Dayleen abrazó sus rodillas, sintiendo el peso de esas palabras. Annika estaba a su lado, en silencio, su mirada perdida entre las llamas. —¿Nuestra familia... tiene que ver con ellos? —preguntó, aún sin atreverse a decirlo en voz alta. La anciana soltó una risa áspera. —De algo incluso más antiguo. —Sus ojos parecían encenderse con cada palabra—. Antes de que existieran las manadas como las conocemos, antes de que el Fuego, el Agua, la Tierra y el Aire se separaran, había clanes que custodiaban el equilibrio del mundo. Nuestro linaje... era uno de ellos. —¿Por qué siento que hay algo que me estás queriendo decir? —preguntó, aunque en el fondo ya intuía la respuesta. Rattiky sonrió, una sonrisa triste y cargada de secretos. —Porque eres una pieza clave. La Diosa Selene se lo dijo a mi madre, la niña que nace del Fuego con el eclipse del día en que se corona al nuevo rey. Esa eres tú, Dayleen. Naciste el día en que el Rey Alfa fue coronado, durante un eclipse —susurró con e
- Sebastián -Espoleó a su caballo para que se fuera prisa, todo su batallón le seguía como si fueran uno solo. No por nada eran la manada más fuerte, tenían a todo el Ejército Imperial a su cargo, su Fuego Eterno era capaz de llenar de energía a cada soldado durante una década si así lo decidiera.El Rey anterior, Loras Knight, les había dado su placa del ejército después de que su abuelo sellase la barrera junto con el Gran Alfa de Tierra. Esa barrera costó su vida, todo su poder y la sangre de cien alfas... la larga línea de alfas de las que venían tenían un gran poder si se sabía usar en el día y momento indicado, pero venía con una maldición: el cincuenta por ciento de sus bebés morirían. Eso les había valido toda la confianza del Rey, y recibieron todo el poder militar.Aún recordaba a su madre llorando cada vez que le acariciaba el rostro, por todos los hijos que perdió antes de darle a luz. Y todos los bebés que perdería después, antes de tener por fin a su hermana.Sintió que
- Aria Woods - Perseguir a un hombre que no quería ser encontrado era toda una odisea. Estaba harta de tener que luchar por su atención, su amor. ¿Por qué no podía simplemente que ella era perfecta para él? «Porque no lo eres, al menos no son mi», se burló la voz de su interior, retorciendo la herida como solía hacer. Soltó una serie de insultos hacia la desgraciada mujer que parecía empeñada en socavar la poca confianza que se tenía. Comenzaba a sospechar que quería volverla loca para quedarse con su cuerpo anfitrión permanentemente.Frunció el ceño al darse cuenta de que todos habían desaparecido de pronto: Sebastián y los soldados que le acompañaban. En un segundo estaban a medio kilómetro de distancia y al siguiente, ya no estaban. ¿La habían descubierto?«Claro que no, idiota. Ya reforce el hechizo de ocultamiento, simplemente entraron en las montañas místicas», bostezó ella.Aria torció los ojos.—¿Qué puedo hacer entonces? Yo no puedo pasar, sentirán tu presencia maligna —m
Prefacio ...Hoy era el día en que finalmente se uniría con su mate frente a toda la manada. Después de todo su sufrimiento, por fin sería su Luna, la Luna de todos aquellos que la habían mirado con desprecio y desdén.Sonrió mientras volvía a acomodarse el vestido blanco, el cual era sencillo y humilde, tal y como su rol debía de ser. Una madre para la manada, pura y limpia de malos sentimientos. La noche comenzaba a caer, sentía los nervios recorrerle desde la punta de los pies al estómago, su corazón latía agitado por la emoción.Escuchó bullicio afuera de la cabaña, la mayoría se dirigía al templo de celebraciones. Ahí tendría lugar el día más importante de toda su vida, el día por el que había valido la pena no ceder a sus pensamientos deprimentes y dejarse caer al vacío.Terminó de arreglarse hasta que sonaron los tambores que anunciaban el comienzo del espectáculo.Suspiró, lista para salir de su escondite y unirse a la celebración.Su mano tomó la perilla, casi preparada par
-Meses atrás... - Dayleen sabía que ser parte de la manada FUEGO INDÓMITO era un modo de asegurar su supervivencia ante ese mundo moderno que se había formado luego de que la tierra había sido testigo de una de las guerras entre razas más sangrientas de la historia. Pero saberlo y hacerlo eran cosas muy distintas, no conseguía dar resultados y pronto sería expulsada de la manada. Miró sus manos con impotencia. Eran totalmente inútiles. —Aunque las mires durante diez horas seguidas, seguirán sin ser capaces de controlar el elemento, Dayleen —le había dicho su madre por décima vez. Frunció el ceño sin comprender sus palabras. —Deberías apoyarme, no desalentarme —refunfuño—. Cuando veas a tu hija ser parte de la servidumbre de la manada desearás haberme motivado más. Eryn la observó con una expresión de tristeza. —Lo siento, cariño. Pero la sacerdotisa nos lo dijo a tu padre y a mi desde que naciste, que no posees ni un poco de la chispa del fuego, tal vez siendo guerrera
Dayleen se miró en el espejo, ajustándose el vestido blanco que su madre le había preparado para el ritual de graduación.Era un día importante para ella y para los demás jóvenes de la manada, así que quería sentirse especial. Pero su mirada se desvió hacia el lunar plateado en su hombro, y se sintió un poco incómoda.Las dudas no habían podido dejarla en paz. ¿Qué significaba ese lunar? ¿Por qué había aparecido de repente? Quizás era una enfermedad que recién iniciaba.Su madre la llamó desde fuera de la habitación, recordándole que era hora de ir a las aguas termales con las demás chicas.Solto un suspiro cargado de nervios.Era una tradición que las madres llevaran a sus hijas a bañarse en las aguas termales de la manada antes del ritual de graduación. Por lo que tenía sentido que Dayleen se pusiera un poco nerviosa, sabía que las demás chicas venían de familias más ricas y tradicionales.Se suponía que debía vestirse con ropa tradicional que hubieran heredado las mujeres de su fam
Dos meses habían pasado desde la graduación, y Dayleen y Sebastián habían estado pasando cada vez más tiempo juntos. Habían ido de caza, explorado el bosque e incluso habían tenido algunas sesiones de entrenamiento intensas. Dayleen había empezado a sentirse más cómoda en su presencia, y Sebastián parecía disfrutar de su compañía. ¡La compañía de una simple Omega! Un día, mientras paseaban por el bosque, Dayleen le preguntó sobre su pasado. Quería hacerlo dede el comienzo pero le daba miedo arruinar lo que tenían si indagaba más allá. —¿Qué pasó entre tú y mi prima, Aria? —preguntó, mirándolo con curiosidad. —Nuestros padres no aprobaron la relación —confesó Sebastián, suspirando—. Aria ya estaba comprometida con otro lobo desde su nacimiento, y mis padres querían que yo me casara con alguien de una manada aliada para fortalecer nuestras alianzas. Después de todo, era mi deber volver a la manada más fuerte y hacer mi Luna a una mujer sin poder político era inconcebible. —¿Y tú
- Presente -Dayleen sintió el peso del destino caer sobre sus hombros cuando cruzó las puertas de la cabaña que antes había compartido con Sebastián. Su corazón latía con fuerza, anticipando el dolor que se avecinaba, pero listo para enfrentarlo. La conexión de su vínculo la había alertado, aunque su mente se negaba a creerlo hasta no verlo con sus propios ojos.Necesitaba asegurarse.El olor dulce del sexo estaba por todas partes, mezclado con el aroma de Sebastián. Dayleen se detuvo, su pecho subiendo y bajando frenéticamente mientras su mirada se clavaba en la puerta entreabierta del dormitorio. No necesitaba abrirla para saber lo que ocurría al otro lado, pero su instinto la empujó hacia adelante.Cuando empujó la puerta, la escena frente a ella la golpeó como una daga al corazón. Sebastián estaba sobre Aria, sus cuerpos entrelazados de una manera que no dejaba lugar a dudas que él le hacía el amor.El gruñido de su loba resonó en su mente, furiosa, herida.—¿Sebastián? —Su voz t