Arthur Mientras caminaba hacia la puerta de embarque, el murmullo constante de las conversaciones y el zumbido de los anuncios de vuelos me envolvían, pero mi mente seguía dividida entre la llamada de trabajo que acababa de finalizar y el dolor que aún latía en mi corazón.De repente, mi mirada se cruzó con una figura que hizo que mi corazón se detuviera. Estaba a unos metros de distancia, cerca de la tienda de duty-free. Su cabello oscuro caía en cascada sobre sus hombros, y sus ojos... sus ojos parecían los mismos que había visto en mis sueños durante meses.Mi mente se negaba a aceptar lo que estaba viendo. ¿Era posible? ¿Era ella? No, no podía ser. Ana estaba muerta. Lo había aceptado hace meses, pero la dolorosa verdad seguía sin cerrar la herida en mi corazón.Sin embargo, la forma en que esta mujer se movía, su sonrisa, su voz suave al responder a alguien,todo me recordaba a Ana. La forma en que su cabello se rizaba en la nuca, la curva de su cuello, la manera en que sus ojos
Arthur Durante todo el camino de regreso a México, mi cerebro no me dejaba de pensar y darle vueltas al asunto. Cada vez que llegaba a una conclusión, mi mente se negaba a creerla. Sabía que Ana estaba muerta, pero después de lo que pasó, después de ver a esa chica, me costaba creerlo. Me convencí de que ella era Ana, pero no sabía por qué razón hacía como si no me conociera.Me detuve frente a la puerta del apartamento donde viví con ella, y mi mano se demoró en el pomo. Respiré hondo antes de girarlo y entrar. Cerré la puerta detrás de mí y me quedé parado en la entrada, mirando el espacio que una vez compartimos.Mi mirada recorrió el salón, recordando momentos felices con Ana. Podía sentir su presencia aún, como si estuviera allí conmigo. Me acordé de sus risas contagiosas, de sus carcajadas cuando veíamos películas juntos, de sus ojos brillantes cuando me miraba con amor.Recuerdo la vez que pintamos juntos el salón, y Ana se salpicó de pintura en la cara y en el cabello. Me reí
EmirMientras miraba por la ventana del avión, mi mente comenzó a vagar. La conversación con Emily sobre el hombre del aeropuerto me había dejado intranquilo."¿Quién será ese hombre que la llamó 'Ana'?", pensé. ¿Y por qué Emily parecía tan afectada?Me pregunté si alguien más podría saber sobre su pasado, si alguien más podría aparecer y arruinar nuestros planes.Pero pronto me tranquilicé. Ya habíamos salido de México, ya estábamos en camino a Dubai. Allí, Emily estaría a salvo, lejos de cualquier persona que pudiera recordar su pasado."No hay forma de que esa persona vuelva a aparecer", me dije. "Emily es mía ahora."Mi mirada se dirigió hacia Emily, que estaba sentada a mi lado, perdida en sus pensamientos. Sonreí, sintiendo una sensación de seguridad y control.Pronto, llegaríamos a Dubai y comenzaríamos nuestra nueva vida juntos. Nuestro compromiso sería oficial, y Emily estaría completamente bajo mi protección.…….Me levanté de la silla y respiré hondo antes de hablar. Mi pad
Arthur Estaba convencido. La chica del aeropuerto era Ana. No podía ser una coincidencia. Los ojos, la sonrisa, el cabello... Todo era igual. Mi mente repasaba cada detalle, cada gesto, cada expresión. No había duda. Pero necesitaba confirmarlo. Tenía que verla de nuevo, hablar con ella, mirarla a los ojos y saber la verdad. Mi determinación creció. Iba a encontrarla, no importaba qué pasara. Mi siguiente paso sería buscar en Dubai, el último lugar donde ella había estado. Debía ser cauteloso, sin levantar sospechas. Mientras planeaba mi próximo movimiento, mi mente estaba llena de preguntas. ¿Cómo era posible que Ana estuviera viva si su nombre estaba en la lista de fallecidos? ¿Quién podría tener el poder de manipular esos registros? ¿Y por qué Ana no recordaba nada de su pasado? La influencia de Emir, su acompañante, me parecía sospechosa. ¿Estaría involucrado en todo esto? ¿Habría sido capaz de manipular la información para mantener a Ana en secreto? Mi corazón latía con emo
Ana Al entrar en el elegante vestíbulo de la empresa Alcázar, sentí la mirada de todos sobre mí, como si fuera una obra de arte en una exposición. Mi vestido llamaba la atención, no solo por su diseño elegante, sino también por la forma en que resaltaba mi figura. But yo sabía que no era solo por mi apariencia. Era la prometida de Emir, el heredero de la empresa, y eso cambiaba todo.Mientras me acercaba a la recepción, escuché susurrar a los empleados y empleadas. Sus voces eran bajas, pero alcanzaba a captar algunas palabras, fragmentos de conversaciones que me hacían sentir incómoda. Una secretaria rubia se inclinó hacia su compañero,con sus ojos fijos en mí.— Es ella... la prometida de Emir... —dijo una voz femenina.Un hombre de traje gris asintió con la cabeza, su mirada recorriendo mi cuerpo.— Emir siempre tiene una nueva cada poco tiempo... —comentó, con una sonrisa sarcástica.Me sentí como si estuviera bajo un microscopio, analizada y juzgada por personas que ni siquiera
Emir. Regresé a la oficina, exhausto después de un largo día lleno de reuniones y decisiones difíciles. Miré mi reloj de pulsera y vi que ya eran las 8 de la noche. Solo quería ir a casa y olvidarme de todo. Pero al entrar en mi área de oficinas, vi a Emily sentada en el escritorio de mi asistente, ordenando los papeles y objetos que estaban dispersos por todas partes. El escritorio estaba en un desastre, con documentos y notas que mis empleados me habían dejado durante el día. Emily se había tomado la tarea de organizarlo todo, y su dedicación me impresionó. Su cabello oscuro caía sobre sus hombros mientras se concentraba en su tarea, y su boca estaba ligeramente fruncida en una expresión de concentración. Mi mente se despejó instantáneamente. La había llamado hacía horas para hablar sobre los planes de la boda, y se me había olvidado completamente. Me sentí culpable por haberla hecho esperar tanto. —Emily —llamé, intentando sonar lo más amable posible. Ella se levantó de la
Ana Me senté en el comedor, junto a los padres de Emir, y sonreí al ver el desayuno preparado. La luz matutina entraba por las ventanas, iluminando la habitación con un cálido brillo dorado. La señora Aydan, me sonrió cálidamente, sus ojos brillantes de afecto. — Buenos días, Emily. ¿Dormiste bien? — preguntó, mientras se servía una taza de té. — Sí, gracias — respondí, tomando un sorbo de café y sintiendo su calor reconfortante. Me recosté en la silla, disfrutando del ambiente relajado. El señor Iran, me saludó con una sonrisa, su rostro curtido por el tiempo y la experiencia. — Buenos días, Emily. ¿Qué planes tienes para hoy? — preguntó, mientras se untaba mantequilla en una tostada. — Pensaba hablar con usted, señora Aydan, sobre los planes de la boda — dije, mirándola con respeto. Emir y yo ya hablamos sobre ello y acordamos que queremos una boda íntima, solo con las personas más cercanas. La señora Aydan se iluminó, su rostro radiante de emoción, pero luego se trans
Me encontraba en mi cuarto, parada enfrente de la ventana, mirando hacia el jardín que se extendía más allá de los muros de la mansión de Emir. La luz del sol entraba por la ventana, iluminando la habitación con un cálido brillo dorado. Me sentía perdida en mis pensamientos, reflexionando sobre la conversación que había tenido con la señora Aydan esa mañana. De repente, mi mirada se posó en los sirvientes que estaban en el jardín, cargando cajas y objetos hacia un camión que estaba estacionado en la entrada. Me pareció extraño, ya que no recordaba que Emir me hubiera mencionado nada sobre una mudanza o una entrega. Me acerqué un poco más a la ventana para observar mejor. Las cajas estaban llenas de objetos que parecían ser recuerdos de boda: flores artificiales, velas, invitaciones... Pero lo que me llamó la atención fue que los sirvientes parecían estar tirando esas cosas en lugar de guardarlas. Sus movimientos eran bruscos y apresurados, como si estuvieran ansiosos por deshacerse