Leah —¿Y qué estás esperando? ¡Acéptalo, Leah! ¡Esta misma noche dale su merecido, mujer! —¡Shhh! ¡No quiero que se entere todo mi equipo de mi vida, Catriona! —Bueno, ya…—susurró—. ¿Por qué no puedes aceptar el acuerdo? Creí que te gustaba muchísimo, es más, estaba segura de que… —No lo digas, eso está fuera de discusión, lo odio—la interrumpí y ella rodó los ojos—¿Por dónde empiezo? —Me di un par de golpecitos en la barbilla. —No tengo una objeción, tengo varias: el primer punto es; solo me está usando porque de tener un hijo de un segundo matrimonio su título pasaría a alguien más o algo así. En segundo lugar, está Serena dando vueltas a su alrededor como una mosca, una que no tiene nada que hacer, él dice que son únicamente amigos, pero estoy segura de que es su forma de engatusarme, y claro que está el insignificante detalle de que su familia me odia, a excepción de mi cuñado. Si me quedase embarazada, me declararían la guerra, estoy segura. —Considerando que estamos en el si
Leah Respondí a otra pregunta sobre el diseño y desarrollo de las nuevas tecnologías que implementábamos y me sorprendí cuando me guiñó un ojo al tiempo que se servía otro vaso de agua cuando terminé. Traté de mantener la mirada apartada de él, aunque no lo conseguí. Era demasiado atractivo y esa nueva actitud de cazador que había implementado, era halagadora. Me alegré de haber perfeccionado hacía años mi cara de póquer; era toda una experta en no mostrar mis sentimientos. Aunque me gustaba su coqueteo, no quería que lo notase. —¿Señora Shefield? —El señor Davis me arrancó de mis pensamientos. —¿Sí? Miraba el reloj cada cinco segundos, esperando que la reunión llegara a su fin para poder largarme. Tenía que parar con aquello. No era normal que estuviera teniendo fantasías con un hombre que se creyó todas las mentiras de su noviecita y me lastimo. —Señora, ¿ha traído usted los datos en papel para poder compartirlos? —El Project Manager volvió a sacarme de mi ensimismamiento—.
Leah Escribí algunas notas y suspiré: Me encanta mi trabajo…, me encanta mi trabajo… Por muchas veces que me lo repitiera, seguía odiando que me subestimaran a pesar de haber llevado durante años la empresa con la exactitud el mejor de mis ordenadores. Desde que trabajaba para mi padre como desarrolladora en el campo de sistemas inteligentes creando aplicaciones para el sector industrial, nunca había cometido un solo error y aun así debía soportar la falta de eficiencia. Cogí otro montón de propuestas para campañas publicitarias para el nuevo producto que lanzaríamos y las puse encima del montón de las de «Debe ser una broma». Y ese era solo la mitad del problema, mis desarrolladores parecían hacer lo que se les venía en gana. Decidí escribir otro mensaje para inspirarles, a ver si se les ocurría tener algo de iniciativa y atreverse al menos que analizar el código fuente antes de liberarlo, pero en ese momento apareció un correo electrónico urgente en mi bandeja de entrada.
Leah Cuando abrí la puerta del despacho, encendí la luz. Lancé el abrigo sobre el respaldo del sofá y me tendí en él, dispuesta a echar una merecida siesta después de varias reuniones, pero vi a Serena sentada en mi silla frente al escritorio con las piernas cruzadas y una sonrisa malvada pintada en el rostro. —¿Serena? —me senté—. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has entrado? Creo que te equivocaste de oficina, si buscas a Frederick… —Oh, no. Yo nunca me equivoco, obtengo lo que quiero, justo cuando lo quiero. «¿Cómo era que había pasado a mi secretaria…?». —Quería hablar contigo. —¿Sobre qué? —La miré irritada —Nunca fuimos amigas, ni compartimos intereses comunes, no sé de qué podríamos hablar. —Sí que compartimos un interés común… vengo a hablar de Frederick. Suspiré. Presioné un panel de la pared y saqué una botella de whisky. Me serví un vaso bajo y le ofrecí una botella de agua antes de sentarme. —Adelante. —Intenté no parecer molesta y me tomé el contenido del vaso de un golpe,
Leah En cuanto puse un pie a bordo del yate donde se realizaba la fiesta, me sentí fuera de lugar. Catriona había insistido con que llevase un vestido negro con un escote generoso y con un tajo hasta el muslo que destacaba entre los demás vestidos menos sugerentes. También me había colocado lentillas, para no tener que llevar gafas y me había soltado el cabello. Mierd@. Estaba por mucho más sexy que el resto de las invitadas y lo sabía por las miradas furtivas que me lanzaban los acompañantes de esas invitadas. Tuve ganas de volver al coche y decirle a Henry que me llevase a casa para cambiarme o que Parker me enviara algo más sobrio. Antes de poder pensarlo bien, el de seguridad me hizo una señal para qué entrará. —El siguiente, por favor, —dijo con la mirada pegada a una tablet—. ¿Nombre y relación con el señor Travis? —Eh… —Traté de sonreír educadamente, aunque me sentía incómoda—. Creo que dejaré pasar a los siguientes, no estoy segura de entrar… —Su nombre y… —Levantó la
Frederick En ese preciso momento me sentía el idiota más grande del mundo. Sentía como la sangre me hervía en las venas, nunca me había considerado un tipo celoso, muy por el contrario, siempre me sentía seguro de mi mismo, pero en aquel mismo instante sentía deseos de empujarla contra la baranda y besarla hasta dejarla sin aliento. Hasta que le quedara claro a él y cualquier otro que Leah no estaba libre y yo no estaba pintado en la pared. —¿Están libres para cenar conmigo después? Me mordí la lengua antes de que se me escapara un «ni en broma». —No, no puedo quedarme hasta después de la fiesta. —Dijo Leah poniéndose colorada. —Mañana debemos levantarnos temprano, ya sabes… Trabajo. —Mucho trabajo — farfullé colocándole el brazo en la parte baja de la espalda de manera posesiva, un gesto que no paso desapercibido para Nadie que me miró con una ceja levantada. —Qué pena. —Cogió dos copas de la bandeja de un camarero que pasó a su lado—. En ese caso, vayamos a la parte superior de
LeahFuese lo que fuese que hacia Dani le iba bastante bien, era un barco enorme. El último piso era una pista de baile semi cubierta, en pero un piso más abajo había otra pista de baile que parecía sacada de un cuento de hadas. Del techo colgaban arañas de diamantes que brillaban como orbes brillantes; su luz se reflejaba en los suelos blancos. Una sinuosa y enorme escalinata conducía al piso inferior y otra al superior. Supuse que no se podría subir, pero aun estando allí la noche entera seguro que no tendría tiempo de explorar cada una de las habitaciones de cada piso. El yate contaba con un inmenso recibidor que daba a una galería personal de arte donde las paredes estaban cubiertas de lo que hasta una persona poco entusiasta del arte como yo podría identificar como obras de gran valor. Eran las únicas notas de color en un ambiente marcado por los tonos fríos, todo en la decoración era muy masculino, tal como lo era Dani. Por todas partes salían camareros de la nada, portando ba
Leah Un poco después caminábamos entre la gente completamente empapados en dirección al cuarto de baño de la habitación de Dani para cambiarnos de ropa antes de volver a casa, cuando un hombre de mediana edad nos detuvo. —¡Frederick…! —Saludo el dueño de Alphabet. La expresión amable mudo a una de absoluta sorpresa en cuanto notó como pesadas gotas caían de nuestra ropa. —¿Qué rayos les ocurrió? ¿No hace mucho frío para bañarse en la piscina? —Es una muy larga historia que te contaré en otra ocasión. —Le respondió intentando reanudar la marcha. —Tranquilo. Solo quise saludarte porque es un agradable cambio verte en uno de estos eventos acompañado de alguien, Sheffield, más si ese alguien es tu hermosísima esposa. —Se detuvo delante de mí mientras guardaba el teléfono—. Encantado de conocerla finalmente en persona, señora Sheffield. He oído hablar mucho de usted —El hombre al frente de una de las empresas de tecnología más sólidas del mundo esbozó una sonrisa y me ofreció una