Capitulo 5

Pov Amaya

  Intenté gritar que se detuvieran cuando aquellos asquerosos intentaban quitarle la ropa interior a Cris.

  Jamás me perdonaría que le pasara algo.

  Una mano comenzó a meterse debajo de mi vestido, mientras la otra me sostenía con firmeza por el cuello, otro hombre me apuntaba con el cuchillo pasando su lengua por mi cuello.

  Cuando aquel hombre fue a besarme, le mordí con fuerza el labio haciéndolo sangrar.

  Me jaló con fuerza para estrellarme de cara a la pared mientras levantaba mi vestido.

  —Vas a pagar caro lo que hiciste.

  Cerré los ojos esperando lo peor hasta que su cuerpo dejó de presionar el mío.

  Comencé a escuchar una pelea y cuando volteé ya todos estaban en el suelo, sangrando y talvez muertos.

  Mis ojos miraban en shock todo eso hasta que sentí algo cubrirme.

  Alcé mi mirada para ver a Patrick frente a mí con una expresión dura.

  —Hablaremos de esto después Amaya.

  Me arrastró hasta el auto y vi como subían a Cris a otro.

  No sabía a dónde íbamos, pero no me atreví a preguntar, sé que estaba en problemas.

  Llegamos a una lujosa mansión, era blanca con un toque antiguo, enredaderas cubrían algunas paredes dándole un toque bonito.

  Entramos y él me llevó a una habitación donde comenzó a arrancarme la ropa.

  —Patrick, espera...

  Salte de miedo al oír aquel gruñido amenazador, sus ojos cambiaron de color a negros, comencé a dar pasos hacia atrás mirando a Patrick con miedo.

  ¿Qué demonios es él?

  —Amaya, ve a bañarte, después hablamos.

  Salió y yo corrí al baño intentando calmar mis nervios.

  No, no, no, eso no puede ser. Debo estar volviéndome loca. Debo salir de aquí, debo escapar de él.

  Me bañé rápido y al salir ya estaba un vestido en la cama, me lo puse y salí corriendo escaleras abajo.

  No sabía lo que pasaba, pero si de algo estaba segura, es de que Patrick, no es con quién debo estar.

  Al abrir la puerta que me conduciría a la libertad, Patrick estaba allí parado con las manos en sus bolsillos.

  Mi respiración era agitada, casi al punto de no respirar bien. Retrocedí mirándolo con miedo, su mirada era tranquila y esa tranquilidad me estaba asustando.

  —¿Por qué me tienes miedo Amaya?

  —Tú... tú... ese gruñido y... y tus ojos...

  Lágrimas se derramaban por mis ojos sin entender nada, pero no tenía que hacerlo, solo debo correr tan lejos como pueda.

  —Pequeña, jamás te haría daño, no a ti.

  Caminó hacia mí y me abrazó, acunando su cabeza en mi cuello.

  Todo mi cuerpo se tensó, pero aquellas chispas entre nosotros comenzaban a calmarme, esa sensación de pertenencia se instalaba en mi interior ahogando por completo mis alarmas.

  —No te preocupes, más adelante entenderás, ahora vamos a comer.

  Lo seguí en silencio al comedor sin decir nada, durante la cena todo fue incómodo para mí. Nunca le dediqué una mirada, pero él siempre lo hacía.

  Me sentía más calmada desde su abrazo, pero también ansiosa.

  Debí alejarme cuando pude, ahora ya jamás podré escapar, jamás escaparé de él.

  Después de eso dimos un paseo por el jardín, uno silencioso, que logró calmar mis nervios y mis inseguridades.

  —¿Estás más tranquila?

  —Sí, un poco.

  —Bien, vamos a la habitación.

  De nuevo fui arrastrada escaleras arriba y al llegar, sus besos apasionados comenzaron a caer sobre mí.

  Sus manos me desnudaron en segundo mientras me guiaba a la cama.

  En ese momento se me olvidó todo lo demás y simplemente me dejé llevar por sus caricias tóxicas y posesivos.

  Con cada beso, con cada mordida, con cada caricia estaba dejando claro que era mi dueño.

  Sus labios tomaron con viveza lo prohibido y ahí me perdí, entre el placer que me estaba dando, mi cuerpo me decía que pertenecía a él, mientras mi mente me decía que era arriesgado.

  Al día siguiente me desperté y bajé las escaleras directo al comedor, él estaba ahí como todo un Dios tomando una taza de café mientras veía unos documentos.

  —Me alegra saber que ya estás despierta, necesito partir hoy por una emergencia, te quedarás aquí desde ahora.

  —¿A qué te refieres?

  —Pequeña, sé que eres inteligente para saber lo que digo, no saldrás de la mansión mientras no esté, no confío en tu seguridad allá afuera.

  Apreté los puños sobre mi regazo, eso claramente era una orden, no una opinión.

  —No puedes controlar mi vida Patrick.

  —Puedo porque eres mía Amaya, tu cuerpo, tu mente y hasta tu alma es mía, tengo todo el derecho sobre ti porque eres mi pareja.

  Apreté mis piernas sintiendo aquel calor acumularse, no puedo entender como me hago un lío cuando él actúa de esta forma.

  Me quedé hipnotizada mirando sus ojos mientras se dirigía hacia mí.

  Acaricio mi mejilla antes de darme un beso delicado y suave, uno de los pocos que me ha dado.

  —Yo estaré fuera, pero tú tendrás una tarea.

  —¿Cuál?

  —¿Has leído historias de lo sobrenatural Amaya?

  —Si son de esas, de vampiros, hadas, hombres lobos y esas cosas; no.

  —A partir de ahora lo harás, sobre todo lo que tenga que ver con las historias de la Luna.

  —¿Para qué?

 —Para que te adaptes a tu nueva realidad.

 Me quedé en blanco sin decir nada. No entendía qué quería decirme, pero no es como que tuviera opciones, iba a quedarme aquí encerrada y en algo debía matar mi tiempo.

 Él se fue y yo me quedé mirando a través de la ventana como se alejaba en el auto.

 Tomé mi teléfono y llamé a Cris para saber cómo estaba.

 —Hola Amaya, gracias, si no hubiese Sido por tu desconocido, no la hubiese contado.

 —Cris, no llores, tratemos de olvidar ese día.

 —Bien, ¿dónde estás ahora?

 —Patrick me trajo a una mansión, dijo que debía quedarme aquí por mi seguridad.

 —Eso es romántico.

 —No tanto, pero supongo que después de todo se preocupa por mí.

 Qué ilusa por creer en algo tan efímero como el viento.

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