Un amanecer potable les siguió a los sucesos del día anterior, Angélica apenas recordaba lo sucedido, solo sintió en un impulso como la rabia atraía una fuerza extraña a su cuerpo, no pudo contenerla y toda su furia se derramo en la agresora inicial, Sharon la había provocado con sus malsanas palabras, aunque ahora no le importaba ella si no la opinión que pudieran tener todos de su persona en esos momentos, en especial el señor Andrake.
Trato de llenarse de valor y salir de la habitación no sin antes darse una relajante ducha, el agua tibia le daba la sensación de empezar a purificarla, la sangre seca de esa mujer vulgar comenzaba a huir por el desagüe mezclada con el agua. Al terminar se sintió pulcra, trato de encontrar algo ligeramente decente para vestir en el elegante armario de caoba, por suerte encontró un sencillo vestido blanco con vuelos ondulados, de un largo aceptable para su gusto, miró al espejo su semblante inmaculado, no tenía rasguño, su larga cabellera aún estaba húmeda, esperaría que se secara para peinarse, moría de hambre en esos momentos, no espero más tiempo para bajar. Como era de esperarse un delicioso ahora a pan dulce traspaso sus sentidos, sin duda alguna doña Sofía estaba esmerada haciendo maravillas en la cocina; no se contuve, en segundo estaba parada en la puerta observando su destreza, rápido se percató de mi llegada, fue la primera en saludar. —Buen día, primor…el desayuno está listo, toma asiento. ̶ Sus palabras sonaron con habitual dulzura, mas no me sentiría en paz hasta pedir disculpa. —Buen día, doña Sofía. ̶Le conteste con timidez. Me senté en el comedor de la cocina, no sin antes notar para mi asombro que los estragos de mi bochornosa pelea con Sharon estaban reparados, la vergüenza volvió a atormentarme. Cuando el desayuno estuvo puesto en la mesa, empecé a servirme, Sofía me acompaño, aproveche para disculparme, esta excuso mi conducta dándome la razón, según su pensar mi deber era defenderme me reiteraba con sabiduría. Platicábamos muy a gusto cuando unos pasos intermitentes se hicieron sentir cada vez con más fuerza, pronto su reflejo se hizo parte del espacio para darle paso al señor Andrake, sensaciones inexplicables comprimían mí corazón este ahora parecía estar en turbulencia, creciente, queriendo escapar de mi pecho. Llego sin la usual cortesía de saludar, tomo una silla bruscamente para sentarse, luego empezó a servirse, actuaba como si estuviera solo, para romper el hielo intente pasarle un frasco de miel cuando estaba sirviéndose de postre un plato de frutas, me dejo con la mano extendida, estaba actuando de manera cruel, seguro estaba enojado, deje de hacer intentos por abordarlo, de sobra conocía la palabra orgullo incluso es considerado un pecado, pero hoy me permitiría sucumbir, me adueñaría de esta en todo su significado y no volvería a dirigir le palabra. Antes de marcharse le agradeció a Sofía, no se inmuto en siquiera mirar en mi dirección antes de desaparecer. No entendía su actitud, igual no pensaba martirizarme, prontamente ayude a limpiar en la cocina, subí a la habitación, pasé unos momentos rezando hasta sentir un atisbo de paz, todo el resto del día lo pase confinada en la habitación, ni el llamado de doña Sofía para almorzar me saco de mi hermético deseo de soledad. Me quede toda la tarde esperando respuestas, mi intención no fue acogida, siguió ignorando mi existencia; ahora me desplazaba por las calles, la aptitud de los habitantes hacia mi seguía igual de distante, no trate de acercarme, al contrario empecé a caminar por el bosque, sin saber la razón sentía un llamado especial de este, como humo parlanchín plegado en sus hojas invitándome a explorarlo, cuando quise salir de mi ensimismamiento, ya había oscurecido, mas no era consciente de cuantas horas llevaba caminando y lo tan alejada que estaba del pueblo, se sintió perdida mas no atemorizada, una imagen recobro vida en su mente, el enorme diablo que la había raptado, activo un corrientazo de temor lo cual la hizo retroceder para estar a salvo. Se sintió perdida en un momento, luego sus pasos afloraron luz en el horizonte, su andar tomo más vigor, faltando pocos metros para dejar atrás el oscuro bosque, un silbido interrumpió el silencio, busque en varias direcciones para encontrar su origen, sin resultado alguno. Al fijar mi objetivo inicial de llegar al pueblo me apodero el espanto. Un espectro en forma de mujer nublo mi vista, su hereje vestimenta profanaba cualquier eje de bondad en sus intenciones, desde el monasterio estudio los atavíos de las brujas, su semblante gris, esa presencia fétida a unos metros de ella se formó como un vivo retrato de la oscuridad. Intente no entrar en pánico cuando sus ojos neón se clavaron en mí, para luego marcarla con un sacrilegio. —iPrincesa!.—Exclamó la bruja, con una voz que retumbo hasta mezclarse con el eco natural del bosque. No podía dar crédito a semejante improperio, mas no dejaba de repetir las palabras, mientras se acercaba con extraña reverencia hacia mi, por suerte muchos pasos se hicieron sentir de forma estridente. Como polvorín rojo su imagen se esfumo.La voz de Andrake fue la guia perfecta para escapar de la tenebrosa bruma oscura, sus pasos se agitaron con aceleradas zancadas hasta sentirlo más cerca, pronto cobraron vida ante la oscuridad algunas luces. Se dirigió sin miedo, hasta divisar las sombras, entre ellas indiscutiblemente la del hombre que la hacía suspirar, invitándola más al pecado.—¡Estoy aquí señor Andrake!.— Exclamó a viva voz sin dejar la prisa, su sombra pronto tomo color y estuvieron frente a frente, el la miraba con un gesto inescrutable, olfateando de forma extraña hacia ella.— Elioth llévala a casa y que se bañe, ¡apesta a bruja!.—No entendía su nueva forma de tratarla con tanta frialdad y el decir que hedia a bruja, aunque eso tenia explicación, hace poco estuvo en contacto con una.— Señor Andrake puedo explicarle, hace poco encontré una señora extraña, cuando estuve perdida en el bosque.—El la ignoro, al parecer no era tan amable y comprensivo como lo había tildado en un principio. Ese bloque de hielo en
Sintió tanto miedo al escuchar al señor Andrake pronunciar esas palabras tras dejar un rastro de quemazón en su cuerpo, ante su contacto experimento ciertas cosquillas en su lugar sagrado, podría jurar que le había encantado esa sensación, más debía reprimirse, de seguir así todo podría complicarse. Trataría de pasar desapercibida hasta lograr encontrár una oportunidad para marcharse de ese lugar, volver al convento sería la mejor opción.No durmió también como esperaba, sintió toda la noche innumerables voces llamándola, al señor Andrake profanando su cuerpo con su enorme serpiente rozándose contra sus muslos, sus ojos reflejaban un destello rojo casi diabólico, jadeaba al sentir su piel caliente, desde el mundo onírico se extrapolaron las sensaciones, sus piernas se rozaban con urgencia queriendo mitigar esa sensación que le percibía como una tortura, queriendo mitigar el ardor en su intimidad, ese pequeño punto vibraba, no aguanto más y se tocó por instinto natural.—¡Oh!, señor An
—¿Te gusto lo que viste?.— Parecía asustada, lo que no deslucia su belleza, incluso el intrinsico olor a miedo lo exitaba en ella, le daba un tono más herbal a su aroma. Eso enloquecía a su lobo Devil.Le había entregado un espectáculo memorable a la monjita, desde la lejanía sintió su excitación, su olor se volvió más afrodisíaco, lo indujo a follar con más urgencia a la loba que le ofrecía placer en esos instantes.—Señor Andrake.—Apenas escucho lo que dijo.—Solo debes decir la verdad, la cual creo que es un sí.—No me avergüences, sabe que esas cosas son extrañas para mí, me disculpa me iré acostar.—La agarro del brazo, su piel se sentía extremadamente fresca.—Mejor de hay sera nuestro encuentro Angélica, no te arrepentirás. ¡Te lo juro!.—Despues de decir eso la libero, está huyo como una pequeña rata asustada, se encerró en la habitación. Era su luna, la deseaba como a nada, más sentía que una parte de ella no le pertenecía, como si su vínculo estuviera dividido. Era todo un mi
Caída la noche y aún no le daba la orden a Elioth para que se la llevara a una ciudad apartada, con algo de dinero podria recomenzar una nueva vidad o quizás llevarla nuevamente al convento, la habia escuchado expresar en varias ocasiones que eso era lo que más deseaba.Decidió ir hablar con ella, sentía que también debía saber el porqué de su decisión, la casa ya estaba a oscuras, todos dormían, menos ellos dos, su aroma y vínculo le permitía sentir su exaltado corazón desde algunos metros, aunque notaba su aroma más sensual, un aire afrodisíaco más potente de lo usual. Tal vez ideas de el, al ser el solsticio de primavera, ya mañana le esperaba un bosque más brillante y colorido. Su lobo Devil solía sentirse más relajado en esa época, incluso aplacar su irá momentánea Salió de su habitación, respiro profundo.Al abrir la puerta, la observo sentada en la cama, se cepillaba su larga cabellera una y otra vez, no parecía sentir asombro por su llegada. Incluso lo saludo con dulzura como
Ese día era su cumpleaños número 18, solo ella en ese lugar extraño lo sabía, de haber estado aún en el convento las monjas le hubieran horneado una tarta. Debía resignarse 'penso', esa etapa de su vida había quedado en el pasado.Aún tendida en la cama, con los rayos del sol penetrando por la ventana, reflexionaba, su cuerpo hoy lo sentía ligeramente extraño. Se paró, cuando tocó el piso, recordó al señor Andrake y sus maniobras extrañas la noche anterior, habían sido demasiado para ella. Trato de despejar su mente de esas imagenes pecaminosas y fue a tomar un baño, después de este se vistió, y considio a su salida de la habitación con un delicioso aroma a chocolates con un ligero toque a licor y algunas notas de café. Sabía de alcohol, gracias a la madre superiora, tenía muchas botellas elegantes de estas en su oficina.Respiro profundo tratando de dejarse guiar por esa hipnótica fragancia, parecía estar dispersa por todas partes, más no encontraba al portador. Se resigno y bajo a
Fueron dos cuerpos noctámbulos durante la primera madrugada de primavera, con la única diferencia que solo vagaron en el colchón y los variados rincones de la habitación, Andrake haciendo intensos clavados en su cuerpo.Angélica lo había hechizado, al despertar, la luz del día le molestó, despues la agradeció, ese cuerpo parecía brillar ante el resplandor que se colaba con atrevimiento por la línea del ventanal de madera, observo todo su cuerpo. La inigualable experiencia que habían compartido, en definitiva no podía renunciar a ella, tenía una idea en mente; tampoco podía darle la espalda a Sharon, las reglas de su manada eran sagradas, al ser la futura madre de su primogénito debía protegerla y convertirla en su luna, todos la aceptarían por ser loba, en cambio Angélica solo era un enigma, uno que empezaba adorar. Se levantó, debía recomponerse, le tocaba buscar a Sharon, en tanto debía comunicarse con su beta para que llevará Angélica al pueblo más cercano, aunque estaba atestado
El aroma a chocolates con un ligero toque a licor y algunas notas de café, estaba impregnado en su piel como una segunda capa, cuando abrió sus ojos no pudo evitar reírse al recordar su atrevimiento, no, aún no entendía cómo había sido capaz de entregárse con tanto abandono, más no se arrepentía, le fascinó esa sensación que acababa de experimentar, fue idílica. Rodo varias veces por la cama, el dolor que sentía entre sus piernas, las manchas de sangre no la espantaron, solo fueron las pruebas de que no había estado soñando "todo fue real". Se levantó, seguido fue a ducharse, después de terminar con su rutina de aseo y vestirse, decidió salir, cuando abrió la puerta se encontró sorpresivamente a doña Sofía parada frente a está con una bandeja de comida. —¡Hola primor!, te traje el desayuno.—Fue una hermosa sorpresa.—Gracias doña Sofía, no debió molestarse, ya pensaba bajar.—La señora era muy amable con ella, a veces sentía un poco de pena por sus atenciones, más siendo una simple r
—Su voz me resulta familiar.—Peco de malos modales, al no presentarse primero, la penetrante voz, la indujo a un ligero retroceso en el tiempo, pero aún sin coordenadas fijas.—Lo dudo jovencita, mí nombre es Bruna, un placer conocerte.—Le extendió la mano, le asustó ver sus uñas tan largas, disimulo su perturbación y recibió el saludo.—Angélica, disculpe por no haberla saludado antes, me correspondía como su invitada.El contacto no fue desagradable, sintió uno tibio regocijo. La mujer seguía mirándola con sobrada dulzura, como si fuera un tierno animalito exótico.—Hermana espero que cuides bien de ella, de antemano te pido tener buenas atenciones, mi jefe, el señor Andrake sabrá recompensar tu amabilidad.—A Bruna no le agrado esa sugerencia de doña Sofía, más cuando menciono el nombre de su amado.—Como lo desees hermanita.—Le hizo ademanes de dejadez molesta, con sus largas manos.—Tu bien portada, siempre vendré visitarte, no te preocupes es gruñona, pero al final es un pan dulc