— ¡No voy a darte el divorcio! — le gritó Oliver lanzándole los papeles a la cara y Lia sintió como la rabia que tenía en ese momento llegó a un punto extremo.
— Yo no te estoy pidiendo el favor, te estoy exigiendo que firmes estos papeles — le contestó y recogió las hojas que volaron por el suelo.
— ¿De qué diablos me estás hablando? — los ojos oscuros del hombre se hicieron más oscuros todavía — sé que nuestro inicio fue complicado, pero estamos bien, esa noche hicimos el amor…
— ¿El amor? Solo fue una noche de sexo borrachos — Oliver enmudeció — Ya lo sé todo, Oliver — le escupió Lia — este matrimonio arreglado por el bien de la empresa de mi papá no fue idea suya, ¡fue tuya! — Oliver levantó el mentón.
— ¿Y? — le preguntó descaradamente y Lia dejó escapar el aire.
— Yo tenía planes, una vida lejos de este país y tú la arruinaste. Cuando mi papá me dijo que su empresa estaba en la ruina y que tenía que casarme contigo para que aceptaras ser su socio comercial sacrifiqué todo de mi vida para poder hacerlo, pero hoy me enteré de todo. Papá vino esta mañana y le exigí la verdad, tú utilizaste tus negocios sucios para que la empresa de papá quebrara y poder casarte conmigo — Oliver apretó el entrecejo, dio un paso hacia Lia, pero ella retrocedió.
— ¿De qué diablos estás hablando? Eso es mentira, fue tu padre el que llegó a mi…
— ¡Ya no me mientas! — le gritó Lia y Oliver se pasó los dedos por la cabeza, siempre había usado el cabello muy muy corto — estás obsesionado conmigo desde que me viste esa vez en la universidad — el hombre cayó sentado en la silla más cercana presa de un mareo.
— No fue una obsesión, yo de verdad te quiero, Lia — la cara de ella se calentó de la rabia que le trepó por la garganta.
— ¿Quererme? ¿Entonces por qué te acostaste con cuanta mujer mientras estábamos casados? ¿Por qué me humillaste tantas veces en las ridículas fiestas de tus hermanas? — Oliver se puso de pie de nuevo.
— ¿Quieres la verdad? Te la diré. Porque yo te amo, te amo de verdad, pero cuando nos casamos e intenté buscarte esa noche, ¿Recuerdas lo que me dijiste? — Lia no contestó — entonces yo te lo recordaré, me dijiste: prefiero mil veces caminar sobre brasas ardientes que tener una real relación contigo, me das asco — ella le apartó la mirada.
— La noche de bodas con un desconocido, ¿Creías que todo sería como en los cuentos de hadas?
— No sabes lo difícil que fue — le contó Oliver dándole la espalda, tenía los puños muy apretados — dormir contigo cada noche para mantener la farsa, oír como respirabas a mi lado y no poder tocarte, no poder abrazarte, verte a diario y ver el asco con el que me mirabas, dolía como si me apuñalaran cada vez. Creí que en las camas de esas mujeres podía llenar el vacío, pero cuando regresaba a casa y te veía… lamento todo esto, Lia, de verdad lo hago, me desquitaba contigo, pero era mi culpa.
— ¡Claro que lo era! — le gritó ella de nuevo — ahora siento más asco que nunca, todo lo planeaste desde el principio, ¿Cómo lograste poner en quiebra a mi padre?
— Yo no hice eso…
— Pero antes te odiaba porque pensé que eras un oportunista que elegiste casarte conmigo por pervertido, como si todo tu dinero pudiera comprar hasta una esposa.
— ¿Si me odiabas tanto entonces por qué comenzaste a cambiar? Cuando entendí que nunca te tendría dejé de pelear, pero tú cambiaste, me sonreías en las mañanas… Me diste esperanza. No he tocado a otra mujer desde la noche que estuvimos juntos.
— Yo pensé que estabas cambiando, pero veo que no es así, esa noche fue una gran equivocación, todo esto lo fue. La empresa de mi papá ya está bien, no hay razón para que esta locura continúe — le tendió los papeles y Oliver se los quedó mirando, como si fuera una pesadilla. Al final de las escaleras Lia ya tenía listas las maletas — si de verdad me amas, déjame ir, no quiero estar a tu lado. Me enfermas — la frase se clavó como una puñalada en el pecho del empresario que tomó los papeles con las manos temblorosas.
— Bien — murmuró, se sentó en la silla y con el bolígrafo firmó, con los labios apretados y el corazón roto — si no quieres volver a verme en tu vida, entonces alargaré mi viaje a España… me quedaré a vivir allá, me voy hoy — Lia le arrebató los papeles y cuando vio la firma los guardó en su bolsa, luego tomó sus maletas.
— Hasta nunca, Oliver — le dijo y salió de la casa.
— Hasta siempre, Lia.
Oliver se quedó en la silla por un largo rato. La había perdido, la había perdido por siempre y el dolor en el pecho le impedía respirar, justo cuando creía que todo comenzaba a mejorar. Golpeó la mesa con tanta fuerza que la rompió.
— ¡Maldito Julio! — gritó, ¿Por qué el papá de Lía le mintió a su hija? Él no tenía nada que ver con el quiebre de su empresa — Hablaré con el viejo mal nacido — se puso de pie y salió de la casa.
Tenía el corazón acelerado y las manos temblorosas por la discusión, y cuando cerró la puerta del auto percibió un extraño olor que llenaba el ambiente, pero no se detuvo a pensar qué era, metió la llave y la giró, pero algo hizo clic cuando la llave encendió el motor.
El auto explotó en una llamarada de fuego grande que lo consumió por completo y los vidrios volaron en todas direcciones, el sonido de la explosión se escuchó hasta el otro lado de la ciudad…
— Pobre hombre — comentó el enfermero observando el cuerpo del hombre en la camilla, el doctor a su lado chasqueó la lengua.
— Todo lo contrario, tiene suerte de estar vivo — le contó — la explosión del auto lo pudo matar.
— ¿Qué tiene? — preguntó el enfermero mientras lo preparaba para la cirugía.
— Tenía un traje grueso y costoso, así que el fuego casi no afectó su cuerpo, solo las manos y el rostro.
— Le destrozó la cara — murmuró el enfermero y el doctor se volvió hacia el cuerpo del hombre.
— Tiene la piel de la cara destrozada, algo le golpeó la nariz y le rompió el hueso, y el vidrio que tiene en el cuello no logró dañar la vena, pero si sus cuerdas bucales, un par de vidrios más en el cuerpo, pero nada grave.
— ¿Familia? — preguntó el enfermero y el doctor negó.
— Está solo, se divorció esta mañana, su exesposa no contesta el celular y sus hermanas están al otro lado del mundo, llegarán apenas mañana.
— ¿Logrará hacer algo por él? — En la cara del enfermero se pintó una mueca de lástima, pero el doctor sonrió.
— Los injertos de piel con células madre lo dejarán como nuevo, mi tratamiento es el mejor, si él lo acepta, pero me temo que arreglar su nariz y todo lo demás lo dejará con una cara completamente diferente. Estará bien, no por nada soy el mejor del mundo, lo dejaremos muy atractivo, pero… cuando despierte tendrá otro rostro, espero que sea capaz de sobreponerse a esto — el enfermero suspiró profundo y el doctor asintió con la cabeza — comencemos.
Dos años después. Después de heredar el hotel de su abuelo Lia imaginó que tendría la vida solucionada, un buen negocio y la libertad de hacer lo que le diera la gana, pero el hotel cada día tenía menos visitantes y todo comenzó a ir en caída a partir del primer año, y ya hacían dos años desde su divorcio y de la adquisición de ese hotel y se había visto obligada a buscar un socio comercial que le ayudara a solucionar sus problemas, pero ¿Quién querría invertir en un hotel casi que abandonado y en la ruina? Pues el dueño de una empresa de turismo de la ciudad, un hombre llamado Luis Careno. El mismo hombre la contactó a través de mensaje de texto para ofrecer una generosa oferta y Lia accedió más que encantada a citarse con el hombre al siguiente día y ahí estaba, en el restaurante de su hotel esperanto atenta a la puerta. Se había puesto su traje más bonito, con tacones altos y se peinó para la ocasión, pero estaba tan nerviosa que las manos le temblaban, no sabía que querría el
— ¿Crees que deba decirle? – le preguntó Oliver al hombre al otro lado del escritorio mientras le daba un sorbo a su café. — Por supuesto que sí — le comentó — no puedes mentirle y fingir ser una persona que no eres — Oliver apretó los puños después de dejar la taza junto a la mesa. — Si le digo quien soy me odiará, lo sé, aparte de que este negocio lo quiero y me conviene mucho… pues… — Te gustaría tener otra oportunidad con ella — completó por él el hombre. — ¿Me convertiría en una mala persona al no decirle la verdad? — el doctor lanzó un gran suspiro. — A lo que te enfrentas, Oliver, es complicado. No creo que nadie haya tenido que estar en esta situación. Perdiste tu cara, comenzaste a hacer ejercicio y estás lleno de músculos, tu cabello está largo. Eres como otra persona, y por estos cambios ella no te reconoce. Y ahora te ves entre la espada y la pared, ¿Con este nuevo rostro podré tener la vida que siempre quise tener junto a Lia? Te preguntas — Oliver no contestó y fue
Lia caminó seguida por el hombre el arquitecto estaba tomando fotografías de las vigas humedecidas y los pisos cuarteados, así que solos subieron al ascensor y ya adentro Lia contuvo el aliento.Oliver olía a fresco, a un perfume masculino y atrayente que le hizo cerrar los ojos, pero detrás había otro olor, otro que no reconoció pero que se le hacía familiar.Cuando abrió los ojos los iris oscuros de Oliver estaban clavados en ella a través del espejo y Lia le apartó la mirada.— Eres muy bonita — le dijo él y Lia sintió que las mejillas se le pusieron muy calientes, agradeció por su tono de piel trigueño que no le permitía ponerse roja, o estaría muy colorada.— Gracias, es que levanto pesas — Oliver sonrió.— También yo, deberíamos entrenar juntos un día, puede que me enseñes algo — Lia le miró el cuerpo por el espejo, los músculos marcados y las piernas torneadas.— Creo que tú me enseñarás a mí — bromeó ella y se quedó con una sonrisa tonta en la cara, pero cuando las puertas de
Lia contuvo el aliento mientras bajaba con Oliver en el elevador, el susto tremendo que se había llevado le impidió ver lo que había pasado en realidad, pero ahora que estaba más calmada de verdad sintió como le subió calor a la cara. ¿Había tenido un ataque de pánico frente al socio que la salvaría y luego él la había abrazado? El recuerdo del cuerpo cálido la hizo suspirar, luego recordó la broma que le hizo y eso la hizo sonreír. — ¿Es tan bromista siempre? — le preguntó ella y Oliver ladeó la cabeza. — Ahora sí, antes era más amargado, pero un día descubrí que hacer reír a los demás es… divertido — Lia asintió, el hombre era bastante atrayente y ella tuvo que concentrarse para no perderse en su imaginación. — ¿Crees que convertir el último piso en un museo y una atracción turística de terror nos ayudará? — Oliver asintió con vehemencia. — Hay que hacerlo desde el respeto, hay muchas víctimas de por medio, pero sí, eso atraerá a varios clientes, solo nos queda repararlo todo
Lia sintió vacío en su pecho mientras caía y cerró los ojos, imaginó que el agua la quemaría, pero cuando su cuerpo entró notó que estaba más bien tibia, muy cómoda y placentera y el suelo se sintió baboso y lleno de pasto y eso la hizo salir.Respiró una bocanada de aire y dio saltitos.— Un clásico — se rio Oliver y Lia lo empujó por el hombro.— Casi me mata del susto — pero no pudo evitar sonreír también — ¿No hay animales dentro? — Oliver negó.— Mandé estudiar cada pozo, ninguno tiene algo peligroso, pero son muy saludables para la piel y relajan — se hundió hasta el cuello y Lia hizo lo mismo, se sentía realmente bien — Solo no la bebas, te dará diarrea — se acercó a ella y la tomó por los hombros, luego la volteó — entre más cerca estén los pozos a esa roca más caliente estará — había una piedra grande con grabados en ella — la última tiene setenta grados, esa no se puede usar, ya veremos qué nos inventamos para esa — el aliento del hombre se sentía refrescante en el cuello de
Oliver se ajustó la camisa y Lia sintió como todos los músculos del cuerpo se le tensaron, se metió entre él y los hombres que se acercaban, ella ya sabía tratar con esos hombres y sus amedrantaciones nunca habían servido para intimidarla, pero si veían a Oliver en una posición agresiva las cosas se podrían poner muy mal.Oliver la tomó por el hombro y la quitó, luego de un hábil movimiento la metió detrás de él y los hombres llegaron, luego comenzaron a rodearlos.— Mi querida Lia — le dijo uno de los hombres, su nombre era Fabio — hace una semana debiste pagarnos la cuota de este mes —luego miró de los pies a la cabeza a Oliver y escupió el en suelo frente a él — ¿Quién es este modelito de revista?— Este modelito de revista te romperá ambos brazos si no te largas ahora — lo amenazó Oliver y Lia sintió que las cosas realmente se estaban saliendo de control.Fabio soltó una carcajada y luego señaló a uno de sus hombres, el que tenía el bat, para que rodeara a Oliver.— Lamento si les
Oliver estaba sentado en su oficina en el último piso del edificio de su empresa, ya había revisado todo lo que tenía que firmar, pero se había metido a la página web del hotel las cumbres para ver como lucia y se había quedado mirando la fotografía de Lia en la parte de abajo.A pesar de ser una fotografía pixelada lograba verse el verdoso color de sus ojos, con las cejas altas y la piel trigueña, como si tomara un par de minutos de sol al día, pero Oliver sabía que no, no le gustaba mucho el sol.— ¿Me estas escuchando? — le preguntó alguien a su espalda y Oliver casi se cae de la silla.— ¿Por qué apareces así como un fantasma? — le preguntó a Paul y el hombre se encogió de brazos.— Te pregunté si ya revisaste lo que te pedí — Oliver asintió y Paul se acercó, era un hombre entrado en los cincuenta, pero alto y fornido, había trabajado con su padre gran parte de su vida y por eso Oliver lo había puesto a cargo de EnerTech.— Ya lo hice, firmaré de inmediato — el hombre tomó una sil
Oliver miró el vaso fragmentado en el suelo, la limonada se metía por entre las baldosas y los oídos se le taparon por lo fuerte que latió su corazón.Cuando levantó la mirada Lia caminaba hacia él con la niña en brazos y Oliver dio dos pasos atrás hasta que se chocó con alguien y cuando lo miró notó que era Felipe el mesero que trataba de agarrarlo porque se caía.El joven le dijo algo, pero Oliver no lo escuchó, tenía la cabeza embotada y las manos temblorosas y cuando Lia llegó hasta él y lo tomó por el hombro todo regresó como un golpe a su cabeza, los sonidos le hicieron encogerse.— ¿Estás bien? — le preguntó Lia — te pusiste muy pálido — Oliver no era capaz de apartar la mirada de la niña que lo miraba con curiosidad.— ¿Es tu hija? — le preguntó, en efecto la voz le tembló, Lia asintió con el ceño fruncido — no me dijiste que tenías una hija — le dijo el hombre en un tono un poco molesto y Lia le apartó la mano del hombro.— ¿Por qué debería? — cuando le contestó poniéndose a