—Caperucita, toma la canasta de cintas rojas, que te he puesto comida para un día. Ahora corre al bosque y no mires atrás. Escoge el camino de las flores rojas y no te quites tu capa.
—Mami, pero en el bosque está la bestia.
—Mi amor, mientras tengas tu capa, la bestia no te dañará.
—¿No vienes conmigo?
—Espérame junto al niño de los ojos grises, él te guiará.
—¿Y cómo lo encuentro?
—Él te encontrará. Mi amor, si llegas a ver a la abuelita...
Un sonido brusco me despierta, provocando que salte de la cama con exaltación.
Solo fue un rayo.
Suspiro, aliviada.
Después de lo sucedido en la tarde, conciliar el sueño fue toda una odisea, ya que cada mínimo sonido y hasta el mismo silencio me ponían alerta. Tal vez deba rendirme y regresar con el dinero que me queda a la ciudad, aunque tenga que vivir debajo de los puentes como mendiga; quizás si tengo suerte consigo un albergue del estado; cualquier cosa sería mejor que morir despedazada por un psicópata.
Con ese pensamiento vuelvo a dormir, motivada por el deseo de soñar otra vez con aquella hermosa mujer rubia de ojos verdes, a quien llamo madre en mis sueños. ¿Será que se tratan de esos recuerdos que perdí?
***
Me levanto de la cama adormilada aún. Debo parecer una cosa rara ahora mismo. Apenas pude pegar los ojos en la madrugada y otra vez tuve esos sueños extraños, que solía tener cuando era una niña.
Tras un baño "reparador" —y con sueño aún—, entro a lo que debería ser una cocina. Quiero llorar, gritar o golpear a alguien. Necesito comer alimentos no polvo, cucarachas ni arañas. ¡Odio este lugar!
Bien, debo actuar como una adulta. Lo primero es resolver el asunto de la electricidad y el teléfono. Necesito llamar a mi madrina y hacerle saber que llegué bien, ¿quién sabe?, tal vez ella pueda prestarme dinero para arreglar esta catástrofe a la que llamo hogar.
Sí, usaré mis últimos centavos para poner luz y teléfono, por lo que espero poder llamar a mi madrina hoy mismo.
Con este pensamiento en la cabeza voy en busca de mi bolso, donde también se encuentra mi desayuno. Entro a la habitación y me pongo a rebuscar. Cuando lo hallo, me siento en la cama admirando la única comida que tengo a mano: Una barra de chocolate. ¿Cómo es que he podido caer tan bajo?
No entiendo la razón de querer curiosear por la ventana otra vez, pero lo hago. Hay algo en ese bosque que me atrae, que me invita a ir a él. No sé en qué momento mis manos cobran vida, pero ya he corrido las cortinas para ver a través del cristal. Allí está el hermoso verde oscuro que me atrae. Pero...
¿Qué es eso?
Pego mi rostro al cristal como si con esa acción pudiera ver mejor, mas rendida, decido ser valiente e ir a revisar por mí misma. No creo que al loco asesino se le ocurra atacar en plena luz del día, además, nadie puede asegurar que sea una persona. Si fuese así, hubieran restringido este lugar. Quizás sólo sea paranoia de los pueblerinos y la realidad es que haya lobos en el bosque, por lo tanto, si no me acerco a este no habrá problemas.
«Recuerda la figura que viste ayer», me reprende mi parte lógica.
Creo que lo imaginé.
Es decir, nuestra mente nos juega bromas pesadas cuando estamos asustados; creo que me dejé llevar por las palabras exageradas de ese detective. Estoy segura de que mi madrina no me hubiera convencido de venir a este lugar si hubiera peligro en la zona.
Después de convencerme a mí misma de salir, abro la puerta y el frío de la mañana me recibe; debí ponerme un abrigo. Camino mientras me abrazo a mí misma buscando lo que creí haber visto. Luego de unos minutos en los que observo todo mi alrededor, vislumbro el objeto que creí ver mientras curioseaba a través de la ventana de mi habitación. Me acerco sorprendida y desconcertada, ¿acaso estoy alucinando?
Con manos temblorosas, recojo la canasta adornada con cintas rojas y la observo como si fuera una bomba o algo así.
—Tiene... —balbuceo, presa del asombro—. La canasta tiene... —Siento que el piso se vuelve gelatina y todo se torna borroso. Puede que me desmaye de la impresión.
No sé si tirar la canasta lejos para que explote en los aires o dejar mi recelo y llevarla conmigo. Creo que la segunda opción no sería prudente, pero mi estómago exige las delicias que allí se encuentran. ¿Y si su contenido está envenenado? O puede que contenga algún somnífero que le facilite su trabajo al asesino psicópata.
Como ya no tengo nada que perder y no sé si estoy mejor muerta que viva, he tomado la canasta y entrado a la casa. Observo el objeto, que se encuentra en la mesa de lo que debiera ser mi cocina, mientras me siento frente a ella como esperando a que explote en cualquier momento. Después de unos minutos en plena tranquilidad y silencio, decido revisar la canasta al fin, puesto que la curiosidad le ha ganado a la cordura.
Cuando lo hago, mi estómago gruñe ante lo que mis ojos ven. Una jarra con miel, un pastel de fresas y un termo con una bebida caliente me hacen agua la boca. Descubro frutas picadas en un envase, cuyo empaque es transparente, y junto a estas delicias reparo en que hay una rosa roja.
¿Y si he robado una canasta que pertenece a alguien más? Digo, una persona pudo haberla dejado allí por accidente...
En realidad, no sé qué pensar.
¿Qué hago? ¿La devuelvo a su sitio?
Mi estómago vuelve a gruñir y es cuando decido convertirme en una vil ladrona, de todas formas, la dejaron en mi patio. Mi propiedad, mi canasta.
¿Y si es una trampa? Tal vez esté envenenada o drogada. ¿Y si hay un loco violador en los alrededores que sabe que estoy sola?
Existe una forma de averiguarlo…
Tomo un poco del pastel y lo tiro cerca de un orificio que está en la cocina y espero con paciencia. Al cabo de unos minutos, un ratoncito sale y empieza a comer mientras mira a los lados. Si el asunto este está envenenado o drogado, me resolverá el problema del ratón.
Después de que el animalito come, merodea un rato más para luego desaparecer por donde mismo vino. Espero una media hora y vuelvo a tirar otro pedacito de pastel, esta vez untado de miel y café con leche, que es la bebida que está dentro del termo y que me tienta a bebérmelo ya. El ratón vuelve a salir y se lo come. Espero un rato más y tiro un pedacito de fruta, el ratón sale y se lo lleva.
Me quedo observando el orificio y luego de media hora el ratoncito sale, merodea y se va para la sala. Lo sigo a hurtadillas y veo que se mete en medio de todo el desastre.
Resoplo con indecisión y vuelvo a la cocina. Saco la barra de chocolate dispuesta a ignorar la comida frente a mí, y es cuando vuelvo a ver al ratoncito entrar como si nada al orificio. Si la comida estuviera envenenada o drogada, ya ese ratón estuviera muerto o atolondrado, pero lo veo igualito.
Vuelvo a mirar la comida y me saboreo la boca por instinto. ¡Qué más da! Si me voy a morir que no sea de hambre; de todas formas, si no me mata el asesino, me mata la miseria. Con esta excusa barata e irresponsable, me como el contenido de la canasta.
«¿Por qué tomar el camino largo cuando puedes coger un atajo?»***Camino por el pueblo, distraída con la peculiaridad de este sitio, y noto que me gano las miradas extrañadas de los presentes. Las personas aquí son raras y un poco anticuadas. Por lo menos existen los servicios públicos, como la electricidad, teléfonos fijos, agua y demás. Todavía no me creo que nadie aquí use celulares, es como si hubiese viajado al pasado donde la tecnología se limitaba a un enorme cajón a la que llamaban computadora.Pero, ¿qué se puede esperar de un pueblo que ni siquiera está registrado en el mapa? Cuando mi madrina me habló de Hadima creí que estaba alucinando, puesto que ni siquiera en Google aparecía.Sin embargo, así como cada lugar tiene sus contras, también sus ventajas; ya que por lo menos, aquí el dinero vale mucho. Con los pocos centavos que tenía, logré contratar los servicios de la electricidad y el teléfono, así que sólo me falta buscar a un plomero que no cobre mucho o a quien pueda
—Hola, caperucita —me saluda John cuando estoy abriendo la puerta. Al parecer ya tengo un apodo en este pueblo.—Hola, John. ¿Qué tal todo? —inquiero por cortesía, pero sin ganas de mantener una larga conversación.—Pues, he estado buscando pistas del asesino. Lamento mucho no haber pasado anoche, estuve ocupado.—No sabía que vendrías anoche... —murmuro, y podría asegurar que he fruncido el ceño de manera involuntaria porque siento una pequeña presión en el rostro.—Te dije que te protegeré. No dejé de pensar en ti ni un momento. Temía tanto por tu vida.—Como puedes ver estoy bien. De todas formas, creo que están sobrevalorando el asunto.—No es así. Hay un asesino y lo voy a atrapar. Esas bestias deben morir todas, son una plaga en... Hadima. —Se queda pensativo por unos segundos. Hay algo en su mirada que no me convence, es como si mi cuerpo me pidiera que me alejara de él.—Bueno, espero que lo atrapen rápido —corto el tema con la esperanza de que se vaya.—Tengo la noche libre,
Doy vueltas de un lado a otro, dedicándole miradas fugaces a la canasta que yace en la mesa de mi cocina. Tengo esa sensación de familiaridad al observarla, pero la tristeza en el pecho me impide analizarla por mucho tiempo; es como si mi corazón se resistiera a ella, como si mis defensas se negaran a recibir esa respuesta que se encuentra allí porque siento que ella tiene un mensaje oculto, esperando a ser descifrado por mí.Agito la cabeza en negación, puesto que la sensación en el pecho es muy fuerte para soportarla.Quiero escapar.De repente, una imagen de una pequeña niña rubia, con capa roja y una canasta similar a esta se filtra en mis pensamientos y me da la sensación de recordar algo. Pesadas lágrimas mojan mis mejillas y el dolor en el pecho aumenta, a tal punto que siento mis pulmones quemarme. —¡Basta! —grito con desesperación. No quiero sentir este sufrimiento, este temor... Caigo de rodillas sobre el suelo mientras deja salir sollozos sonoros. ¿Qué me está sucediendo?
Llévale un pastel y una jarra de miel a la abuelita...***Estoy en un trance, donde no sé si lo que está sucediendo es real o una alucinación. Es que me parece tan irreal…Un lobo enorme, de pelaje plateado y mirada gris, que ahora mismo me enseña sus grandes dientes y colmillos, camina a paso lentos en mi dirección, listo para atacarme. De repente reacciono, entonces me volteo y corro por mi vida, pese a que me falta el aliento. No sé si los sudores en mi piel se deben al ejercicio o a los nervios, tal vez es una mezcla de ambos.Corro con desesperación y con el miedo apretándome el pecho, mientras que las lágrimas se vuelven una con el sudor; no obstante, la temperatura está muy fría. ¿Me volví más rápida o el lobo es lento? Digo, sólo le cuesta dar un salto para atraparme; sin embargo, él mantiene el mismo ritmo, como si no quisiera atacarme.Aliana, deja de pensar tonterías y corre.No sé hacia dónde dirigirme, así que me limito a huir de aquella enorme bestia sin un rumbo fijo.
—Hola, eres caperucita roja, ¿cierto? —Sí. Tú eres quien me encontraría, ¿me equivoco? —No... Eres muy linda, me gustas. —Gracias... Tú también eres lindo. —¿Quieres jugar? —Sí, pero no podemos ahora porque tenemos que estar ocultos hasta que venga mamá. ¿La tuya vendrá por ti también? —No... Mi mami se fue al cielo... —Y, ¿volverá pronto? —No... —¿Por qué? —Porque se convirtió en una estrella que brilla en el firmamento. Nunca la conocí… —Lo siento mucho...—Gracias... Pero ya no estaré solo; tú y yo estaremos juntos por siempre. Mi papá me dijo que tú y yo estamos destinados.Despierto exaltada y con sudores fríos recorriéndome la piel. Desde que llegué de casa de mi madrina, he tenido un malestar insoportable. Con un quejido, me levanto de la cama sedienta, mareada y sin fuerzas; acto seguido, me conduzco fuera de la habitación para calmar mi agonía. Por inercia, contemplo el enorme reloj que decora la sala, el cual se me hace familiar y hasta fastidioso de ver, como s
Admiro mi alrededor, encantada. Si bien este lugar parece de los años sesenta o algo así, no puedo negar que es hermoso. Las luces dan vida a la noche, los vendedores ambulantes llenan el ambiente con el aroma de deliciosa comida, asimismo, varios músicos tocan por las calles y las parejas pasean agarradas de manos. A este hermoso escenario se unen el brillo de las estrellas, que adornan el cielo negro, donde la luna luce llena en todo su esplendor.—La luna está hermosa —comento mientras la admiro maravillada.—Así es, lástima que eso... —No termina. De nuevo ese silencio incómodo que evidencia omisiones y verdades ocultas. Tal vez sea mala idea empezar a salir con este chico.—¿Siempre eres así? —inquiero molesta—. ¿Por qué hablas a medias? —Su rostro se tensa ante mi cuestionamiento.—Lamento darte esa impresión. Es sólo que me ahorro los dichos de este lugar porque no vienen al caso.—No creo que sea lo único que te ahorras. A veces siento que me ocultas cosas, lo que es ridículo
Érase una vez, una maravillosa región llamada Évrima. Allí habitaban las criaturas más hermosas y bondadosas de todo Hadima. Ellas vivían en armonía junto a sus amos: los omorfianos. Los omorfianos eran seres hermosos, bondadosos y muy sensibles. Tenían el poder de controlar la naturaleza, de acuerdo al don que se les había concedido, asimismo, su belleza les era un arma de encantamiento para usarlas a su favor.—Eso suena genial, mami. Yo quiero tener el poder de controlar el agua. ¿Puedo ser una omorfiana?—Pequeña, mejor sé una pueblerina común y corriente. Haz de cuenta que esos seres solo son una leyenda, ¿sí?—Sí... mami... Qué... hermosa... te ves...***—¡Llévame a mi casa, por favor! No me siento bien...No entiendo a este chico. Me tiene retenida en este teatro y se rehúsa en llevarme a casa. Esto me pasa por coqueta; no debí aceptar salir con Arel, su comportamiento no es normal.—Vamos. —Mira al cielo con nerviosismo. Me toma de las manos y me sube al auto—. ¿Recuerdas que
AlianaHan transcurrido más de dos meses desde que encontraron los restos de una persona cerca de mi casa, a quien aún no han identificado. Tampoco se ha dado con el culpable, por lo que todos alegan que fue la famosa bestia. Yo, en lo personal, creo que fueron los lobos. No le he dicho a nadie, ni siquiera a los agentes que me interrogaron, pero yo misma tuve uno en frente. John asegura que hay un asesino y está empecinado en encontrarlo, mas yo creo que él se ha obsesionado con esa idea.Después de ese incidente tan espeluznante, las aguas se han calmado y no hemos tenido otra sorpresa desagradable. Por mi parte, he hecho negocios con las pocas tiendas que hay en este pueblo, siendo mi ropa la sensación del momento, dado que mis diseños son modernos y muy originales. He ganado una buena cantidad de dinero con la que he ido arreglando esta casa de a poquito. Aunque estoy pensando en venderla y mudarme, pero no creo que nadie quiera comprar una casa que queda cerca del temido bosque.