ADIÓS SIEBOG

No le importaba nada, no contempló las consecuencias de lo que pensaba hacer, seco sus lagrimas. Antes de lanzarse miro hacia atrás. Lo sentía por Betsy pero necesitaba saber si el estaba vivo. Cuando su rostro fue batido por la brisa fresca, vió el horizonte. Cerro los ojos para no sentir vértigo.

—¡No te atrevas!.—El impulso fue frenado. Abrió los ojos despacio, para comprobar que no estaba alucinando.

La cabeza de Siebog colgaba. Sus manos se sostenían con las fuertes pezuñas que se clavaban en el metal.

—¡Mi amor!.—Volvio a llorar. Pero esa vez de felicidad. Se acercó para besarlos en esa posición. Introdujo su lengua en su boca, acaricio su largo cabello rojizo. —Me hace tan feliz que estes vivo, mi amado de demonio.

Siebog solo sonrió. Tampoco esperaba que le dijera que la amaba. Con que estuviera completo le bastaba. Amaba ese cuerpo, no lo quería en otro.

Se alejo un poco para que el pudiera entrar. Fue una acción rápida. Después de entrar, cerro la puerta.

—¿Crees qué hay
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