Capitulo 4

Pov Amaya

Bajé del auto y de nuevo, su mano me jaló por la escalera, entramos a mi apartamento y el miedo volvió a llegarme cuando me sentí como una oveja atrapada con él, un lobo feroz.

Vi que solo se sentó como si nada mirando mi pequeño apartamento.

—¿Te gusta vivir aquí?

—Es cómodo, ¿puedo saber porque sigues aquí?

—Porque eres mía, te lo dije.

—¿Acaso vas por la vida reclamando a las mujeres que te gusten así no más?

—No, solo a ti, porque por derecho eres mía.

Aquel corrientazo volvió a recorrerme llegando a mi centro, tuve que moverme algo incómoda al sentir esa sensación.

—Ven pequeña.

Obedecí, apenas me habló, no sabía cómo lo hacía, me paré frente a él que solo me miraba con detalle.

Él de pronto me jaló y volvió a besarme, esta vez con más calma, dándose su tiempo de saborearme y de yo saborearlo.

Estaba cayendo en su tentación, una de la que no podía zafarme.

Sus manos rompieron mi camisa y desabrochó mi brasier.

Mis manos cubrieron mis pechos y él las apartó sosteniéndolas detrás de mi espalda.

Su boca caliente tomó con desespero mi pezón, jugando con él, mordiéndolo con suavidad.

Su lengua rozaba la aureola rosada antes de meterla toda en su boca, chupando y mordiendo.

Mi centro comenzaba a mojarse, mi piel se erizaba por la sensación. Jamás había sentido esto antes y se sentía bien.

Cerré los ojos dejándome llevar por él, talvez si estaba loca, pero su posesividad me atraía, algo en él me llamaba y al mismo tiempo me advertía.

Me hubiese gustado escuchar esa advertencia, me hubiese gustado alejarme a tiempo, pero ya era tarde, había caído en su trampa sin conocerla.

Mis manos aún eran sostenidas sobre mi espalda, su boca devoraba con urgencia mis senos.

De pronto me vi debajo de él, su boca chupaba mi cuello con fuerza en el mismo punto de siempre, sé que dejará marca que después veré como tapar.

—Nada de manos pequeña, te quiero siempre sumisa ante tu macho.

Bajó sus manos y deslizo la falda fuera de mí con todo y ropa interior.

Me alarmé cuando me sentí expuesta y cerré las piernas que él volvió a abrir como si nada.

Su boca tomó sin aviso mi clítoris, haciéndome jadear de sorpresa y placer.

Estaba asustada, pero también excitada, el placer me cosquilleaba la piel mientras él torturaba mi clítoris, chupándolos, mordiéndolo, acariciándolo con su lengua.

La presión comenzaba a acumularse en mi interior, mis manos tomaron su cabeza empujándolo más, queriendo alcanzar algo que desconocía, pero sabía que se sentiría bien.

Su lengua baja por mis pliegues introduciéndolo mientras sus labios mamaban con hambre mis labios vaginales.

De pronto sentí aquella presión, quise apartarlo, pero me sujeto con fuerza, devorando sin piedad mi feminidad.

Hasta que no lo aguante más, un gemido escapó de mis labios, mi cuerpo se tensó y el clímax llegó con fuerza, escurriendo mis jugos en su boca.

Cuando la sensación pasó de mi cuerpo, me sentí agotada con sueño, pero él seguía allí y no podía dormirme.

Aunque me hizo sentir bien, no estaba segura de querer ir más lejos.

Vi como él lamía sus labios, deleitándose con mi sabor antes de besarme, dejándome probarme a mí misma.

—Lo hiciste bien pequeña, demasiado bien, ahora ten en cuenta—, me agarró con firmeza del mentón, —que a partir de ahora eres completamente mía.

Ahí estaba de nuevo esa advertencia gritándome en mi cabeza. Tenía miedo de él, pero algo también me hacía sentir segura.

*****

Desde aquel día, él siempre iba a mi trabajo y luego siempre me esperaba en la salida.

No puedo decir que tengamos una "relación" como cualquier otra, esta es diferente, es posesiva y asfixiante a veces.

Pero no lo he vuelto a ver desde hace unos días, tuvimos una discusión porque descubrí que él me mantenía vigilada 24/7, odio eso.

Mi libertad se esfumó cuando él llegó, lo peor es que me estoy enamorando de alguna forma de él, aunque todas las señales me gritan alejarme.

Cómo puedo explicar que a su lado me siento completa, pero insegura a la vez, como si perteneciera y no perteneciera al mismo tiempo.

—Amaya, sigues ahí.

—Si Cris, te escucho, sabes que no me gustan las fiestas, tú siempre me presentas a chicos...

—Prometo que esta vez no habrá chicos, solo nosotras, nadie más.

Acepté de mala gana ir a esa fiesta, ¿pero porque no?, él no tiene ningún derecho sobre mi vida y lo que hago.

Cuando Cris llegó para arreglarnos, ella se colocó un vestido rojo que solo se sostenía con dos finas tiras en los hombros, le llegaba a mitad del muslo y su espalda quedaba descubierta.

Yo, por otro lado, utilicé uno plateado de lentejuelas, escote cuadrado y suelto al cuerpo.

Al llegar al club entramos y comenzamos a beber una copa tras otra, nos fuimos a bailar a la pista de baile rozando nuestros cuerpos de forma sensual.

Atrapamos muchas miradas y varios vinieron a acompañarnos, pero Cris los apartó.

Luego de un rato me fui al baño para salpicarme agua en la cara y quitarme un poco el mareo.

Al salir ya Cris estaba con un hombre coqueteando y estaba sumamente borracha.

Llegué rápido a ella y la tomé del brazo.

—Disculpa, yo me encargo desde aquí.

—Pero preciosa, nos íbamos a divertir, si quieres también puedes unirte.

—No, lo siento, pero ya debemos irnos.

Me dirigí a la salida como pude con el peso extra. Pero de nuevo la mala suerte de mi lado.

Salimos por el callejón oscuro donde se encuentra el club y el mismo hombre de adentro se aparece con otros más.

—Te dije muñequita, que quería pasarla bien hoy.

Otro hombre me agarró por detrás y jalaron a Cris de mí.

La comenzaron a desnudar y a manosear mientras a mí me acorralan contra la pared, siendo amenazada con un cuchillo en mi cuello.

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