguida una de las estiradas señoras, que parecían sacadas de un anuncio de villanas de orfanato, se acercó a Gabriella.—Sígame por aquí, señorita Salvatore, de inmediato la llevaré a sus habitaciones —sentenció y en el mismo momento en que Ranger dio un paso detrás de ella, la mujer levantó una mano, deteniéndolo—. ¡Las habitaciones solo son para la señorita! —declaró casi indignada—. ¡Y no está bien visto que ningún hombre se meta en ellas! ¡Sería una cosa muy indecente! ¡De ninguna manera lo dejaré pasar!Pero antes de que Ranger despegar
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 19. DEmasiada honestidadGabriela pestañeó despacio, como si de verdad no supiera qué había dicho mal, o por qué el hombre frente a ella estaba pasando por todos los colores del arcoíris para terminar en un rojo casi morado, tono furioso violento.—¿Quieres repetir eso? —la increpó como si estuviera a punto de darle una nalgada.—¿Actor porn0? —replicó Gabriell encogiéndose de hombros.—¡¿Pero tú de dónde sacas eso, condenada!? —exclamó Ranger y juraba, ¡por Dios juraba que sentía que le iba a dar como un infarto! o un ataque de pánico, o cualquiera de esas cosas que no dejaban respirar a la gente.—¿De las páginas gratis de Internet? —murmuró la muchacha.—¡Pero es que...! ¡Tienes dieciocho, como un demonio! ¡Solo eres una chiquilla! ¡No entiendo qué diablos haces viendo porn0!—Pues según tú mismo acabas de decir, para cuando tenías dieciocho, tú no veías porn0 sino que lo hacías directamente! ¡¿Entonces de qué te estás quejando!?—¡Pues de que...! —Ranger
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 20. Una futura abogadaNo era simple decirlo, pero si Gabriella tenía que elegir alguna emoción, siempre iba a preferir... ninguna emoción.Sin embargo, ese no era momento para explicar nada, así que simplemente salieron de la habitación para dirigirse a aquel despacho. Por supuesto que Ranger iba mirando alrededor, memorizando cada corredor, contando puertas, marcando esquinas, porque quizás afuera ya Max hubiera logrado identificar la mansión y hasta conseguir los planos, pero él necesitaba memorizar sobre el terreno desde una perspectiva diferente.Entre todo aquello lo que más le gustaba era que la mansión era lo suficientemente vieja como para poder atravesar una de aquellas ventanas con su propio cuerpo si llegaba a ser necesario, pero también era lo suficientemente vieja como para que cada paso se sintiera en el desvencijado suelo de madera.Y para el momento en que llegaron al despacho los dos estaban tensos pero controlados.—¡Hija, me alegro mucho
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 21. Entre la espada y la paredConfusión, consternación, miedo. Todas aquellas emociones podían leerse en el rostro de Lionetta, porque lo último que había esperado ciertamente era que la chiquilla lo respondiera de aquella forma.Gabriella la soltó con un movimiento brusco y antes de que la mujer pudiera siguiera despegar los labios fue Ranger el que se acercó.—Tú misma lo dijiste ¿no? Cuando me llamaste por teléfono, porque estoy ahora completamente convencido de que fuiste tú la que me llamó por teléfono, dijiste y cito: “Gabriella acaba de cumplir los dieciocho, tiene que venir a reclamar su herencia y todo lo demás, tiene un sitio importante que ocupar”. ¿No fue eso lo que dijiste? —siseó mirándola a los ojos.Lionetta los miró a los dos con el rostro desencajado, pero finalmente apretó los labios con un gesto de fastidio.—Tienes razón, esto no es únicamente una reunión familiar —escupió con rabia—. Gabriella ya es mayor de edad, tiene que asumir su pa
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 22. ConfusiónHabía pasado años aprendiendo a domar su parte más impulsiva, había pasado años convirtiendo todos esos malos instintos de los que hablaban los psicólogos en una pared de hielo que ni ella misma podía franquear, y aun así Gabriella juraba que en aquel momento era capaz de sacarlos todos y todos a la vez.—Esto es lo último que quieres oír, pero me va a dar un profundo placer decirlo —siseó mirando a su madre a los ojos—. Cuando todo esto termine, te garantizo que vas a haber deseado no haberme buscado jamás.Le dio la espalda dirigiéndose a la puerta porque en aquel momento no tenía absolutamente nada más que decirle a la mujer que le había dado la vida, y aun así su voz la detuvo.—Gabriella ¿qué demonios pasa contigo? ¿Por qué eres... así?Sin embargo no obtuvo respuesta, ni una sola, solo el portazo que daba Ranger al salir del despacho, y ni él ni Gabriella se detuvieron hasta que no estuvieron de vuelta en la habitación, de vuelta en el bañ
Y lo estaba, ciertamente lo estaba, porque la parte más lógica y racional dentro de él le decía que se diera la vuelta en ese mismo instante y desapareciera; y la otra, la más básica y que supuestamente había controlado a la perfección toda su vida, lo tenía allí, soltando más babas que una procesión de caracoles, mientras ella se movía de un pie a otro como si estuviera esperando que de verdad él reaccionara, o al menos le dijera qué se suponía que tenía que hacer.Por suerte esa buena memoria que tenía llegó al rescate, porque recordó que había un pequeño problema en particular con el que tenía que lidiar antes de bañarse.—Este... ya que estás aquí... mejor aprovechamos y me ayudas a quitarme el chaleco ¿no?—Sí… ya mejor de una vez ¿verdad? —carraspeó él reaccionando, pero en el mismo segundo en que Gabriella se dio la vuelta, fue como si le hubieran descargado el puño en plena frente.—¡Joder, por esto es que a los animes le sangra la nariz! —masculló poniendo los ojos en blanco