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4. Me urge un secretario

Unos pasos apresurados se escuchaban por el pasillo de aquella empresa de moda, los empleados miraban con curiosidad al hombre castaño que pasaba por ahí, empezaron a murmurar entre todos el por qué Brandon  Duncan estaba enojado, hasta que vieron que  abrió la puerta de la oficina del jefe.

— ¡Te acostaste con mi hermana! — gritó haciendo que todos en el pasillo escucharan la acusación de Brandon hacia Álvaro, lo que Brandon le decía a Álvaro era un chisme jugoso para los empleados del lugar.

— Cierra la puerta antes de que yo suelte una verdad  y toda la empresa sepa de esto hasta que llegue a oídos de tu padre, Brandon — el castaño suspira y entra cerrando la puerta pero no se había dado cuenta que había un tercero en la oficina de su primo.

— Cuanto tiempo, Bombón — Brandon al escucharlo lo miró asqueado.

— ¿Qué haces aquí, Bill? Se supone que debería estar en Italia o algún lugar de Europa o fuera de nuestras vidas, tal vez, ¿no crees?  — el rubio chico se ríe con cierta ganas.

— Yo también te extrañe, querido primo — Brandon mira a Álvaro buscando una explicación del por qué Bill se encontraba ahí. — No lo mires así, Bombón, Álvarito tampoco sabe por qué estoy aquí, así que toma asiento.

Brandon se sienta un poco alejado de Bill pero frente al escritorio de Álvaro, el pelinegro no aparta la vista del teñido de Bill esperando que diga lo que sea que tenga que decir.

— Me dieron el puesto de vicepresidente de esta empresa — ambos asiente ante la oración de su primo con total calma hasta que captaron el significado de sus palabras las cuales significaban peligro y bancarrota.

— ¡Espera un momento, no tienes autorización en esta empresa, Bill Duncan! — grita Brandon levantándose del asiento y apuntando con el dedo, el teñido se encoje de hombros.

— Abuelo Duncan me nombró como tal, es su palabra contra la tuya, Bombón — Álvaro se levanta y le da la espalda a ambos hombres.

— ¿Cuándo pasó eso? — se ríe Brandon preguntando.

— Cuando estaban en la semana de la moda, si quieres lo llamo para que te confirme, eh — sonríe sarcástico.

— El abuelo está muerto.

Tanto Bill como Brandon se voltearon a ver a Álvaro que aún le daba la espalda.

— ¡¿Qué?! — preguntan ambos sin creerse aún la noticia.

— Digamos que la noticia de que mataron a Samuel Duncan no le cayó nada bien — se voltea ahora mirando a Bill quien era el hijo de Samuel.

— Pero si estaba desaparecido hace 3 meses, ¿Cómo es posible que asesinaran a mi padre? — Álvaro no sabía cómo responderle aquella pregunta.

— Se murió la cabeza de los Duncan, se muere en un accidente el tercer Duncan y asesinaron al segundo Duncan, ahora solo queda mi tío y nosotros tres, ¿Quién es el siguiente? — resumen Bill, se ríe levantándose de su asiento, Álvaro y Brandon lo miran raro. — ¿No es grandioso saber que hay un asesino en nuestra familia? — pregunta.

— No digas idioteces, Bill — habla una mujer entrando a la oficina.

— Abuela… — dice Brandon sin ganas.

— Ah, ¿Aun sigues viniendo? — pregunta la mujer. — ¿Y tú?, ¿No se suponía que tenías que estar en Italia? — pregunta esta vez a Bill.

— Que bueno verla por aquí, abuela, ¿Desea algo? — Álvaro interviene, ella niega sonriéndole.

— Nada, mi tesoro, solo vine a decirle que el abogado vendrá dentro de un momento a decir lo del testamento que dejó su difunto abuelo, nos vemos en la sala de reuniones — avisa y se va.

— Es una maldita bruja… — exclama sin miedo Brandon.

— Estoy contigo, Bombón, solo porque Álvarito si sigue sus reglas no tiene el derecho de tratarnos como bastardos — Bill toma su sombrero y se lo pone — Bien, los veo en la reunión.

Se va y ambos se sientan.

— Esa mujer está loca, el abuelo no lleva ni 24 horas muerto y ya se va por la herencia — niega — ¿Estás de acuerdo con que Bill sea el vicepresidente? Yo como tu accionista digo no.

— Como lo dijo, es tu palabra contra la del abuelo aunque se muriera esta mañana — se levanta y toma su saco — Vamos, no quieras esperar a la reina de Rusia, eh — Brandon se ríe con sarcasmo mientras le sigue.

(…)  

Brandon y Bill se miran cuando el abogado Guillermo Duncan, hermano de su difunto abuelo termina de hablar guardando el testamento en su maletín.

— Guillermo… ¡No me puedes hacer esto, estos dos no se merecen nada, absolutamente nada! — grita enojada la mujer.

— Mamá, cálmate…

— ¡Tu querido Brandon es un bastardo, Antonio, no lo acepto, y tú, tú también lo eres, Bill! — se levanta y se va.

— Total, ni la quería como abuela a esa loca — se encoje de hombros el teñido, Brandon se ríe sin mostrarse herido.

— Bueno muchachos, ya saben que hacer, y espero que no echen a perder nada de lo que mi hermano logró con tanto esfuerzo estos 50 años, confío en ustedes — se levanta el hombre mayor — Brandon, ven conmigo.

— Ok, tío Memo — el viejo se ríe mientras Brandon se levanta y se va con el hombre, Antonio se levanta y mira a Bill.

— Yo ya no tengo nada que hacer aquí, todo esto es de la nueva generación de Duncan. Mis más sentido pésame, Bill, sé que mi hermano Samuel fue un padre ausente pero hizo lo que pudo — Bill asiente antes la palabras de su tío, se retira dejando a ambos hombres.

— Entonces… no te opondrás a que sea el vicepresidente de tu empresa de moda, ni que el abuelo me dejó un 30 por ciento de ella, ni que me dejó la casa de la colina de la capital, ni las tres villas de vino de la familia, ¿Verdad? — Álvaro rueda sus ojos y se levanta para irse pero se detiene sin voltearse.

— Me urge un secretario… Habla con Brandon y no la cagues.

— ¿Qué pasó con Jack?

— Era un bueno para nada que no supo sobrevivir en este mundo de la moda ni menos en el mundo de afuera — con esa oración dio a entender a Bill que Jack Rucca estaba muerto.

(…)

— Estas loco, de verdad que lo estás, como me pones a trabajar con Bill para buscarte un secretario, ¿Eh?

— No permitas que Bill encuentre un segundo Jack, eso es todo, puedes irte — Brandon niega y se va cerrando la puerta de un portazo.

Álvaro se acomoda en el sofá de la casa que tiene fuera de la ciudad mientras Luna se le acerca ronroneando por atención, su gata de raza siameses le trae tranquilidad y paz, la acaricia mientras piensa en la pregunta que había hecho Bill, será que hay un asesino capaz de matar a los Duncan’s o simplemente son idioteces.

No sabía si creer en esa posibilidad o no.

(…)

— Nada de rubios, ojos azules, ni tontos, sin experiencias elabórales, ni títulos ni torpes, Bill, buscamos un secretario capacitado, que lleve el ritmo o lo intente de Álvaro, que pueda durar al menos un año y no se vaya por el primer vaso que le tire porque no sabe hacer las cosas bien, ¿Entiendes lo que es buscar un secretario que también haga el papel de asistente personal de Álvaro, no?

El teñido rueda los ojos por todo el discurso de media hora que le está dando Brandon.

— Tranquilo, Bombón, tú los veras y decides y de ahí lo mandas a donde Smith para que le haga el contrato y empiece a trabajar, ¿Va? — asiente no muy convencido de las elecciones que vaya a tomar Bill — Ya puse el anuncio en varios lugares, solo hay que esperar los currículos y pues ahí tú ves, yo solo daré información.

— Nada de rubios, Bill.

Se va y suspira algo estresado.

— Nada de rubios, Bill, claro, ahora es racista, Dios.

Por la entrada de aquel lugar entraba un chico joven, no muy arreglado, sobresalía en lugar ya por su ropa, ya que todos ahí en la recepción estaban vestidos elegantes.

— Seria perfecto…pero es rubio y no a la moda… pero no se puede juzgar a un libro por su portada — se le acercó al chico — Hola…

— Hola…  vengo por el trabajo de secretario… — Bill lo mira de arriba abajo y suspiro sin que lo viera el chico que aún no salía de su asombro y duda.

— Aquí tienes una tarjeta con mi número y e-mail, tienes que m****r tu currículo a ese e-mail y si eres seleccionado te llamaremos… suerte, chico. — se va y vuelve a suspirar — Solo espero que Brandon no me mande a pudrir en la cárcel.

(…)

Brandon no dejaba de mirar a Bill mientras revisaba 10 currículos enviados al e-mail del teñido mientras este tragaba cada vez que el castaño lo miraba por encima de la laptop en la sala de reuniones ese viernes por la tardes.

— Bien, llama a esto tres candidatos y espero que se vistan bien y de acuerdo a nuestras reglas, no queremos que Álvaro nos mate, ¿Verdad, Bombón? — se va y Bill respira, lo malo ahí estaba que ninguno de los tres currículos elegidos por Brandon tenían fotos.  

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