— ¿ Mara? ¿ Estás bien? — su voz grave se escuchaba cada vez más lejana. — ¿ Mara? ¿ Mi amor? — insistía Dairon. Con su mano la tomó por la barbilla, obligándola a mirarlo. — ¿ Que te ha pasado? — La chica estaba pálida, y con los ojos llenos de lágrimas. — Necesito salir de aquí. — contestó a su novio. — Muy bien, pediré la cuenta y nos vamos enseguida. — contestó él preocupado por la expresión de miedo que adivinaba en su mirada. — No, no puedo esperar. Lo siento. — — ¿ Qué estás diciendo? — — Nos vemos más tarde. — Mara se puso de pie y salió a toda prisa del restaurante dejando a Dairon con un montón de dudas, y un sabor agridulce en los labios. Recogió el teléfono celular de la mesa, y miró con atención las fotos de su familia, que le había estado mostrando a su nueva novia. Suspiró, lo guardó en el bolsillo y salió intentando alcanzarla, pero la chica ya había desaparecido. Algunas cuadras al este Mara, ahogada por el llant
Dairon languidecía en su habitación, sentado en la cama del apartamento que había alquilado en el centro de la ciudad, recordando las maravillosas noches que compartió con aquella chica. Volvió a coger el teléfono y llamó. — Dime que todo lo que vivimos fue una mentira, que no sientes lo mismo que yo y que en mis brazos no fuiste feliz... dime que este amor no es el sentimiento más poderoso y puro que jamás hayas sentido, dímelo y no volveré a molestarte; pero no me dejes morir en este horrible silencio. — habló con voz débil, dejando el mensaje en el buzón, y cayendo de espaldas sobre la cama, cubierta con las sábanas que aún olían a ella. Mara dejó pasar los días sin decirle una palabra y la ansiedad cada vez lo consumía más y más. Cambió completamente sus hábitos, intentando no volver a encontrarse con él, incapaz de contarle el verdadero motivo de su repentino rechazo, pero una mañana, después de varias semanas, al salir del trabajo lo encontró esperándola en el aparcamiento.
— Sabía que estabas en la ciudad y no podía perder esta oportunidad de verte, de saber qué te ha sido de ti... — — Te lo agradezco, pero no es necesario que te preocupes por mí — replicó ella dispuesta a cerrarle la puerta en las narices. — Espera — añadió Dairon plantando la mano en el cristal, impidiéndole cerrar. —No tiene por qué ser así..... Mara, me atrevo a decir que todavía te quiero.... — — No lo entiendes, no es tan simple.... — — Mamá... — la interrumpió el pequeño, tirando de su vestido rojo. — ¿Mamá? — Dairon reaccionó confuso. — Sí... — respondió Mara, levantando al pequeño en brazos. Dairon no pudo evitar reconocer cierta familiaridad en los grandes ojos negros del niño, que lo miraba atentamente. —¿Cuántos años tiene?—, preguntó.—No veo por qué es asunto tuyo.... Vete ya. —replicó ella intentando de nuevo cerrar la puerta, pero se encontró con la fuerza del fornido joven impidiéndoselo una vez más. —Dime cuántos años tiene... —, insistió. El niño, reconoc
Mara se sentó en el frío suelo del portal sujetándose la cabeza con las manos. — No lo es... ahora vete y no vuelvas nunca. — respondió sollozando. Él no pudo evitar sentirse como una mierda al verla llorar así. Se sentó a su lado y la abrazó intentando consolarla pero Mara volvió a apartarlo. Sabía que tenerlo cerca era peligroso y eso le hacía casi imposible resistirse al deseo que sentía por él. — Los años no nos han tratado bien a ninguno de los dos. Sé que tu madre no está bien y Alice me ha dicho que los gastos médicos son enormes.... —— Alice es una bocazas— Ella sólo está tratando de ayudar ... ya sabes, estos son tiempos difíciles para mí también. —— Escuché algunos susurros sobre eso. —— Tal vez podamos ayudarnos mutuamente... —, propuso con aire misterioso.Mara alzó las cejas. — Creo que he sido bastante clara... y... —— Espera, espera... Escúchame primero. No es lo que piensas, luego si quieres puedes volver a ignorarme de por vida. —Ella le miró en silencio d
Félix corrió hacia ella con las manos llenas de caramelos y la boca repleta de chocolate. Sonriendo y haciéndola a ella reír . — No te preocupes pequeño... Enviaré a alguien esta tarde con una caja llena de golosinas y comida para ti... y mamá. —murmuró Dairon. Mara, de espaldas a él, no pudo contener las lágrimas.La boda fue el acontecimiento más anunciado de todo el pueblo. Prestigiosos hombres de negocios venían de todo el país para honrar la memoria de su difunto amigo asistiendo a la boda de su hijo. Mara estaba preciosa vestida de blanco y cuando Dairon la vio caminar hacia el altar supo que haría lo que fuera para librarse del hombre que la había separado de él.Entre los presentes Mara no pudo encontrar ni a un solo pariente más y en su mente no dejaba de repetir una y otra vez las palabras de su amiga cuando la llamó para darle la noticia. —¡Estás loca! Esto es una completa indecencia, ni siquiera puedes decirle que es su hijo, pero puedes casarte con él por su dinero. M
El grito agudo que rebotó en la mansión la arrancó del sueño pesado que la envolvía. — ¡ Felix ! — gimió sentándose en la cama con el corazón acelerado. — ¿ Qué ha pasado? — preguntó al llegar a la puerta de la habitación del pequeño. — Shh. — él le hizo señas llevándose el dedo índice a los labios,mientras abrazaba al niño canturreandole despacio. Mara esperó afuera de mala gana, escuchando como el canto se desvanecía en el silencio absoluto. — Solo ha sido un mal sueño. — le dijo entrecerrando la pùerta para que dejar un rayo de luz. — No tienes asunto alguno en venir aquí en el medio de la noche. — ¿ Ah no? — protestó Dairon insultado. — No, y mucho menos apestando awhisky. Yo soy su madre, yo debo cuidar de él. Tu eres solo... — Mara calló de golpe. — ¿ Solo qué ?! Vamos, termina la frase! — gritó Dairon herido profundamente. Mara bajó la vista al suelo. — Solo soy tu esposo... solo un desconocido... solo el hombre que lo está criando.... solo el hombre que t
No supo con exactitud lo que había ocurrido, pero el cambio en Dairon era imposible de negar. El luto, el funeral y todas las dolorosas cuestiones que rodeaban a la muerte la mantuvieron ocupada durante algunos días. — Aun me parece mentira, como si fuese un mal sueño del que voy a despertar en cualquier momento. Una pesadilla vívida... demasiado vívida. — suspiró déjandose caer al lado de Dairon en el sofá. — Todos los recuerdos de mi infancia inundan mi mente y una avalancha de sentimientos incontrolables me domina. Creo que nunca me he sentido tan perdida... — Se abrazó a su cuello, buscando por primera vez en mucho tiempo el alivio de su cálido abrazo. Dairon se puso de pie con el rostro transformado por el asco. — ¿ Estás bien? — preguntó Mara extrañada por su comportamiento frío. — ¿ Cómo puedes pretender que nada ha pasado? — ¿De qué hablas? — frunció el ceño confundida. — ¿ Cómo has podido hacerme esto ? — ¿ De qué hablas ? — tomó su mano, él se la arranc
— Me das asco. ¡Estás enferma! No quiero verte nunca más . — Fueron las últimas palabras de Dairon, ante la mirada perpleja de Mara, que lloraba desconsolada. Quería odiarla, borrarla para siempre de su mente, pero no lo conseguía. Solo en su cama, fantaseaba con el calor de su piel; mientras libraba en su interior la peor de las batallas. Su corazón se había convertido en su peor enemigo. — Nunca pensé que pudiese ocurrir esto...— Sollozaba Mara acurrucada en el regazo de su mejor amiga. — ¿ Cómo puedes decir eso ? — protestó Alice. Mara alzó la cabeza, limpiándose las lágrimas. — Tenías que saber que esto no podía terminar bien. — añadió Alice, intentando esconder su desprecio hacia la decisiones de su amiga. — No soy ilusa, Alice. Siempre supe que corría el riesgo de perderlo para siempre, y que todo lo que rodea a este sentimiento que no consigo arrancar de mi pecho es una aberración, pero... — rompió en llanto. Alice la abrazó estrechándola en su pecho. — No vale la