Entre Dios y yo

Félix corrió hacia ella con las manos llenas de caramelos y la boca repleta de chocolate. Sonriendo y haciéndola a ella reír . 

— No te preocupes pequeño... Enviaré a alguien esta tarde con una caja llena de golosinas y comida para ti... y mamá. —murmuró Dairon. 

Mara, de espaldas a él, no pudo contener las lágrimas.

La boda fue el acontecimiento más anunciado de todo el pueblo. Prestigiosos hombres de negocios venían de todo el país para honrar la memoria de su difunto amigo asistiendo a la boda de su hijo. 

Mara estaba preciosa vestida de blanco y cuando Dairon la vio caminar hacia el altar supo que haría lo que fuera para librarse del hombre que la había separado de él.

Entre los presentes Mara no pudo encontrar ni a un solo pariente más y en su mente no dejaba de repetir una y otra vez las palabras de su amiga cuando la llamó para darle la noticia. 

—¡Estás loca! Esto es una completa indecencia, ni siquiera puedes decirle que es su hijo, pero puedes casarte con él por su dinero. Me asombra la frialdad de tu alma, me avergüenzo de ti y me compadezco de él. No te merece. —

— Os declaro marido y mujer. — sentenció el sacerdote arrancándola de sus pensamientos. 

Los suaves labios de Dairon se unieron a los suyos y la multitud allí reunida soltó un alarido de felicidad. 

— He preparado un viaje de luna de miel que creo que os encantará. — dijo acariciando su mano en el coche a la salida de la iglesia. 

— Creo que fui muy clara... — replicó ella apartando la mano. —No somos ni seremos nada. No hay luna de miel, ni relación entre nosotros más allá de los negocios. —

Dairon, enfadado por el rechazo, frunció el ceño. 

—¡No puedo entenderte! —

—¿Por qué no me escuchas? —

— La boda es un hecho y esta misma semana recibiré los fondos de la herencia. Lo menos que puedes hacer por mí, por respeto a lo que una vez compartimos es decirme el motivo de este desprecio. —

— No tengo nada que hablar contigo...— concluyó bajando del coche que se detuvo a la entrada de la mansión. 

El vestido de novia manchado por el polvo de la entrada cayó al suelo del cuarto de baño y el agua caliente de la ducha bañó el cuerpo de Mara. Lloró en silencio mientras el agua corría sobre su piel, lamentando la injusticia de los caprichos de su corazón que se negaba a entender razones lógicas y seguía desviviéndose por Dairon. 

Oyó abrirse la puerta del baño y susurró sin abrir los ojos. 

—Félix, mamá necesita un minuto. Enseguida salgo, espérame fuera hijo. — 

Metió la cabeza bajo el grifo y lo siguiente que notó fueron las manos de Dairon alrededor de su cintura. 

—¡Que estas haciendo! ¡Suéltame! — gritó y se giró hacia él para encontrar su cuerpo totalmente desnudo.

—¿No sientes el calor? El deseo me consume, necesito tenerte, y sé que tú también me necesitas. — Susurró Dairon y comenzó a besarle el cuello. 

—No... no...— murmuró ella en un gemido casi inaudible mientras se rendía al placer de  los dedos entre sus piernas. 

Se olvidó de todo y estaba dispuesta a entregarse al placer, pero un grito la sacó de la vorágine del deseo. 

—¡Mamá... mamá... mamá...! — gritó Félix fuera del cuarto de baño. 

Mara abrió los ojos y le empujó con todas sus fuerzas. Dairon resbaló y cayó al suelo golpeándose la cabeza mientras ella salía envolviéndose en una toalla. 

—¿Cómo puedes hacer algo así? ¿Tanto asco te doy? — le preguntó saliendo detrás de ella con la toalla alrededor de la cintura. 

Mara le miró sorprendida, viendo como un hilillo de sangre corría por su nuca. 

—¿Te encuentras bien? -

—Hubo un tiempo en que éramos uno y ahora ni siquiera consigo que me digas la verdad. —

— Te advertí que no lo hicieras y aun así lo intentaste. —

— Tus palabras dicen que no pero tu cuerpo y tus ojos me dicen lo contrario. —, murmuró. 

Félix, abrazado a las piernas de su madre, ocultando la cara en la toalla. 

—No es ni el momento ni el lugar. — dijo Dairon mirando al pequeño y los dejó solos. 

Los negocios de su empresa lo mantenían ocupado la mayor parte del tiempo, obligándolo a pasar muchas madrugadas atrapado en su oficina, entre papeles. No vio a Mara durante varios días, pero el sabor agridulce de su última discusión aún permanecía en su garganta.

—Señor... —, le interrumpió su secretaria. 

— Dime Felicity— 

— ¿Recuerda a la niñera especializada que mandó contratar para su hijastro? —

— Sí. — respondió, mirándola con atención. 

— Me temo que tengo noticias bastante desalentadoras...—

— Dímelas de una vez...—

— Es una profesional con mucha experiencia y tras pasar varios días con el pequeño ha recomendado que sea evaluado por un psicólogo. —

— ¿Pero qué le pasa? —

— Ella cree que Félix tiene rasgos muy bien definidos de autismo. —

La noticia destrozó a Mara. Sentados a la mesa, cuando todos en la mansión dormían, Dairon intentó calmarla, dejando de lado todas sus diferencias. 

— Mi propia madre no me reconoce, mi matrimonio es una mentira, no tengo trabajo y estoy casi atrapada en esta casa, incapaz de hacer nada por mí misma. Félix es todo lo que tengo y ahora esto....—  lloró Mara.

— No es una sentencia de muerte, al contrario, los niveles de autismo varían y a veces engendran verdaderos genios, él es sólo un niño que necesitará más cuidados. —

Mara rompió a llorar, apoyando la cabeza en la mesa. Dairon se levantó de la silla y se agachó junto a ella, poniéndole la mano en el hombro. 

— Puede que nuestro matrimonio sea una farsa, pero no estás sola... nunca lo estarás. Quiero a ese niño como si fuera mío y nunca te abandonaré. —

— Si tú  supieras... —murmuró ella, secándose las lágrimas. 

— Sé que guardas algo que no quieres contarme y he decidido respetar tus secretos, pero te diré una cosa. No hay nada que pueda hacer que te dé la espalda, aunque nunca quieras volver a mí. —

— A veces pienso que Dios me ha abandonado y me castiga por mis pecados... —

— No conozco a Dios, pero yo nunca te abandonaré... —

Se levantó y le tendió la mano, ella la cogió, se puso de pie y lo besó, dejándole probar el sabor salado de sus lágrimas.

— Tal vez es momento de que lo sepas... —  susurró, arrepintiéndose de inmediato de haberlo dicho. 

— ¿ Saber qué ? —  preguntó Dairon intrigado. 

En aquel instante Mara supo que habia jugado peligrosamnete con la verdad, y que ahora debía dejar escapar otro secreto para ocultar la horrible realidad que no podía confesar.

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