Leah
Salí del avión a toda pastilla. Ni siquiera sabía por qué había asistido a ese congreso. La verdad era que odiaba aquellos sitios. Las relaciones públicas eran lo de Frederick. Aunque nadie más que yo podía hablar de los beneficios del Touch 6 y de la proyección que había tenido en preventa, llegando por primera vez en la historia de Koch Tecnología a los setenta y cinco millones de dólares. Un trabajo conjunto que realizamos con el equipo de ingenieros en sistemas, programadores, marketing y ventas. Aunque como responsable del área de producto era la cara visible.
Tenía que cambiar a otro vuelo. De inmediato.
Puerta cinco. Puerta cinco… Busqué con la mirada mientras me acomodaba la montura de los anteojos.
Corrí entre la multitud, sostuve el bolso contra el pecho y recé por no tropezarme con algún turista desprevenido o alguna joven somnolienta.
—¡Disculpe! ¿Disculpe?—Me abrí camino a empujones por la cinta deslizadora y dejé atrás la zona de los restaurantes.
Le había prometido a Frederick estar a las nueve en el restaurante donde solíamos reunirnos a cenar, cuando él creía que se estaba pasando de la línea y necesitaba compensarme. Nos habíamos casado hacía casi cinco años, aunque no éramos exactamente una pareja enamorada. Éramos por decirlo de alguna forma un excelente equipo de trabajo y algo así como amigos. Claro que para los medios nos esforzábamos por proyectar la imagen de pareja enamorada y perfecta.
Nuestro matrimonio fue parte de un acuerdo, mis padres deseaban desesperadamente pertenecer a una clase social que no pertenecíamos, porque los emprendedores eran vistos como nuevos ricos, muy por debajo de las mejores familias y su familia necesitaba la fortuna que los títulos no les podían brindar. Frederick debió hacerse cargo de las deudas familiares, su madre y hermanos, luego que su padre murió sin dejarles un centavo.
Entonces en un abrir y cerrar de ojos me vi arrastrando a un hombre al altar que estaba locamente enamorado de otra. Una joven más bella, elegante y carismática. Una que no era una ratita de biblioteca que pasaba de fiestas y disfrutaba de pasarse horas leyendo.
Seguí corriendo, pensando en que mi padre me pararía los pies por no haber tomado unos de sus aviones privados, esos que me hacían sentir snob a rabiar y detestaba. En realidad odiaba llamar la atención, lo que es difícil cuando eres la heredera de una fortuna incalculable.
Cuando me estaba acercando al ala E, perdí el equilibrio y tropecé con lo que parecía ser el pie de alguien.
Durante un segundo, pude ver todo lo que iba a ocurrir en cámara lenta y vívida.
Mi bolso salió volando por los aires y mis anteojos cayeron como en una secuencia de terror antes de…
Antes de él.
—Ehhh.—Un par de manos fuertes me agarraron de la cintura por detrás—. No tan rápida belleza. ¿Estás bien?
Tomó los anteojos en el aire con una habilidad sorprendente.
Me quedé mirando hacia abajo con la nariz a unos centímetros del piso, hasta que mi salvador me levantó suavemente y me colocó los anteojos con delicadeza.
Tardé unos segundos en volver a la realidad, entre la confusión de la caída, ese pie que se atravesó casi a propósito y aquella voz un poco ronca y sensual que me sonaba realmente familiar.
Me tomé mi tiempo para superar el altercado, levantarme y girarme. Entonces cuando recogí el bolso y me incorporé, me encontré de frente con un hombre que no veía desde la universidad.
Vestido con unos vaqueros y una camisa celeste clara que se ajustaba perfectamente a unos músculos mucho más definidos que años atrás, también era mucho más alto de lo que recordaba. Llevaba el pelo rubio, oscuro, corto, sus labios definidos seguían siendo tan tentadores como en mis fantasías.
Los recuerdos me inundaron uno a uno haciéndome dibujar una sonrisa tonta. Él era el clásico chico guapura que disfrutaba de cierta popularidad, las chicas se morían por llamar su atención, se peleaban por ser su compañera de estudio y muchas habrían vendido a su madre por pasar una noche en el cuarto de residencia con Travis. No obstante, por alguna razón él me elegía a mí para todas aquellas actividades. Parecía no tener ojos para nadie más a pesar de que no era tan linda como sus admiradoras.
¡Santos logaritmos! Si era Dani Travis.
—¿Dani Travis? —pregunté asombrada.
—Leah Koch… ¡no puede ser! —Me regaló una sonrisa perfecta —. Nunca creí que volveríamos a encontrarnos, no puedo creer lo perfecta que luces… Estoy impactado y feliz de verte.
Me sonrojé, y nos quedamos mirándonos como un par de idiotas antes que alguno de los dos rompiese el silencio.
—¿Puedo preguntarte a donde ibas tan deprisa?—Volvió a sonreír y el aeropuerto se iluminó un poco más.
—Llegó tarde a tomar mi siguiente vuelo. —Dije de forma atropellada. —Mi padre insiste con que tomé un avión privado, pero la realidad es que no me gusta, esto de correr por el aeropuerto tiene su encanto y quede para cenar con…—Me detuve en seco antes de decirlo, por algún motivo por primera vez no quería decirlo.
Colocó una mano en mi frente e hizo que cada una de mis extremidades nerviosas enloquecieran con su contacto.
—Ya… entiendo —dijo mirando mi anillo—¿Te llamo a un médico? ¿Te golpeaste?
—No. —No podía pensar con claridad, todo en él era perfecto—. Me encuentro como nunca antes, de salud, por supuesto. Quiero decir que estoy en perfecto estado de salud.
Me apresuré a aclarar nerviosa.
—Por supuesto —Se rio y quitó la mano—. ¿Adónde vas?
—A Nueva York.
—¿De verdad? —Se cruzó de brazos—. ¿Vas a visitar a alguien allí?
—No, vivo allí.
—¿Qué? —Parecía asombrado—. Siempre dijiste que odiabas vivir en un lugar con tantas luces y gente. Yo estoy en proceso de mudarme allí de manera permanente. Bueno, voy y vengo de California para ir llevando mis cosas.
Desvié la mirada a su mano izquierda, donde debería haber habido un anillo de boda, pero no había nada.
Ni siquiera tenía la marca de haber llevado uno. ¿Daniel, no se había casado? Casi comienzo a dar brinquitos tontos de alegría.
—Nunca halle a la chica ideal si soy sincero —dijo, leyéndome la mente—. No después de creer haber encontrado la indicada, pero darme cuenta de que estaba colada por alguien más. Ya sabes, lo de los amores no correspondidos se me da bien.
A mí también, quise decir. Aunque no dije nada.
—Lo lamento mucho.
—No lo lamentes. —Me miró de arriba abajo—. Nunca es tarde para volver a intentarlo.
Se hizo un silencio y le regalé una sonrisa tímida. Nunca fui buena pescando indirectas. Aunque si era buena sonrojándome.
—Atención, pasajeros que van a tomar el vuelo 2004 al aeropuerto internacional de San Diego: la puerta C-7 se va a cerrar en quince minutos.
—Ese es mi vuelo —dijo, suspirando—. Dentro de un mes tendré la fiesta de apertura de mi empresa, quizás podrías venir. Tu esposo estaría invitado. —continuó —. Me encantaría verte allí. Si estás interesada en verme, claro. También me gustaría conocer al afortunado hombre que te sacó del mercado y odie durante mucho tiempo.
¿Estaba coqueteando? Argg… Por qué era tan mala para discernir la amabilidad del coqueteo. Un momento…
—¿Cómo? —Quería saber si no había inventado la última frase.
—Si quieres venir, me encantaría verte allí y conocer a tu marido—Sonrió—. ¿Qué crees que dije?
No le respondí. Sin embargo, quería que dijera que iba a sacarme de mi rutina, llevarme en su caballo blanco y foll@rme hasta perder el sentido. Aunque probablemente primero debería quitarme las musarañas.
—Me gustaría mucho.
—Genial. —Se metió la mano en el bolsillo—. Mierd@. Me he dejado el móvil en la puerta de embarque. ¿Puedo darte mi número?
Asentí y me saqué el móvil del bolsillo. Desbloqueé la pantalla, y vibró unas cuantas veces antes de apagarse completamente.
Se rio nervioso.
—Puede que debamos encontrarnos nuevamente dentro de cinco años.
—Sí, sospecho que deberíamos ver si simplemente nos volvemos a encontrar—bromeé bastante decepcionada —. Como una ruleta rusa.
—Espero que no estés hablando, enserió. — Sacó un bolígrafo de su bolsillo. —Lo haremos a la antigua. ¿Tienes algo en lo que anotar? —Recordé que tenía un paquete de Kleenex y saqué uno del bolso, él lo tomó con una sonrisa espléndida —. Llámame cuando no estés ocupada y confirmaremos tu asistencia.
—Perfecto. —Dije con una sonrisa boba que no podría sacarme durante el resto del día.
Dos semanas después… Frederick Trague saliva y me mojé los labios porque de pronto los sentía terriblemente secos. —Firma aquí y eso es todo Frederick —dijo el abogado de Leah con total indiferencia, como si se tratase de un trámite superficial como abonar la membresía del club o preparar la contabilidad del día. —A partir de que firmes, el acuerdo con Leah Koch se dará por finalizado. Te corresponden cien millones de dólares y en once por ciento de las acciones, además de mantener tu cargo de CEO de la empresa, como se había acordado. Si es qué eso es lo que quieres, por supuesto. Leah es ingeniera de software, no le interesa tu puesto, a ella le interesa seguir como hasta ahora, inmersa en el desarrollo de los productos que salen al mercado. — Escuchaba lo que decía, aunque no podía comprenderlo en su totalidad, —Arthur estuvo de acuerdo con las peticiones de la señora Leah Koch. —Sheffield…—Me miró sorprendido como si no comprendiera. —¿Cómo? —Lea Sheffield…,
Frederick No podía concentrarme en nada más luego de la terrible noticia que me había dado Ambrouse, por lo que había decidido ir a casa para darme un baño e intentar relajarme un poco. Pero lejos de lograr relajarme parecía un animal salvaje enjaulado. Finalmente, me metí en la biblioteca, saqué el informe del investigador privado y comencé a mirarlo en detalle, de adelante hacia atrás y de atrás adelante. Intentando comprender como no me había dado cuenta de nada. De nada en lo absoluto. Puede que fuese esa cálida sensación que nos brinda la zona de confort la que me había hecho bajar la guardia. No me sentía tan sorprendido y aturdido desde el día que la había visto a Leah por primera vez: Era una noche fría de enero, ya hacía un año que estábamos viviendo en Nueva York y como todos los viernes era invitado a reuniones donde se codeaba la élite de la ciudad. Ya hacía un mes que conocía a Serena, en cada fiesta nos escapábamos a hurtadillas para besarnos y si tenía su
Frederick Ni siquiera me pidió permiso, paso delante de mí con la fuerza de una locomotora. Era tan decidida como su hija. —¿Supongo que me honra con su elegante presencia por las benditas fotografías? — pregunté—. Eso o que Leah te envió a presionarme para que firme el maldito divorcio, claro que eso no me sorprendería. Parece estar ansiosa por obtener su libertad y mi error le vino como anillo al dedo. —¡Ja! Ojalá viniese simplemente a tirarte las orejas como el desconsiderado que eres. Pero tenemos problemas más graves, justo ahora. —Había una expresión de derrota en sus ojos—. Solo necesitamos cinco minutos. —¿Necesitamos? —Yo y Arthur. Aunque claro que él no está al tanto de mi visita, pero yo sé que le dijo que sí, porque simplemente no puede negarle absolutamente nada. Sin embargo, en el fondo odia la idea de que nos veamos envueltos en un divorcio escandaloso al igual que yo. Y aun si aceptara la idea de un divorcio, este no es el momento. La invité a sentars
Frederick Después de darle muchas vueltas al asunto, había preparado un par de maletas y me había subido el Jaguar dispuesto a instalarme en la mansión que su padre le compró como regalo de bodas. Subí los cristales mientras me acercaba e hice sonar el claxon para anunciar mi, llegada al tiempo que evitaba levantar por los aires a algún fotógrafo. Por mucho que me irritaran, no podía hacerlo. —¿Qué opinas de los fuertes rumores de que la señora Sheffield, te enviará una demanda de divorcio en los próximos días? Los periodistas me golpeaban los cristales con fuerza. —¿Es cierto que llevaba un par de meses viéndose con la ex señora Thompson? —¿Puede contarnos cómo se encuentra la señora Sheffield tras la publicación de las fotos? — me gritaban todos a la vez. Me puse unas gafas de sol y esperé a que los portones de hierro se abrieran. —¿Cómo piensa solucionar esta vez la indiscreción con su esposa? —¡Sigue siendo trending topic en Twiter! ¡Es tendencia como el c
Leah Estaba emocionada por comenzar a trabajar en el nuevo prototipo de móviles de alta gama con pantallas plegables, sin mencionar los avances que habíamos realizado para aumentar la duración de la batería de los móviles hasta 4000 y 5000 miliamperios por hora. Pero por muy inquietante que fuesen los nuevos proyectos, nada me aceleraba más el corazón que el mensaje que me había enviado mi mamá: «Frederick iba hacia tu casa, cariño. No sé exactamente qué hora llegará, aunque supongo que esperara que se disipe la horda de periodistas». Por mucho que tratara de racionalizar la idea de que en algún momento deberíamos hablar, firmar papeles y llegar a un acuerdo en persona, la realidad era que sabía que la noticia lo había tomado por sorpresa y luego de la conversación que sostuvo con el abogado de mi familia, entendí que ofrecería al menos un poco de resistencia. Lo que me sorprendia, esperaba que estuviese ansioso por recuperar su libertad. Entre por una puerta lateral
Leah La mesa del consejo estaba alterada por las nuevas cifras que alentaban el lanzamiento que se avecinaba. Lo estábamos haciendo bien y todos participaban activamente realizando diferentes propuestas para los nuevos lanzamientos, la oportunidad de llevar todo al siguiente nivel en la oferta pública era solo la culminación de un objetivo estratégico a largo plazo. Para muchos de los allí sentados, significaba una recompensa que nos brindaba prestigio y visibilidad frente a otros jugadores del mercado. Todos parecían emocionados, excepto Frederick que no me sacaba la vista de encima. Se encontraba inclinado sobre la mesa observándome de tal forma que no lograba decidir si quería hablar conmigo o despedazarme en ese instante. No paraba de buscar mi mirada y por desgracia yo no lograba desprenderme de esa tonalidad café sensual que hacia babear a más de una de las que estaban allí sentadas. Llevaba un traje de tres piezas gris que se le ajustaba a la perfección, en sus bíceps, se hab
Frederick Siempre hay una primera vez para todo y aquella era la primera vez que íbamos juntos al trabajo. Mi esposa se subió refunfuñando al Aston Martin, para luego limitarse a mirar por el cristal la gran parte del viaje. Haciendome saber que estaba allí contra su voluntad. Me limité a ver hacia el frente porque odiaba encontrarme con la mirada furiosa de Leah sobre mí. Después desde ocurrido en el estacionamiento, simplemente me evitaba o me miraba como si desease asesinarme. —¿No vas a volver a hablarme durante el resto de tu vida? —La repasé lentamente, deteniendome en la curva de sus pechos. No sabía exactamente qué era, pero desde hacía algunas semanas se veía diferente, ya no usaba como siempre vaqueros gastados y camisetas universitarias. Últimamente, llevaba algunos vestidos entallados o pantalones que se ajustaban perfectamente a ese culo perfecto que tenía. Aunque ese repentino cambio de look no hacía más que complicarme las cosas, porque tenía que sumarle a todos
Frederick —¿Estás seguro de invertir en Untech? Los informes fueron desalentadores. Sus ventas fueron malas el último trimestre tal como señalaban los rumores. —Dijo Leah dejando una carpeta sobre el escritorio de mi despacho. —Es posible, aunque tengo un buen presentimiento con respecto al movimiento del mercado, creo que sería una jugada proporcional a nuestras necesidades. Ni siquiera levantó la mirada del ordenador, se había comportado extraña desde que nos encontramos con el idiota de la limusina, en la calle, aunque no me reclamó por la escena de celos fuera de lugar que le realice. Parecia concentrada en el trabajo como siempre una maquina sin emociones. —Es necesario que conozcamos las últimas predicciones del mercado al menos tres semanas antes del lanzamiento de la oferta pública. —No te preocupes tanto el Touch 6 ha pulverizado oficialmente el récord de reventas. —Sabes que mi trabajo es preocuparme, Frederick. Este es legado de mi padre y no podemos confiarnos. Él n