Frederick
No podía concentrarme en nada más luego de la terrible noticia que me había dado Ambrouse, por lo que había decidido ir a casa para darme un baño e intentar relajarme un poco. Pero lejos de lograr relajarme parecía un animal salvaje enjaulado. Finalmente, me metí en la biblioteca, saqué el informe del investigador privado y comencé a mirarlo en detalle, de adelante hacia atrás y de atrás adelante. Intentando comprender como no me había dado cuenta de nada. De nada en lo absoluto.
Puede que fuese esa cálida sensación que nos brinda la zona de confort la que me había hecho bajar la guardia. No me sentía tan sorprendido y aturdido desde el día que la había visto a Leah por primera vez:
Era una noche fría de enero, ya hacía un año que estábamos viviendo en Nueva York y como todos los viernes era invitado a reuniones donde se codeaba la élite de la ciudad. Ya hacía un mes que conocía a Serena, en cada fiesta nos escapábamos a hurtadillas para besarnos y si tenía suerte me dejaba meterle mano. Era todo lo que una hermosa joven de sociedad debía ser, tenía el cabello rubio y sedoso, unos impresionantes ojos color turquesa, y un cuerpo espectacular. Lo nuestro fue atracción sexual a primera vista.
Esa noche la anfitriona era la señora Koch, que ansiosa por pertenecer, brindaba dos reuniones mensuales y para ser justos con ella, eran espectaculares.
La señora Koch era una mujer bellísima, alta, distinguida y con un encanto natural que la convertía en una excelente anfitriona, aunque su esposo y su hija parecían desaparecer en cuanto llegaba el primer invitado, por lo que a pesar de ser mi cuarta invitación, aún no conocía a la famosa Leah Koch. Serena decía que era bastante común y no muy linda, además de que se la pasaba con la cabeza metida en algún libro.
Esa noche nos escapamos antes de la cena, Serena insistió en que fuésemos a la azotea. “Quiero besarte mientras cae la nieve”. Me dijo y yo que estaba ansioso por complacerla, acepté encantado.
Abrió la puerta de un tirón sin dejar de besarme, y me arrastró para pegarme un poco más a su cálido cuerpo.
Ni siquiera noté su presencia inmediatamente y creo que ella tampoco la nuestra. No fue hasta unos minutos después que di un respingo al verla de soslayo a unos cuantos metros de donde nos encontráramos nosotros. Me aparté de Serena y fue cuando ella levantó la cabeza para devolverme la mirada. No puedo explicar exactamente por qué, pero me sentí aturdido, mareado y bastante sorprendido.
Simplemente, estaba allí sentada, acurrucada bajo el abrigo de cobertizo con un libro en su regazo. Llevaba una sudadera con capucha y unos vaqueros gastados, en principio consideré que era la hija de alguien del servicio, aun así me acerqué a ella.
—Discúlpeme, Señorita. Lamento haberla molestado. —Dije en un tono bastante exagerado.
Ella sonrió.
—¡Oh! Claro, considérese disculpado. Si es que acaso yo debería disculparme por no elegir un mejor lugar para leer, debí imaginar que podía ser un lugar privado para alguien con mejores cosas que hacer. —Sonrió imitándome con sarcasmo, mientras se subía la montura de las gafas, lo que me hizo reír de inmediato.
—Lo sentimos, Leah…—agregó Serena de mala gana. —No sabíamos que estabas aquí.
Me tiró de la manga de la chaqueta para que volviéramos abajo, sin embargo, tuve que hacer un gran esfuerzo para dejar de mirarla. Serena arrugó la nariz y me dio un golpe en el brazo para que dejase de hacerlo.
Mientras bajábamos, le pregunté a Serena:
—¿Leah? ¿Leah Koch?
—Sí, la misma. Odia las fiestas, es tan rara… Mi mamá dice que no le sirve de nada ser tan empollona, que mejor seria que se arreglara un poco, parece una indigente con dinero. —Contesto Serena, pasando del tema entre risitas crueles.
Quizás lo era, aunque a mí no me lo había parecido. Simplemente, me pregunté por qué alguien con tanto dinero, preferiría pasar desapercibido en su propia casa. Leah fue la primera mujer que provocó tanta curiosidad en mí que no pude dejar de pensar en ella durante varios días. Puede que fuese porque en el fondo creí que nos parecíamos mucho.
Igual me sentía ahora, hecho un mar de preguntas. Nuevamente, tenía toda mi atención, tal como siempre había querido.
Estaba frente a las fotografías de Leah y Marcus entrando al Eleven son Madison Park, el maldito, lo había mandado a cerrar para ellos. Leah lucía preciosa y una brillante sonrisa, no recordaba la última vez que me había sonreído de esa forma. Estaba concentrado en cada detalle cuando un fuerte golpe en la puerta me arrancó de mis pensamientos.
Me encogí de hombros y lo ignoré, en realidad no podía apartarme de aquella carpeta, página tras página me dejaban ver que Marcus iba enserió y Leah estaba encantada con eso.
Por desgracia, los golpes se hicieron cada vez más fuertes, y, después de media hora sin que el idiota se diera por aludido, salí de la biblioteca. Ni siquiera me molesté en echar un vistazo por la mirilla: ya tenía preparada la larga lista de palabras que iba a soltar a quien fuera cuando nos encontráramos frente a frente.
Giré el picaporte y abrí la puerta para encontrarme a Esmeralda Koch, parada frente a mí.
Frederick Ni siquiera me pidió permiso, paso delante de mí con la fuerza de una locomotora. Era tan decidida como su hija. —¿Supongo que me honra con su elegante presencia por las benditas fotografías? — pregunté—. Eso o que Leah te envió a presionarme para que firme el maldito divorcio, claro que eso no me sorprendería. Parece estar ansiosa por obtener su libertad y mi error le vino como anillo al dedo. —¡Ja! Ojalá viniese simplemente a tirarte las orejas como el desconsiderado que eres. Pero tenemos problemas más graves, justo ahora. —Había una expresión de derrota en sus ojos—. Solo necesitamos cinco minutos. —¿Necesitamos? —Yo y Arthur. Aunque claro que él no está al tanto de mi visita, pero yo sé que le dijo que sí, porque simplemente no puede negarle absolutamente nada. Sin embargo, en el fondo odia la idea de que nos veamos envueltos en un divorcio escandaloso al igual que yo. Y aun si aceptara la idea de un divorcio, este no es el momento. La invité a sentars
Frederick Después de darle muchas vueltas al asunto, había preparado un par de maletas y me había subido el Jaguar dispuesto a instalarme en la mansión que su padre le compró como regalo de bodas. Subí los cristales mientras me acercaba e hice sonar el claxon para anunciar mi, llegada al tiempo que evitaba levantar por los aires a algún fotógrafo. Por mucho que me irritaran, no podía hacerlo. —¿Qué opinas de los fuertes rumores de que la señora Sheffield, te enviará una demanda de divorcio en los próximos días? Los periodistas me golpeaban los cristales con fuerza. —¿Es cierto que llevaba un par de meses viéndose con la ex señora Thompson? —¿Puede contarnos cómo se encuentra la señora Sheffield tras la publicación de las fotos? — me gritaban todos a la vez. Me puse unas gafas de sol y esperé a que los portones de hierro se abrieran. —¿Cómo piensa solucionar esta vez la indiscreción con su esposa? —¡Sigue siendo trending topic en Twiter! ¡Es tendencia como el c
Leah Estaba emocionada por comenzar a trabajar en el nuevo prototipo de móviles de alta gama con pantallas plegables, sin mencionar los avances que habíamos realizado para aumentar la duración de la batería de los móviles hasta 4000 y 5000 miliamperios por hora. Pero por muy inquietante que fuesen los nuevos proyectos, nada me aceleraba más el corazón que el mensaje que me había enviado mi mamá: «Frederick iba hacia tu casa, cariño. No sé exactamente qué hora llegará, aunque supongo que esperara que se disipe la horda de periodistas». Por mucho que tratara de racionalizar la idea de que en algún momento deberíamos hablar, firmar papeles y llegar a un acuerdo en persona, la realidad era que sabía que la noticia lo había tomado por sorpresa y luego de la conversación que sostuvo con el abogado de mi familia, entendí que ofrecería al menos un poco de resistencia. Lo que me sorprendia, esperaba que estuviese ansioso por recuperar su libertad. Entre por una puerta lateral
Leah La mesa del consejo estaba alterada por las nuevas cifras que alentaban el lanzamiento que se avecinaba. Lo estábamos haciendo bien y todos participaban activamente realizando diferentes propuestas para los nuevos lanzamientos, la oportunidad de llevar todo al siguiente nivel en la oferta pública era solo la culminación de un objetivo estratégico a largo plazo. Para muchos de los allí sentados, significaba una recompensa que nos brindaba prestigio y visibilidad frente a otros jugadores del mercado. Todos parecían emocionados, excepto Frederick que no me sacaba la vista de encima. Se encontraba inclinado sobre la mesa observándome de tal forma que no lograba decidir si quería hablar conmigo o despedazarme en ese instante. No paraba de buscar mi mirada y por desgracia yo no lograba desprenderme de esa tonalidad café sensual que hacia babear a más de una de las que estaban allí sentadas. Llevaba un traje de tres piezas gris que se le ajustaba a la perfección, en sus bíceps, se hab
Frederick Siempre hay una primera vez para todo y aquella era la primera vez que íbamos juntos al trabajo. Mi esposa se subió refunfuñando al Aston Martin, para luego limitarse a mirar por el cristal la gran parte del viaje. Haciendome saber que estaba allí contra su voluntad. Me limité a ver hacia el frente porque odiaba encontrarme con la mirada furiosa de Leah sobre mí. Después desde ocurrido en el estacionamiento, simplemente me evitaba o me miraba como si desease asesinarme. —¿No vas a volver a hablarme durante el resto de tu vida? —La repasé lentamente, deteniendome en la curva de sus pechos. No sabía exactamente qué era, pero desde hacía algunas semanas se veía diferente, ya no usaba como siempre vaqueros gastados y camisetas universitarias. Últimamente, llevaba algunos vestidos entallados o pantalones que se ajustaban perfectamente a ese culo perfecto que tenía. Aunque ese repentino cambio de look no hacía más que complicarme las cosas, porque tenía que sumarle a todos
Frederick —¿Estás seguro de invertir en Untech? Los informes fueron desalentadores. Sus ventas fueron malas el último trimestre tal como señalaban los rumores. —Dijo Leah dejando una carpeta sobre el escritorio de mi despacho. —Es posible, aunque tengo un buen presentimiento con respecto al movimiento del mercado, creo que sería una jugada proporcional a nuestras necesidades. Ni siquiera levantó la mirada del ordenador, se había comportado extraña desde que nos encontramos con el idiota de la limusina, en la calle, aunque no me reclamó por la escena de celos fuera de lugar que le realice. Parecia concentrada en el trabajo como siempre una maquina sin emociones. —Es necesario que conozcamos las últimas predicciones del mercado al menos tres semanas antes del lanzamiento de la oferta pública. —No te preocupes tanto el Touch 6 ha pulverizado oficialmente el récord de reventas. —Sabes que mi trabajo es preocuparme, Frederick. Este es legado de mi padre y no podemos confiarnos. Él n
Frederick No veía a Leah beber desde… Ni siquiera lograba recordar desde cuando. Sin embargo, allí estaba con un pedo monumental y bailando sola en medio de una colección de botellines de champaña y comida. Solo en sujetador, un sujetador rojo, que hizo que me olvidase de respirar. Incluso borracha, estaba tremendamente atractiva. Se había quitado las gafas y llevaba el cabello suelto. Me apenaba que hubiese estado bebiendo por mi culpa, aunque en mi defensa todo había sido un mal entendido. —¿Te has estado emborrachando? —le pregunté cuando estuve lo suficientemente cerca para que me escuchara por encima de la música. Ella me miró como si hubiese visto un fantasma, luego me observó furiosa un instante, pero enseguida le causo bastante gracia y comenzó a reír. —¡Deja de gritarme, no eres mi mamá! —Se burló. —La única que está gritando eres tú. —La corregí, antes de reír al ver el puchero que me dedicó. —Es que me estás juzgando solamente por beber un poquito y tú no tien
Leah No podía creer que hubiese bebido tanto. No, me corregía: era una locura pensar que hubiera bebido tanto por el idiota de Frederick. Después de tanto tiempo supuse como una buena tonta que verlo con ella no me afectaría; sin embargo, allí estaba con una resaca de muerte por culpa de ese par. Odiando el momento que había decidido quedarme simplemente porque quería quedarme un momento más a su lado. ¿Y por qué? Porque otra vez había caído en sus juegos. —Ay, por qué —gemí, y me di la vuelta para mirar por la ventana. El cielo se veía azul, y el sol ya estaba alto. Se me partía la m*****a cabeza, porque el corazón ya lo tenía absolutamente hecho pedazos. A mi lado, sobre la mesilla de noche, había una de zumo de naranja frío, aspirinas y una nota escrita a mano. «Voy a estar trabajando en la cocina, cuando estés repuesta, ven a desayunar y podremos discutir el asunto que dejamos pendiente. Frederick». «¿Frederick trabajando aquí? ¡Un momento! ¿Qué hora era?... Y eso ni siquiera