Lia caminó seguida por el hombre el arquitecto estaba tomando fotografías de las vigas humedecidas y los pisos cuarteados, así que solos subieron al ascensor y ya adentro Lia contuvo el aliento.
Oliver olía a fresco, a un perfume masculino y atrayente que le hizo cerrar los ojos, pero detrás había otro olor, otro que no reconoció pero que se le hacía familiar.
Cuando abrió los ojos los iris oscuros de Oliver estaban clavados en ella a través del espejo y Lia le apartó la mirada.
— Eres muy bonita — le dijo él y Lia sintió que las mejillas se le pusieron muy calientes, agradeció por su tono de piel trigueño que no le permitía ponerse roja, o estaría muy colorada.
— Gracias, es que levanto pesas — Oliver sonrió.
— También yo, deberíamos entrenar juntos un día, puede que me enseñes algo — Lia le miró el cuerpo por el espejo, los músculos marcados y las piernas torneadas.
— Creo que tú me enseñarás a mí — bromeó ella y se quedó con una sonrisa tonta en la cara, pero cuando las puertas del elevador se abrieron la sonrisa se le borró.
Solo estar en el piso ocho del hotel la ponía enferma, sentía presión y dolor en la cabeza no más salir del elevador y Oliver le apoyó de nuevo la mano en el hombro.
— Si quieres entro solo — le dijo, pero ella negó, tenía que enfrentarlo.
— Este piso no recibe huéspedes desde hace más de diez años, ni siquiera se le hace limpieza, nadie quiere entrar aquí, dicen que hay fantasmas — Oliver se rio.
— Los fantasmas no existen.
El suelo estaba lleno de polvo, las paredes de humedad y los techos llenos de telarañas, el tapiz de las paredes se desprendía por pedazos.
— Leí que este es el piso con más habitaciones, ¿Cuánta gente cabe? — le preguntó él.
— Cuarenta.
— Es mucho, necesitamos restaurarlo, podemos hacer algo realmente aterrador — Lía lo miró mientras caminaban por el pasillo.
— ¿De qué habla? — le inquirió ella y él se metió las manos en el bolsillo.
— No podemos quitar la fama del hotel, pero podemos aprovecharla, diremos que solo en este piso pasan cosas fantasmagóricas, hay miles de personas que aman este tipo de cosas, podemos buscar este nicho de aventureros y llenaremos este piso de personas interesadas en los paranormal, podemos hacer de la habitación del asesino un museo y rendir homenaje a las víctimas — chasqueó los dedos — podemos hacer algo para que se oigan ruidos y la gente se asuste, será una atracción — Lia admiró la manera en que el hombre podía convertir cualquier cosa en un negocio, pero ladeó la cabeza.
— No hay necesidad de eso, ya pasan cosas raras, las puertas se cierran solas y se escuchan ruidos — Oliver chasqueó la lengua.
— Los fantasmas no existen, las puertas se cierran solas por el aire o las bisagras mal acomodadas y los ruidos lo hacen las tuberías.
Lia no quiso discutir con él, tal vez le hiciera pasar una noche en el hotel para que se asustara de verdad, pero cuando llegaron a la habitación H-66 Lia pasó saliva.
— Es ahí — dijo. Oliver tomó la perilla de la puerta y ésta crujió con fuerza cuando él la empujó, luego entró y Lia lo siguió.
— miércoles — dijo el hombre.
La habitación estaba tal cual como el asesino la había dejado, la ropa tirada por el suelo, la cama bien hecha, con las cortinas de las ventanas cerradas y cuando él encendió la luz, un bombillo de luz amarilla le dio a todo un aspecto más aterrador.
En el espejo estaba escrito algo con una especie de tinta muy oscura.
— Ahora me reuniré con ellos — leyó Oliver y cuando estiró los dedos para tocar el espejo Lia lo detuvo.
— Está escrito con sangre — le dijo y él se guardó la mano en el bolsillo — el asesino saltó por la ventana y murió ese día, la policía investigó, pero mi abuelo les pidió que dejaran todo como estaba, es escalofriante, sobre todo por lo que hay ahí — le señaló algo sobre el escritorio.
Oliver levantó un trapo que lo cubría y lo dejó caer de la impresión, eran dedos humanos y dientes.
— A cada asesino le gusta coleccionar cosas de sus víctimas — dijo él. En la pared había decenas de fotografías de las víctimas — Si, Lia podemos convertir esto en un museo, a mucha gente le gustará — luego le señaló a la puerta — Lo que te decía — cuando lía se volvió vio como la puerta se cerraba lentamente y le entró un escalofrío — se cierran por las malas bisagras, no hay nada que temer.
Cuando lía miró hacia la ventana después de que la puerta se cerró y el viento sopló las cortinas vio una figura masculina en la silueta de la cortina y gritó aterrada.
— Mejor vámonos — dijo Oliver y Lia salió corriendo, agarró la perilla de la puerta y trató de abrirla, pero estaba cerrada.
Un ataque de pánico la invadió y Oliver llegó con ella, trató de abrir la puerta, pero no pudo así que tomó a Lia del hombro y la apartó. Ella observó la silueta del hombre y le temblaron las rodillas.
Oliver le dio una patada a la puerta que se rompió y le dio espacio a Lia para que saliera y la mujer corrió por el pasillo.
Oliver llegó con una carcajada hasta afuera y cuando vio el rostro pálido de Lía la tomó por los hombros.
— ¿Estás bien? — le preguntó borrando la sonrisa y ella negó, incapaz de hablar, así que Oliver la abrazó.
Lo primero que cruzó por la mente de Lia fue apartarlo, pero el cuerpo del hombre se sintió tan cálido junto al suyo que se quedó ahí un momento aferrada a su espalda.
— Todo está bien, tranquila — le dijo él y le acarició la espalda, y cuando Lia se sintió mejor se apartó avergonzada.
— Vámonos — pero él negó.
— No me iré sin saber qué era eso, ¿Vamos? — pero Lia lo miró como si estuviera loco — Ok, esperame en el ascensor — Lia se metió en el aparato y lo bloqueó. Desde que era niña ese tipo de cosas le ponían los pelos de punta, y desde que heredó el hotel solo había subido a ese piso una vez y los huesos de los dedos sobre el escritorio le causaron pesadillas.
Oliver se estaba tardando mucho, así que Lia se armó de valor para salir a buscarlo cuando algo comenzó a aparecer por el borde de la pared.
Ella se recostó lo más lejos que pudo con los ojos bien abiertos, y la cara que apareció le mostró una sonrisa de mejillas rojas.
— Señorita, ¿Desea comprarme una pizza? — dijo una voz de hombre infantilizada y Oliver asomó la cara, tenía un cartel de un hombre con una pizza en la mano y un letrero del nombre del establecimiento — Solo era un cartel — Lia soltó una carcajada, la broma del hombre casi le arranca por segunda vez el alma.
Oliver dejó el cartel en el pasillo y cerró la puerta del ascensor y le picó al número uno.
— Por eso tenía que volver, ¿ves que no existen los fantasmas? El cartel estaba tras la cortina — Lia se rio.
— Gracias — le dijo ella — si no hubieras vuelto hubiera tenido pesadillas esta noche — también quiso darle las gracias por abrazarla, pero le pareció incómodo.
— No hay de qué, cuando te encuentres con fantasmas, yo te protejo — Lia sonrió como una tonta — Ahora, iremos a ver las aguas termales que nos volverán millonarios, espero que tengas un bonito bikini. — Lia pasó saliva.
Lia contuvo el aliento mientras bajaba con Oliver en el elevador, el susto tremendo que se había llevado le impidió ver lo que había pasado en realidad, pero ahora que estaba más calmada de verdad sintió como le subió calor a la cara. ¿Había tenido un ataque de pánico frente al socio que la salvaría y luego él la había abrazado? El recuerdo del cuerpo cálido la hizo suspirar, luego recordó la broma que le hizo y eso la hizo sonreír. — ¿Es tan bromista siempre? — le preguntó ella y Oliver ladeó la cabeza. — Ahora sí, antes era más amargado, pero un día descubrí que hacer reír a los demás es… divertido — Lia asintió, el hombre era bastante atrayente y ella tuvo que concentrarse para no perderse en su imaginación. — ¿Crees que convertir el último piso en un museo y una atracción turística de terror nos ayudará? — Oliver asintió con vehemencia. — Hay que hacerlo desde el respeto, hay muchas víctimas de por medio, pero sí, eso atraerá a varios clientes, solo nos queda repararlo todo
Lia sintió vacío en su pecho mientras caía y cerró los ojos, imaginó que el agua la quemaría, pero cuando su cuerpo entró notó que estaba más bien tibia, muy cómoda y placentera y el suelo se sintió baboso y lleno de pasto y eso la hizo salir.Respiró una bocanada de aire y dio saltitos.— Un clásico — se rio Oliver y Lia lo empujó por el hombro.— Casi me mata del susto — pero no pudo evitar sonreír también — ¿No hay animales dentro? — Oliver negó.— Mandé estudiar cada pozo, ninguno tiene algo peligroso, pero son muy saludables para la piel y relajan — se hundió hasta el cuello y Lia hizo lo mismo, se sentía realmente bien — Solo no la bebas, te dará diarrea — se acercó a ella y la tomó por los hombros, luego la volteó — entre más cerca estén los pozos a esa roca más caliente estará — había una piedra grande con grabados en ella — la última tiene setenta grados, esa no se puede usar, ya veremos qué nos inventamos para esa — el aliento del hombre se sentía refrescante en el cuello de
Oliver se ajustó la camisa y Lia sintió como todos los músculos del cuerpo se le tensaron, se metió entre él y los hombres que se acercaban, ella ya sabía tratar con esos hombres y sus amedrantaciones nunca habían servido para intimidarla, pero si veían a Oliver en una posición agresiva las cosas se podrían poner muy mal.Oliver la tomó por el hombro y la quitó, luego de un hábil movimiento la metió detrás de él y los hombres llegaron, luego comenzaron a rodearlos.— Mi querida Lia — le dijo uno de los hombres, su nombre era Fabio — hace una semana debiste pagarnos la cuota de este mes —luego miró de los pies a la cabeza a Oliver y escupió el en suelo frente a él — ¿Quién es este modelito de revista?— Este modelito de revista te romperá ambos brazos si no te largas ahora — lo amenazó Oliver y Lia sintió que las cosas realmente se estaban saliendo de control.Fabio soltó una carcajada y luego señaló a uno de sus hombres, el que tenía el bat, para que rodeara a Oliver.— Lamento si les
Oliver estaba sentado en su oficina en el último piso del edificio de su empresa, ya había revisado todo lo que tenía que firmar, pero se había metido a la página web del hotel las cumbres para ver como lucia y se había quedado mirando la fotografía de Lia en la parte de abajo.A pesar de ser una fotografía pixelada lograba verse el verdoso color de sus ojos, con las cejas altas y la piel trigueña, como si tomara un par de minutos de sol al día, pero Oliver sabía que no, no le gustaba mucho el sol.— ¿Me estas escuchando? — le preguntó alguien a su espalda y Oliver casi se cae de la silla.— ¿Por qué apareces así como un fantasma? — le preguntó a Paul y el hombre se encogió de brazos.— Te pregunté si ya revisaste lo que te pedí — Oliver asintió y Paul se acercó, era un hombre entrado en los cincuenta, pero alto y fornido, había trabajado con su padre gran parte de su vida y por eso Oliver lo había puesto a cargo de EnerTech.— Ya lo hice, firmaré de inmediato — el hombre tomó una sil
Oliver miró el vaso fragmentado en el suelo, la limonada se metía por entre las baldosas y los oídos se le taparon por lo fuerte que latió su corazón.Cuando levantó la mirada Lia caminaba hacia él con la niña en brazos y Oliver dio dos pasos atrás hasta que se chocó con alguien y cuando lo miró notó que era Felipe el mesero que trataba de agarrarlo porque se caía.El joven le dijo algo, pero Oliver no lo escuchó, tenía la cabeza embotada y las manos temblorosas y cuando Lia llegó hasta él y lo tomó por el hombro todo regresó como un golpe a su cabeza, los sonidos le hicieron encogerse.— ¿Estás bien? — le preguntó Lia — te pusiste muy pálido — Oliver no era capaz de apartar la mirada de la niña que lo miraba con curiosidad.— ¿Es tu hija? — le preguntó, en efecto la voz le tembló, Lia asintió con el ceño fruncido — no me dijiste que tenías una hija — le dijo el hombre en un tono un poco molesto y Lia le apartó la mano del hombro.— ¿Por qué debería? — cuando le contestó poniéndose a
Oliver se quedó muy quieto por un segundo, casi que le faltó la respiración y tuvo que agarrarse de la baranda para no caer al suelo. La respiración se le aceleró y la voz le tembló cuando habló.— Balística… las investigaciones dijeron que fue una fuga de combustible y no sé qué cosas más, que fue un accidente — pero el capitán Gregorio Olarte negó con vehemencia. — Desde hace unos seis meses estoy siguiendo la pista de un asesino a sueldo que fue encontrado muerto después de intentar matar a un político, al senador Roy Beltrán, pero falló y luego fue encontrado muerto — Oliver se sentó en la banca que estaba afuera, desde adentro sus hermanas notaban que algo malo estaba pasado, pero Oliver les indicó que no vinieran. — ¿Qué tiene que ver todo eso conmigo? — le preguntó y el policía lanzó un suspiro. — Cuando me asignaron el caso busqué en su… guarida, supongo, ahí encontré un baúl muy bien guardado con todos los trabajos que había realizado anteriormente, los guardaba como un tr
Lia se alejó del tumulto de personas que se acercaban a ver al hombre herido en el suelo mientras Felipe se encargaba y cuando llegó al otro lado del comedor contuvo el aliento mientras el teléfono sonaba.Con cada tono se ponía más débil hasta que se tuvo que sentar en la silla más cercana. Cuando alguien descolgó el teléfono abrió la boca para hablar, pero estaba paralizada.— Presidencia EnerTech — le dijo la voz de un hombre.— ¿O… Oliver? — el hombre se quedó en silencio un momento.— El señor Oliver no está, ¿Con quién tengo el gusto? — Lia tuvo el impulso de colgar, pero ya estaba ahí, no podía renunciar al valor que había ahorrado para llamar.— Lia, Lia De La Cruz — el hombre se aclaró la garganta.— Lia, ¿Eres tú? — tuvo que hacer un gran esfuerzo para reconocer la voz de quien estaba al otro lado.— Paul, ¿Cómo estás?— Niña, muy bien. Dime ¿Cómo estás tú? Llevamos años sin hablar — luego hizo una pausa — ¿Pasó algo? — Lia se aclaró la garganta.— Un policía me visitó esta
Desde el centro de la ciudad hasta el hotel Las Cumbres, una persona normal tardaría unas tres horas en llegar, pero Oliver en su motocicleta siempre tardaba la mitad de tiempo, y no por que condujera precisamente muy rápido, sino porque el aparato le permitía esquivar con más habilidad las piedras que se atravesaban en el camino cuando la carretera pavimentada llegaba a su fin.Era algo que Oliver tenía que tratar de solucionar, a muchos turistas les costaría más ir cuando se enteraran que la carretera destapada cubría más de la mitad del camino.Pero eso no dependía de Oliver, ni, aunque tuviera el dinero para hacerlo por su cuenta, fue entonces cuando recordó al senador Roy algo, que había casi muerto a manos del hombre que lo había intentado matar a él. Con eso en común podría empezar.Cuando se quitó el casco Sam, el abogado sobrino del doctor Cornelius, se quitó el casco y observó desde la entrada el hotel y lanzó un silbido.— Es hermoso — le comentó — en las remodelaciones tie