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Me encontraba en mi cuarto, parada enfrente de la ventana, mirando hacia el jardín que se extendía más allá de los muros de la mansión de Emir. La luz del sol entraba por la ventana, iluminando la habitación con un cálido brillo dorado. Me sentía perdida en mis pensamientos, reflexionando sobre la conversación que había tenido con la señora Aydan esa mañana. De repente, mi mirada se posó en los sirvientes que estaban en el jardín, cargando cajas y objetos hacia un camión que estaba estacionado en la entrada. Me pareció extraño, ya que no recordaba que Emir me hubiera mencionado nada sobre una mudanza o una entrega. Me acerqué un poco más a la ventana para observar mejor. Las cajas estaban llenas de objetos que parecían ser recuerdos de boda: flores artificiales, velas, invitaciones... Pero lo que me llamó la atención fue que los sirvientes parecían estar tirando esas cosas en lugar de guardarlas. Sus movimientos eran bruscos y apresurados, como si estuvieran ansiosos por deshacerse
Arthur Después de horas de vuelo, llegué al impresionante aeropuerto de Dubai, donde la mezcla de ansiedad y determinación se reflejaba en mi rostro mientras miraba a mi alrededor, buscando cualquier pista que me llevara a Ana. Llevaba semanas investigando, siguiendo pistas y rastreando movimientos. Finalmente, había llegado el momento de actuar. Mi objetivo era claro: encontrar a Emily antes de que se casara con Emir. Estaba seguro, absolutamente seguro, de que Emily era Ana. Mi prometida, la mujer que había creído muerta durante tanto tiempo. No podía permitir que se casara con otro hombre. Tenía que encontrarla y convencerla de que ella era miya, que nuestra historia no había terminado. La memoria podía fallarle, pero mi corazón sabía la verdad. Después de recoger mis maletas, me dirigí a un hotel cercano para dejar mis pertenencias. No tenía tiempo para descansar; mi prioridad era encontrar a Ana. El hotel era elegante y moderno, con una recepción amplia y bien iluminada. Me r
Arthur Me acerco a la mansión de Emir, mi corazón latiendo con anticipación y un toque de nerviosismo. La noche es oscura, pero la mansión está bien iluminada, con luces que resplandecen en cada ventana. Llego a la barda que rodea la propiedad y la salto con facilidad, aterrizando suavemente en el césped. Me mantengo agachado, utilizando las sombras para cubrirme. Me muevo sigilosamente, evitando las áreas iluminadas. Las luces de la mansión proyectan sombras largas y oscuras en el jardín, y me valgo de ellas para avanzar sin ser visto. Cada paso que doy aumenta mi tensión. Un ruido inesperado, un paso en falso, y seré descubierto. Los guardias patrullan la zona, sus linternas iluminando los caminos empedrados. Me detengo detrás de un seto alto, observando a un guardia que pasa cerca. Su mirada es atenta, su mano en la culata de su arma. Respiro profundamente, intentando calmarme. Sigo adelante, moviéndome de sombra en sombra. De repente, veo una figura sentada en un ban
Emir Mi teléfono sonó en mi escritorio, interrumpiendo mi concentración. Lo deslicé hacia arriba, viendo el nombre de mi guardia personal, Khalid, en la pantalla. Mi dedo índice se deslizó sobre la pantalla para responder la llamada. — Sí — respondí, manteniendo mi voz firme y profesional. — Señor Emir, hemos tenido un incidente en la propiedad — informó Khalid, su voz igualmente formal. Me recliné en mi silla, mis pensamientos girando alrededor de la identidad del intruso y sus motivos. Mi mano derecha se apoyó en el brazo de la silla. — ¿Qué tipo de incidente? — pregunté, mi interés instantáneo. — Hemos detenido a un intruso dentro de la mansión — explicó Khalid. — Tenía documentos de identidad. Se llama Arthur, nacionalidad mexicana. Mi corazón se aceleró ligeramente al escuchar el nombre. Arthur. El prometido de Ana. Después de lo que pasó en el aeropuerto de México, no me sorprendía verlo aquí. — Tráelo aquí — ordené, mi voz firme. — Quiero hablar con él. — Enten
Arthur Me sacaron de la oficina de Emir, flanqueado por dos guardias armados que me sujetaban firmemente por los brazos. Un tercer guardia caminaba detrás de mí, vigilando mi cada movimiento.Mientras caminábamos por el pasillo, mi mente trabajaba a toda velocidad. Evaluaba los pros y los contras de mi situación, buscando una salida. Pero cada paso que daba me alejaba más de Ana y de mi oportunidad de luchar por ella.Los guardias me llevaron a mi hotel, donde me permitieron recoger mis cosas en silencio. El guardia del frente se quedó en la puerta, vigilando el pasillo. El guardia de la izquierda me acompañó dentro de la habitación, mientras que el guardia de la derecha se quedó en la entrada, mirando hacia afuera.Me sentí como un cobarde y derrotado mientras recogía mis cosas. La mirada de los guardias me recordaba constantemente que había sido vencido por Emir."¿Cómo pude fallarle a Ana?", pensé, mi conciencia atormentándome. "¿Cómo pude dejar que Emir me intimidara y me expuls
Ella entró con una presencia que llama la atención, sus piernas largas y definidas se movían con una elegancia inigualable, su cabellera lacia y rubia se movía al son de su caminar, haciendo contraste con su vestido negro con un hermoso escote y un largo hasta las rodillas. Su seguridad era innegable, era como si sintiera ser la dueña del mundo, con una confianza que irradiaba de cada poro de su piel.La secretaria solo se podía quedar mirando la escena, ella se iba acercando cada vez más, pero ella seguía perdida en sus pensamientos, hasta que recobró la cordura. La luz de la oficina parecía reflejarse en su cabello, creando un halo de belleza que era difícil de ignorar.— El señor Emir no está recibiendo a nadie — había dejado muy claro que no quería ser molestado por nadie, ni siquiera llamadas. La secretaria había recibido instrucciones estrictas para no dejar pasar a nadie.La chica tenía una mirada muy seria y no prestó atención a las palabras de la secretaria, siguió adelante p
Hace tres años Emir Mientras mi padre cortaba su jugoso filete, no pudo evitar preguntarme: — ¿Ya han fijado la fecha de la boda?— Suspiré, mi humor no era el mejor en esos días. — Aún no padre— mi respuesta fue seca. Aria, mi prometida, me había estado evitando con excusas poco convincentes, como el clásico "no tengo tiempo" que cualquiera puede usar. Me sentía confundido y preocupado. ¿Cómo era posible que Aria, una chica de veintitrés años sin muchas responsabilidades aparentes, estuviera tan ocupada? La incertidumbre comenzó a pesar sobre mí, haciéndome preguntar qué podría estar pasando por la mente de Aria. ¿Había algún problema en nuestra relación que no habíamos abordado? ¿Existía algún conflicto interno que ella no quisiera compartir? Estas preguntas daban vueltas en mi cabeza, dejándome aún más confundido. Convencido de la importancia de la comunicación abierta y honesta, decidí iniciar una conversación sincera con Aria. Quería comprender mejor su perspectiva y desc
Regresé a la ciudad sin previo aviso, decidido a resolver las diferencias con Aria. Sin embargo, mis intentos de comunicarme con ella fueron en vano, decidí tomar el teléfono y llamar a la señora Azunsolo, mi futura suegra. Tenía la esperanza de obtener información sobre el paradero de Aria.Marqué el número y esperé ansiosamente mientras el teléfono sonaba. Finalmente, la señora Azunsolo respondió y, con un tono educado pero preocupado, le pregunté: —Señora Azunsolo, ¿sabe dónde puedo encontrar a Aria?.La señora Azunsolo, con amabilidad, me informó que Aria se encontraba en su apartamento arreglando todo para la venta. Agradecí su ayuda y nos despedimos amistosamente.Con la información en mano, agradecí a la señora Azunsolo una vez más y colgué el teléfono. Sabiendo que el tiempo era limitado, me apresuré a planificar mi siguiente movimiento para encontrarme con Aria.La puerta del apartamento estaba frente a mí, pero me di cuenta de que no tenía la llave en la mano. Tardé un mom