Frederick
Después de darle muchas vueltas al asunto, había preparado un par de maletas y me había subido el Jaguar dispuesto a instalarme en la mansión que su padre le compró como regalo de bodas.
Subí los cristales mientras me acercaba e hice sonar el claxon para anunciar mi, llegada al tiempo que evitaba levantar por los aires a algún fotógrafo. Por mucho que me irritaran, no podía hacerlo.
—¿Qué opinas de los fuertes rumores de que la señora Sheffield, te enviará una demanda de divorcio en los próximos días?
Los periodistas me golpeaban los cristales con fuerza.
—¿Es cierto que llevaba un par de meses viéndose con la ex señora Thompson?
—¿Puede contarnos cómo se encuentra la señora Sheffield tras la publicación de las fotos? — me gritaban todos a la vez.
Me puse unas gafas de sol y esperé a que los portones de hierro se abrieran.
—¿Cómo piensa solucionar esta vez la indiscreción con su esposa?
—¡Sigue siendo trending topic en Twiter! ¡Es tendencia como el cerdo Sheffield y Sheffield maldito promiscuo!
—¿Cree que la Serena fue quién dio aviso a la prensa?
Reprimí un gemido al escuchar esa última frase. Claro que no lo creía, Serena podía ser una mujer de más de treinta que actuaba como una cría caprichosa, pero nunca me expondría de esa forma. Éramos amigos y ella buscaba un poco de apoyo luego de un horrible divorcio. Nada más, ¿Por qué les costaba tanto entenderlo?
Tras unos segundos, pude ver el guardaespaldas de Leah cuando las puertas se abrieron lo suficientemente, toqué el claxon varias veces e hice rugir el motor para que se apartaran.
Una vez dentro abrí el cristal para hablar con Henry el guardaespaldas de mi esposa.
—La señora Leah no se encuentra en casa —dijo Henry, y después bajó la voz—. Fui a tomar un café y cuando volví se había ido dejándome una nota. Sospecho que hay una entrada secreta que no conocemos.
Me reí. Leah odiaba ser millonaria, o no lo odiaba, pero disfrutaba de ser libre sin complicaciones, los periodistas fuera eran una complicación.
—Gracias, Henry. Eventualmente, regresará como lo hace siempre.
Henry se encogió de hombros e hizo una mueca de disgusto, era muy difícil cuidar a alguien que no desea ser cuidado.
Seguí por el camino de grava y aparqué en la entrada.
En cuanto golpeé abrieron inmediatamente la puerta.
—Buenas tardes, señor —dijo plácidamente Parker, el mayordomo de la casa, que no me había reconocido tal como esperaba. Yo tampoco recordaba haber tenido el gusto, pero mi esposa hablaba con frecuencia de él.
Luego de pensarlo por un momento recordé que la última vez que había pisado aquella casa fue cuando Arthur, firmó el boleto de compra y venta.
Por lo que el hombre se quedó esperando que le dieran la razón de la visita o me presentará. Sin embargo, me limité a quitarme el abrigo y dárselo para abrirme paso al elegante vestíbulo. Sin mirar hacia atrás ni ofrecer ninguna explicación.
—Señor, ¿qué es lo que hace? —dijo Parker, enfadado al ver que había entrado sin siquiera preguntar—, no tiene autorización de la señora de la casa para entrar. ¿Cómo sorteo la seguridad de la entrada? No me obligue a llamar a los guardias.
Me volteé con una ceja alzada.
—¿No es esta la residencia Sheffield?
—Sí que lo es, señor.
—Entonces, supongo que el señor Sheffield no necesita autorización para entrar en su propia residencia —Parker se puso pálido al caer en la cuenta de quién era.
Abrió la boca y la cerró de inmediato, completamente sonrojado.
—Le ruego que me perdone, señor. No recordaba haberlo visto antes en persona y luce un poco diferente en las fotografías que publican de usted…—El hombre parecía a punto de sufrir un infarto—No tenía idea de que vendría de visita esta tarde. La señora no mencionó nada sobre su visita. ¿Puedo ofrecerle un refrigerio mientras espera?
—Puede, un trago de lo más fuerte que tenga. Y también puede ocuparse de que descarguen el equipaje —Parker abrió los ojos de par en par.
—¿Disculpe?
—Lo que escuchó, me quedaré un tiempo con mi esposa, ¿supongo que no hay ningún problema?
—No, señor.
—Muy bien. —Enmarque la ceja, dándole la señal de que podía marcharse.
El mayordomo, refunfuñando, decidió aceptar la indirecta e ir a buscar el trago que le había pedido.
Había algo la casa que me hacía recordar a las residencias londinenses.
Era sorprendentemente elegante, una residencia sobria pero grandiosa, de monturas altas y espacios abiertos, con mobiliario elegante aunque sobrio, con el único objeto de recordar los últimos días del siglo diecinueve.
Me negaba a creer que el parecido entre esta casa y la casa de mis sueños fuese pura coincidencia. En las paredes colgaban cuadros de mis artistas impresionistas favoritos, cada mueble parecía elegido para aquel joven de veintiocho años que había dejado su hogar y sus amigos en busca de un mejor futuro para él, su madre y sus hermanos. Se me aceleró el pulso, alarmado.
Me detuve a mitad del salón incapaz de repente de seguir avanzando. Ella había amueblado la casa para que fuera la fantasía hecha realidad del joven que era cuando me case con ella; el hombre que debió de mencionar, durante sus largas horas de conversación, sus preferencias por la arquitectura de mi país y su amor por el arte.
Recordaba la fascinada concentración con que ella me escuchaba, sus preguntas, su ardiente interés por todo lo que me gustaba. Ese amor intenso que casi no se molestaba por disimular. Ella me analizaba y estudiaba como a uno de sus proyectos. Se acurrucaba a mi lado y aspiraba mi aroma como si yo fuese una especie de ser divino. No podía negar que todo aquello me llenaba de ternura, en ese momento. Pero luego su forma posesiva de amarme nos separó, cuando el daño estaba hecho.
¿Era el divorcio una estrategia? ¿Una trampa para seducirme ahora que Serena había vuelto? Una chispa de algo se abrió paso en mi pecho, ¿era posible que ella quisiese ser reconquistada?
Subí escaleras arriba, condenadamente empalmado al pensar que eso era una trampa y cuándo entrará a la habitación principal la encontraría esperándome, sonriendo. Dispuesta a que le quitara la ropa y las barreras que nos separaban.
Sin embargo, al abrir la puerta de la habitación principal, solo vi muebles descuidados y musarañas. Ella no estaba. Ni con ropa, ni sin ella, ni de ninguna m*****a manera.
Me quedé en el umbral de la puerta, mirando lo que podría haber sido. Cuando el mayordomo y otro hombre que llevaba mis maletas aparecieron.
—La señora Leah no utiliza esta habitación, desde hace años, pero podemos preparar una de las habitaciones de invitados.
Lo miré derrotado.
Parker extendió una pequeña bandeja de plata con un vaso de cristal con bourbon, sabiendo que necesitaba aquel trago y lo tomé de un golpe.
—Me parece bien y tráeme otro trago por favor. Esperaré a mi esposa en la biblioteca.
Leah Estaba emocionada por comenzar a trabajar en el nuevo prototipo de móviles de alta gama con pantallas plegables, sin mencionar los avances que habíamos realizado para aumentar la duración de la batería de los móviles hasta 4000 y 5000 miliamperios por hora. Pero por muy inquietante que fuesen los nuevos proyectos, nada me aceleraba más el corazón que el mensaje que me había enviado mi mamá: «Frederick iba hacia tu casa, cariño. No sé exactamente qué hora llegará, aunque supongo que esperara que se disipe la horda de periodistas». Por mucho que tratara de racionalizar la idea de que en algún momento deberíamos hablar, firmar papeles y llegar a un acuerdo en persona, la realidad era que sabía que la noticia lo había tomado por sorpresa y luego de la conversación que sostuvo con el abogado de mi familia, entendí que ofrecería al menos un poco de resistencia. Lo que me sorprendia, esperaba que estuviese ansioso por recuperar su libertad. Entre por una puerta lateral
Leah La mesa del consejo estaba alterada por las nuevas cifras que alentaban el lanzamiento que se avecinaba. Lo estábamos haciendo bien y todos participaban activamente realizando diferentes propuestas para los nuevos lanzamientos, la oportunidad de llevar todo al siguiente nivel en la oferta pública era solo la culminación de un objetivo estratégico a largo plazo. Para muchos de los allí sentados, significaba una recompensa que nos brindaba prestigio y visibilidad frente a otros jugadores del mercado. Todos parecían emocionados, excepto Frederick que no me sacaba la vista de encima. Se encontraba inclinado sobre la mesa observándome de tal forma que no lograba decidir si quería hablar conmigo o despedazarme en ese instante. No paraba de buscar mi mirada y por desgracia yo no lograba desprenderme de esa tonalidad café sensual que hacia babear a más de una de las que estaban allí sentadas. Llevaba un traje de tres piezas gris que se le ajustaba a la perfección, en sus bíceps, se hab
Frederick Siempre hay una primera vez para todo y aquella era la primera vez que íbamos juntos al trabajo. Mi esposa se subió refunfuñando al Aston Martin, para luego limitarse a mirar por el cristal la gran parte del viaje. Haciendome saber que estaba allí contra su voluntad. Me limité a ver hacia el frente porque odiaba encontrarme con la mirada furiosa de Leah sobre mí. Después desde ocurrido en el estacionamiento, simplemente me evitaba o me miraba como si desease asesinarme. —¿No vas a volver a hablarme durante el resto de tu vida? —La repasé lentamente, deteniendome en la curva de sus pechos. No sabía exactamente qué era, pero desde hacía algunas semanas se veía diferente, ya no usaba como siempre vaqueros gastados y camisetas universitarias. Últimamente, llevaba algunos vestidos entallados o pantalones que se ajustaban perfectamente a ese culo perfecto que tenía. Aunque ese repentino cambio de look no hacía más que complicarme las cosas, porque tenía que sumarle a todos
Frederick —¿Estás seguro de invertir en Untech? Los informes fueron desalentadores. Sus ventas fueron malas el último trimestre tal como señalaban los rumores. —Dijo Leah dejando una carpeta sobre el escritorio de mi despacho. —Es posible, aunque tengo un buen presentimiento con respecto al movimiento del mercado, creo que sería una jugada proporcional a nuestras necesidades. Ni siquiera levantó la mirada del ordenador, se había comportado extraña desde que nos encontramos con el idiota de la limusina, en la calle, aunque no me reclamó por la escena de celos fuera de lugar que le realice. Parecia concentrada en el trabajo como siempre una maquina sin emociones. —Es necesario que conozcamos las últimas predicciones del mercado al menos tres semanas antes del lanzamiento de la oferta pública. —No te preocupes tanto el Touch 6 ha pulverizado oficialmente el récord de reventas. —Sabes que mi trabajo es preocuparme, Frederick. Este es legado de mi padre y no podemos confiarnos. Él n
Frederick No veía a Leah beber desde… Ni siquiera lograba recordar desde cuando. Sin embargo, allí estaba con un pedo monumental y bailando sola en medio de una colección de botellines de champaña y comida. Solo en sujetador, un sujetador rojo, que hizo que me olvidase de respirar. Incluso borracha, estaba tremendamente atractiva. Se había quitado las gafas y llevaba el cabello suelto. Me apenaba que hubiese estado bebiendo por mi culpa, aunque en mi defensa todo había sido un mal entendido. —¿Te has estado emborrachando? —le pregunté cuando estuve lo suficientemente cerca para que me escuchara por encima de la música. Ella me miró como si hubiese visto un fantasma, luego me observó furiosa un instante, pero enseguida le causo bastante gracia y comenzó a reír. —¡Deja de gritarme, no eres mi mamá! —Se burló. —La única que está gritando eres tú. —La corregí, antes de reír al ver el puchero que me dedicó. —Es que me estás juzgando solamente por beber un poquito y tú no tien
Leah No podía creer que hubiese bebido tanto. No, me corregía: era una locura pensar que hubiera bebido tanto por el idiota de Frederick. Después de tanto tiempo supuse como una buena tonta que verlo con ella no me afectaría; sin embargo, allí estaba con una resaca de muerte por culpa de ese par. Odiando el momento que había decidido quedarme simplemente porque quería quedarme un momento más a su lado. ¿Y por qué? Porque otra vez había caído en sus juegos. —Ay, por qué —gemí, y me di la vuelta para mirar por la ventana. El cielo se veía azul, y el sol ya estaba alto. Se me partía la m*****a cabeza, porque el corazón ya lo tenía absolutamente hecho pedazos. A mi lado, sobre la mesilla de noche, había una de zumo de naranja frío, aspirinas y una nota escrita a mano. «Voy a estar trabajando en la cocina, cuando estés repuesta, ven a desayunar y podremos discutir el asunto que dejamos pendiente. Frederick». «¿Frederick trabajando aquí? ¡Un momento! ¿Qué hora era?... Y eso ni siquiera
Leah —¿Y qué estás esperando? ¡Acéptalo, Leah! ¡Esta misma noche dale su merecido, mujer! —¡Shhh! ¡No quiero que se entere todo mi equipo de mi vida, Catriona! —Bueno, ya…—susurró—. ¿Por qué no puedes aceptar el acuerdo? Creí que te gustaba muchísimo, es más, estaba segura de que… —No lo digas, eso está fuera de discusión, lo odio—la interrumpí y ella rodó los ojos—¿Por dónde empiezo? —Me di un par de golpecitos en la barbilla. —No tengo una objeción, tengo varias: el primer punto es; solo me está usando porque de tener un hijo de un segundo matrimonio su título pasaría a alguien más o algo así. En segundo lugar, está Serena dando vueltas a su alrededor como una mosca, una que no tiene nada que hacer, él dice que son únicamente amigos, pero estoy segura de que es su forma de engatusarme, y claro que está el insignificante detalle de que su familia me odia, a excepción de mi cuñado. Si me quedase embarazada, me declararían la guerra, estoy segura. —Considerando que estamos en el si
Leah Respondí a otra pregunta sobre el diseño y desarrollo de las nuevas tecnologías que implementábamos y me sorprendí cuando me guiñó un ojo al tiempo que se servía otro vaso de agua cuando terminé. Traté de mantener la mirada apartada de él, aunque no lo conseguí. Era demasiado atractivo y esa nueva actitud de cazador que había implementado, era halagadora. Me alegré de haber perfeccionado hacía años mi cara de póquer; era toda una experta en no mostrar mis sentimientos. Aunque me gustaba su coqueteo, no quería que lo notase. —¿Señora Shefield? —El señor Davis me arrancó de mis pensamientos. —¿Sí? Miraba el reloj cada cinco segundos, esperando que la reunión llegara a su fin para poder largarme. Tenía que parar con aquello. No era normal que estuviera teniendo fantasías con un hombre que se creyó todas las mentiras de su noviecita y me lastimo. —Señora, ¿ha traído usted los datos en papel para poder compartirlos? —El Project Manager volvió a sacarme de mi ensimismamiento—.