Su silencio

No había otra opción, lo supo desde que él apareció en su puerta.

Ariadna se sentó en el asiento del copiloto con la mirada fija en la ventanilla, sin hacer ningún esfuerzo por reconocer su entorno ni prestarle atención a Maximiliano.

Él no intentó hablar. Sabía que cualquier palabra que saliera de su boca sería ignorada o rechazada con frialdad. Pero eso no evitó que su ansiedad creciera con cada minuto que pasaba. No podía dejar de pensar en lo que estaban a punto de hacer.

La prueba de paternidad.

En menos de una hora, estaría cediendo una muestra de sangre para determinar lo que ya creía: que los trillizos eran suyos.

La pregunta no era si eran sus hijos o no, sino qué iba a hacer cuando lo confirmaran.

Los planes anteriores solo iban en una única dirección, su boda con Ariadna Valdés, pero como Leonardo había dejado que su hija se marchara de ese modo por un par de semanas con otro hombre, tampoco podía asegurar que aquello seguía siendo la meta. Realmente se llenaba de ansi
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