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Emir Mi teléfono sonó en mi escritorio, interrumpiendo mi concentración. Lo deslicé hacia arriba, viendo el nombre de mi guardia personal, Khalid, en la pantalla. Mi dedo índice se deslizó sobre la pantalla para responder la llamada. — Sí — respondí, manteniendo mi voz firme y profesional. — Señor Emir, hemos tenido un incidente en la propiedad — informó Khalid, su voz igualmente formal. Me recliné en mi silla, mis pensamientos girando alrededor de la identidad del intruso y sus motivos. Mi mano derecha se apoyó en el brazo de la silla. — ¿Qué tipo de incidente? — pregunté, mi interés instantáneo. — Hemos detenido a un intruso dentro de la mansión — explicó Khalid. — Tenía documentos de identidad. Se llama Arthur, nacionalidad mexicana. Mi corazón se aceleró ligeramente al escuchar el nombre. Arthur. El prometido de Ana. Después de lo que pasó en el aeropuerto de México, no me sorprendía verlo aquí. — Tráelo aquí — ordené, mi voz firme. — Quiero hablar con él. — Enten
Arthur Me sacaron de la oficina de Emir, flanqueado por dos guardias armados que me sujetaban firmemente por los brazos. Un tercer guardia caminaba detrás de mí, vigilando mi cada movimiento.Mientras caminábamos por el pasillo, mi mente trabajaba a toda velocidad. Evaluaba los pros y los contras de mi situación, buscando una salida. Pero cada paso que daba me alejaba más de Ana y de mi oportunidad de luchar por ella.Los guardias me llevaron a mi hotel, donde me permitieron recoger mis cosas en silencio. El guardia del frente se quedó en la puerta, vigilando el pasillo. El guardia de la izquierda me acompañó dentro de la habitación, mientras que el guardia de la derecha se quedó en la entrada, mirando hacia afuera.Me sentí como un cobarde y derrotado mientras recogía mis cosas. La mirada de los guardias me recordaba constantemente que había sido vencido por Emir."¿Cómo pude fallarle a Ana?", pensé, mi conciencia atormentándome. "¿Cómo pude dejar que Emir me intimidara y me expuls
Ella entró con una presencia que llama la atención, sus piernas largas y definidas se movían con una elegancia inigualable, su cabellera lacia y rubia se movía al son de su caminar, haciendo contraste con su vestido negro con un hermoso escote y un largo hasta las rodillas. Su seguridad era innegable, era como si sintiera ser la dueña del mundo, con una confianza que irradiaba de cada poro de su piel.La secretaria solo se podía quedar mirando la escena, ella se iba acercando cada vez más, pero ella seguía perdida en sus pensamientos, hasta que recobró la cordura. La luz de la oficina parecía reflejarse en su cabello, creando un halo de belleza que era difícil de ignorar.— El señor Emir no está recibiendo a nadie — había dejado muy claro que no quería ser molestado por nadie, ni siquiera llamadas. La secretaria había recibido instrucciones estrictas para no dejar pasar a nadie.La chica tenía una mirada muy seria y no prestó atención a las palabras de la secretaria, siguió adelante p
Ana No sabía qué hacer ni qué decir. Mis palabras salieron automáticamente, como si mi cerebro hubiera dejado de funcionar. Pude ver la cara de Emir, su expresión era de shock, pero no sabía si era por el hecho de haber sido sorprendido por mí o por alguna otra razón. Era ella, estaba segura. Ese cabello rubio, esas facciones que había visto en la foto, era la misma persona, su ex prometida. En ese preciso momento, no sabía ni siquiera cómo me sentía. Mi corazón latía con fuerza, mi respiración era agitada y mi mente estaba llena de preguntas. Después de ver aquel beso, instintivamente cerré la puerta y me senté en un banco que había en el pasillo, esperando a que ella saliera. "¿Qué ridículo?", pensé. "Cualquiera en mi lugar tal vez hubiera armado un escándalo". Pero yo no podía hacer eso. Confío en Emir, sé que puede haber una explicación. Mis piernas se movían con un tic nervioso, tratando de calmar mis nervios. Esos microsegundos parecieron una eternidad mientras esperaba a que
— Si sabes que ella ha venido para entrar en tu vida de nuevo... — dije, convencida de lo que ella quería, aunque no necesitaba mencionar sus intenciones. La mirada de Emir se endureció, y su voz se convirtió en un hielo que me envolvió.— Lo sé — respondió Emir con tono glacial, desprovista de cualquier emoción o calor humano. — Y no importa lo que ella quiera. No tiene cabida en mi vida. Y nunca la tendrá. — Su convicción era absoluta, y su determinación me hizo sentir que no había espacio para la más mínima duda.Parecía muy convencido de lo que decía, y estaba segura de que él era una persona recta y que no tenía la necesidad de mentirme. Su mirada era intensa, y su voz firme, sin un ápice de debilidad.— Es por eso que quiero que me ayudes aquí en la empresa — terminó por añadir con un toque de persuasión. — ¿Cómo? — pregunté, confundida. En qué podría servirle en mi estado.— No tengo una asistente como podrás darte cuenta — me informó, guardando unos papeles en una carpeta. —
Hace tres años Emir Mientras mi padre cortaba su jugoso filete, no pudo evitar preguntarme: — ¿Ya han fijado la fecha de la boda?— Suspiré, mi humor no era el mejor en esos días. — Aún no padre— mi respuesta fue seca. Aria, mi prometida, me había estado evitando con excusas poco convincentes, como el clásico "no tengo tiempo" que cualquiera puede usar. Me sentía confundido y preocupado. ¿Cómo era posible que Aria, una chica de veintitrés años sin muchas responsabilidades aparentes, estuviera tan ocupada? La incertidumbre comenzó a pesar sobre mí, haciéndome preguntar qué podría estar pasando por la mente de Aria. ¿Había algún problema en nuestra relación que no habíamos abordado? ¿Existía algún conflicto interno que ella no quisiera compartir? Estas preguntas daban vueltas en mi cabeza, dejándome aún más confundido. Convencido de la importancia de la comunicación abierta y honesta, decidí iniciar una conversación sincera con Aria. Quería comprender mejor su perspectiva y desc
Regresé a la ciudad sin previo aviso, decidido a resolver las diferencias con Aria. Sin embargo, mis intentos de comunicarme con ella fueron en vano, decidí tomar el teléfono y llamar a la señora Azunsolo, mi futura suegra. Tenía la esperanza de obtener información sobre el paradero de Aria.Marqué el número y esperé ansiosamente mientras el teléfono sonaba. Finalmente, la señora Azunsolo respondió y, con un tono educado pero preocupado, le pregunté: —Señora Azunsolo, ¿sabe dónde puedo encontrar a Aria?.La señora Azunsolo, con amabilidad, me informó que Aria se encontraba en su apartamento arreglando todo para la venta. Agradecí su ayuda y nos despedimos amistosamente.Con la información en mano, agradecí a la señora Azunsolo una vez más y colgué el teléfono. Sabiendo que el tiempo era limitado, me apresuré a planificar mi siguiente movimiento para encontrarme con Aria.La puerta del apartamento estaba frente a mí, pero me di cuenta de que no tenía la llave en la mano. Tardé un mom
Busqué con la mirada a la dueña de esa voz reconfortante y mi atención se dirigió hacia una señora sentada en el suelo, cuya apariencia sugería que era una gitana.A pesar de haber escuchado sus palabras de consuelo, el peso de mi tristeza me mantenía en silencio, incapaz de encontrar alivio en ese momento.La gitana, con una mirada penetrante, decidió abordar el tema directamente y me cuestionó: —¿Crees en las casualidades o en el destino?.Sin mirarla directamente, dejé escapar en un arrebato de dolor y frustración: —¡No creo en nada ahora!— Y en verdad así era ahora. Mis palabras estaban llenas de amargura, reflejando mi desilusión y mi negativa a aferrarme a cualquier esperanza en medio de mi desolación.La gitana permaneció en silencio por un momento, como si entendiera el peso de mis palabras. Luego, con calma y comprensión en su voz, respondió.—A veces, cuando menos lo esperamos, las piezas del rompecabezas se unen de una forma sorprendente. Puede que no creas ahora, pero e