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7. ¿El jefe es mujeriego o hombreriego?

Zack había despertado esa mañana sintiendo una presión en su pecho, su corazón estaba acelerado, a lo mejor era por algo que nunca había sentido. Era un sueño o una pesadilla que quizás pudo haberlo sobresaltado de golpe. Se levantó de la cama y se dirigió al baño, miró sus ojos a través del reflejo del espejo y notó eso. Estaba pálido, un poco sudado y asustado.

Se metió a la ducha después de haberse desvestido y el agua de la ducha mojó todo su cuerpo, sintió ese escalofrío recorrer su cuerpo. Era como si un ser intentara entrar por el baño y tocarlo con las puntas de los dedos poniendo éstas sobre su espalda. Zack puso sus manos sobre la pared mientras el agua de la ducha caía sobre su cabeza, mojando ahora su cabeza y rostro. Miraba hacia abajo, con cierta incredulidad el agua que caía, su reflejo apenas se veía. Ese escalofrío lo sintió real, fue más que un escalofrío.

Entonces era un cosquilleo. Podía sentirlo, como si fuera real.

Recorrían su espalda y pecho, acariciándolo con cierto deseo de explorar su ser, su interior. Es algo que sinceramente no esperaba que ocurriera. Zack se sacudió y quitando sus manos de la pared, se dio vuelta. No había nadie allí, estaba imaginando aquello, y eso, le produjo una especie de visión no muy acogedora que digamos.

Suspiró. Y sin más, salió de la ducha, se secó apresuradamente su cuerpo y procedió a vestirse rápidamente para irse a trabajar.

Y, precisamente cuando llegó; se encontró una repentina sorpresa, sus compañeros de trabajo lo recibieron con una sonrisa, le dieron la bienvenida que no esperaba recibir y se pusieron a trabajar. Zack, confundido por las acciones que hacían, suspiró nuevamente y decidió pasar desapercibido aquello y fue a su oficina, pero Bill, le interpuso una mano y sonriendo, le dio los buenos días.

— Date prisa, o Álvaro enloquecerá si no haces lo que le pides... —le da un leve empujón.

Zack ni siquiera respondió.

Estaba pensando ya que se metería en problemas sólo porque Bill le molestaba. Ahora, esto se convertiría en su rutina. Y adaptarse a ello, no era más que un hábito, además, era la rutina.

Debía de adaptarse también a las reglas de Álvaro, por el más pequeño error que cometiese, debía de mantenerse tranquilo para hacerlo bien. Claro, si quería ser bien pagado, debía de hacer las cosas bien.

— Deilen... —el pelinegro mencionó su nombre. —A mi oficina... ahora. —le señaló la puerta.

Entró de inmediato y observó a su alrededor. ¿Por qué de repente su jefe había puesto un semblante frío? Zack era un poco expresivo, pero aquella expresión de su jefe dictaba algo más. Le empezaba a temer a que le soltara algún insulto más allá de los apropiados que el mismo Álvaro solía soltarle, sinceramente.

—Encárgate de esto y luego de esto, no podré reunirme esta tarde, hazlo... pero ya. —Zack asintió y salió de la oficina de Álvaro para luego ir a la suya y ponerse a trabajar.

La mañana inició con algo de lentitud, pero, Zack supo como aprovechar al máximo toda la mañana y cuando ya hizo la primera parte, Álvaro fue hasta la oficina donde Zack continuaba haciendo terminando lo otro que tenía que hacer. Lo cual consistía en organizar la reunión y planificar un punto de encuentro, seguido de imprimir las primeras propuestas finales de la ropa para enseñarlas y así, hacer que el proyecto fuera exitoso.

Álvaro le dejó otro listado. Y Zack, con toda su energía que aún le quedaba, sonrió sin mostrar los dientes y asintió. Se propuso a terminar antes del mediodía.

(...)

Cuando ya estaba por terminar su jornada, el estómago del menor comenzó a sonar ruidosamente, y salió después de haber terminado lo último que su jefe le había pedido que terminara. Zack salió y fue a sentarse cerca para desayunar. O mejor dicho almorzar. Y en eso, Bill se acerca lentamente y le toca el hombro. Asustándolo un poco.

—Hey pequeño rubio, descuida... no voy a comerte. —sonrió sentándose enfrente suyo. —¿Has hecho todo lo que Álvaro pidió? —preguntó mientras ponía sobre la mesa su comida.

—Sí... —asintió Zack mientras continuaba comiendo.

Bill comenzó a deslizar de entre su traje su mano y tocó a Zack, sólo usó su dedo y logró llegar a las manos de Zack, que estaban puestas en su comida.

—Que obediente eres... podría ponerte un collar por eso, ¿no te gustaría un bozal también? —preguntó sonriendo.

—¿Eh? ¿De qué demonios estás...? —Bill rápidamente le hizo un gesto con la mano.

—Calla... calla... no lo voy hacer. —comenzó a reírse delante del rubio.

—Eso no es gracioso... —reclamó aquello y siguió comiendo.

—Oh...~ ¿te asusté solo por comentar eso? —sonríe mientras comenzaba a sacar de su bolsa, su vaso del café. —Mira niño, será mejor que obedezcas a tus mayores... empieza a respetar y luego podrás ser libre de opinar ¿entendido? —se levantó de la silla y fue hasta él y le agarra del cabello con algo de brusquedad. —¿Entendiste o tengo que repetirlo de nuevo? —le agarra, ahora, con brusquedad de su mentón.

Zack asustado asintió de inmediato. Bill lo soltó y sonriendo, palpó suavemente la cabeza del rubio como si de un perro se tratase. Bill se retiró, llevándose consigo sus cosas y haciendo como si nada ocurriera. Pero Zack, se puso más nervioso y ahora; sintió que algo no andaba bien con él. Pero, supuso que eran ideas suyas.

Simplemente ignoró aquello y no quiso hacer nada. Sólo terminó de desayunar y se fue de nuevo a la empresa para quedarse haciendo otras cosas que Álvaro le había pedido. Hasta que, de repente se le ocurrió preguntar a uno de los empleados sobre la reputación de los dos Duncan's. Ya que, veía que Brandon era el más pacífico, pero éste también tenía sus trucos y secretos. De eso, el joven Zack no tenía ni idea.

—Oye Milec, ¿puedo preguntarte algo? —preguntó el rubio con algo de curiosidad.

—¿De qué o quién se trata? —éste estaba terminando de quitar las antiguas prendas para cambiarlas por otras.

—Es de... el jefe...— dijo entre susurros.

—Ah, ¿Álvaro Duncan? —lo miró corroborando y Zack asintió. —¿Qué te hizo? —pregunta mientras no dejaba de ir a un lado al otro con ayuda de los otros empleados.

—Es que... he visto sus reuniones desde la computadora también y... sale con chicas... diferentes. —dijo un poco dudoso. —Y quería saber si... ¿el jefe es hombreriego o mujeriego? —preguntó y uno de los que ayudaban a Milec lo miró con cierto desconcierto.

—Ah... no sé... probablemente sea cierto, no lo sé... —decía con ciertas dudas.

Zack no estaba del todo convencido con su respuesta por lo que agradeció y decidió averiguarlo por sí mismo.

Averiguando bien, y con cierto cuidado; para evitar también descuidar los mandados que Álvaro le asignó. Lo descubrió.

Revisó que había una lista relacionada a sus amantes. Los cuales no son oficiales, por lo que, sí. Esa era una sospecha que recorrió todo su cuerpo. Sonrió satisfecho por eso, pero algo que estaba comenzando a hacerse presente en su interior, sabía que algo no andaba bien. Zack aún así fue cuidadoso y continuó con su rutina laboral hasta que ya le tocó la hora de irse a su casa.

Álvaro le dejó una nota, felicitándole sarcásticamente por aquello. Y detrás de la nota, aclaró que sería premiado. Cosa rara porque Álvaro no acostumbraba a premiar a un menor por tal buen trabajo, sobretodo a alguien que apenas le agarraba el ritmo como lo hacía Zack.

(...)

Jorge recibió a su buen amigo con los brazos abiertos y notó que su amigo no andaba de buen humor. Por lo que entendió inmediatamente aquella mirada seria. Le dio su espacio y salió de la habitación para dejarlo solo por un momento.

Después de todo, ambos amigos estaban un poco tensos y era mejor que se dieran sus espacios respectivamente antes de ponerse a discutir de nuevo.

Una sabia decisión que Jorge supo bien aprovechar.

(...)

Cuando Zack salió del baño, se topó con Jorge fumando mirando hacia la ventana. Éste volteó a ver a su amigo y sonrió.

—¿Todo anda bien? —apaga el cigarrillo arrojándolo a la cesta de b****a. —Has llegado con una cara que parece que te hubieran tratado del asco... —dijo con un poco de preocupación.

—Sólo fue porque tuve dudas respecto a lo que mi jefe hacía... si era o no una persona decente, ¿sabes? —explicó mientras iba acercándose al armario y sacaba prendas de ropa.

—Bueno, no le des tantas vueltas a eso... tú eres un empleado, sólo eso. —sacó de su mochila un cuaderno y procedió a leer lo que había escrito en él.

—Tienes razón Jorge... —comenzó a vestirse y fue a acercarse a su amigo. —De todos modos... si tiene sus amoríos o no, creo que no debería importarme. —sonrió y fue a dejar las cosas en su debido sitio.

(...)

Finalmente Zack entendió inmediatamente lo que debería hacer. Aunque por ser de estatura baja, ser algo delgado y poseer ojos azules y cabello rubio. No se sentía atemorizado por lo que Álvaro llegase hacerle. Pero, Bill si le producía tales escalofríos. A veces llegaba a comportarse rudo. A veces ni sabía como reaccionaría ante tales palabras saliendo de la boca de un chico como lo es Zack. Era impredecible saber cómo mantener la postura derecha ante una situación así. Y Álvaro, no hacía ni lo más mínimo. Pero, si defendía a Zack como si fuera algo más que un amigo.

Aunque no llegaba del todo lejos porque debía controlarse. O algo peor podría pasarle si seguía así, debía de ignorar o hacer caso omiso a lo que Bill decía. Sólo era un loco, o así lo veía.

Como un loco demente que le interesaba tener sexo día a día. Sin importar que fuese dentro de las paredes de su oficina y peor aún, en la empresa de su propio primo.

Y Zack lamentablemente le llegaría a tocar ese destino. Aunque por los momentos, debía de hacerle caso a sus compañeros de trabajo. Lo que le empezaban a decir de Álvaro, aunque fuesen simples rumores, eso a él no le parecía algo agradable. Decían que había secretos, y más que simples rumores. Él es un poco escéptico, a veces le costaba creerlo. Pero, investigarlo para él no sería problema. Sin embargo, tenía que tener cuidado. O las probabilidades de terminar cometiendo error tras error. Le pasarían factura y llegarían a despedirlo injustamente si no hacía correctamente su trabajo como lo dictaba el documento, que constaba de ser el reglamento de secretario.

(...)

Al día siguiente, Zack llegó temprano al igual que el resto de los empleados masculinos. Álvaro le llamó para que entrara a la oficina suya y, con una leve sonrisa. Se acercó al rubio y le dio una leve palmada sobre su cabeza. Felicitándolo de nuevo por su esfuerzo, le dio un empujón leve y, sin quitar su sonrisa, le habló.

— Has hecho un buen trabajo, Deilen... te daré unas horas extra. —dijo para después dirigirse a su asiento.

—Gracias... —sonrió sorprendido por su comportamiento.

—No agradezcas, puedes retirarte. —le hace un ademán y Zack procede a retirarse.

¿Acaso esa sonrisa fue el pequeño indicio de que... querría estar más cerca de él? Aunque apenas llevaba tres días trabajando. Pero algo traía Álvaro que inquietaba a Zack. ¿Sus relaciones amorosas? ¿Sus amoríos o romances de una noche? ¿Qué demonios era eso que le inquietaba tanto? ¿Y por qué se está comenzando a manifestar ese sentimiento de inquietud?

Muchas preguntas para sólo ser respondidas varias veces, en indeterminadas ocasiones y lugares.

O al menos, si no serían respondidas en varias ocasiones; entonces serían respondidas sólo una vez.

Sólo una sola vez.

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