Leah Crucé mis brazos sobre mi pecho como para protegerme del frio, cuando sentí que Marcus deslizaba una chaqueta cobre mis hombros y los apretaba ligeramente con dulzura. — ¿Qué haces aquí afuera? —Apoyó su cabeza contra la mía, mientras pasaba su brazo alrededor de mis hombros. —Vas a enfermarte. —Tienes una maravillosa vista de Nueva York en tu ático, es una de las cosas que más extrañare, creo. Faltaba muy poco para que viajase a Inglaterra a realizar los seis semestres que me llevaría terminar un post grado en programación que pensaba realizar. Marcus había movido sus influencias para que me aceptaran ya con el año avanzado. La realidad era que necesitaba escapar cuanto antes de todo aquello. No podía ver a Serena en la oficina con su enorme vientre de embarazo. No podía esperar a que Frederick me pidiese el divorcio o verlo caminar al altar con ella. Después de lo ocurrido en el yate mi idiota corazón no soportaría corroborar que me había mentido, estar con él me volvía
Frederick Serena me acarició el cabello y me besó en los labios. Trató de abrírmelos con la lengua, pero no los moví con la esperanza de que entendiese que no era el momento. Sin embargo no lo hizo y cuando me desabrochó lentamente los botones de la camisa para deshacerse de ella, le alejé la mano con delicadeza. Odiaba tener que rechazarla, porque era consciente de lo sensible que era, sin embargo no me dejaba otra opción. Suspiró decepcionada. Verla llegar a la casa que compartía con Leah fue una sorpresa, aunque debí suponer que se preocuparía al saber lo terrible que me sentía después de que Leah tomase sus cosas durante la madrugada hacia unos cuantos días luego de la fiesta y se fuese al estudio de su amiga, aún furiosa por lo ocurrido entre nosotros. —Estoy muy preocupada por ti. —Se dio la vuelta y me cogió la cara entre las manos—. Empiezas a asustarme. — ¿Por qué no tengo deseos de acostarme contigo? —Puse los ojos en blanco. —Ya te dije que estoy agotado y la verda
Leah Miré la agenda y me di cuenta de que me faltaban más de la mitad de las reuniones para acabar el día, poner mis asuntos en orden antes de marcharme, iba a ser más difícil de lo que creía y considerando todos los asuntos pendientes, entendía que al menos debería postergar el viaje un mes. Solo un mes y sería libre. Aunque soportar ese mes se convertiría en todo un desafío. Parker me había llamado para decirme que Serena había pasado la noche en mi casa y en la misma habitación de mi esposo, completamente indignado. Y aunque suponía que eso pasaría, tener la certeza de que lo de ellos era oficial, se sentía como un cuchillo caliente clavado en mi costado. Incliné la cabeza para apoyarla sobre el respaldo de la silla, cuando alguien toco la puerta. Miré la agenda y vi que tenía una reunión programada con papá para después del almuerzo, por lo que supuse que sería él, deseando adelantarla para tener el resto del día libre. No estaba exactamente feliz por tener que regresar al f
Leah Di un respingo de espanto al verlo entrar sofocado y más alterado de lo que nunca lo había visto. — ¿Qué es lo que estás haciendo aquí? ¿Y quién te dio el derecho de entrar a mi despacho sin golpear la m*****a puerta? Frederick me miró con el rostro desencajado de ira, como si no entendiese porque lo trataba de esa forma y eso lo enojara mucho más de lo que podía soportar. — ¡Debe ser una broma! Te marchaste a hurtadillas mientras dormía hace más de una semana y ni siquiera tuviste la delicadeza de enviarme un mensaje de texto para avisarme si estabas bien. Tuve que enterarme por tu abogado que me dabas un ultimátum para firmar los malditos papeles de divorcio…Me podrías decir, Leah… ¡¿A qué coñx ha venido todo eso?! —Rugió furioso. Contuve el aliento durante unos segundos que parecieron eternos, luego de que en las paredes replicasen la voz áspera de mi ex esposo. Entonces vi de soslayo como la expresión de sorpresa absoluta de Daniel mudaba en un instante a la de rabia
FrederickMe bajé del coche hecho una furia y subí los escalones de la casa donde vivian mi madre y mis hermanos a grandes sacadas. Me detuve ante la enorme puerta blanca unos segundos, pero de inmediato pensé que esa también era mi casa. Pagada y sostenida por un matrimonio que les había proporcionado todo lo que pudiesen desear, algo a lo que ni siquiera podíamos aspirar cuando mi padre estaba con vida y sus negocios aun eran prósperos. Por lo que decidí pasar de timbres.Crucé la puerta y entré al vestíbulo cuandomi madre y mi hermana aparecieron, listas para salir. La sorpresa cruzo el rostro de ambas, sin embargo enseguida me mostraron una encantadora sonrisa y se acercaron para saludarme.—Hijo, no esperábamos tenerte hoy por aquí. Creímos que no aparecerías hasta que los rumores se disiparan un poco. Estas sema
LeahIncline mi cabeza una vez más sobre el retrete, aquella era la tercera vez después de haber prácticamente devorado la segunda porción de pastel Red Velvet que se me había antojado justo cuando pasábamos frente a una pastelería por la tarde con Henry.Me sentía terrible y no solo había sido por el pastel, también el aroma a calamar me había provocado deseos casi incontrolables de correr al tocador para abrazarme inevitablemente al retrete durante el almuerzo con un grupo de inversionistas de Koch Tecnología.Una vez las náuseas me obligaron a retorcerme en el suelo. Me había colocado un bonito vestido, aunque solo deseaba ponerme el pijama, acostarme y no volver a levantarme en lo que restaba de la semana, lo único que quería en el mundo era taparme hasta las orejas con el edredón.Me incorpor&eacut
FrederickEl señor Koch abrió la puerta de su despacho y me invito a entrar con un gesto de su mano. Una vez adentro me señalo uno de los elegantes sillones negros que estaban frente a su escritorio de cerezo. Él se mantuvo de pie, observándome con detenimiento, como si desease adivinar qué era lo que estaba pensando, cual era mi jugada o que deseaba a cambio de firmar, todos parecían querer lo mismo, menos yo. Por primera vez en mi vida quería algo y todo parecía interponerse.Apoyó su cadera contra el filo del mueble y se cruzó de brazos.—Espero que no te importe hablar conmigo un momento —me miró con ojos negros, sombríos e inescrutables.Asentí con la cabeza ligeramente sin saber muy bien que debía decir, o si era mejor callar. De pronto no importaba si media un metro noventa, me sentía mu
FrederickSolo había bajado unos cuantos escalones cuando vi a Leah en el vestíbulo. Se veía preciosa con ese vestido rosa que había elegido con los hombros descubiertos. Su piel resplandecía y su cabello negro caía como una mata sedosa sobre los hombros. Cada centímetro de ese maldito vestido se ajustaba perfectamente a sus curvas y me daba una visión privilegiada de sus voluptuosas caderas, de sus generosos pechos, y ese trasero redondo que lograba que me empalmara en cuestión de segundos. Tenía la sensación de nunca la había visto antes, como si durante todos los años de casados hubiese tenido una venda en los ojos.Arthur se había quedado petrificado en el relleno de la escalera y Leah se dio la vuelta para verme de forma escrutadora cuando me escucho bajar a toda prisa. Ni siquiera necesitaba dar un paso más para saber que algo rea