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1. ¿A esto se le llama introducción?

En aquel recóndito pasillo, un joven estaba siendo humillado por un grupo de estudiantes pertenecientes a una clase superior a la suya. Lograron su cometido de dejarlo completamente lastimado. Sus golpizas lo dejaron por unos segundos en el piso. Él empezó a gritar pidiéndoles que pararan, que dejaran de golpearlo. No solo les fue suficiente con burlarse de su apariencia, sino que también de su manera de vestir. Se rieron de todo su ser.

Era poco lo que aquel joven de estatura promedio y de calificaciones excelentes — y podría decirse que envidiables — podría hacer para evitar que lo siguieran molestando. Este joven de veintiún años ya deseaba ser libre. Estaba a poco de terminar sus estudios.

Aquella pero deseada libertad era sumamente grande y quería descubrir si se sentía listo para completar y lograr cualquier tipo de desafío.

Uno de ellos, precisamente ya le estaba tocando de forma casi inesperada en su subconsciente.

Zack.

Zack Deilen.

Estudiante rubio y de ojos azules. No, no les estamos hablando — tampoco estamos alardeando — ni tratando con que es el típico estudiante de género masculino de una universidad reconocida internacionalmente como la más prodigiosa y exitosa de la ciudad; el cual, siempre hacen resaltar el gran y admirable desempeño estudiantil de los estudiantes modelo.

Del sexo femenino, por otro lado, muy pocas estudiantes lograban alcanzar ese estatus de estudiantes prodigiosos y admirables. Algunas se ganaban una expulsión por incumplir con sus normativas como otras se ganaban el respeto de su salón y otros semestres. Y en casos fuera de lo común, se ganaban por mala suerte una expulsión. Pensando que su “desempeño” iba a llegar a ser intachable.

Lo mismo se podría aplicar pero para el sexo masculino.

Zack no era el único que fue nombrado como el estudiante celebre con calificaciones excelentes, y encima, envidiables. Pero Zack, Zack tenía un poder muy majestuoso, precisó Y ninguno de los estudiantes o profesores lo sabían. O al menos, no se vieron el tiempo de descubrirlo, o siquiera de averiguarlo aún.

Ese poder venía de la mano con su intelecto. ¿Inteligente? Sí. Demasiado.

Se desempeñaba tan bien que a veces le gustaba llamar la atención cuando levantaba su mano para hacer partícipe de las interrogantes de sus profesores. Fuere el asignatura que fuere; él siempre levantaba su mano para participar y recibir sus puntos extra por buen estudiante.

Ahora. Volviendo con la escena donde le estaban terminando de dar una tremenda paliza. Los envidiosos estudiantes del último semestre finalizaron todo quitándole una parte de su dinero, y por fin se fueron. Y uno de ellos, que ya estaba por irse con su grupo, decidió irse no sin antes, darle el último golpe directo a su nariz. Zack ni siquiera pudo evitar soltar un insulto. No sabía manejarse ni defenderse ante estas situaciones. A pesar de que fueron pocos los golpes, el que le dieron en la nariz lo dejó completamente afectado.

Salió del baño junto con Jorge, y se fue directo hacia la salida de la institución y observó hacia su derecha, su habitación no estaba tan lejos. Se fue caminando directo hacia donde estaban los apartamentos donde los jóvenes estudiantes podían realizar sus deberes, dormir, tener sexo. Podían tomárselo todo con calma. Jorge, estando un poco extrañado, decidió seguirlo, sospechando un poco acerca del repentino comportamiento de su amigo y compañero de habitación.

— ¿Estás cansado? —preguntó Jorge preocupado.

—Y lo estoy. —respondió con fastidio.

Jorge al oír su tono de voz decidió alejarse y darle su espacio. No sin antes dejarle un mensaje directo a su teléfono y procedió a dejar de seguirlo. Zack después de haber llegado a su destino, entró a su habitación y contempló el espacio a su alrededor, su decoración mezclada con la de su compañero, es sin duda un deleite visual que no cualquiera disfrutaría de forma feliz.

Dejó su mochila en un rincón y procedió a mirarse de nuevo en el espejo. Notó que su nariz estaba inflamada y un poco enrojecida. Se fue al baño a buscar en un cajón, unas vendas, y encontró una crema des inflamatoria, la abrió y sacó con sus dedos un poco de ésta y se lo aplicó por la punta de la nariz y dentro de sus orificios nasales. Una vez finalizó aquello, colocó todo en su respectivo orden y encontró unos algodones. Se hizo pasar por enfermero para ayudarse a sí mismo.

Limpió muy bien su nariz y colocó alrededor de ésta, un parche para disimular y ocultar el enrojecimiento, además de la inflamación. Finalmente, se dio otro vistazo en el espejo y sus ojos vieron directamente el resto de los golpes que ellos le dejaron. Agarró el frasco de alcohol que estaba del otro lado de la vitrina y limpió sus heridas que se veían a simple vista. Las cuales estaban muy rojas.

Y cuando por fin terminó, dejó todo en su sitio y salió del baño, apagando detrás de sí, la luz y cerrando la puerta.

Se acercó a las ventanas y miró el cielo, notando esa peculiar gama de colores oscuros mezclándose con los del atardecer. Eso comenzó a relajarlo, y empezó a bostezar.

Le estaba dando sueño. Cerró las ventanas y se dejó caer en la cama. Miró el techo por unos segundos y cerró los ojos, quedándose profundamente dormido.

— Zack… — esa voz de nuevo comenzó a retumbar en sus oídos pero en un susurro apenas audible. — ¡Zack! —gritó, pero en voz baja.

De forma abrupta e inoportuna por oír repetidas veces la voz de su amigo Jorge, abrió los ojos de golpe y notó que su amigo lo movía del hombro. Estaba tratando de despertarlo.

— ¿Qué? — abrió bien los ojos tratando de visualizar bien a su mejor amigo. — ¿Cuándo llegaste? — preguntó incorporándose lentamente en la cama.

— Te dejé mensajes por más de una hora, y como no respondías me preocupé y tuve que venir hasta aquí y aquí estoy, aquí me tienes. — explicó. — ¿Cómo te sientes? —preguntó mientras se ponía de pie e iba a encender otra luz.

 — Lamento no haber podido responder, no sé realmente cuántas horas habían pasado y quería por fin descansar. —se levantó de la cama y fue al baño, encendiendo la luz. —Pues, ¿cómo crees que me siento? —preguntó quitándose el vendaje de la nariz mientras se miraba en el espejo.

— Entonces, — hizo una pausa y sacó un cigarrillo de su bolsillo para encenderlo. —supongo que ya todo con respecto a la paliza que te dieron por fin terminó, ¿no? —dijo mientras comenzaba a fumar desde el otro lado de la habitación.

— ¿Te parece justo que reciba una paliza, Jorge? —salió del baño y se señaló a sí mismo. — No es justo que me dieran esa paliza, ¿qué razones tenían para golpearme? — se acercó a su compañero.

Jorge no supo que responderle, su cigarrillo se cayó de su boca apagándose de forma instantánea, notó esa sensación de que debía proteger a su amigo. Abrazó a su compañero y susurró en su oído las palabras que su amigo necesitaba oír.

El consuelo que buscó, por fin se lo dio. Por fin, podría dormir tranquilo, sintiéndose a salvo y teniendo a su compañero como su protector.

Al día siguiente, Zack despertó. Su compañero no estaba, pero se dio cuenta de que le dejó una nota sobre la mesa de noche.

De: Jorge

Hola Zack. Tuve que salir temprano a una popular tienda donde venden ropa súper económica, volveré dentro de una hora más o menos. Te traeré algo de comer por si gustas, si esta tarde nos toca irnos a la aburrida clase de Lorena, tú puedes ir, sabes que yo no suelo ir a sus clases por lo aburridas que son para mí.

Si pasa algo, no dudes en llamarme.

Zack sonrió por aquello y se levantó de la cama, fue directamente al baño, se desvistió y tomó una ducha para después, comenzar a vestirse e irse de la habitación. Se encontró en el pasillo a otro de sus compañeros y saludó de forma normal. Y procedió a esperar a Jorge a las afueras de la universidad. Vio cómo su amigo venía con muchas bolsas y encima, unos envoltorios de comida rápida, ¿el hambre era muy evidente en Zack? Pues, su estómago rugió.

— Buenos días, ¿cómo te has sentido, Zack? — preguntó Jorge, dándole las bolsas para que le ayudara con ellas.

— Me siento mejor. Gracias por la nota — sonrió y ayudó a su amigo.

— Que bien que lo estés, ten, te traje comida. — le pasó otra bolsa para que la llevara.

— ¿A dónde fuiste? — preguntó Zack.

— Conocí un poco la ciudad, no sabía que un chico guapo de una tienda famosa de marca rusa vendía ropa a buenos precios. — dijo con una expresión conmocionada.

— ¿Marca rusa? —repitió, algo confundido.

— Sí, el sujeto es muy agradable. Quizás luego te lleve para que lo conozcas. — dijo Jorge llegando a la habitación con Zack.

—De acuerdo, espero que no sea maleducado o… —su amigo le interrumpió.

— ¿A esto se le llama introducción, Zack?— preguntó Jorge de forma pícara.

— ¿A qué te refieres? —preguntó confundido a lo que Jorge solo se limitó a responder entre burlonas risas.

Zack era muy ingenuo, podría ser el ser más inteligente de su universidad. Pero ante indirectas como ésas, por supuesto que su ingenuidad y su inocencia iban de la mano con esa mente tan limpia. De un color blanco, representando así, su majestuosa pureza.

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