En la discoteca, Sofía:
Una vez, que grité ante el desconocido que ocupaba aquella sala privada, él reaccionó atacando de palabras y golpes a quien fuera mi agresor.
—¡Maldito…! —Gruñó este— Es que no tienes como conquistar a una mujer y la quieres conseguir a la fuerza —bufó mi ángel de la guarda, quien por cierto, se veía muy grandote y musculoso.
Al pronunciar estas palabras, brincó encima de quien me atacaba y comenzó a darle una golpiza. Solo escuché los bramidos de quien me había salvado, descargando toda su furia en aquel ser. Después de esto, mi héroe lo dejó inconsciente en el piso.
Posteriormente, me tomó en sus brazos, me llevó a la sala privada, ocupada por él. Le comenté que necesitaba ir al baño y de inmediato, caminó hacia este, sentándome en el retrete, cerrando detrás de sí la puerta, al salir del mismo.
—¡Cualquier cosa, gritas, Sofía! Estaré detrás de la puerta esperando tu llamado —me anunció él, llamándome por mi nombre y quien también, parece me conoce.
—¡Sí! —le respondí sin ganas de hablar, aun temblando, tratando de aclarar en mi mente lo que me pasaba, lo que estaba sintiendo. De repente, vi una ducha y pensé que el agua calmaría ese fuego que sentía en el interior de mi cuerpo.
«Es una ducha, a lo mejor si entro en ella, con el agua se me pasa lo que tengo y se me quita esta sensación de brasa ardiendo que traigo encima» reflexioné, sintiéndome cada vez peor. Me levanté, apoyándome en la pared.
No tengo fuerzas para desnudarme, me bañaré así, analicé, entrando en la ducha con todo y vestido. Después de unos minutos, salí, me quité la ropa y me envolví en una toalla, pero sin secarme.
Él, al verme de pie en la puerta del baño, corrió hacia mí, me tomó en sus brazos y me sentó en su regazo. En seguida, me secó y frotó mi cuerpo con delicadeza, con lo cual sentí, una intensa y rápida subida de ánimo, junto a esas ganas inmensas de actividad sexual.
Luego, me abrazó y yo apoyé mi cabeza en su pecho. Comencé a tocarlo, acariciarlo, hasta que se apoderó de mis labios y mi boca, enredando su lengua con la mía. Despertando, avivando y estimulando mi cuerpo para el placer.
De esta manera, inicie mi vida sexual, con una persona que ni siquiera su nombre conocía. Como aún estaba bajo los efectos de la droga y el alcohol, mi visión y mi audio seguían distorsionados. En virtud de esto, no tenía los rasgos de su rostro muy bien definidos.
Mi héroe, me quitó la toalla y observó mi cuerpo totalmente desnudo, simétricamente perfecto y aunque este no lo sabía, también virginal. Él comenzó un recorrido con sus manos, bajando por mi espalda, mis caderas y mis nalgas, las cuales apretó fuertemente.
Al halar mi cuerpo hacia el suyo, sentí un bulto duro y grande en su regazo. Mientras, con su boca y su lengua recorría mi mentón, el lóbulo de mis orejas, cuello, pecho, deteniéndose con deleite en cada uno de mis pezones, hasta lograr que estos se endurecieran.
Por esta razón, comencé a emitir jadeos, gemidos, gritos y susurros de placer:
—¡Aj, aj!
—¡Hummm!
—¡Dime si te gusta, Sofía! —me suplicó, totalmente encima de mí.
—¡Ssssí, ssssi! —siseé sin muchas ganas de hablar. Me sentía totalmente ardiente y embriagada, pero de deseo y pasión por este desconocido, a quien estaba desnudando de forma salvaje y violenta, con habilidad como si lo hubiera hecho antes.
Cuando logré desnudarlo en su torso, me provocó morder sus grandes pectorales y los pezones de sus tetillas, lo cual hice de forma descontrolada y fuerte, provocando en él, una reacción violenta y salvaje, por lo que se terminó de desnudar, quedando solo en bóxer.
Por esta razón, llevé mis manos sin equilibrio y sin enfoque fijo hasta su calzoncillo y se lo quité, soltando aquella bestia salvaje, dura, erguida y la cual goteaba algo blanquecino. Por instinto, me doblé y lo limpié con mi lengua.
Ante esto, mi enorme y musculoso héroe, emitió un fuerte sonido y gemido de placer, levantándome y sentándome ahorcajas sobre su regazo, haciendo que su miembro, rozara la entrada de mi vagina, la cual sentía muy caliente y húmeda, tanto así, que entre mis piernas había mucha humedad.
Él se apoderó de nuevo de mis labios y mi boca, recorriendo con su lengua toda mi cavidad bucal, bajándome al sofá, para ir directamente a mis entrepiernas, en donde lamió, absorbió y bebió los fluidos que de mi cuerpo salían.
Adueñado totalmente de mi clítoris, me hizo sentir fuertes estremecimientos y espasmos, que sacudieron todo mi ser, desde los pies, hasta mi genital. De ahí, al resto de mi cuerpo, haciéndome sentir esa cosquilla, gozo, bienestar, es decir, un estado de felicidad único, después de haber experimentado un orgasmo tras otro.
Y cuando ya estaba dispuesto a entrar en mí, reaccioné rápidamente, suplicando…
—¡Por favor… despacio, suavecito! —rogué, recordando que era mi primera vez. Obviamente, nada parecido a lo que había soñado con ese momento. Siempre soñé llegar virgen al altar.
—¿Por qué? —me preguntó él, frunciendo sus cejas, deteniéndose momentáneamente y mirándome a la cara.
—Porque es mi primera vez, no quiero que me duela —explique breve y puntualmente, sin dejar de saborear sus labios.
Él, se detuvo entre asombrado y admirado, pero luego en su rostro se dibujó una amplia sonrisa. Fue así, como volvió a iniciar su preludio sexual, llevándome nuevamente a sentir emociones y sensaciones únicas e inimaginables. Era todo un experto.
—¿Lista? —me interrogó, besándome después de haberse bebido mis propios fluidos vaginales.
—Si— respondí segura.
Arrodillándose sobre el sofá, me haló hacia su cuerpo, llevando mis piernas hasta apoyarlas en sus hombros y penetrándome primero suavemente, con lo cual grité…
—¡Ayyy! —cerré mis ojos, impulsando mi cuerpo hacia adelante, para que entrara más en mí, lo quería todo. Sentía como me llenaba y como desgarraba todo adentro, en mi canal vaginal, moviéndose rítmicamente hacia dentro y hacia afuera.
Mientras, mi cuerpo comenzó a ensayar un compás rítmico, divino, que nuevamente me hizo experimentar orgasmos simultáneos, que me llevaron a una satisfacción sexual plena. Y para cerrar con broche de oro, esta primera vez, él se vino junto conmigo.
Los rastros de mi virginidad perdida, estaban como un hilo de sangre por mi perineo, él contempló esto con una sonrisa y posteriormente, lo limpió con delicadeza con su pañuelo.
«¡Qué hombre!», pensé.
Fue demasiado bueno, no me pude iniciar en la vida sexual, con mejor maestro. Él, era único, concluí antes de quedarme dormida. En mi vida, imaginé que se podía experimentar todo esto en una entrega sexual y menos con alguien que ni siquiera conozco.
Rafael:
—¡Qué hembra! Me volvió loco, ni siquiera con María de los Ángeles, llegué a experimentar estas sensaciones y emociones —comenté en voz alta, abrumado y admirado, contemplando a Sofía dormida sobre el sofá.
«¡Parece una diosa!», analicé admirando su belleza y su espectacular cuerpo, el cual fue hecho para el amor. No quería dejarla ahí sola, pero quien se aguantara a mi madre, si no resuelvo a tiempo el problema, en el rancho.
Admirado, pensé «nunca imaginé, conseguir una virgen, en un lugar como este» Así que, moviéndome rápidamente, la vestí con su misma ropa, toda húmeda, pero era preferible esto a dejarla desnuda.
Una vez que terminé de vestirla, bajé y hablé con el dueño del local, quien era mi amigo. Le expliqué la situación que se presentó, sin referir para nada lo que ocurrió entre nosotros. Por lo tanto, le solicité total discreción sobre mi identidad, fundamentalmente, por mi madre.
Finalmente, le pedí colocará un vigilante en la puerta de la sala y que no permitiere que nadie entrará a la misma. Salvo, que ella lo autorice o que se retire. En todo caso, informé que su nombre era Sofía, por si escuchaban que alguien la buscaba…
En Ciudad la Rosa, al día siguiente, Sofía: —¡Dios! ¡Qué mal me siento! ¿Dónde estoy? —me cuestioné al despertarme y llevarme las manos a mi cabeza. Sintiendo no solo un fuerte dolor de cabeza, sino un fuerte dolor ¿pélvico? ¿Cómo así? ¿Por qué? Miré hacia el techo, las paredes y observé solo dos puertas, pero ninguna ventana. En mi habitación hay un gran ventanal, además que el apartamento está en un séptimo piso y aquí se escuchaba el ruido de los vehículos al transitar. —¿Dónde estoy? No reconozco este lugar —me interrogué sin tener conocimiento exacto de lo que me pasó, ni de donde estaba. Bajé las piernas para levantarme, pero estas me temblaban, no me podía levantar. Miré en la mesa redonda, frente al sofá donde me desperté, había dos botellas de un whisky caro, totalmente vacías, con tres vasos, cada uno con rastros de bebidas. Me sentía rara. Tenía un ardor o dolor entre mis piernas ¿Qué hice? Porque no recuerdo nada. Por más que buscaba recordar algo, no lo conseguía, se
En Ciudad La Rosa, Sofía: En el interior de mi Bugatti, me esforcé por recordar con exactitud, que me ocurrió en la noche anterior. Aún siento mareos, náuseas y mucha hambre, además de un extraño dolor y ardor en mis entrepiernas. «No puedo creer, que me haya acostado con alguien y haber perdido así mi virginidad» especulé, arrepentida de no haber vigilado mi bebida, puesto que sé que esto es normal en este tipo de lugares. Llegué al Conjunto Residencial donde habito con mis amigas gemelas Shayla y Sheyli Núñez, ellas son idénticas, liberales, independientes, mayores que yo por tres años, pero excelentes amigas. Cuando entré al ascensor recibí el primer rayo de luz sobre lo que pasó… «Después de estar como dos horas bailando, salí de la pista muy sudada y me senté en nuestra mesa, en la cual estaban servidas nuestras bebidas. Estuve un rato ahí, sentada, bebiendo cuando de repente, comencé a sentirme mal». Justo cuando recordé esto, se abrieron las puertas del ascensor y mis amiga
Sofía: Fuertemente impactada por este primer diagnóstico descrito por el médico, miré asombrada, incrédula y escéptica a mis amigas, sin poder hablar. Ellas, quienes hasta ahora, no sabían lo que me ocurrió la noche de nuestra graduación, estaban pálidas. No niego que esto me entristeció en el primer momento, todos mis planes y proyectos de vida, lejos de mis padres, se fueron por la borda. Sin embargo, sentí algo en mí que me pedía tenerlo, que no lo perdiera. Yo soy creyente de Dios y respetuosa de la vida, pero esta situación no era fácil de afrontar y menos sola. Estoy segura de que con mis padres no cuento, a pesar de que soy su única hija. Así que debo pensar bien, antes de tomar una decisión. Salí con mis amigas en la silla de ruedas, hacia el consultorio del ecografista, reflexionando y buscando una respuesta lógica a esto que me estaba sucediendo, pero no lo encontraba. Además, fue un gran descuido de mi parte, porque bien pude comprar la pastilla del día siguiente y probl
En la discoteca, el Narrador: Martín Elías, al entrar de nuevo a su discoteca, recordó con exactitud que esta era la joven a quien salvó su amigo Rafael Rincón, de ser violada aquella noche de marzo. Él, siguiendo las peticiones de su amigo, mintió al señalar que borraban las grabaciones de cada noche. No obstante, tomó su celular y llamó a su amigo. —¿Rafael, eres tú? —preguntó apenas sintió que contestaron su llamada. —¡Sí, Martín Elías, soy yo! —Respondió él, admirado que le llame su amigo, pues lo normal es que sea él quien llame a este— ¿Qué paso? —inquirió, queriendo saber. —Estuvo aquí, la joven que rescataste y salvaste de ser violada —confesó su amigo. —¿Qué te dijo? —interrogó él con inquietud, entrando a su baño para asearse. Acababa de llegar, de montar y recorrer el rancho, en su brioso Tornado. —Solo me preguntó que si le podía mostrar los vídeos de ese sábado, recordándome que fue la persona que amaneció en una de las salas privadas —citó su amigo. —¿Le mostraste
Dos meses después Sofía: Habiendo cumplido cuatro meses de embarazo, con un aumento notable de peso, me encontraba acostada en mi habitación descansando. Había terminado la elaboración de los balances que me había exigido la empresa que me contrató virtualmente. Mis amigas, desde hacía dos meses, habían conseguido trabajo para distintas firmas contables, las cuales requerían jóvenes recién graduados sin experiencia. Esta oferta de empleo fue una bendición, puesto que ninguna quería volver a su lugar de origen. A punto de dormirme, porque precisamente entre once y doce del mediodía, me ataca fuertemente el sueño, escuché que sonaba el timbre. Me extrañó, porque Shayla y Sheyli tienen cada una sus respectivas llaves y nunca llegan tan temprano. ¡Ding, dong! ¡Ding, dong! ¡Ding, dong! «Debe ser algún vecino o alguien de la junta de condominio», pensé caminando hacia la puerta, poniéndome por encima de mi pijama, una bata ancha, que no muestra tan puntualmente mi abultado vientre, aun
Sofía: Una vez en la clínica, mi madre corrió hasta el área de emergencia y logró entrar, para hablar con el médico de turno. Mientras, hice los trámites para el ingreso y atención de mi padre. Luego, me dirigí hacia el área de los cubículos donde lo examinaban. Pasado unos minutos, mamá salió dejando que sus lágrimas corrieran por su hermoso rostro, el cual heredé casi que totalmente. Le abracé y me senté a su lado, me sentía realmente miserable, desdichada, nunca supuse ser la causante de tanto daño a mis padres. Durante estos cuatro meses de embarazos, lloré, sufrí mucho. Llegué a pensar en abortar a mis hijos, pero mi fe y mi creencia en Dios, no me permitió llevar a cabo esta determinación. De ahí, la decisión de tenerlos sin reflexionar en el daño que esto ocasionaría a mis padres. Pensando en el cambio tan drástico que ha dado mi vida, justo en ese momento, salió el cardiólogo que trataba a mi padre, uno de los mejores especialistas de la región. Al parecer, papá había estad
En Ciudad La Rosa, en la Hacienda “Los Rincones” Rafael: Con mi cabeza a punto de estallar, del disgusto provocado por mi madre Camila, al pretender que asuma un compromiso matrimonial con la hija de su amiga, monté sobre mi caballo Tornado y cabalgué hasta sentir, la libertad que me da correr en él. No sé, qué tiene mi madre en su cabeza, cuando pretende que en pleno siglo XXI se haga efectivo un compromiso matrimonial, por aumentar su estatus social. Además, de que según ella, con esto complacía la voluntad de mi padre, de prolongar su apellido. Solo tendré mis propios hijos, con la mujer que yo elija, no con la que ella deseé. Necesito escapar de esta situación, así que me iré este fin de semana a la Ciudad. Si decide traer a Mirelys Zambrano, que la reciba ella misma. Pensando en irme a Ciudad La Rosa, recordé que hace seis meses, estando ebrio, pero con ganas de tener sexo con alguien, defendí a aquella “diosa del amor” de su presunto violador. No obstante, terminé aprovechán
El Narrador: Por otro lado, Sofía también heredó los pasivos, entre ellos la deuda generada por la adquisición de los últimos tres buques para transporte internacional. La condición que impuso su padre para recibir la herencia, era que debía asumir, el cargo de CEO, en el momento que aconteciera su muerte. Ella, asombrada ante todo esto, consultó a su madre… —¿Por qué no te veo asombrada o admirada de lo que acaba de leer el notario? —cuestionó con una mirada atenta y expresiva a su madre. —Porque hace un año, cuando tu padre elaboró este testamento, estaba con él, ayudándolo a redactar —respondió su madre con tristeza. Nunca imaginó que lo leerían tan pronto. Estefanía amaba a su esposo y siempre deseó estar con él, hasta en su vejez. »Me pareció demasiado prematuro de su parte, redactar lo que sería su última voluntad. No obstante, como siempre, terminé apoyándolo y ayudándole a dejarte bien segura, para que nadie te intimide —gimoteó su madre. —¡Lo siento, mamita! —ella iba a