Dos semanas después…
Frederick
Trague saliva y me mojé los labios porque de pronto los sentía terriblemente secos.
—Firma aquí y eso es todo Frederick —dijo el abogado de Leah con total indiferencia, como si se tratase de un trámite superficial como abonar la membresía del club o preparar la contabilidad del día. —A partir de que firmes, el acuerdo con Leah Koch se dará por finalizado. Te corresponden cien millones de dólares y en once por ciento de las acciones, además de mantener tu cargo de CEO de la empresa, como se había acordado. Si es qué eso es lo que quieres, por supuesto. Leah es ingeniera de software, no le interesa tu puesto, a ella le interesa seguir como hasta ahora, inmersa en el desarrollo de los productos que salen al mercado. — Escuchaba lo que decía, aunque no podía comprenderlo en su totalidad, —Arthur estuvo de acuerdo con las peticiones de la señora Leah Koch.
—Sheffield…—Me miró sorprendido como si no comprendiera.
—¿Cómo?
—Lea Sheffield…, es la señora Lea Sheffield, o al menos seguía siendo mi esposa por la mañana —lo corregí y él se encogió de hombros fingiendo indiferencia. Por supuesto me odiaba y aquello le resultaba de lo más placentero, si hasta podía imaginarlo gimiendo de placer cuando subiese al ascensor.
—Entiendo, la señora Leah Sheffield está ansiosa por recuperar su libertad y devolverle la suya. Esperando que eso lo complazca y puede regresar a los brazos de su antiguo amor. Supongo que esto le dará lo que siempre soñó, la unión con la reciente divorciada: Serena Woods —El abogado remarcó las últimas palabras, haciendo alusión a la que había sido una indiscreción frente a la prensa. Un par de días antes había sido fotografiado con Serena a la salida de un costoso restaurante, la que había orillado a mi esposa a tomar aquella decisión. Era evidente que me estaba castigando por ello. Leah era por lejos la mujer más altiva que conocía, indomable, una fuerza incontenible.
—Y… ¿Qué sucede si me niego a firmar?
—¿Disculpe?
—Lo que oíste, viejo alcahuete. ¿Qué sucede si me niego a firmar? — Griffiths miró sorprendido, pero no dijo nada al respecto, como si me permitiese insultarlo por estar a punto de ser abandonado.
—Supongo que nos veríamos envueltos en un largo litigio, pero, ¿por qué se negaría? En tal caso es un acuerdo más que beneficioso para usted, considerando la condición de su economía seis años atrás cuando solo era un recién llegado sin más que lo puesto y su título, por supuesto. Lo único de valor que portaba —. Me miró sobre la montura de los anteojos y me provocó darle un golpe seco en la nariz —dígame cuáles son sus condiciones señor Sheffield y esta misma tarde me reuniré con la señora para comunicárselo.
—No hace falta que le comuniques nada, yo mismo me hablaré con ella, con el fin de aclarar este horrible malentendido.
Griffiths, me miró enmarcando una ceja como si no diese crédito a mis palabras. No me sorprendía, claro. Después de todo era el perro faldero de mi esposa y no dudaba que él mismo la había presionado con argumentos sobre lo mal parada que había quedado luego de aquellas fotografías.
Me acomodé la chaqueta y le señalé la puerta.
—Como desee— dijo lanzándome una mirada de desprecio antes de pararse y guardar los documentos.
Cerró de un golpe el maletín y fue hacia la puerta.
Caminó dando tropezones hasta la salida y antes de cruzarla me lanzó una última ojeada cargada de asco.
En cuanto Griffiths salió por la puerta, deje de verme obligado a mantener las formas por lo que le di un puntapié a la silla y me senté de un solo golpe para abrir el portátil que estaba en la mesa.
Debí suponer que algo se traía entre manos cuando no se dignó a aparecer aquella mañana. Era extraño, ya que siempre era la primera en llegar y la última en irse. Pero aquella mañana no apareció y pasada las diez, vi que me había mandado un escueto email al correo de la empresa.
ASUNTO: Prototipo Tablet In'Tablet.
Estimado señor Sheffield, le comunicó que no podré estar presente hoy en la reunión de directivos de la empresa por razones particulares. Anexo los planos con los ajustes realizados al prototipo de la Tablet amigable con el ambiente que presentaremos en el mercado en tres meses.
Lea Koch.
Había firmado como “Lea Koch”, no como “Lea Sheffield” como siempre lo hacía. Allí estaba parpadeaba frente a mí como un sutil presagio.
En cuanto abrí los portales de noticias, fui bombardeado con una extensa lista de titulares, uno peor que el otro.
«¿DEBEMOS DEJAR DE CREER EN EL AMOR DEFINITIVAMENTE?
Tal parece que así es, después de que las fotografías del Señor Frederick Sheffield junto a una hermosa mujer fueran publicadas por un famoso blog independiente, pero ya saben lo que dicen del engaño y la muerte, nadie sale ileso, espero que eso consuele a la adorable señora Sheffield».
«CÓMO LA MÁSCARA DE UN PLAYBOY MULTIMILLONARIO SE DERRUMBÓ DE LA NOCHE A LA MAÑANA:
¿SE DISCULPARÁ ALGUNA VEZ POR LAS MENTIRAS? ¿PODEMOS DECIR QUE LA SEÑORA SHEFFIELD ES LIBRE?».
«ATRACTIVO, SEXY, MENTIROSO E INFIEL: LAS MUJERES DEL MUNDO APOYAN A LEAH KOCH».
Después de aquel exabrupto no había normas que seguir, me había pasado los últimos años escribiendo mi propio manual para ser el esposo perfecto frente a las cámaras y de la noche a la mañana ya no tenía esposa, ni reputación que salvar.
No lograba entender como habían dado con nosotros.
Era imposible mentirme a mi mismo, había tenido aventuras, pero en esta ocasión en particular era inocente.
Estaba tan inmerso en lo que veía en la pantalla, una noticia tras otra, me señalaban como el cerdo infiel y ella casi una santa. No es que no fuese un cerdo, pero Leah lejos estaba de ser una santa. Aunque debía admitir que por lejos era bastante más discreta.
—Deja de leer esa mierd@ y concéntrate en parecer un CEO decente que pasa de toda esa porquería amarillista — Ambrouse, mi asesor y el hombre más parecido a un amigo que había tenido desde que llegué a New York, chasqueó los dedos—. Y deja de hacer ese gesto de Mr. Grey, que eso fue los que no llevó a esto en primer lugar. No sé si te diste por enterado, pero nuevamente tengo tus bolas en la cara y es literal. Hace un año cuando te atraparon con una Miss, dijiste que te detendrías. Pero sorpresa, sorpresa… No cumpliste tu palabra. —Me dejó un vaso de café humeante en la mesa.
—Sí, lo hice, sabes que me he comportado ¿De qué gesto estás hablando?
—Ya sabes, esa sonrisa sexy y los ardientes ojos café en plan «Vamos a acostarnos juntos después de la entrevista, bonita.» —gimió—. Deja a un lado todos esos líos de polleras y concéntrate en el trabajo, que no importa tu desempeño, si Leah se pone en plan vengador, estás fuera de juego.
—Para que conste en acta no me acosté con nadie en seis meses.
—Eso soluciona todo, Frederick, absolutamente todo—dijo, aunque no parecía convencido—. Bueno, para que conste mi apoyo. Eres el mejor cliente que he tenido y si decides abrir tu propia compañía estaré contigo.
—Juro que esta vez digo la verdad y voy a demostrárselo a Leah, cenaremos juntos, puede que hasta le haga unos cuantos arrumacos y para mañana seguiremos felizmente casados. Serena es solo una vieja amiga que necesita de mi apoyo, la verdad es que no sé como nos descubrieron, fui muy discreto.
Esta vez decía la verdad, Serena era preciosa; sin embargo, era simplemente una vieja amiga que estaba atravesando una situación horrible. Su esposo la había abandonado, por lo que se encontró sola y casi en la calle. No podía dejarla abandonada a su suerte. Teníamos historia.
«Leah, siempre fue Leah».
Ambrouse carraspeo.
—No creo que eso sea posible —Hizo un gesto de incomodidad—. ¿Conoces a Marcus Walder?
—¿Qué cosa?
—Lo de los arrumacos y toda esa porquería que pretendes… —Me reí ante la idea de darle algo de afecto a la fierecilla de Leah y me acerqué la taza de café a los labios.
—¿Lo conoces o no?
—Sí, claro como no iba a conocerlo, es uno de los magnates más importantes de la ciudad. Pero no entiendo que tiene que ver eso con nuestro problema.
—Tu problema, Frederick —me corrigió—. Me alegra que lo conozcas, porque opino que debes tener una visión general de hasta donde llegan tus problemas. —Me dejó una carpeta en la mesa y la observé con el ceño fruncido, durante un momento—. Es el informe del investigador privado que contrataste hace unos años. Marcus Walder corteja a tu esposa desde hace un año. Siempre fueron muy discretos, nuestro hombre pensó que no era necesario informarlo; sin embargo, algo lo inquieto en las últimas semanas. Y tenemos fuertes sospechas de que le propuso matrimonio. Dijiste que estaba ansiosa por ser libre, creo que ya sabes por qué.
Frederick No podía concentrarme en nada más luego de la terrible noticia que me había dado Ambrouse, por lo que había decidido ir a casa para darme un baño e intentar relajarme un poco. Pero lejos de lograr relajarme parecía un animal salvaje enjaulado. Finalmente, me metí en la biblioteca, saqué el informe del investigador privado y comencé a mirarlo en detalle, de adelante hacia atrás y de atrás adelante. Intentando comprender como no me había dado cuenta de nada. De nada en lo absoluto. Puede que fuese esa cálida sensación que nos brinda la zona de confort la que me había hecho bajar la guardia. No me sentía tan sorprendido y aturdido desde el día que la había visto a Leah por primera vez: Era una noche fría de enero, ya hacía un año que estábamos viviendo en Nueva York y como todos los viernes era invitado a reuniones donde se codeaba la élite de la ciudad. Ya hacía un mes que conocía a Serena, en cada fiesta nos escapábamos a hurtadillas para besarnos y si tenía su
Frederick Ni siquiera me pidió permiso, paso delante de mí con la fuerza de una locomotora. Era tan decidida como su hija. —¿Supongo que me honra con su elegante presencia por las benditas fotografías? — pregunté—. Eso o que Leah te envió a presionarme para que firme el maldito divorcio, claro que eso no me sorprendería. Parece estar ansiosa por obtener su libertad y mi error le vino como anillo al dedo. —¡Ja! Ojalá viniese simplemente a tirarte las orejas como el desconsiderado que eres. Pero tenemos problemas más graves, justo ahora. —Había una expresión de derrota en sus ojos—. Solo necesitamos cinco minutos. —¿Necesitamos? —Yo y Arthur. Aunque claro que él no está al tanto de mi visita, pero yo sé que le dijo que sí, porque simplemente no puede negarle absolutamente nada. Sin embargo, en el fondo odia la idea de que nos veamos envueltos en un divorcio escandaloso al igual que yo. Y aun si aceptara la idea de un divorcio, este no es el momento. La invité a sentars
Frederick Después de darle muchas vueltas al asunto, había preparado un par de maletas y me había subido el Jaguar dispuesto a instalarme en la mansión que su padre le compró como regalo de bodas. Subí los cristales mientras me acercaba e hice sonar el claxon para anunciar mi, llegada al tiempo que evitaba levantar por los aires a algún fotógrafo. Por mucho que me irritaran, no podía hacerlo. —¿Qué opinas de los fuertes rumores de que la señora Sheffield, te enviará una demanda de divorcio en los próximos días? Los periodistas me golpeaban los cristales con fuerza. —¿Es cierto que llevaba un par de meses viéndose con la ex señora Thompson? —¿Puede contarnos cómo se encuentra la señora Sheffield tras la publicación de las fotos? — me gritaban todos a la vez. Me puse unas gafas de sol y esperé a que los portones de hierro se abrieran. —¿Cómo piensa solucionar esta vez la indiscreción con su esposa? —¡Sigue siendo trending topic en Twiter! ¡Es tendencia como el c
Leah Estaba emocionada por comenzar a trabajar en el nuevo prototipo de móviles de alta gama con pantallas plegables, sin mencionar los avances que habíamos realizado para aumentar la duración de la batería de los móviles hasta 4000 y 5000 miliamperios por hora. Pero por muy inquietante que fuesen los nuevos proyectos, nada me aceleraba más el corazón que el mensaje que me había enviado mi mamá: «Frederick iba hacia tu casa, cariño. No sé exactamente qué hora llegará, aunque supongo que esperara que se disipe la horda de periodistas». Por mucho que tratara de racionalizar la idea de que en algún momento deberíamos hablar, firmar papeles y llegar a un acuerdo en persona, la realidad era que sabía que la noticia lo había tomado por sorpresa y luego de la conversación que sostuvo con el abogado de mi familia, entendí que ofrecería al menos un poco de resistencia. Lo que me sorprendia, esperaba que estuviese ansioso por recuperar su libertad. Entre por una puerta lateral
Leah La mesa del consejo estaba alterada por las nuevas cifras que alentaban el lanzamiento que se avecinaba. Lo estábamos haciendo bien y todos participaban activamente realizando diferentes propuestas para los nuevos lanzamientos, la oportunidad de llevar todo al siguiente nivel en la oferta pública era solo la culminación de un objetivo estratégico a largo plazo. Para muchos de los allí sentados, significaba una recompensa que nos brindaba prestigio y visibilidad frente a otros jugadores del mercado. Todos parecían emocionados, excepto Frederick que no me sacaba la vista de encima. Se encontraba inclinado sobre la mesa observándome de tal forma que no lograba decidir si quería hablar conmigo o despedazarme en ese instante. No paraba de buscar mi mirada y por desgracia yo no lograba desprenderme de esa tonalidad café sensual que hacia babear a más de una de las que estaban allí sentadas. Llevaba un traje de tres piezas gris que se le ajustaba a la perfección, en sus bíceps, se hab
Frederick Siempre hay una primera vez para todo y aquella era la primera vez que íbamos juntos al trabajo. Mi esposa se subió refunfuñando al Aston Martin, para luego limitarse a mirar por el cristal la gran parte del viaje. Haciendome saber que estaba allí contra su voluntad. Me limité a ver hacia el frente porque odiaba encontrarme con la mirada furiosa de Leah sobre mí. Después desde ocurrido en el estacionamiento, simplemente me evitaba o me miraba como si desease asesinarme. —¿No vas a volver a hablarme durante el resto de tu vida? —La repasé lentamente, deteniendome en la curva de sus pechos. No sabía exactamente qué era, pero desde hacía algunas semanas se veía diferente, ya no usaba como siempre vaqueros gastados y camisetas universitarias. Últimamente, llevaba algunos vestidos entallados o pantalones que se ajustaban perfectamente a ese culo perfecto que tenía. Aunque ese repentino cambio de look no hacía más que complicarme las cosas, porque tenía que sumarle a todos
Frederick —¿Estás seguro de invertir en Untech? Los informes fueron desalentadores. Sus ventas fueron malas el último trimestre tal como señalaban los rumores. —Dijo Leah dejando una carpeta sobre el escritorio de mi despacho. —Es posible, aunque tengo un buen presentimiento con respecto al movimiento del mercado, creo que sería una jugada proporcional a nuestras necesidades. Ni siquiera levantó la mirada del ordenador, se había comportado extraña desde que nos encontramos con el idiota de la limusina, en la calle, aunque no me reclamó por la escena de celos fuera de lugar que le realice. Parecia concentrada en el trabajo como siempre una maquina sin emociones. —Es necesario que conozcamos las últimas predicciones del mercado al menos tres semanas antes del lanzamiento de la oferta pública. —No te preocupes tanto el Touch 6 ha pulverizado oficialmente el récord de reventas. —Sabes que mi trabajo es preocuparme, Frederick. Este es legado de mi padre y no podemos confiarnos. Él n
Frederick No veía a Leah beber desde… Ni siquiera lograba recordar desde cuando. Sin embargo, allí estaba con un pedo monumental y bailando sola en medio de una colección de botellines de champaña y comida. Solo en sujetador, un sujetador rojo, que hizo que me olvidase de respirar. Incluso borracha, estaba tremendamente atractiva. Se había quitado las gafas y llevaba el cabello suelto. Me apenaba que hubiese estado bebiendo por mi culpa, aunque en mi defensa todo había sido un mal entendido. —¿Te has estado emborrachando? —le pregunté cuando estuve lo suficientemente cerca para que me escuchara por encima de la música. Ella me miró como si hubiese visto un fantasma, luego me observó furiosa un instante, pero enseguida le causo bastante gracia y comenzó a reír. —¡Deja de gritarme, no eres mi mamá! —Se burló. —La única que está gritando eres tú. —La corregí, antes de reír al ver el puchero que me dedicó. —Es que me estás juzgando solamente por beber un poquito y tú no tien