La voz de Andrake fue la guia perfecta para escapar de la tenebrosa bruma oscura, sus pasos se agitaron con aceleradas zancadas hasta sentirlo más cerca, pronto cobraron vida ante la oscuridad algunas luces. Se dirigió sin miedo, hasta divisar las sombras, entre ellas indiscutiblemente la del hombre que la hacía suspirar, invitándola más al pecado.
—¡Estoy aquí señor Andrake!.— Exclamó a viva voz sin dejar la prisa, su sombra pronto tomo color y estuvieron frente a frente, el la miraba con un gesto inescrutable, olfateando de forma extraña hacia ella. — Elioth llévala a casa y que se bañe, ¡apesta a bruja!.—No entendía su nueva forma de tratarla con tanta frialdad y el decir que hedia a bruja, aunque eso tenia explicación, hace poco estuvo en contacto con una. — Señor Andrake puedo explicarle, hace poco encontré una señora extraña, cuando estuve perdida en el bosque.—El la ignoro, al parecer no era tan amable y comprensivo como lo había tildado en un principio. Ese bloque de hielo en el que se había convertido o posiblemente era, la entristeció, hasta sintió ganas de llorar. — Andando Angélica, ya escuchaste sus órdenes.— No puso resistencia, se dejó guiar por el joven, a pesar de sentir ganas de huir, sabía que estaba más segura en ese lugar, la experiencia reciente se lo había confirmado. No tardaron mucho en llegar a la casa mayor, cuando ya estaban casi a la entrada algunas personas se alejaron de ella tapando su nariz, hasta se olfateo pero no percibió ningún mal olor. — Esa es la culpable de que Sharon este en ese estado.—Escucho decir a una chica regordeta, no dejaba de señalarla con cara de pocos amigos, frente a otras tres que le seguían el juego macabro de juzgarla. — Mínimo debe ser un fenómeno, aparte tiene un asqueroso olor a bruja, que asco.—No estaba entendiendo nada, no aguanto más y salió corriendo hacia la casa, abrió la puerta con rapidez, luego las escaleras hasta estar dentro de la habitación. Se miro en el espejo, mientras se desnudaba, no pudo evitar sentir vergüenza al ver su propia desnudez, eso era pecado según las enseñanzas que había recibido. Se aparto para entrar a la ducha, necesitaba que el agua la purificará, al parecer esa bruja la había contaminado. Paso más de media hora en ese afán de limpieza, luego de salir se puso una bata blanca, sus intenciones de bajar a cenar se desvanecieron aunque su estómago gruñía, esa sería su penitencia, aparte de orar. No pasó mucho hasta que la aparente paz que empezaba a sentir fuera interrumpida por unos impetuosos pasos, de una sola sacudida, la puerta fue abierta, ya su soledad había sido invadida por la presencia del señor Andrake y sus temerarios ojos tan profundos como la noche. Sintió miedo, culpa por hacerlo buscarla por todo el bosque, sin dejar de lado el deseo inexplicable de tenerlo cerca y tocar su bello rostro. Andrake Se había pasado toda la tarde buscando la monjita entre el, su beta Elioth y otros guerreros, luego de recibir las malas noticias del doctor que estaba atendiendo a Sharon, decidió buscar Angélica para empezar a entender que pasaba con ella, de dónde provenía tal fuerza que dejó prácticamente moribunda a la loba más fuerte de toda la manada. No estaba, eso le causó aún más rabia, el enlace con su beta fue al instante sin resultados, el tampoco la había visto, donde se habría metido fue la incógnita por varias horas, siquiera percibía el desquiciante olor a miel, fresas y chocolate que lo volvía loco. Con la casi caída de la noche se adentraron al bosque, tampoco en este la sentía, luego de encender las linternas, comenzó a sentir su olor profanado por el hedor apestoso de las brujas, casi se preparan para atacar cuando sintieron algo acercarse, sus intenciones vacilaron al identificarla. Por suerte su olor volvió a cobrar vida al desvanecerse ese camuflaje asqueroso, al entrar en la casa, se sintió nuevamente invadido, sus sentidos idiotizados, corrió hacia su habitación, casi despega la puerta de un portazo. Su sexi monjita yacía de rodillas con rostro de sorpresa al ver su impetuosa entrada, no tardo en levantarse como un etéreo ángel, uno muy sensual a juzgar por como se transparentaba la fina tela de algodón, delatando las sombras de las aureolas, como un símil de pecado los turgentes pezones, dió algunos pasos para acortar distancia, sus pupilas dilatadas evidenciaba un deseo mutuo, ella ardia tanto como el. — ¿Por qué intentaste huir de mí Angélica?—Al parecer la pregunta la tomo de sorpresa, a juzgar por su cambio de postura. — Nunca intentaría eso señor Andrake, menos si se trata de usted, solo decidí caminar por el bosque y me perdí.—Esta inclino su rostro después de hablar, algo le decía que no era sincera del todo. Se acercó tanto a ella que hasta a el mismo le resultaba peligroso, coloco su dedo índice debajo de su barbilla para hacerla levantar el rostros y lo mirara a los ojos. — No me puedes engañar, así como percibo tu deseo, también tu mentira, antes pensaba que las monjitas eran unas santas, recuerda, mentir es considerado un pecado, Angélica. — Lo admito, deseaba marcharme, aparte de que he sentido algo de hostilidad en el entorno, está la situación confusa con la señorita Sharon, también....—Esta se freno pero logro intuir lo que deseaba decir, cayó por pudor. — ¿El deseo que sentimos Angélica?—La monjita parecía asustada, no le importo, la atrajo hacia el para que sintiera su latente erección. — ¡Oh señor!, no blasfeme, es como llamar al mismo diablo. — Ese soy yo, deseo que ardas conmigo, en mi infierno. No aguanto y capturo sus carnosos labios, para que sintiera el ardor, las vibrantes llamas encendidas por ella y lo que su lujuriosa inocencia provocaban en el, en un principio se resistió, pero despues lentamente empezo a ceder, dandole espacio a recorrer su cuello. Con astucia, rasgo su bata, debía ser pecado tener unos senos tan perfectos, redondos y suculentos, la sintió gemir ante el contacto de su lengua. — ¡Pare!, esto no puede ser señor.—¿Eso no podía ser?, palabras estúpidas, ya estaba ardiendo por dentro, necesitaba acabar lo que empezó. — ¡Es tarde mi dulce monjita!.—Al parecer sus convicciónes puritanas pudieron más que la necesidad de sus cuerpos, sintió una fuerza empujarlo hacia atrás. Está se recompuso entre jadeos, lamentó como se le escapó una oportunidad de oro, cuando se coloco en una esquina agarrando un jarro, con claras intenciones de golpearlo. —Entonces quieres hacerte la difícil, espero que sepas lo que es un harén, ya que mañana eso será tu nuevo hogar. Salio de la habitación con toda la frustración del mundo, ninguna mujer se había atrevido a rechazarlo y ella no sería la primera. Menos siendo su luna destinada.Sintió tanto miedo al escuchar al señor Andrake pronunciar esas palabras tras dejar un rastro de quemazón en su cuerpo, ante su contacto experimento ciertas cosquillas en su lugar sagrado, podría jurar que le había encantado esa sensación, más debía reprimirse, de seguir así todo podría complicarse. Trataría de pasar desapercibida hasta lograr encontrár una oportunidad para marcharse de ese lugar, volver al convento sería la mejor opción.No durmió también como esperaba, sintió toda la noche innumerables voces llamándola, al señor Andrake profanando su cuerpo con su enorme serpiente rozándose contra sus muslos, sus ojos reflejaban un destello rojo casi diabólico, jadeaba al sentir su piel caliente, desde el mundo onírico se extrapolaron las sensaciones, sus piernas se rozaban con urgencia queriendo mitigar esa sensación que le percibía como una tortura, queriendo mitigar el ardor en su intimidad, ese pequeño punto vibraba, no aguanto más y se tocó por instinto natural.—¡Oh!, señor An
—¿Te gusto lo que viste?.— Parecía asustada, lo que no deslucia su belleza, incluso el intrinsico olor a miedo lo exitaba en ella, le daba un tono más herbal a su aroma. Eso enloquecía a su lobo Devil.Le había entregado un espectáculo memorable a la monjita, desde la lejanía sintió su excitación, su olor se volvió más afrodisíaco, lo indujo a follar con más urgencia a la loba que le ofrecía placer en esos instantes.—Señor Andrake.—Apenas escucho lo que dijo.—Solo debes decir la verdad, la cual creo que es un sí.—No me avergüences, sabe que esas cosas son extrañas para mí, me disculpa me iré acostar.—La agarro del brazo, su piel se sentía extremadamente fresca.—Mejor de hay sera nuestro encuentro Angélica, no te arrepentirás. ¡Te lo juro!.—Despues de decir eso la libero, está huyo como una pequeña rata asustada, se encerró en la habitación. Era su luna, la deseaba como a nada, más sentía que una parte de ella no le pertenecía, como si su vínculo estuviera dividido. Era todo un mi
Caída la noche y aún no le daba la orden a Elioth para que se la llevara a una ciudad apartada, con algo de dinero podria recomenzar una nueva vidad o quizás llevarla nuevamente al convento, la habia escuchado expresar en varias ocasiones que eso era lo que más deseaba.Decidió ir hablar con ella, sentía que también debía saber el porqué de su decisión, la casa ya estaba a oscuras, todos dormían, menos ellos dos, su aroma y vínculo le permitía sentir su exaltado corazón desde algunos metros, aunque notaba su aroma más sensual, un aire afrodisíaco más potente de lo usual. Tal vez ideas de el, al ser el solsticio de primavera, ya mañana le esperaba un bosque más brillante y colorido. Su lobo Devil solía sentirse más relajado en esa época, incluso aplacar su irá momentánea Salió de su habitación, respiro profundo.Al abrir la puerta, la observo sentada en la cama, se cepillaba su larga cabellera una y otra vez, no parecía sentir asombro por su llegada. Incluso lo saludo con dulzura como
Ese día era su cumpleaños número 18, solo ella en ese lugar extraño lo sabía, de haber estado aún en el convento las monjas le hubieran horneado una tarta. Debía resignarse 'penso', esa etapa de su vida había quedado en el pasado.Aún tendida en la cama, con los rayos del sol penetrando por la ventana, reflexionaba, su cuerpo hoy lo sentía ligeramente extraño. Se paró, cuando tocó el piso, recordó al señor Andrake y sus maniobras extrañas la noche anterior, habían sido demasiado para ella. Trato de despejar su mente de esas imagenes pecaminosas y fue a tomar un baño, después de este se vistió, y considio a su salida de la habitación con un delicioso aroma a chocolates con un ligero toque a licor y algunas notas de café. Sabía de alcohol, gracias a la madre superiora, tenía muchas botellas elegantes de estas en su oficina.Respiro profundo tratando de dejarse guiar por esa hipnótica fragancia, parecía estar dispersa por todas partes, más no encontraba al portador. Se resigno y bajo a
Fueron dos cuerpos noctámbulos durante la primera madrugada de primavera, con la única diferencia que solo vagaron en el colchón y los variados rincones de la habitación, Andrake haciendo intensos clavados en su cuerpo.Angélica lo había hechizado, al despertar, la luz del día le molestó, despues la agradeció, ese cuerpo parecía brillar ante el resplandor que se colaba con atrevimiento por la línea del ventanal de madera, observo todo su cuerpo. La inigualable experiencia que habían compartido, en definitiva no podía renunciar a ella, tenía una idea en mente; tampoco podía darle la espalda a Sharon, las reglas de su manada eran sagradas, al ser la futura madre de su primogénito debía protegerla y convertirla en su luna, todos la aceptarían por ser loba, en cambio Angélica solo era un enigma, uno que empezaba adorar. Se levantó, debía recomponerse, le tocaba buscar a Sharon, en tanto debía comunicarse con su beta para que llevará Angélica al pueblo más cercano, aunque estaba atestado
El aroma a chocolates con un ligero toque a licor y algunas notas de café, estaba impregnado en su piel como una segunda capa, cuando abrió sus ojos no pudo evitar reírse al recordar su atrevimiento, no, aún no entendía cómo había sido capaz de entregárse con tanto abandono, más no se arrepentía, le fascinó esa sensación que acababa de experimentar, fue idílica. Rodo varias veces por la cama, el dolor que sentía entre sus piernas, las manchas de sangre no la espantaron, solo fueron las pruebas de que no había estado soñando "todo fue real". Se levantó, seguido fue a ducharse, después de terminar con su rutina de aseo y vestirse, decidió salir, cuando abrió la puerta se encontró sorpresivamente a doña Sofía parada frente a está con una bandeja de comida. —¡Hola primor!, te traje el desayuno.—Fue una hermosa sorpresa.—Gracias doña Sofía, no debió molestarse, ya pensaba bajar.—La señora era muy amable con ella, a veces sentía un poco de pena por sus atenciones, más siendo una simple r
—Su voz me resulta familiar.—Peco de malos modales, al no presentarse primero, la penetrante voz, la indujo a un ligero retroceso en el tiempo, pero aún sin coordenadas fijas.—Lo dudo jovencita, mí nombre es Bruna, un placer conocerte.—Le extendió la mano, le asustó ver sus uñas tan largas, disimulo su perturbación y recibió el saludo.—Angélica, disculpe por no haberla saludado antes, me correspondía como su invitada.El contacto no fue desagradable, sintió uno tibio regocijo. La mujer seguía mirándola con sobrada dulzura, como si fuera un tierno animalito exótico.—Hermana espero que cuides bien de ella, de antemano te pido tener buenas atenciones, mi jefe, el señor Andrake sabrá recompensar tu amabilidad.—A Bruna no le agrado esa sugerencia de doña Sofía, más cuando menciono el nombre de su amado.—Como lo desees hermanita.—Le hizo ademanes de dejadez molesta, con sus largas manos.—Tu bien portada, siempre vendré visitarte, no te preocupes es gruñona, pero al final es un pan dulc
Todo daba vueltas, leves punzadas de dolor en su pecho se repetían, flashback de imágenes que parecían vividas la atacaron.—¡No, basta!.—Coloco ambas manos en su cabeza. Para tratar de esquivar su tormento.—¿Princesa qué te pasa?.—Esa voz la empezó a calmar, a la vez por un sentimiento de familiaridad extraño. Trato de recuperar su compostura. Cuando volvió abrir sus ojos no solo Bruna la observaba, varias personas en el pueblo, sus caras parecían no tener ninguna idea agradable en mente, como si fueran bichos extraños y malditos se fueron a cercando.—Debemos irnos, hemos llamado mucho la atención, además no soy bien vista por estos lares.— Luego de la confesión de Bruma se irguió y la tomo de la mano. Por piedad del destino Bruna la sostenía cuando sintió algo tocar su espalda, dolió, tanto como la humillación que sentía, acrecentó su tristeza. La manzana rodó.Su cuerpo se volvió a resentir por más golpes, ¿dónde estaba la piedad?, una lágrima escapó de sus ojos, la tormenta en