¿Eres tú?

Unas hebras de cabello le hicieron cosquillas en la nariz. Quería alejarlas de su rostro, pero no podía. Aquella sensación ocurrió dos veces más y estaba a punto de gritarle a quien se le seguía acercando que dejara de hacerlo, pero un jadeo sobre su mejilla lo detuvo y no se atrevió a abrir los ojos. Por alguna extraña razón, quería continuar con esa situación tan poco convencional.

—¡Puedo hacerlo sola! —exclamó una mujer muy cerca de su oreja.

Se escuchaba agitada y eso lo puso nervioso. No era por la cercanía de la mujer, sino porque no estaba seguro de dónde, ni con quién estaba.

—Te dije que no podrías sola. Es un hombre alto y debe pesar el doble que tú, quizá más.

La risa del sujeto que acababa de hablar, lo obligó a mirar a regañadientes. No era esa la escena que empezaba a rodar en su cabeza al escuchar los suaves sonidos que emitía la chica, la misma que hacía unos segundos atrás tenía sobre él y que ahora podía apreciar de espaldas, con las manos apoyadas en las caderas.
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