El Narrador: Al continuar escuchando las declaraciones, salió a relucir que Reyner recomendó a Silvia, la joven esposa de Milko, que contratara a Josefina Rondón, como servicio doméstico. Ella, la contrató para complacer a quien creía era un buen amigo. Esta, vulgar delincuente, tenía como objetivo eliminar al magnate, para que Reyner disfrutara su fortuna. Para esto, requería la ayuda de sus dos inseparables y cómplices amigos: Popeye y Brutus. Estos eran dos delincuentes que formaban parte de la banda de Josefina, alias Chepa Rondón. Ellos fueron traídos a Ciudad La Rosa, simultáneamente con ella, para acabar con la vida de Milko. Por lo tanto, fue Reyner quien costeó todos los gastos del viaje, traslado y alojamiento de ellos en la Ciudad. Los tres, eran cómplices en todos los delitos de robo, e****a y fraude cometidos en la Isla. Además, que ella dirigía un burdel y ejercía la profesión más antigua del mundo: la prostitución. Según, las declaraciones de Brutus, Reyner era el a
Sofía: —¡Lo sé, mi amor! Tú no eliges a cualquiera para tu círculo de amistades. ¡Eso mismo me pasa a mí! Soy muy selectivo —exclamó Rafael, besando mis labios muy suavemente. »Esto lo he analizado, al ver las pocas personas que integran tu círculo de amistades, que incluso no consideras así, sino como parte de tu familia —aclaró él— Es lo mismo, que estoy viviendo con Martín Elías, siempre ha sido más que un amigo. —¡Sí, también, me he dado cuenta, de eso! Tú estimas a Martín como a un hermano, igual a lo que siento por Shayla y Sheyli —afirmé, dando un beso de piquito. —¡Somos muy selectivos! —sentenció Rafael, sonriendo. —En eso, salí a mi padre —añadí con una sonrisa, pegando mi cuerpo al de él, reaccionando este con un fuerte abrazo, restregando su parte íntima, en mi vientre, en donde pude sentir, la dureza de su erección. —¿Me sientes? —me preguntó él, con un susurro y su voz ronca, grave, que dejaba evidenciar lo excitado que estaba. Él mordió suavemente el lóbulo de mi
Rafael: —Cuando comience el juicio contra tu amiga, vendré por ti —anuncié con rabia y pesar, a mi madre observando su actitud. —¿Para qué? ¿Es que acaso me van a devolver lo que me robaron? —interpeló ella con ira. —¡Obvio que no! Sin embargo, deseo que escuches de sus propios labios lo que hicieron con los padres de Martín Elías, ya que a mí no me crees —aseguré. —¡Si te creo, hijo! ¡Yo confío en ti! Solo que dudo, de la filiación de esos niños contigo. Pudieron hacerles el tatuaje, para hacerte pensar que son tuyos —me replicó ella con terquedad. —¡No te voy a dar más explicaciones, mamá! Me basta con saber que son míos. Es más, cuando los conozcas, te convencerás sin ninguna otra prueba, que son mis hijos —añadí, levantándome de su lado, para retirarme. —¡No hijo, por favor, no te vayas! Quiero volver a vivir contigo, en mi casa, mi hogar, la que compró tu padre para mí —exclamó ella angustiada y con lágrimas en sus ojos. —¡No, madre, lo siento! Sabes muy bien, que papá me d
Dos semana después: Sofía: —¡Mami, por favor dame algo para los nervios! Tengo un susto muy fuerte en el abdomen y no lo puedo controlar, pon tu mano sobre mi lado izquierdo y siente como tengo unos latidos ahí —exclamé, luciendo mi extraordinario, exclusivo y precioso traje de novia blanco, el cual será una sorpresa para mi amado esposo. «Él, es un hombre celoso y posesivo conmigo. No obstante, es todo un caballero, detallista, responsable y cariñoso. Le fascina estar a mi lado, apoyarme, comprarme de todo, lo cual luego, luzco ante él. Sin embargo, este vestido, será mi sorpresa». —¡Calma hija! —suplicó mi madre, sacándome de mis pensamientos— Es normal, que las novias el día de su boda sufran esta crisis, pero debes poner de tu parte —me aclaró ella, con una sonrisa y lista para acompañarme a la catedral junto con Benjamín. Ese domingo, había un sol extraordinario en la Isla, mucho más brillante que en otros días. No obstante, no se sentía tan caliente, por cuanto había mucha b
Rafael: —¡Papi, tú dijiste que nunca nos separaremos! —afirmó mi hijo Rafael Ángel, sentándose en mi regazo, en la carroza y moviendo sus manitas para saludar. —¡Sí, mi amor, así será! ¡Siempre estaremos los cinco juntos! Obviamente, también tu abuelita —añadí, sonriendo, haciendo lo mismo que ellos. —¡Entonces, papi! En tu viaje de luna de miel, te acompañaremos —exclamó este, de un solo golpe, dejando de sonreír y mirándome a la cara. —¿Cómo así? —Interrogué, mirando primero a mi mujer, quien, se llevó su mano a la boca para ocultar una sonrisa y luego, lo miré a él, expresando— Cuando seas un hombre y te cases, no querrás llevarte a nadie, ¡te lo aseguro! —Sin embargo, papi, tú has dicho que no te quieres separar de nosotros y estamos dispuestos a hacer el sacrificio de ir contigo, para no dejarte solo —agregó él, dejándome asombrado de su astucia. —¡No estaré solo hijo! Tu madre vendrá conmigo —aclaré, a punto de soltar una fuerte carcajada, al igual que Sofía. —¡Yo lo cuida
Sofía: Comenzando el equinoccio de primavera, en el hemisferio norte, en Ciudad La Rosa, con presencia de una fuerte tormenta, llegué por fin al Centro Cultural La Rosa. Lugar donde se llevaría a cabo, mi acto de grado y recibiría el título de Contadora Público, con apenas veinte años. Al entrar en el auditorio, miro hacia un lado y hacia el otro y nada que observo a mis padres, entre los presentes. Mi padre quería que fuera abogada, pero decidí estudiar lo que a mí me gustaba. Este es un acto muy importante en mi vida, aunque hasta ahora, lo que es importante para mí, no lo es para ellos. Pero, deseaba que estuvieran aquí conmigo. Desilusionada, tragué en seco. Así que por lo visto, decidieron ignorarme otra vez. No les interesa nada de lo que haga, salvo cuando los complazco. Sacudiendo mi melena, la cual llevaba suelta, con mis cabellos teñidos y planchados, me coloqué el birrete. Me ubiqué en el lugar que me fue asignado y no me preocupé más por saber, si ellos asistieron o no
En la discoteca, Sofía: Una vez, que grité ante el desconocido que ocupaba aquella sala privada, él reaccionó atacando de palabras y golpes a quien fuera mi agresor. —¡Maldito…! —Gruñó este— Es que no tienes como conquistar a una mujer y la quieres conseguir a la fuerza —bufó mi ángel de la guarda, quien por cierto, se veía muy grandote y musculoso. Al pronunciar estas palabras, brincó encima de quien me atacaba y comenzó a darle una golpiza. Solo escuché los bramidos de quien me había salvado, descargando toda su furia en aquel ser. Después de esto, mi héroe lo dejó inconsciente en el piso. Posteriormente, me tomó en sus brazos, me llevó a la sala privada, ocupada por él. Le comenté que necesitaba ir al baño y de inmediato, caminó hacia este, sentándome en el retrete, cerrando detrás de sí la puerta, al salir del mismo. —¡Cualquier cosa, gritas, Sofía! Estaré detrás de la puerta esperando tu llamado —me anunció él, llamándome por mi nombre y quien también, parece me conoce. —¡
En Ciudad la Rosa, al día siguiente, Sofía: —¡Dios! ¡Qué mal me siento! ¿Dónde estoy? —me cuestioné al despertarme y llevarme las manos a mi cabeza. Sintiendo no solo un fuerte dolor de cabeza, sino un fuerte dolor ¿pélvico? ¿Cómo así? ¿Por qué? Miré hacia el techo, las paredes y observé solo dos puertas, pero ninguna ventana. En mi habitación hay un gran ventanal, además que el apartamento está en un séptimo piso y aquí se escuchaba el ruido de los vehículos al transitar. —¿Dónde estoy? No reconozco este lugar —me interrogué sin tener conocimiento exacto de lo que me pasó, ni de donde estaba. Bajé las piernas para levantarme, pero estas me temblaban, no me podía levantar. Miré en la mesa redonda, frente al sofá donde me desperté, había dos botellas de un whisky caro, totalmente vacías, con tres vasos, cada uno con rastros de bebidas. Me sentía rara. Tenía un ardor o dolor entre mis piernas ¿Qué hice? Porque no recuerdo nada. Por más que buscaba recordar algo, no lo conseguía, se