PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 32. Una respuesta peligrosaRanger contuvo el aliento al escucharla decir aquello y sus manos fueron de inmediato alcanzar su cara.—Gabriella, mírame... Claro que eso no va a pasar, nadie te va a lastimar, escucha... —intentó convencerla, porque tranquila ya estaba por el medicamento—. Confía en mí, nadie te va a lastimar.Ella abrió los ojos durante un momento y lo miró con expresión agotada.—¿De verdad crees que importa a estas alturas? —lo increpó—. ¡Mírame, maldit@ sea! ¡¿Todavía no es evidente que el mal ya está hecho!?Y aunque por un breve instante se notaba que había rabia y frustración en su voz, la verdad fue que pareció como si su cerebro simplemente se desconectara en aquel momento, y Ranger entendió que nada de lo que le dijera haría ningún efecto en ella.Logró levantarla debajo de la ducha y no se atrevió a ponerse sensible, porque ella estaba mojada como un pollo en la lluvia y ya era de madrugada. La envolvió en una toalla grande y la desnu
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 33. La respuesta es "no"—¿No había nada en esos informes? —preguntó Ranger mirando el cartapacio de documentos sobre el escritorio, pero Morgan negó.—Max, perdona que te pida esto, pero ¿puedes dejarnos solos por un momento? —pidió el psiquiatra con amabilidad y un segundo después se levantó para acercarse a Ranger en la privacidad de aquel despacho.—Hay dictámenes médicos, pero nada sobre cómo pudo desarrollar una sociopatía desde los cinco años que entró al colegio hasta los diez cuando fue diagnosticada —sentenció con seguridad—. Pudo ser producto del abandono, de la falta de atención... o de un trauma. Y la cuestión es que me parece que tú sabes qué trauma puedo ser. Tú sabes por qué mató a su madre esta noche ¿verdad?Ranger cerró los ojos con un gesto de frustración y de impotencia, porque sabía que apenas podría sacarse del cuerpo él también el asco que le daba hasta decirlo, pero en los últimos días había prometido protegerla y por desgracia poner
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 34. Sin salidaGabriella respiró profundo, porque no sabía exactamente qué debía sentir con respecto a aquella conversación. La gente solía hablar sobre ella a sus espaldas muy a menudo, solo había esperado que él no fuera uno de ellos.Tampoco podía decir que le sorprendía; Ranger se veía asustado, o al menos eso parecía, pero la realidad era que ni una sola palabra de las que se habían dicho le era ajena. Cada explicación del psiquiatra la había escuchado ya muchas veces: hasta la ramificación más simple del diagnóstico que le habían dado cuando todavía era una niña la había estudiado, había intentado entenderla y finalmente la había aceptado, como también había hecho la paz con que solo muy pocas personas fueran capaces de aceptarlo.Así que se dio la vuelta para marcharse cuando se topó de frente con una figura que no esperaba.—Gabriella... —murmuró Max—. Pensé que estabas dormida, no sabía que habías venido con...—Ranger y el doctor necesitan terminar
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 35. Ella sabe…—Siempre hay otra salida —murmuró Ranger mirando al paisaje mustio frente a ellos—. Quizás no siempre sea fácil, pero siempre hay otra salida, te lo aseguro.—Y esa es una expresión muy bonita de esperanza... o de positivismo militar —replicó Gabriella encogiéndose de hombros—. Pero la realidad aquí es que haga lo que haga, Lionetta puso un blanco sobre mi espalda desde el mismo momento en que volvió a buscarme. Ojalá nunca lo hubiera hecho.—En eso estamos de acuerdo —admitió Ranger—. Pero la cuestión no es tan simple. Tus hermanastros manejan un negocio de lavado de dinero que engloba desde capos de la mafia hasta estafadores de talla mundial. ¿Está segura de que eso es lo que quieres para ti?Gabriella se puso de pie y sus manos fueron a alcanzar una de las hojas del seto más cercano, como si necesitara experimentar el tacto de una textura diferente.—Dime una cosa, si Amadeo no sobrevive, o incluso si lo hace, ¿crees que él y Umberto se que
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 36. Una decisión sin emociones.Existía una palabra para todo aquello y era “hastío”, Gabriella era perfectamente capaz de identificar aquella emoción en particular porque era una de las que experimentaba más a menudo.Y por supuesto una de las primeras cosas que había tenido que aprender en la vida era a leer a la gente, así que era bastante buena en eso, y por más que Ranger trató de disimular el nerviosismo que sentía, para Gabriella fue como si en su rostro estuviera perfectamente dibujado el espanto.—No me mires así que todavía no le he hecho nada —suspiró ella poniendo a un lado la taza de chocolate que se estaba bebiendo—. Tiene cara de que es muy buen doctor, ya sabes… de los que se preocupan, y si tú confías en él supongo que yo también tendré que hacerlo.Y en ese justo momento Ranger no fue el único que se quedó paralizado viéndola.—Este... ¿sabías que soy doctor? —preguntó Morgan y ella lo miró como si fuera demasiado obvio.—¿Tienes idea de por
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 37. Un nombre peligrosoUn león enjaulado probablemente fuera más lindo y menos peligroso, y si era totalmente honesto, en aquel momento Morgan no estaba seguro de quién necesitaba exactamente más terapia, si la sociópata controlada o el ex militar neurótico; porque la verdad era que tanto él como Max podían jurar que jamás habían visto a Morgan tan nervioso.—Decepción — sentenció acercándose a él y su amigo lo miró sin comprenderlo—. Eso se llama “decepción” y también es una emoción básica, personal, y muy interesante para alguien como ella.Ranger frunció el ceño porque no comprendía y Morgan suspiró con un poco de alivio.—Significa que es selectivamente empática —le explicó—. Es muy extraño que seas tú la persona a la que se acerque cuando ni siquiera te conoce pero es evidente que eres importante para ella… y que ya la cagaste.—¡No me jodas, Morgan! ¡Solo te traje aquí!—Y solo quieres arreglarla —replicó el psiquiatra—. Es una pena que te escuchara, p
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 38. Desconocido, desesperante, urgente…La forma en que Gabriella lo miró no podía ser más distante y eso hizo que cada fibra del cuerpo de Ranger Wallis se estremeciera.—¿No te parece que esa es una frase muy poco apropiada para decir frente a alguien como yo? —espetó la muchacha pero retrocedió vivamente cuando lo vio avanzar hacia ella y arrinconarla contra uno de los muebles.—¡Nalguear a una jovencita de tu edad también es poco apropiado pero te juro que te lo estás buscando! —gruñó Ranger y la sintió contener el aliento contra él.No tenía cara de cachorrita perdida, no tenía cara de inocente, ni de que no mataba ni una mosca, sin embargo había un desconcierto en los ojos que al ex militar le revolvía todo dentro.—¡Maldición, Gabriella…! ¡Lo siento! ¡No debí…! ¡Pero no sabía…! ¡Diablos, no sé cómo manejarme a tu alrededor! ¡No quiero hacer ninguna burrada que te lastime, pero la verdad ni siquiera sé si te puedo lastimar, no sé cómo piensas, o cómo si
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 39. Ahora sabe que "eso" existeLos dedos de Gabriella se cerraron sobre aquella madera, aferrándose al borde del tocador y controlando las ganas que tenía de romper el espejo frente a ella, mientras Ranger retrocedía.Sus pupilas estaban dilatadas a un punto en que parecía que sus ojos eran completamente negros pero el único movimiento que hacía era temblar involuntariamente agarrada a aquel tocador.Y lo peor de todo, quizás lo peor era que Ranger no sabía qué hacer. Su primer instinto fue llegar a la puerta y sin importar cuántos corredores hubiera de por media, aquel grito definitivamente llegó a su objetivo.—¡Reeeeeeeeeeed!Treinta segundos después el médico derrapaba junto a la puerta y tiraba de su camisa para sacarlo de allí mientras observaba lentamente a Gabriella. La vio cerrar los ojos y respirar despacio, como si se supiera exactamente cómo era el ejercicio y tuviera la voluntad necesaria para realizarlo, y aunque ni siquiera buscaba reaccionar,