Capitulo 3

Pov Amaya

Otro día más en mi trabajo y sigo repitiendo aquella noche una y otra vez en mi cabeza.

Todo es demasiado confuso y extraño, pero es mejor alejarme de él, tengo esa extraña sensación de que él no es alguien al que deba acercarme.

—Amaya, la encargada, nos llama.

—¿Sabes para qué?

—No, pero dijo que tú, Daniel y yo fuéramos a atender a los clientes de la sala vip.

Asentí y fui con ella, la encargada nos dio algunas instrucciones y subimos.

Cuando entre en la sala mis ojos se pasaron directamente en el hombre que desprendía aquella aura poderosa.

Sus ojos me miraban fijamente mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios.

Tragué fuerte y aparté la mirada, sintiendo aún su mirada ardiente sobre mí.

Tomamos los pedidos de todos, antes de tomar la carta de sus manos, él tomó la mía y luego dejó que simplemente se deslizara por entre sus dedos.

Él hablaba como si nada a los demás y nadie parecía notar su agarre sobre mí.

Cuando me soltó casi que tropiezo con mis propios pies.

Luego de eso nos quedamos allí parados esperando que todos terminaran.

Yo miraba de vez en cuando a su dirección y pude notar que sus ojos estaban clavados en mí, me sentía incómoda y ahí estaba de nuevo mi cuerpo reaccionando a él de forma extraña.

Todos comenzaron a salir y esperaba con ansias a que todos salieran para irme.

Iba saliendo de última cuando mis compañeros ya habían marcado la milla. Qué cobardes. Antes de salir una mano fuerte me agarró, cerrando la puerta.

Me arrinconó contra la pared, colocando sus manos a cada lado.

—Señor, disculpe...

—Patrick.

—¿Disculpe?

—Patrick para ti pequeña.

Retiró un mechón de mi cabello colocándolo detrás de mi oreja, aquella sensación en la piel ya no se sentía extraña sino agradable.

Acercó su rostro al mío, rozando su nariz con la mía.

No entendía porque mi cuerpo reaccionaba así con él, su toque era cálido, suave, yo deseaba que siguiera haciéndolo.

En un pequeño momento de lucidez lo empujé con la fuerza que pude, pero él ni se movió.

—Patrick, si usted cree que yo soy como esas mujeres que se acuestan con hombres como usted por dinero, está equivocado.

—Jamás dije que lo fueras—, bajó su nariz a mi cuello, aspirando mi aroma y un pequeño jadeo de sorpresa escapó de mí.

Sentí que mis oídos me traicionaron cuando escuché una especie de gruñido viniendo de su pecho.

Sus brazos me apretaron fuerte por la cintura mientras él seguía oliendo mi cuello y ahora pasando su lengua.

El pánico se apoderaba de mí y comencé a forcejear con él para apartarlo.

—Patrick, si no me sueltas ahora juro que voy a gritar.

Él alzó su mirada con una sonrisa en los labios y claro que estaba dispuesta a gritar. Él pareció ver mis intenciones porque cuando abrí la boca para hacerlo.

Sentí su lengua metiéndose en ella.

Explotaba cada rincón, saboreaba con dureza mi boca.

Un beso posesivo y agresivo.

Sus manos masajeaban mi cintura metiéndose por debajo de mi camisa.

Quería apartarlo, pero no podía, su agarre era fuerte y las sensaciones de ese beso salvaje y de ese toque fuerte me estaban comenzando a excitar.

Salió de mi boca y tomó mi labio mordiéndolo haciendo que dejara escapar un gemido que él tomó de otra forma.

Sus ojos volvieron a brillar con lujuria, me agarró con fuerza por la nuca antes de volver a estrellar sus labios contra los míos.

Podía sentir su bulto presionando sobre mi vientre mientras su mano se aventuraba sobre mi piel.

Aquellas chispas explotaban en mi cuerpo sin piedad, haciéndome ceder aún más a él.

Su mano alcanzó mi pecho, metió su mano por debajo de mi brasier para torturar mi pezón, sentía dolor, pero también placer.

Debo estar loca para hacer esto con un hombre desconocido y peligroso.

Por suerte tocaron la puerta y ese fue nuestro punto de separación.

Yo me quedé respirando, agitada, mientras que él parecía tranquilo y sereno.

*****

Al salir del trabajo, pienso caminar hasta la parada, pero un auto lujoso negro se estaciona al frente.

Baja la ventanilla del pasajero y allí está él, como todo un Dios.

—Sube.

Frunzo el ceño ante su orden toda tosca.

—No es necesario Patrick, puedo tom...

—No te lo pedí Amaya, ahora sube o me bajaré e iré por ti.

Abrí la puerta y me senté de mala gana adentro. Su forma de dar órdenes, me toma como si fuera una de esas mujeres a la que está acostumbrado.

—¿Puedo preguntar por qué está aquí?

—Porque quise recogerte, además, tenemos algo inconcluso.

Me tensé al recordar lo de más temprano, yo no me iba a acostar con él de ninguna manera.

—Para por favor, me quedo aquí.

—Yo te llevaré.

—No, yo no soy ninguna de esas mujer...

—Sé que no lo eres, pero desde ese día en el aeropuerto Amaya supe que ibas a ser mía, así que lo quieras o no, lo tendrás que soportar.

Las alarmas en mi cabeza se prendieron, mi miedo se disparó al saber que este hombre son de esos que se obsesionan con algo y no lo sueltan hasta romperlo.

Estaba dispuesta a saltar del auto, pero me vi jalada a su regazo.

—No, no pequeña, nada de hacer locuras—, sus labios acariciaban mi cuello y yo cerré los ojos sintiendo algo recorrerme hasta aquel botoncito de placer.

—No voy a lastimarte, lo prometo, pero debes entender una cosa— me agarró con fuerza por la barbilla para que lo mirara.

—Soy muy posesivo con lo que es mío.

Temblé un poco al oír de nuevo ese gruñido retumbar en su pecho, ¿qué demonios es eso?, ¿qué es él?

Sus labios tomaron los míos de nuevo con la misma fuerza y posesividad, se supone que él es un desconocido, pero yo siento que pertenezco a él, de alguna forma que desconozco.

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