En Ciudad la Rosa, al día siguiente, Sofía:
—¡Dios! ¡Qué mal me siento! ¿Dónde estoy? —me cuestioné al despertarme y llevarme las manos a mi cabeza. Sintiendo no solo un fuerte dolor de cabeza, sino un fuerte dolor ¿pélvico? ¿Cómo así? ¿Por qué?
Miré hacia el techo, las paredes y observé solo dos puertas, pero ninguna ventana. En mi habitación hay un gran ventanal, además que el apartamento está en un séptimo piso y aquí se escuchaba el ruido de los vehículos al transitar.
—¿Dónde estoy? No reconozco este lugar —me interrogué sin tener conocimiento exacto de lo que me pasó, ni de donde estaba.
Bajé las piernas para levantarme, pero estas me temblaban, no me podía levantar. Miré en la mesa redonda, frente al sofá donde me desperté, había dos botellas de un whisky caro, totalmente vacías, con tres vasos, cada uno con rastros de bebidas.
Me sentía rara. Tenía un ardor o dolor entre mis piernas ¿Qué hice? Porque no recuerdo nada. Por más que buscaba recordar algo, no lo conseguía, sentía un fuerte dolor de cabeza.
—¿Dónde está mi móvil? ¿Y mi bolsa? Tampoco lo veo —me interpelé, hablando en voz alta y esforzándome por llegar a las puertas que observé.
Al abrir, la primera puerta encontré una sala de baño, en donde todo estaba hecho un desastre. Había vómito en el piso de la ducha. Así que abrí el grifo del lavabo y lavé mi rostro. Me veo demacrada, con ojeras, es la imagen que refleja el espejo. No me parezco en nada, a la joven que salió para su acto de graduación.
Después, de asearme salí por la otra puerta hacia la baranda, de donde se observaba la entrada a la discoteca. Todo estaba solo, con fuerte olor a alcohol, humo y cigarrillo. Bajé las escaleras y contemplé en una butaca, en un rincón, mi bolsa y mi celular.
—¡Buenos días, señorita Sofía! —me saludó una mujer madura quien, al parecer, hacía limpieza.
—¡Buenos días! ¿Cómo sabes que me llamo así? —pregunté intrigada, porque a pesar de haber estado en esta disco dos veces, nunca había familiarizado con su personal. No era mi estilo.
—Mi jefe, me encargó que le cuidara y me informó que se llamaba Sofía, por si alguien preguntaba por usted —agregó ella.
—¿Y mi coche? —pregunté intrigada, porque si algo me traería problemas con mis padres, era si lo perdía.
—¿Es uno negro? —me preguntó ella, asombrada y admirada.
—¡Sí! —respondí de inmediato.
—Está en el aparcadero —me respondió esta.
Al abrir mi bolsa, conseguí las llaves de mi coche, mi tarjeta de identificación, como mi tarjeta de crédito negra. No obstante, mi celular, estaba totalmente descargado. Salí de ahí, hacia el apartamento en donde residía con mis amigas.
En la Hacienda Los Rincones, Rafael:
Bajándome de mi Jeep Grand Cherokee ví que mi hermana y mi cuñado me esperaban. Por sus gestos, parece que la situación era grave. Así que me acerqué y les saludé, para escuchar sus reportes sobre los cultivos contaminados de roya.
Este, era un hongo que destruye totalmente los cultivos, perdiéndose de esta manera nuestra cosecha y con ella las ganancias ya recibidas de antemano. Me dirigí hacia las caballerizas y al montar sobre mi caballo Tornado, salí a galope hacia el área de los recolectores.
Al llegar al lugar, me uní al grupo de expertos y me dediqué con ellos a solucionar el caso. Parece que aún estamos a tiempo de recuperar la cosecha. En la tarde, cuando me desocupé, entré a mi habitación para asearme y evoqué todo lo vivido la noche anterior.
—¡Sofía! ¡Sofía! ¡Qué mujer! —invoqué, sintiendo su aliento, su aroma, lo caliente de su cuerpo.
»¡Eres una diosa! —Mencioné pensando en su cuerpo y tratando de aclarar en mi mente sus rasgos, los cuales no recordaba perfectamente— ¿Cómo saber, si no eres una loquita más, de las que abundan hoy en día, sin valores ni principios?
»Me entregaste tu virginidad, tan fácilmente —Cuestioné.
Aunque para alguno, esto es irrelevante, para mí no. Fui educado a la antigua, con las normas y costumbres de mis ancestros. De ahí, que me cuesta aceptar algunas conductas propias de la juventud actual, como por ejemplo, el consumo y la entrega tan fácil.
Ni siquiera mi nombre conoce, puesto que en ningún momento me lo preguntó y aun así, se entregó de esa manera, tan plena, sin reserva, tan extraordinaria. Definitivamente, desearía saber todo sobre ella.
«Aunque parecía estar bajo los efectos de algo más fuerte que el alcohol», especulé, recordando sus movimientos, gestos y la forma tan desenfrenada como lo hizo.
«Deduzco que debió cuidarse, porque lo hicimos, sin protección alguna y no desearía tener algún hijo sin desearlo», reflexioné. «Al volver a Ciudad La Rosa, la buscaré, por ahora debo resolver el problema del Rancho».
Me bañé, me vestí y salí a cabalgar con mi compañero de hace años, mi hermoso caballo negro azabache, brillante y brioso.
En Isla Paraíso, el narrador:
Los padres de Sofía, en su yate privado y de uso personal, dieron un recorrido a los nuevos buques portacontenedores, los cuales formaran la flota más grande del mundo, encargadas del transporte marítimo internacional.
La Naviera, de la cual el padre de Sofía era el mayor accionista y CEO, estaba en su mejor momento con altos niveles de ganancia y rentabilidad. Justo en ese momento, el pueblo de Isla Paraíso celebraba con ellos esta valiosa adquisición.
La noche anterior, Don Juan Carlos Morales y Doña Estefanía Borbón, recibieron las tres nuevas embarcaciones que se incorporaran a la flota de su Naviera. Por esta razón, no pudieron asistir al acto de grado de su hija, a quien se cansaron de llamar, pero ella nunca respondió.
—¿Mi amor, te pudiste comunicar con Sofí? —interrogó Juan Carlos a su esposa, hablándole al oído, entretanto terminaban el recorrido en lancha para llevar al sacerdote a su mansión, en donde llevarían a cabo un almuerzo privado, en honor a este evento.
—¡No! —respondió Estefanía con un gesto de impotencia y avergonzada con su hija por fallarle nuevamente. Este, era otro evento importante de Sofía, pero no pudieron acudir por no delegar este acto en nadie más.
—¡Conociéndola, debe estar enojada con nosotros! —aseguró Juan Carlos sonreído, dejando de lado lo que realmente pudiera sentir su hija— Al terminar todo esto, haremos una videollamada y solucionaremos este malentendido con ella.
—¡Algo me dice, que esta vez la niña no nos perdonará! —aseguró la madre de Sofía, con pesar y arrepentimiento.
—¡No te lo tomes a pecho, mujer! En todo caso, ella también hace lo que le da la gana y hasta ahora, nosotros no nos imponemos sobre su voluntad. Pues fíjate, que ni siquiera se graduó de Abogado, que era lo que más necesitábamos en la Naviera.
—Pero, también requerimos los servicios de un Contador —aseguró la madre de Sofía con orgullo.
»Y quién mejor que ella. Porque si de algo debemos sentirnos orgulloso, es que nuestra hija, lo que hace, lo hace con calidad y excelencia, buscando siempre ser la mejor —afirmó ella.
—¡Bueno! No vamos a discutir por cosas tan triviales. Sofía no es una niña, es una mujer y debe comprender perfectamente lo que son nuestros compromisos, cuando de la Naviera se trate —planteó Don Juan Carlos Morales, dando por concluido el asunto.
—¿Ya hablaste con tu amigo? Sobre la disolución del absurdo compromiso que quiere hacer valer entre su hijo y nuestra hija —inquirió Doña Estefanía, mirando a este con desconfianza. Ella, presume que detrás de todo esto, está metida la mano de su amigo.
—¡No! —respondió éste fugazmente, caminando de prisa hacia el atracadero, evitando el enfrentamiento con su mujer por esta situación que el mismo propició desde que su hija era una niña...
En Ciudad La Rosa, Sofía: En el interior de mi Bugatti, me esforcé por recordar con exactitud, que me ocurrió en la noche anterior. Aún siento mareos, náuseas y mucha hambre, además de un extraño dolor y ardor en mis entrepiernas. «No puedo creer, que me haya acostado con alguien y haber perdido así mi virginidad» especulé, arrepentida de no haber vigilado mi bebida, puesto que sé que esto es normal en este tipo de lugares. Llegué al Conjunto Residencial donde habito con mis amigas gemelas Shayla y Sheyli Núñez, ellas son idénticas, liberales, independientes, mayores que yo por tres años, pero excelentes amigas. Cuando entré al ascensor recibí el primer rayo de luz sobre lo que pasó… «Después de estar como dos horas bailando, salí de la pista muy sudada y me senté en nuestra mesa, en la cual estaban servidas nuestras bebidas. Estuve un rato ahí, sentada, bebiendo cuando de repente, comencé a sentirme mal». Justo cuando recordé esto, se abrieron las puertas del ascensor y mis amiga
Sofía: Fuertemente impactada por este primer diagnóstico descrito por el médico, miré asombrada, incrédula y escéptica a mis amigas, sin poder hablar. Ellas, quienes hasta ahora, no sabían lo que me ocurrió la noche de nuestra graduación, estaban pálidas. No niego que esto me entristeció en el primer momento, todos mis planes y proyectos de vida, lejos de mis padres, se fueron por la borda. Sin embargo, sentí algo en mí que me pedía tenerlo, que no lo perdiera. Yo soy creyente de Dios y respetuosa de la vida, pero esta situación no era fácil de afrontar y menos sola. Estoy segura de que con mis padres no cuento, a pesar de que soy su única hija. Así que debo pensar bien, antes de tomar una decisión. Salí con mis amigas en la silla de ruedas, hacia el consultorio del ecografista, reflexionando y buscando una respuesta lógica a esto que me estaba sucediendo, pero no lo encontraba. Además, fue un gran descuido de mi parte, porque bien pude comprar la pastilla del día siguiente y probl
En la discoteca, el Narrador: Martín Elías, al entrar de nuevo a su discoteca, recordó con exactitud que esta era la joven a quien salvó su amigo Rafael Rincón, de ser violada aquella noche de marzo. Él, siguiendo las peticiones de su amigo, mintió al señalar que borraban las grabaciones de cada noche. No obstante, tomó su celular y llamó a su amigo. —¿Rafael, eres tú? —preguntó apenas sintió que contestaron su llamada. —¡Sí, Martín Elías, soy yo! —Respondió él, admirado que le llame su amigo, pues lo normal es que sea él quien llame a este— ¿Qué paso? —inquirió, queriendo saber. —Estuvo aquí, la joven que rescataste y salvaste de ser violada —confesó su amigo. —¿Qué te dijo? —interrogó él con inquietud, entrando a su baño para asearse. Acababa de llegar, de montar y recorrer el rancho, en su brioso Tornado. —Solo me preguntó que si le podía mostrar los vídeos de ese sábado, recordándome que fue la persona que amaneció en una de las salas privadas —citó su amigo. —¿Le mostraste
Dos meses después Sofía: Habiendo cumplido cuatro meses de embarazo, con un aumento notable de peso, me encontraba acostada en mi habitación descansando. Había terminado la elaboración de los balances que me había exigido la empresa que me contrató virtualmente. Mis amigas, desde hacía dos meses, habían conseguido trabajo para distintas firmas contables, las cuales requerían jóvenes recién graduados sin experiencia. Esta oferta de empleo fue una bendición, puesto que ninguna quería volver a su lugar de origen. A punto de dormirme, porque precisamente entre once y doce del mediodía, me ataca fuertemente el sueño, escuché que sonaba el timbre. Me extrañó, porque Shayla y Sheyli tienen cada una sus respectivas llaves y nunca llegan tan temprano. ¡Ding, dong! ¡Ding, dong! ¡Ding, dong! «Debe ser algún vecino o alguien de la junta de condominio», pensé caminando hacia la puerta, poniéndome por encima de mi pijama, una bata ancha, que no muestra tan puntualmente mi abultado vientre, aun
Sofía: Una vez en la clínica, mi madre corrió hasta el área de emergencia y logró entrar, para hablar con el médico de turno. Mientras, hice los trámites para el ingreso y atención de mi padre. Luego, me dirigí hacia el área de los cubículos donde lo examinaban. Pasado unos minutos, mamá salió dejando que sus lágrimas corrieran por su hermoso rostro, el cual heredé casi que totalmente. Le abracé y me senté a su lado, me sentía realmente miserable, desdichada, nunca supuse ser la causante de tanto daño a mis padres. Durante estos cuatro meses de embarazos, lloré, sufrí mucho. Llegué a pensar en abortar a mis hijos, pero mi fe y mi creencia en Dios, no me permitió llevar a cabo esta determinación. De ahí, la decisión de tenerlos sin reflexionar en el daño que esto ocasionaría a mis padres. Pensando en el cambio tan drástico que ha dado mi vida, justo en ese momento, salió el cardiólogo que trataba a mi padre, uno de los mejores especialistas de la región. Al parecer, papá había estad
En Ciudad La Rosa, en la Hacienda “Los Rincones” Rafael: Con mi cabeza a punto de estallar, del disgusto provocado por mi madre Camila, al pretender que asuma un compromiso matrimonial con la hija de su amiga, monté sobre mi caballo Tornado y cabalgué hasta sentir, la libertad que me da correr en él. No sé, qué tiene mi madre en su cabeza, cuando pretende que en pleno siglo XXI se haga efectivo un compromiso matrimonial, por aumentar su estatus social. Además, de que según ella, con esto complacía la voluntad de mi padre, de prolongar su apellido. Solo tendré mis propios hijos, con la mujer que yo elija, no con la que ella deseé. Necesito escapar de esta situación, así que me iré este fin de semana a la Ciudad. Si decide traer a Mirelys Zambrano, que la reciba ella misma. Pensando en irme a Ciudad La Rosa, recordé que hace seis meses, estando ebrio, pero con ganas de tener sexo con alguien, defendí a aquella “diosa del amor” de su presunto violador. No obstante, terminé aprovechán
El Narrador: Por otro lado, Sofía también heredó los pasivos, entre ellos la deuda generada por la adquisición de los últimos tres buques para transporte internacional. La condición que impuso su padre para recibir la herencia, era que debía asumir, el cargo de CEO, en el momento que aconteciera su muerte. Ella, asombrada ante todo esto, consultó a su madre… —¿Por qué no te veo asombrada o admirada de lo que acaba de leer el notario? —cuestionó con una mirada atenta y expresiva a su madre. —Porque hace un año, cuando tu padre elaboró este testamento, estaba con él, ayudándolo a redactar —respondió su madre con tristeza. Nunca imaginó que lo leerían tan pronto. Estefanía amaba a su esposo y siempre deseó estar con él, hasta en su vejez. »Me pareció demasiado prematuro de su parte, redactar lo que sería su última voluntad. No obstante, como siempre, terminé apoyándolo y ayudándole a dejarte bien segura, para que nadie te intimide —gimoteó su madre. —¡Lo siento, mamita! —ella iba a
Sofía: Algo que llamó poderosamente la atención en el bautismo de mis trillizos, aparte de ser totalmente idénticos, fue que descubrieran una marca o mancha de nacimiento, la cual está ubicada justo entre las dos tetillas de cada uno de ellos. Esta, fue observada al descubrir a los niños en el pecho para que el sacerdote untara el óleo, conforme al rito espiritual. Dicha marca es de color marrón claro y la cual no posee ningún miembro de mi familia, ni por la parte materna ni paterna. Ahora bien, según me refirió la pediatra, es una mancha o marca de nacimiento de tipo pigmentada que proviene de familia. En todo caso, la pediatra me solicitó estar atenta por si hay cambio de apariencia. (***) Una vez culminada la ceremonia, nos dirigimos al restaurante, en donde habíamos hecho la reservación para celebrar íntimamente esta ceremonia de mis hijos. Una vez ahí, José David y su padre se acercaron para charlar conmigo. —Sofía, te felicito ¡Están muy hermosos tus hijos! —me refirió Rey