Frederick Siempre hay una primera vez para todo y aquella era la primera vez que íbamos juntos al trabajo. Mi esposa se subió refunfuñando al Aston Martin, para luego limitarse a mirar por el cristal la gran parte del viaje. Haciendome saber que estaba allí contra su voluntad. Me limité a ver hacia el frente porque odiaba encontrarme con la mirada furiosa de Leah sobre mí. Después desde ocurrido en el estacionamiento, simplemente me evitaba o me miraba como si desease asesinarme. —¿No vas a volver a hablarme durante el resto de tu vida? —La repasé lentamente, deteniendome en la curva de sus pechos. No sabía exactamente qué era, pero desde hacía algunas semanas se veía diferente, ya no usaba como siempre vaqueros gastados y camisetas universitarias. Últimamente, llevaba algunos vestidos entallados o pantalones que se ajustaban perfectamente a ese culo perfecto que tenía. Aunque ese repentino cambio de look no hacía más que complicarme las cosas, porque tenía que sumarle a todos
Frederick —¿Estás seguro de invertir en Untech? Los informes fueron desalentadores. Sus ventas fueron malas el último trimestre tal como señalaban los rumores. —Dijo Leah dejando una carpeta sobre el escritorio de mi despacho. —Es posible, aunque tengo un buen presentimiento con respecto al movimiento del mercado, creo que sería una jugada proporcional a nuestras necesidades. Ni siquiera levantó la mirada del ordenador, se había comportado extraña desde que nos encontramos con el idiota de la limusina, en la calle, aunque no me reclamó por la escena de celos fuera de lugar que le realice. Parecia concentrada en el trabajo como siempre una maquina sin emociones. —Es necesario que conozcamos las últimas predicciones del mercado al menos tres semanas antes del lanzamiento de la oferta pública. —No te preocupes tanto el Touch 6 ha pulverizado oficialmente el récord de reventas. —Sabes que mi trabajo es preocuparme, Frederick. Este es legado de mi padre y no podemos confiarnos. Él n
Frederick No veía a Leah beber desde… Ni siquiera lograba recordar desde cuando. Sin embargo, allí estaba con un pedo monumental y bailando sola en medio de una colección de botellines de champaña y comida. Solo en sujetador, un sujetador rojo, que hizo que me olvidase de respirar. Incluso borracha, estaba tremendamente atractiva. Se había quitado las gafas y llevaba el cabello suelto. Me apenaba que hubiese estado bebiendo por mi culpa, aunque en mi defensa todo había sido un mal entendido. —¿Te has estado emborrachando? —le pregunté cuando estuve lo suficientemente cerca para que me escuchara por encima de la música. Ella me miró como si hubiese visto un fantasma, luego me observó furiosa un instante, pero enseguida le causo bastante gracia y comenzó a reír. —¡Deja de gritarme, no eres mi mamá! —Se burló. —La única que está gritando eres tú. —La corregí, antes de reír al ver el puchero que me dedicó. —Es que me estás juzgando solamente por beber un poquito y tú no tien
Leah No podía creer que hubiese bebido tanto. No, me corregía: era una locura pensar que hubiera bebido tanto por el idiota de Frederick. Después de tanto tiempo supuse como una buena tonta que verlo con ella no me afectaría; sin embargo, allí estaba con una resaca de muerte por culpa de ese par. Odiando el momento que había decidido quedarme simplemente porque quería quedarme un momento más a su lado. ¿Y por qué? Porque otra vez había caído en sus juegos. —Ay, por qué —gemí, y me di la vuelta para mirar por la ventana. El cielo se veía azul, y el sol ya estaba alto. Se me partía la m*****a cabeza, porque el corazón ya lo tenía absolutamente hecho pedazos. A mi lado, sobre la mesilla de noche, había una de zumo de naranja frío, aspirinas y una nota escrita a mano. «Voy a estar trabajando en la cocina, cuando estés repuesta, ven a desayunar y podremos discutir el asunto que dejamos pendiente. Frederick». «¿Frederick trabajando aquí? ¡Un momento! ¿Qué hora era?... Y eso ni siquiera
Leah —¿Y qué estás esperando? ¡Acéptalo, Leah! ¡Esta misma noche dale su merecido, mujer! —¡Shhh! ¡No quiero que se entere todo mi equipo de mi vida, Catriona! —Bueno, ya…—susurró—. ¿Por qué no puedes aceptar el acuerdo? Creí que te gustaba muchísimo, es más, estaba segura de que… —No lo digas, eso está fuera de discusión, lo odio—la interrumpí y ella rodó los ojos—¿Por dónde empiezo? —Me di un par de golpecitos en la barbilla. —No tengo una objeción, tengo varias: el primer punto es; solo me está usando porque de tener un hijo de un segundo matrimonio su título pasaría a alguien más o algo así. En segundo lugar, está Serena dando vueltas a su alrededor como una mosca, una que no tiene nada que hacer, él dice que son únicamente amigos, pero estoy segura de que es su forma de engatusarme, y claro que está el insignificante detalle de que su familia me odia, a excepción de mi cuñado. Si me quedase embarazada, me declararían la guerra, estoy segura. —Considerando que estamos en el si
Leah Respondí a otra pregunta sobre el diseño y desarrollo de las nuevas tecnologías que implementábamos y me sorprendí cuando me guiñó un ojo al tiempo que se servía otro vaso de agua cuando terminé. Traté de mantener la mirada apartada de él, aunque no lo conseguí. Era demasiado atractivo y esa nueva actitud de cazador que había implementado, era halagadora. Me alegré de haber perfeccionado hacía años mi cara de póquer; era toda una experta en no mostrar mis sentimientos. Aunque me gustaba su coqueteo, no quería que lo notase. —¿Señora Shefield? —El señor Davis me arrancó de mis pensamientos. —¿Sí? Miraba el reloj cada cinco segundos, esperando que la reunión llegara a su fin para poder largarme. Tenía que parar con aquello. No era normal que estuviera teniendo fantasías con un hombre que se creyó todas las mentiras de su noviecita y me lastimo. —Señora, ¿ha traído usted los datos en papel para poder compartirlos? —El Project Manager volvió a sacarme de mi ensimismamiento—.
Leah Escribí algunas notas y suspiré: Me encanta mi trabajo…, me encanta mi trabajo… Por muchas veces que me lo repitiera, seguía odiando que me subestimaran a pesar de haber llevado durante años la empresa con la exactitud el mejor de mis ordenadores. Desde que trabajaba para mi padre como desarrolladora en el campo de sistemas inteligentes creando aplicaciones para el sector industrial, nunca había cometido un solo error y aun así debía soportar la falta de eficiencia. Cogí otro montón de propuestas para campañas publicitarias para el nuevo producto que lanzaríamos y las puse encima del montón de las de «Debe ser una broma». Y ese era solo la mitad del problema, mis desarrolladores parecían hacer lo que se les venía en gana. Decidí escribir otro mensaje para inspirarles, a ver si se les ocurría tener algo de iniciativa y atreverse al menos que analizar el código fuente antes de liberarlo, pero en ese momento apareció un correo electrónico urgente en mi bandeja de entrada.
Leah Cuando abrí la puerta del despacho, encendí la luz. Lancé el abrigo sobre el respaldo del sofá y me tendí en él, dispuesta a echar una merecida siesta después de varias reuniones, pero vi a Serena sentada en mi silla frente al escritorio con las piernas cruzadas y una sonrisa malvada pintada en el rostro. —¿Serena? —me senté—. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has entrado? Creo que te equivocaste de oficina, si buscas a Frederick… —Oh, no. Yo nunca me equivoco, obtengo lo que quiero, justo cuando lo quiero. «¿Cómo era que había pasado a mi secretaria…?». —Quería hablar contigo. —¿Sobre qué? —La miré irritada —Nunca fuimos amigas, ni compartimos intereses comunes, no sé de qué podríamos hablar. —Sí que compartimos un interés común… vengo a hablar de Frederick. Suspiré. Presioné un panel de la pared y saqué una botella de whisky. Me serví un vaso bajo y le ofrecí una botella de agua antes de sentarme. —Adelante. —Intenté no parecer molesta y me tomé el contenido del vaso de un golpe,