Me subí a la moto y aceleré como un loco hasta llegar a la carretera que me llevaba de regreso a Pittsburg. Necesitaba terminar con esto. De lo contrario la ira seguiría creciendo en mí y dudaba de mi control.
Durante las horas que me mantuve en el camino repasé los últimos acontecimientos. Hope era lo mejor que me había pasado en la vida. Al mirarla, abrazarla y escucharla me sentía en el cielo. Me brindaba una calma y una paz que había olvidado.
¿Se puede amar tan rápido a una persona tan pequeña? Sí, sin duda alguna. La amé desde el primer momento que la tuve entre mis brazos. Al mismo tiempo que un nuevo temor se aferró a mi pecho, necesitaba que ella estuviera a salvo de cualquier cosa. La protegería con mi vida. Y haría lo que fuera por verla feliz.
Y por otro lado estaba Becca… y los sentimientos que volvía a despertar en mí. No pensé que aún fueran tan fuertes. Por supuesto que siempre supe que no la había olvidado y guardé muy dentro mío el amor que sentía por ella, cuando pensé que rompió mi corazón. Pero a pesar del tiempo y todo lo que había pasado en el medio. Nada, absolutamente nada cambió. Por el contrario, hoy creí amarla incluso más. Sobre todo, al saber todos los sacrificios que había hecho por criar a mi hija. Era una mujer increíble y no me alcanzaría la vida para pagárselo. Pero ahora estaba yo para ocuparme de ellas. No tendría que volver a renunciar a nada. Me haría cargo de mi pequeña y la ayudaría con todo.
Estacioné en la entrada del garaje. Me quité el casco y caminé decidido dentro. Todo estaba oscuro. Subí las escaleras de dos en dos y fui directo a la habitación de mis padres.
—¡Despierta maldito! —dije a gritos. Vi a mi madre saltar de la cama asustada. El Coronel se enderezó con cara de fastidio.
—¿Qué diablos es esto Jake? ¿Estás borracho? —preguntó en un gruñido mientras se ponía de pie.
—¡Voy a matarte! Arruinaste mi vida gran hijo de perra… me arrebataste todo…
—¿De qué diablos estás hablando?
—De mi hija, de Becca. Me quitaste la oportunidad de ser feliz, de estar con mi familia.
—¿Familia? Nosotros somos tu familia Jake, no seas ridículo —acotó mi madre furiosa. La fulminé con la mirada.
—¿Tú también estabas detrás de esto? Increíble… pensé que en el fondo tenías alma.
—¿Cómo sabes que es tuyo?
—¡Es mi hija! No te atrevas a ponerlo en duda. Eres una maldita desgraciada.
—Hicimos lo que creímos mejor para ti. Esa chica no es para ti, Jake. Entiéndelo.
—¡Muérete! Ambos pueden hacerlo.
—Eres un imbécil. Mira todo en lo que te has convertido. ¿Crees qué estarías así de estar ella en tu vida?
—Me importa una m****a todo. No tenían ningún derecho a alejarme de mi hija. Me la robaron, le robaron a ella la oportunidad de crecer con un padre…
—Deja de hablar como si supieras lo que significa ser padre. ¡Esa bastarda iba a arruinar tu vida! —dijo mi maldito progenitor y el volcán que crecía dentro mío simplemente erupcionó.
Me lancé sobre él haciéndolo chocar contra la mesa de noche y la pared. Los gritos de Candice se unieron a los de mi madre. Pero yo ya estaba fuera de mí. Mi vista se tornó roja de furia. Golpeé su rostro unas cuantas veces, sin ser capaz de detenerme. Él intentó defenderse, pero yo era mucho más fuerte, joven y mejor entrenado. No tenía ninguna chance contra mí.
—¡Detente Jake, lo matarás! —gritó mi hermana tomándome por los hombros en un intento por alejarme de mi objetivo.
Mis brazos se sintieron muy pesados y entonces me detuve.
Me levanté de un salto de encima suyo y di unos cuantos pasos atrás conmocionado por la escena que veía. Mi padre estaba tirado en el suelo cubierto de sangre, su pecho apenas subía y bajaba en una débil respiración. Mi madre se inclinó sobre él y comenzó a arrullarlo en sus brazos.
—Necesito una ambulancia urgente… —escuché decir a Candice, la miré y estaba notablemente conmocionada, hablaba rápido y con desesperación.
—Ambos están muertos para mí. No quiero volver a saber de ustedes jamás. No se acerquen a mí, a mi hija o a Becca. Si lo hacen los mataré, ya no me importa. A partir de este momento me considero huérfano.
Me giré y me alejé de ahí. Me metí en mi antiguo cuarto, recogí mi bolso y algunas cosas que quedaban sueltas.
—Vete Jake, vendrá la policía. Quédate en mi dormitorio en L.A. Te alcanzo luego —dijo mi hermanita ofreciéndome las llaves. Besé su frente apretándola contra mi pecho y bajé.
Me colgué el bolso militar en la espalda, me puse el casco y aceleré la moto hasta perderme en el tráfico.
Aún estaba muy agitado por la descarga de adrenalina que había tenido.
No me detuve hasta llegar a California. Busqué un bar y me metí sin dudarlo.
Me dejé caer en el taburete y apoyé mis manos sobre la pegajosa barra.
—¿Qué te sirvo muchacho? —preguntó un hombre grande y de aspecto bravo.
—Whisky, doble… sin hielo —dije mientras pasaba las manos por mi cabeza.
Puso un vaso frente a mí y comenzó a servir el líquido ámbar, se detuvo cuando alcanzó más de la mitad. Luego puso una bolsa de hielo al lado.
—Aquí tienes —dijo empujándolo hasta mí.
—Gracias —respondí y di un largo trago. El líquido rápidamente me quemó la garganta al tomarlo tan deprisa, pero calmó mi temperamento.
—Tus manos necesitarán hielo hijo —dijo en una mueca. Las miré y estaban bañadas de sangre. Las limpié contra mi remera, pero ya estaba seca y no salió. Tomé la bolsa de hielo y la apoyé sobre los nudillos de mi mano derecha.
—Me pones otro, por favor —dije cuando vi el fondo del vaso.
Volvió a servirme.
—Soy Drew. ¿Traes auto? —preguntó.
—Motocicleta —respondí extrañado por su pregunta.
—Tendré que pedirte las llaves.
—¿Qué?
—Está claro que necesitas unas cuantas copas y no puedo dejarte conducir así.
—Toma —dije dejando el manojo de llave sobre la barra.
—¿Noche dura?
—Ni te imaginas… soy Jake, por cierto.
—Bien Jake, todo pasa… mañana será un nuevo día muchacho. No te rindas.
No sé cuántas copas me bebí, pero eventualmente caí derrotado por algún recoveco del bar.
Me desperté cuando alguien me sacudía. Era Drew.
—Hora de ir a casa Jake.
—No tengo casa Drew… soy un maldito infeliz sin hogar ni familia.
—Seguro hay alguien esperando que regreses.
—Sí, mi hija… —dije levantándome como pude.
Un golpe seco y duro me despertó del sueño. Entreabrí los ojos con pesadez y miré el despertador a mi izquierda 3.35 a.m. brilló en él. Un nuevo golpe. Alguien llamaba a la puerta.¿Quién puede ser a esta hora? Me pregunté a mí misma mientras me levantaba de la cama.Puse mi ojo en el mirador de la puerta de entrada y apenas pude divisar una oscura cabellera. Abrí con manos temblorosas y ahí estaba él. Jake lucía fatal, su rostro tenía algunos golpes, sus ojos estaban rojos y unas enormes ojeras lo decoraban. Repasé su cuerpo en busca de alguna señal de estar herido, y vi que sus puños, que estaban apoyados a ambos lados del umbral, se encontraban cubiertos de sangre, al igual que su haraposa remera.—¿Qué te sucedió Jake? Entra —se tambaleó y dio unos pasos hacia mí. El olor a whisky me revo
El sonido de mi teléfono en el bolsillo me despertó. Me sentí desorientado, la cabeza me daba vueltas y no tenía idea de dónde diablos estaba. Miré a mi alrededor y entonces vi una foto de mi hija. ¿En qué momento llegué a casa de Becks? Me pregunté a mí mismo. El insistente móvil volvió a sonar y lo tomé.—Hola Candice —dije con la voz apagada, tenía la boca pastosa y seca.—¿Estás bien? ¿Dónde estás Jake? Casi me matas del susto —sus gritos terminaron de despertarme.—Tranquila, estoy bien. No sé cómo terminé en casa de Becca.—Diablos Jake… me asustaste.—No te preocupes, en un rato estaré en tu dormitorio.—Bien, aquí te espero.—Adiós.Cerré el aparato y me puse de pie. Las s&a
Me pasé gran parte de la mañana sumida en papeles y eso ayudó a que no pensara. Le mandé un mensaje a Jenny pidiéndole que almorzáramos juntas, debía contarle todo lo que estaba ocurriendo, tenía que hablar con alguien o me volvería loca.A las 12.30 p.m. la puerta de mi despacho se abrió y Jenny entró cargando unas bolsas de comida y una enorme sonrisa.—Hola amiga, ¿cómo estás?—Hola cariño… almorcemos en el parque —dije mientras recogía mi bolso y abrigo.—Bien, qué sucede Becca, estás preocupándome. ¿Es Hope?—No Jenny. Jake volvió.—¿Cómo que volvió?—Sí, siéntate que te cuento todo —pasamos la hora del descanso hablando entre bocado y bocado. El sándwich de atún me cayó fatal
Nada me gustaba más que pasar tiempo con ellas, pero sobre todo aprender cada cosa que Hope me enseñaba. Poder verla crecer a través de los retratos no me devolvía lo que perdí, pero al menos no me sentía tan ajeno a su vida. En cada una de las fotografías, que iban desde la panza hasta su último cumpleaños, la imagen era la misma, una hermosa niña de rizos rubios, ojos zafiro y enorme sonrisa. Mi hija era feliz a pesar de todo, incluso de sus desalmados abuelos, ella siempre fue feliz. Y eso me tranquilizaba. Se notaba que era amada por todos, podía verlo en el rostro de las personas que la acompañaban en las distintas fotos. El padre de Becca, su esposa, sus hijos. Su tía Kim, Jenny… solo faltaba yo, y claro Candice.No podía olvidarla, esta mañana luego de llegar a su dormitorio, y después de recibir unos cuantos golpes en el estómago seguido de abr
Nos abrazamos en silencio, no había nada que decir. Fue un momento mágico. Algo con lo que soñé incontables noches. Jake regresaba a mí. Al menos por esta noche me obligué a no pensar en el mañana, solo a disfrutar de la protección que sentía en sus brazos. Recosté la cabeza en su pecho dejándome llevar por el golpeteo de su corazón, por su aroma tan característico y que me daba tanta paz. Delineé el tatuaje que estaba grabado junto a su corazón, parecía árabe, pero no sabía que significaba.—¿Qué dice? —pregunté curiosa.—Rebecca, en árabe —respondió con tristeza.—¿En serio?—Sí, mi corazón siempre fue tuyo amor. Y esto es un recordatorio.—Mi corazón también es tuyo, siempre lo fue… al igual que mi cuerpo
Luego de volver a hacer el amor con mi muñeca, nos dormimos abrazados. Por la mañana teníamos mucho que hacer. Ni bien sonó la alarma a las 7.00 a.m., ambos saltamos de la cama, Becks armó su bolso y luego fue por el de Hope mientras yo tomaba un baño. Desayunamos, bañó a mi hija y luego fue su turno. Para las 10.00 a.m., ya estábamos listos para partir al aeropuerto con destino a Washington DC. No me emocionaba recibir la medalla del congreso, pero sí pasar unos días con mis chicas y disfrutar de ellas.Unas cuatro horas después llegamos a nuestro destino. Mi pequeña se la pasó en grande en el avión, para mi sorpresa estaba acostumbrada, Becca me contó que cada verano viajaba con sus abuelos a Florida. Buscamos un lindo hotel, dejamos las cosas y salimos a dar un paseo por la ciudad. Almorzamos en un bonito bistró familiar, el clim
Presenciar ese maravilloso momento en el que Jake fue condecorado, fue indescriptible, por un lado, sentí un enorme orgullo por el padre de mi hija, y por otro una gran tristeza, la realidad de lo que él había vivido en ese infierno me golpeó. Jamás podría llegar a imaginar lo que era vivir algo como eso. Estar continuamente al borde de la muerte, ver morir a la gente a tu alrededor. No podía siquiera imaginarlo, o no volvería a respirar con normalidad cuando él estuviera lejos de nosotras.Nos tomaron varias fotos, a los tres solos y también con el presidente. Luego nos despedimos y yo aproveché para secar algunas lágrimas que caían por mis mejillas, lágrimas de emoción y conmoción.—Felicitaciones Jake. Es un enorme honor el que te dieron.—No Becks, no lo es. Es solo un recordatorio de los hombres que perdí en batalla.&mda
Me giré para salir del cuarto de mi hija cuando me encontré con Becca apoyada en la puerta observándonos.—¿Qué haces? —pregunté intrigado.—Guardo momentos.—¿Guardas?—Sí, para cuando no los tenga.—No pienses en esas cosas. Estaremos bien. Lo prometo amor.La tomé entre mis brazos y la estrujé con cariño. Cruzó sus brazos en mi cintura y yo acaricié su cabello. La tomé de la mano y la dirigí a la habitación.—Quítate la ropa —le indiqué mientras me sentaba en la cama a observarla.—¿Qué? —dijo con el rostro preso de la vergüenza.—Ya me oíste, desnúdate para mí. Dame un momento para guardar en mi memoria.Mordió su labio dubitativa y lentamente comenzó a moverse al ritm