El aire olía a tierra húmeda cuando Dayleen cruzó el umbral de la manada de Tierra. A su lado, Annika caminaba en silencio, con los labios curvados en una sonrisa tranquila. Ambas volvían distintas. Más llenas. Más despiertas. Ver a su prima sonreír le dió la tranquilidad que necesitaba, sabía que podía confiar en ella. No era como Aria, una perra gigante capaz de incluso orquestar el asesinato de su propia tia y prima. Un escalofrío recorrió su piel al volver a pensar en su madre. Cada vez que volvía el pensamiento de ella, un dolor sordo le llenaba el alma y sentía que se desgarraba en pedazos de recordar sus gritos, su sangre... Y su silencio. El que le dijo sin ninguna duda que su madre ya no existía más. «Deja de atormentarte y sigue caminando. Vuelve a recordar los últimos días, eso es felicidad. Y ahora déjame descansar, que tratar de ocultar el aroma de los cachorros me está drenando la energía», expresó su loba con un bostezo.Puso los ojos en blanco. Ella siempre alard
Con el corazón latiendo ansioso, ambas lobas siguieron al Alfa Tauriel por el bosque. El sol entraba a raudales entre las ramas, iluminando su camino. Se estaban adentro cada vez más, por lo tanto los árboles también se espesaron. Cuando menos se dió cuenta, tuvieron que usar faroles para seguir viendo su camino. Bueno, más concretamente: Dayleen.No tener a su loba completa, significaba que su vista no se adaptaba a la oscuridad. Y ella tampoco tenía un nombre, no mientras estuviera semi-despierta. Por eso dormía tanto, se la pasaba cansada. Le dolía saber que por su culpa, por su debilidad, ella no podía disfrutar del todo tampoco.Entonces llegaron hasta la pared de una caverna. Alzó la cejas, volteando a ver si había otro lugar a donde ir; pero no, el Alfa se paró directamente frente a la pared, la cual estaba cubierta de un montón de enredaderas y ramas.—Esto... ¿Hay algo que debamos hacer o...? —empezó a decir ella para romper el silencio, pero él alzó una mano en el aire para
Prefacio ...Hoy era el día en que finalmente se uniría con su mate frente a toda la manada. Después de todo su sufrimiento, por fin sería su Luna, la Luna de todos aquellos que la habían mirado con desprecio y desdén.Sonrió mientras volvía a acomodarse el vestido blanco, el cual era sencillo y humilde, tal y como su rol debía de ser. Una madre para la manada, pura y limpia de malos sentimientos. La noche comenzaba a caer, sentía los nervios recorrerle desde la punta de los pies al estómago, su corazón latía agitado por la emoción.Escuchó bullicio afuera de la cabaña, la mayoría se dirigía al templo de celebraciones. Ahí tendría lugar el día más importante de toda su vida, el día por el que había valido la pena no ceder a sus pensamientos deprimentes y dejarse caer al vacío.Terminó de arreglarse hasta que sonaron los tambores que anunciaban el comienzo del espectáculo.Suspiró, lista para salir de su escondite y unirse a la celebración.Su mano tomó la perilla, casi preparada par
-Meses atrás... - Dayleen sabía que ser parte de la manada FUEGO INDÓMITO era un modo de asegurar su supervivencia ante ese mundo moderno que se había formado luego de que la tierra había sido testigo de una de las guerras entre razas más sangrientas de la historia. Pero saberlo y hacerlo eran cosas muy distintas, no conseguía dar resultados y pronto sería expulsada de la manada. Miró sus manos con impotencia. Eran totalmente inútiles. —Aunque las mires durante diez horas seguidas, seguirán sin ser capaces de controlar el elemento, Dayleen —le había dicho su madre por décima vez. Frunció el ceño sin comprender sus palabras. —Deberías apoyarme, no desalentarme —refunfuño—. Cuando veas a tu hija ser parte de la servidumbre de la manada desearás haberme motivado más. Eryn la observó con una expresión de tristeza. —Lo siento, cariño. Pero la sacerdotisa nos lo dijo a tu padre y a mi desde que naciste, que no posees ni un poco de la chispa del fuego, tal vez siendo guerrera
Dayleen se miró en el espejo, ajustándose el vestido blanco que su madre le había preparado para el ritual de graduación.Era un día importante para ella y para los demás jóvenes de la manada, así que quería sentirse especial. Pero su mirada se desvió hacia el lunar plateado en su hombro, y se sintió un poco incómoda.Las dudas no habían podido dejarla en paz. ¿Qué significaba ese lunar? ¿Por qué había aparecido de repente? Quizás era una enfermedad que recién iniciaba.Su madre la llamó desde fuera de la habitación, recordándole que era hora de ir a las aguas termales con las demás chicas.Solto un suspiro cargado de nervios.Era una tradición que las madres llevaran a sus hijas a bañarse en las aguas termales de la manada antes del ritual de graduación. Por lo que tenía sentido que Dayleen se pusiera un poco nerviosa, sabía que las demás chicas venían de familias más ricas y tradicionales.Se suponía que debía vestirse con ropa tradicional que hubieran heredado las mujeres de su fam
Dos meses habían pasado desde la graduación, y Dayleen y Sebastián habían estado pasando cada vez más tiempo juntos. Habían ido de caza, explorado el bosque e incluso habían tenido algunas sesiones de entrenamiento intensas. Dayleen había empezado a sentirse más cómoda en su presencia, y Sebastián parecía disfrutar de su compañía. ¡La compañía de una simple Omega! Un día, mientras paseaban por el bosque, Dayleen le preguntó sobre su pasado. Quería hacerlo dede el comienzo pero le daba miedo arruinar lo que tenían si indagaba más allá. —¿Qué pasó entre tú y mi prima, Aria? —preguntó, mirándolo con curiosidad. —Nuestros padres no aprobaron la relación —confesó Sebastián, suspirando—. Aria ya estaba comprometida con otro lobo desde su nacimiento, y mis padres querían que yo me casara con alguien de una manada aliada para fortalecer nuestras alianzas. Después de todo, era mi deber volver a la manada más fuerte y hacer mi Luna a una mujer sin poder político era inconcebible. —¿Y tú
- Presente -Dayleen sintió el peso del destino caer sobre sus hombros cuando cruzó las puertas de la cabaña que antes había compartido con Sebastián. Su corazón latía con fuerza, anticipando el dolor que se avecinaba, pero listo para enfrentarlo. La conexión de su vínculo la había alertado, aunque su mente se negaba a creerlo hasta no verlo con sus propios ojos.Necesitaba asegurarse.El olor dulce del sexo estaba por todas partes, mezclado con el aroma de Sebastián. Dayleen se detuvo, su pecho subiendo y bajando frenéticamente mientras su mirada se clavaba en la puerta entreabierta del dormitorio. No necesitaba abrirla para saber lo que ocurría al otro lado, pero su instinto la empujó hacia adelante.Cuando empujó la puerta, la escena frente a ella la golpeó como una daga al corazón. Sebastián estaba sobre Aria, sus cuerpos entrelazados de una manera que no dejaba lugar a dudas que él le hacía el amor.El gruñido de su loba resonó en su mente, furiosa, herida.—¿Sebastián? —Su voz t
Parecía que el frío quemaba la piel de Dayleen mientras corría a través del bosque oscuro, sus pies descalzos apenas rozando la tierra húmeda. Sintió que se le clavaban las piedras filosas en el talón y apretó los labios para no gritar.El ambiente estaba impregnado del aroma de musgo y del peligro, pero ella no se detuvo. Cada paso la alejaba más de la manada que la había traicionado y de Sebastián, el hombre que había destrozado su alma.Su pobre madre había pagado el precio. —No te detengas —gritó Annika a su lado, su voz apenas audible entre el crujir de las hojas secas bajo sus pies y sus alientos agitados—. Aún estamos cerca del territorio. Dayleen asintió, sintiendo que la desesperación la impulsaba hacia adelante. Sus piernas temblaban de agotamiento, pero su loba gruñía en su mente, exigiendo que siguiera moviéndose. No había opción. Si los guardias las alcanzaban, todo estaría perdido. —¿Cómo… cómo sigues viva? —preguntó Dayleen, jadeando, mientras sorteaban raíces y rama