Arthur Estaba convencido. La chica del aeropuerto era Ana. No podía ser una coincidencia. Los ojos, la sonrisa, el cabello... Todo era igual. Mi mente repasaba cada detalle, cada gesto, cada expresión. No había duda. Pero necesitaba confirmarlo. Tenía que verla de nuevo, hablar con ella, mirarla a los ojos y saber la verdad. Mi determinación creció. Iba a encontrarla, no importaba qué pasara. Mi siguiente paso sería buscar en Dubai, el último lugar donde ella había estado. Debía ser cauteloso, sin levantar sospechas. Mientras planeaba mi próximo movimiento, mi mente estaba llena de preguntas. ¿Cómo era posible que Ana estuviera viva si su nombre estaba en la lista de fallecidos? ¿Quién podría tener el poder de manipular esos registros? ¿Y por qué Ana no recordaba nada de su pasado? La influencia de Emir, su acompañante, me parecía sospechosa. ¿Estaría involucrado en todo esto? ¿Habría sido capaz de manipular la información para mantener a Ana en secreto? Mi corazón latía con emo
Ana Al entrar en el elegante vestíbulo de la empresa Alcázar, sentí la mirada de todos sobre mí, como si fuera una obra de arte en una exposición. Mi vestido llamaba la atención, no solo por su diseño elegante, sino también por la forma en que resaltaba mi figura. But yo sabía que no era solo por mi apariencia. Era la prometida de Emir, el heredero de la empresa, y eso cambiaba todo.Mientras me acercaba a la recepción, escuché susurrar a los empleados y empleadas. Sus voces eran bajas, pero alcanzaba a captar algunas palabras, fragmentos de conversaciones que me hacían sentir incómoda. Una secretaria rubia se inclinó hacia su compañero,con sus ojos fijos en mí.— Es ella... la prometida de Emir... —dijo una voz femenina.Un hombre de traje gris asintió con la cabeza, su mirada recorriendo mi cuerpo.— Emir siempre tiene una nueva cada poco tiempo... —comentó, con una sonrisa sarcástica.Me sentí como si estuviera bajo un microscopio, analizada y juzgada por personas que ni siquiera
Emir. Regresé a la oficina, exhausto después de un largo día lleno de reuniones y decisiones difíciles. Miré mi reloj de pulsera y vi que ya eran las 8 de la noche. Solo quería ir a casa y olvidarme de todo. Pero al entrar en mi área de oficinas, vi a Emily sentada en el escritorio de mi asistente, ordenando los papeles y objetos que estaban dispersos por todas partes. El escritorio estaba en un desastre, con documentos y notas que mis empleados me habían dejado durante el día. Emily se había tomado la tarea de organizarlo todo, y su dedicación me impresionó. Su cabello oscuro caía sobre sus hombros mientras se concentraba en su tarea, y su boca estaba ligeramente fruncida en una expresión de concentración. Mi mente se despejó instantáneamente. La había llamado hacía horas para hablar sobre los planes de la boda, y se me había olvidado completamente. Me sentí culpable por haberla hecho esperar tanto. —Emily —llamé, intentando sonar lo más amable posible. Ella se levantó de la
Ana Me senté en el comedor, junto a los padres de Emir, y sonreí al ver el desayuno preparado. La luz matutina entraba por las ventanas, iluminando la habitación con un cálido brillo dorado. La señora Aydan, me sonrió cálidamente, sus ojos brillantes de afecto. — Buenos días, Emily. ¿Dormiste bien? — preguntó, mientras se servía una taza de té. — Sí, gracias — respondí, tomando un sorbo de café y sintiendo su calor reconfortante. Me recosté en la silla, disfrutando del ambiente relajado. El señor Iran, me saludó con una sonrisa, su rostro curtido por el tiempo y la experiencia. — Buenos días, Emily. ¿Qué planes tienes para hoy? — preguntó, mientras se untaba mantequilla en una tostada. — Pensaba hablar con usted, señora Aydan, sobre los planes de la boda — dije, mirándola con respeto. Emir y yo ya hablamos sobre ello y acordamos que queremos una boda íntima, solo con las personas más cercanas. La señora Aydan se iluminó, su rostro radiante de emoción, pero luego se trans
Me encontraba en mi cuarto, parada enfrente de la ventana, mirando hacia el jardín que se extendía más allá de los muros de la mansión de Emir. La luz del sol entraba por la ventana, iluminando la habitación con un cálido brillo dorado. Me sentía perdida en mis pensamientos, reflexionando sobre la conversación que había tenido con la señora Aydan esa mañana. De repente, mi mirada se posó en los sirvientes que estaban en el jardín, cargando cajas y objetos hacia un camión que estaba estacionado en la entrada. Me pareció extraño, ya que no recordaba que Emir me hubiera mencionado nada sobre una mudanza o una entrega. Me acerqué un poco más a la ventana para observar mejor. Las cajas estaban llenas de objetos que parecían ser recuerdos de boda: flores artificiales, velas, invitaciones... Pero lo que me llamó la atención fue que los sirvientes parecían estar tirando esas cosas en lugar de guardarlas. Sus movimientos eran bruscos y apresurados, como si estuvieran ansiosos por deshacerse
Arthur Después de horas de vuelo, llegué al impresionante aeropuerto de Dubai, donde la mezcla de ansiedad y determinación se reflejaba en mi rostro mientras miraba a mi alrededor, buscando cualquier pista que me llevara a Ana. Llevaba semanas investigando, siguiendo pistas y rastreando movimientos. Finalmente, había llegado el momento de actuar. Mi objetivo era claro: encontrar a Emily antes de que se casara con Emir. Estaba seguro, absolutamente seguro, de que Emily era Ana. Mi prometida, la mujer que había creído muerta durante tanto tiempo. No podía permitir que se casara con otro hombre. Tenía que encontrarla y convencerla de que ella era miya, que nuestra historia no había terminado. La memoria podía fallarle, pero mi corazón sabía la verdad. Después de recoger mis maletas, me dirigí a un hotel cercano para dejar mis pertenencias. No tenía tiempo para descansar; mi prioridad era encontrar a Ana. El hotel era elegante y moderno, con una recepción amplia y bien iluminada. Me r
Arthur Me acerco a la mansión de Emir, mi corazón latiendo con anticipación y un toque de nerviosismo. La noche es oscura, pero la mansión está bien iluminada, con luces que resplandecen en cada ventana. Llego a la barda que rodea la propiedad y la salto con facilidad, aterrizando suavemente en el césped. Me mantengo agachado, utilizando las sombras para cubrirme. Me muevo sigilosamente, evitando las áreas iluminadas. Las luces de la mansión proyectan sombras largas y oscuras en el jardín, y me valgo de ellas para avanzar sin ser visto. Cada paso que doy aumenta mi tensión. Un ruido inesperado, un paso en falso, y seré descubierto. Los guardias patrullan la zona, sus linternas iluminando los caminos empedrados. Me detengo detrás de un seto alto, observando a un guardia que pasa cerca. Su mirada es atenta, su mano en la culata de su arma. Respiro profundamente, intentando calmarme. Sigo adelante, moviéndome de sombra en sombra. De repente, veo una figura sentada en un ban
Emir Mi teléfono sonó en mi escritorio, interrumpiendo mi concentración. Lo deslicé hacia arriba, viendo el nombre de mi guardia personal, Khalid, en la pantalla. Mi dedo índice se deslizó sobre la pantalla para responder la llamada. — Sí — respondí, manteniendo mi voz firme y profesional. — Señor Emir, hemos tenido un incidente en la propiedad — informó Khalid, su voz igualmente formal. Me recliné en mi silla, mis pensamientos girando alrededor de la identidad del intruso y sus motivos. Mi mano derecha se apoyó en el brazo de la silla. — ¿Qué tipo de incidente? — pregunté, mi interés instantáneo. — Hemos detenido a un intruso dentro de la mansión — explicó Khalid. — Tenía documentos de identidad. Se llama Arthur, nacionalidad mexicana. Mi corazón se aceleró ligeramente al escuchar el nombre. Arthur. El prometido de Ana. Después de lo que pasó en el aeropuerto de México, no me sorprendía verlo aquí. — Tráelo aquí — ordené, mi voz firme. — Quiero hablar con él. — Enten