— Sabía que estabas en la ciudad y no podía perder esta oportunidad de verte, de saber qué te ha sido de ti... —
— Te lo agradezco, pero no es necesario que te preocupes por mí — replicó ella dispuesta a cerrarle la puerta en las narices. — Espera — añadió Dairon plantando la mano en el cristal, impidiéndole cerrar. —No tiene por qué ser así..... Mara, me atrevo a decir que todavía te quiero.... — — No lo entiendes, no es tan simple.... — — Mamá... — la interrumpió el pequeño, tirando de su vestido rojo. — ¿Mamá? — Dairon reaccionó confuso. — Sí... — respondió Mara, levantando al pequeño en brazos. Dairon no pudo evitar reconocer cierta familiaridad en los grandes ojos negros del niño, que lo miraba atentamente. —¿Cuántos años tiene?—, preguntó.—No veo por qué es asunto tuyo.... Vete ya. —replicó ella intentando de nuevo cerrar la puerta, pero se encontró con la fuerza del fornido joven impidiéndoselo una vez más. —Dime cuántos años tiene... —, insistió. El niño, reconociendo las palabras tan insistentemente repetidas por su madre para enseñarle a decir sus años, levantó tres dedos en el aire y sonrió orgulloso. La madre le cogió la manita y se la besó, intentando disimular su nerviosismo. — ¿Quién es el padre?—, dijo Dairon casi en un susurro. — ¡Estás completamente fuera de lugar! — protestó Mara y volvió a empujar la puerta, esta vez consiguiendo cerrarla. Alice, que había escuchado toda la conversación, se dirigió hacia su amiga. Cogió al niño de sus brazos y lo dejó en la alfombra donde estaban todos sus bloques y camiones. —No puedes esconderlo, Mara. —, le dijo. —No está bien... tú lo sabes mejor que nadie. — discutió la joven limpiándose una lágrima que corría por su mejilla.— Él también es una víctima, además en estos últimos años también ha tenido su buena ración de desgracias...quizás esto alivie su dolor..... — — ¿Dolor?— preguntó Mara arqueando una ceja. — Su madre murió el año pasado, y su padre..... bueno, tu padre... — bajó la voz. — falleció hace unos meses. — — Entiendo... — dijo Mara. — pero no hay nada que pueda hacer para cambiar eso, además no quita el hecho de lo que ya sabemos... él no puede saber, no puede saber nunca. — — Amiga, no estás pensando bien, tal vez no tenga que saberlo todo... pero le estás quitando la oportunidad de conocer a su hijo y al niño, la oportunidad de tener un padre. — — Pero es una aberración. — continuó Mara, reviviendo lentamente las palabras de su madre. —Pero lo peor ya ha pasado... Míralo... — señaló al niño que jugaba feliz. — Es perfectamente normal, no te digo que te acuestes con él, sólo dale a tu hijo la oportunidad de tener un padre que se preocupe por él. — — Siento mucho que se haya quedado solo... pero ese no es mi problema. — sentenció Mara.—Eso no es todo... — continuó Alice. —Según los rumores, su empresa no va bien y puede perderlo todo.... ——No me vengas con chismes Alice, lo que sea que esté pasando en su vida es su problema, y eso es todo lo que quiero oír al respecto.
El estado de salud de la madre de Mara empeoraba. Cada día, necesitaba más cuidados y los médicos le recetaban más medicamentos. Entre las facturas del hospital y los pagos de la farmacia, Mara pronto se quedó sin dinero. La prolongada ausencia hizo que la despidieran de su trabajo, y Alice se vio obligada a volar a otro país para atender las demandas de su propio trabajo como arqueóloga de un museo de antropología. Sola, con su hijo, su madre enferma, en la misma casa, en el mismo pueblo donde creció, Mara se asfixiaba, incapaz de ver una salida a su precaria situación. Pasaron unas semanas antes de que Dairon se atreviese a intentarlo de nuevo. La duda y las matemáticas en su cabeza le obligaron, más que el amor, a volver a su puerta. Necesitaba saber si aquel niño era su hijo.Acababa de arropar al pequeño cuando sintió sonar el timbre de la puerta principal. Bajó corriendo las escaleras temiendo que el ruido le despertara y abrió la puerta sin pararse a pensar quién podría estar llamando a su puerta a esas horas de la noche.
—¿Qué haces aquí?—, protestó al verle.
— Tienes que decirme la verdad. —
— ¿Qué verdad? — Mara tembló, cruzando los brazos sobre el pecho.
— Ese niño es mi hijo, ¿verdad? —— Estás loco—, replicó y se dio la vuelta para volver a la casa.
Dairon la agarró de la mano y tiró de ella hacia sí, estrechándola contra su pecho por primera vez en muchos años. El corazón de Mara amenazaba con estallar en cualquier momento y el aroma varonil de su cuerpo la embriagaba, nublando sus pensamientos.
—Suéltame. —susurró débilmente mientras le miraba la boca entreabierta.— Te he echado tanto de menos... mi cuerpo te echa de menos... mi alma te echa de menos... vuelve a mí... No he podido encontrar en ninguna mujer el deseo y la pasión que tuve contigo. —
— Suéltame... — susurró de nuevo casi débilmente, bebiendo el cálido aliento que escapaba de sus labios.
— Dime que no me amas. —
— No te amo. — susurró ella.
—No te creo. Dime que no me deseas. —acercó sus labios a los de ella.
—No... no te deseo...— tartamudeó Mara.
—¿Entonces por qué tiemblas?— preguntó él y la envolvió en un beso ardiente.
Por un segundo, Mara se entregó por completo a aquel beso. Sintió el calor de sus manos acariciándole la espalda y la humedad de su boca, pero el instante se desvaneció por completo cuando la realidad volvió a atraparla.
Se separó bruscamente de él, empujándolo hacia atrás.
— Lo siento... No puedo hacer esto... —
—¿Qué pasa? Dime la verdad de una vez. —Dairon exigió colérico.
No tengo nada que decirte...— .... Sólo vete de aquí. —
— Dime la verdad. ¿Es o no es mi hijo?—
Mara se sentó en el frío suelo del portal sujetándose la cabeza con las manos. — No lo es... ahora vete y no vuelvas nunca. — respondió sollozando. Él no pudo evitar sentirse como una mierda al verla llorar así. Se sentó a su lado y la abrazó intentando consolarla pero Mara volvió a apartarlo. Sabía que tenerlo cerca era peligroso y eso le hacía casi imposible resistirse al deseo que sentía por él. — Los años no nos han tratado bien a ninguno de los dos. Sé que tu madre no está bien y Alice me ha dicho que los gastos médicos son enormes.... —— Alice es una bocazas— Ella sólo está tratando de ayudar ... ya sabes, estos son tiempos difíciles para mí también. —— Escuché algunos susurros sobre eso. —— Tal vez podamos ayudarnos mutuamente... —, propuso con aire misterioso.Mara alzó las cejas. — Creo que he sido bastante clara... y... —— Espera, espera... Escúchame primero. No es lo que piensas, luego si quieres puedes volver a ignorarme de por vida. —Ella le miró en silencio d
Félix corrió hacia ella con las manos llenas de caramelos y la boca repleta de chocolate. Sonriendo y haciéndola a ella reír . — No te preocupes pequeño... Enviaré a alguien esta tarde con una caja llena de golosinas y comida para ti... y mamá. —murmuró Dairon. Mara, de espaldas a él, no pudo contener las lágrimas.La boda fue el acontecimiento más anunciado de todo el pueblo. Prestigiosos hombres de negocios venían de todo el país para honrar la memoria de su difunto amigo asistiendo a la boda de su hijo. Mara estaba preciosa vestida de blanco y cuando Dairon la vio caminar hacia el altar supo que haría lo que fuera para librarse del hombre que la había separado de él.Entre los presentes Mara no pudo encontrar ni a un solo pariente más y en su mente no dejaba de repetir una y otra vez las palabras de su amiga cuando la llamó para darle la noticia. —¡Estás loca! Esto es una completa indecencia, ni siquiera puedes decirle que es su hijo, pero puedes casarte con él por su dinero. M
El grito agudo que rebotó en la mansión la arrancó del sueño pesado que la envolvía. — ¡ Felix ! — gimió sentándose en la cama con el corazón acelerado. — ¿ Qué ha pasado? — preguntó al llegar a la puerta de la habitación del pequeño. — Shh. — él le hizo señas llevándose el dedo índice a los labios,mientras abrazaba al niño canturreandole despacio. Mara esperó afuera de mala gana, escuchando como el canto se desvanecía en el silencio absoluto. — Solo ha sido un mal sueño. — le dijo entrecerrando la pùerta para que dejar un rayo de luz. — No tienes asunto alguno en venir aquí en el medio de la noche. — ¿ Ah no? — protestó Dairon insultado. — No, y mucho menos apestando awhisky. Yo soy su madre, yo debo cuidar de él. Tu eres solo... — Mara calló de golpe. — ¿ Solo qué ?! Vamos, termina la frase! — gritó Dairon herido profundamente. Mara bajó la vista al suelo. — Solo soy tu esposo... solo un desconocido... solo el hombre que lo está criando.... solo el hombre que t
No supo con exactitud lo que había ocurrido, pero el cambio en Dairon era imposible de negar. El luto, el funeral y todas las dolorosas cuestiones que rodeaban a la muerte la mantuvieron ocupada durante algunos días. — Aun me parece mentira, como si fuese un mal sueño del que voy a despertar en cualquier momento. Una pesadilla vívida... demasiado vívida. — suspiró déjandose caer al lado de Dairon en el sofá. — Todos los recuerdos de mi infancia inundan mi mente y una avalancha de sentimientos incontrolables me domina. Creo que nunca me he sentido tan perdida... — Se abrazó a su cuello, buscando por primera vez en mucho tiempo el alivio de su cálido abrazo. Dairon se puso de pie con el rostro transformado por el asco. — ¿ Estás bien? — preguntó Mara extrañada por su comportamiento frío. — ¿ Cómo puedes pretender que nada ha pasado? — ¿De qué hablas? — frunció el ceño confundida. — ¿ Cómo has podido hacerme esto ? — ¿ De qué hablas ? — tomó su mano, él se la arranc
— Me das asco. ¡Estás enferma! No quiero verte nunca más . — Fueron las últimas palabras de Dairon, ante la mirada perpleja de Mara, que lloraba desconsolada. Quería odiarla, borrarla para siempre de su mente, pero no lo conseguía. Solo en su cama, fantaseaba con el calor de su piel; mientras libraba en su interior la peor de las batallas. Su corazón se había convertido en su peor enemigo. — Nunca pensé que pudiese ocurrir esto...— Sollozaba Mara acurrucada en el regazo de su mejor amiga. — ¿ Cómo puedes decir eso ? — protestó Alice. Mara alzó la cabeza, limpiándose las lágrimas. — Tenías que saber que esto no podía terminar bien. — añadió Alice, intentando esconder su desprecio hacia la decisiones de su amiga. — No soy ilusa, Alice. Siempre supe que corría el riesgo de perderlo para siempre, y que todo lo que rodea a este sentimiento que no consigo arrancar de mi pecho es una aberración, pero... — rompió en llanto. Alice la abrazó estrechándola en su pecho. — No vale la
— Es el chisme de milenio. —¿Que dices? ¡No me lo creo! — Pues créelo. No te miento amiga, cómo lo oyes… lo vieron salir, casi cayéndose del nuevo club ese que abrio en la calle principal. — ¿Ese que me contaste de las bailarinas exóticas? — Si… un antro de perdición…lleno de mujerzuelas de la gran ciudad. — Pero no sabía que además de ser el dueño, lo frecuentaba. — Dicen que prácticamente vive allí. Que ha nombrado un sustituto temporal en su empresa para ocuparse por completo de su nueva inversión y se la pasa borracho y drogado persiguiendo a las prostitutas desde el repentino divorcio. —Shhh .. baja la voz. — dijo la señora canosa a su amiga al advertir la vista curiosa de Alice, demasiado interesada en su conversación . — No es un secreto… toda la ciudad lo sabe, Dairon se ha vuelto loco… — acotó la segunda decidida a enterrar la conversación regalando el nombre del personaje aludido, mientras se subía a un taxi a la salida del pequeño aeropuerto. Alice sintió lást
— Alice, por favor, abréme... sé que estás allí adentro. — Dairon hablaba con la puerta cerrada, intentando llegar a la chica que sabía había agaraviado gravemente la noche anterior. — Venga, dame la oportunidad de disculparme contigo... te he traído un regalo. Alice lo escuchaba, de pie al borde de las escaleras, aun con su camisón de dormir. Se volvió dispuesta a regresar a la cama, ignorando el llamado de Dairon. Prefería lamentarse otro par de horas por ser increíblemente estúpida al creer que sus amoríos infantiles podrían realizarse, que tener que mirar la lástima en los ojos del magnate; pero un crujido caprichoso de la madera bajo sus pies la delató y su sentido de la educación formal la obligó a abrir la puerta. — ¡Vaya! Perdona si te he despertado. No atino una. — Se lamentó Dairon. — Llevas la misma ropa de anoche... — Aún no me he ido a casa. — Ya veo. — Alice mantenía la puerta entreabierta, sin dejarlo entrar. — Alice, perdóname. Estaba fuera de mí, no quiero que
En el tenue fulgor dorado de las cálidas luces, Alice parecía brillar. Casi no conseguía contener la sonrisa. La felicidad la inundaba a tal punto que no conseguía ver la magia del momento era diferente para Dairon. — Has vivido una existencia maravillosa, Alice, y de manera tan callada, que creo que pocas personas conocen tus logros. — — La arqueología, contrario a lo que se cree, no es un campo muy glamuroso. Nos pasamos la vida entre ruinas y polvo. — Has visto los restos de las grandes civilizaciones, estudiado las culturas más impresionantes. ¡Cómo te envidio!— Pero lo he hecho todo sola.— Una gota de angustia tiñó de azul profundo la mirada antes entusiasmada de Alice. — Nunca te he conocido un novio. ¿ Te puedo ser sincero? — Lo prefiero ante todo.— Siempre pensé que eras lesbiana. Alice se atragantó con el sorbo de vino que pasaba por su garganta. — Sí. — Reafirmo Dairon abochornado. — Pensaba que estabas enamorada de Mara, en secreto. — ¡Madre mía! — exclamó ella,