—Duérmete mi niño, duérmete mi sol… —le cantaba al pequeño Abel mientras nos mecíamos en la misma silla que años atrás usé con mi hija. Él cerró sus pequeños ojos grises que cambiaban de color según el tiempo, exactamente igual a los míos.
—Amor, Jake está aquí, quiere hablar contigo —susurró mi marido desde la puerta de la habitación del niño.
—Voy enseguida —le advertí mientras dejaba a mi hijo en su cuna y lo arropaba con cuidado.
Cuando llegué al descanso de la escalera lo vi. Supe que era Jake, pero no lucía como él. El hombre que tenía enfrente había perdido su brillo, llevaba una gruesa y larga barba, el cabello más largo de lo que alguna vez lo vi, estaba mucho más delgado y parecía alguien mayor de lo que era. Sabía qu
—Abrochen sus cinturones niñas, aterrizaremos en diez minutos —avisó el capitán por el altavoz del C-17 Globemaster III.—¿Listo para la acción? —preguntó Tyler a mi lado.—Como siempre.Una vez en tierra entramos a la base militar situada en Irak. Como oficial al mando del Segundo batallón de los Rangers, me reuní en la sala de mando con el resto de los oficiales. Tras las presentaciones y los saludos con los viejos conocidos nos informaron de nuestra misión.—Sus órdenes son entrenar al ejército iraquí para combatir a los insurgentes —anunció el general Kelley—¿Estamos en territorio hostil general? —pregunté precavido.—Por el momento no hemos recibido ataques, teniente. Pero los insurgentes tienen bases y células terroristas por todo el lugar
—Se hace tarde chicos ¡Perderán el autobús! —grité desde abajo. Y escuché puertas que se abrían y se cerraban.—Que tengas buen día amor —saludó mi esposo mientras me daba un dulce beso en los labios.—Igualmente cariño. Ten cuidado —agregué y lo vi salir.—Pupa mami —pidió Abel colgándose de mi pierna y estirando los bracitos. Sonreí y lo cargué.—¿Tienes hambre? —pregunté cariñosa mientras nos dirigíamos a la cocina.—¡Así! —dijo separando sus brazos a la máxima distancia posible.—De acuerdo —lo senté en su silla de comer y puse el bol con avena a su alcance. Comió más con las manos que con el cubierto, por supuesto.—Buenos días mamá —Hope tiró
Llegamos a la base militar a retirar los cajones vacíos de Jake y Tyler. Pero no fueron los únicos que bajaron de la inmensa nave. Lo acompañaron otros seis. Los soldados que estaban en el lugar hicieron la venia militar de rigor mientras los féretros cubiertos por banderas de Estados Unidos eran cargados en los coches fúnebres.Lentamente comenzó un desfile de autos de camino al cementerio nacional Fort Rosecrans en San Diego.Una vez allí, la ceremonia comenzó. El obispo dio un breve discurso y luego habló el general Kelley, que hizo hincapié en las hazañas bélicas y heroicas de Jake y Tyler. Uno a uno pasaron distintos soldados y clavaron en cada féretro la insignia de los Rangers. Ni siquiera noté que los padres de Jake estaban allí, el Coronel Gilbert vistiendo su traje militar de gala y en su silla de ruedas, me pregunté si &e
—Si puedes escucharme mueve la mano —pidió una voz que desconocía, pero reconocí el idioma, ¿árabe? ¿Dónde diablo estaba? ¿Acaso me tenían prisionero? Intenté abrir los ojos, pero mis párpados pesaban una tonelada. Moví mi mano ¿Lo hice? Sé que lo intenté, pero no sentí que se moviera. Quizás… probé con un dedo, debería ser más fácil.—¿Me escuchas? ¿Estás despierto? Vuelve a hacerlo —repitió la misma voz en un tono más alto. Repetí la acción y esta vez no me costó tanto.—Bajen los medicamentos, está respondiendo. Bienvenido de vuelta amigo —agregó. ¿De vuelta? ¿Qué diablos pasó? ¿Por qué no puedo recordar?***—Intentémoslo una vez más.
El timbre sonó y todos nos miramos a la vez, haciendo un cálculo mental por si faltaba alguien. Pero estábamos todos en la mesa, no quedó ningún lugar vacío.—Yo voy —avisé, quizás era Zack que pasó en medio de la guardia para comer con nosotros.Abrí la puerta sin mirar y el tiempo se detuvo. Lo repasé de arriba abajo, no estaba segura que mi cerebro no estuviera jugándome una mala pasada. Sus ojos… eran sus ojos y entonces solté el aire que estaba reteniendo en mis pulmones. Y las lágrimas brotaron de mis ojos sin reparo.—Eres tú… de verdad —pregunté mientras estiraba mi mano para tocarlo y cerciorarme que realmente estuviera allí.—Soy yo Becks. Siento haber tardado tanto en volver —su voz me pareció gloriosa y todo mi cuerpo se relajó de pronto, como si volviera a ser co
Me tomó poco más de seis meses volver a ser el mismo de siempre. Las sesiones de fisioterapia eran dos veces a la semana, dolorosas y a veces frustrantes, pero finalmente me recuperé por completo, lo único que me quedaba como secuela era una habitual jaqueca, pero el neurólogo me prescribió unos medicamentos que ayudaban bastante a sobrellevar el dolor. Y de no ser por la cicatriz en mi cabeza, esto solo sería un borroso recuerdo.Unas semanas después de mi regreso el general Kelley me informó que encontraron los restos de Tyler y tras las pruebas de ADN determinaron su identidad. Lo traían a casa y volveríamos a sepultarlo. Me despedí de mi hermano, le volví a agradecer por salvarme y le juré que no desperdiciaría ni un solo día de mi vida.Esa misma tarde fui a casa de Candice, ella se quedó con la mayoría de mis cosas, luego de jugar con los
—Estás… no tengo palabras hija —le digo con un nudo en la garganta, sí, lo sé, soy una llorona, pero ¿cómo no serlo cuando ves a tu primogénita vestida de ángel y a punto de casarse con el hombre que ama?—Gracias mami.—¿Se puede? —preguntó mi esposo entrando medio cuerpo a la habitación.—Sí papá. Adelante —anunció ella. Él ingresó por completo y se quedó como piedra en cuanto sus ojos la recorrieron y ahí estaba otra vez esa tímida lágrima.Volví a poner mis ojos en ella, llevaba un vestido de corte princesa, por supuesto, sin breteles y con escote recto adornado por una filigrana en forma de pequeñas y delicadas mariposas, un cinto en raso anunciaba el comienzo de la vaporosa falda de tul. Llevaba su rubio y rizado cabello recogido en un rodete y pequeñ
Muchas veces el miedo nos paraliza, nos detiene. Y hacemos lo que creemos que es lo correcto, incluso cuando aquello no es lo que nos dicta el corazón.Creemos, erróneamente, que tenemos todo el tiempo del mundo, tanto para equivocarnos, como para remendar los errores. Pero a veces, el destino no nos ofrece segundas oportunidades. Y rara vez te encuentras con la mágica e inexplicable sorpresa de poder compensar lo que hiciste mal.Pero el tiempo es implacable, la vida está en continuo movimiento y no se detendrá porque tú así lo quieras.No hay marcha atrás para las decisiones, solo queda aceptar las consecuencias y aprender a vivir con ellas.Llegar a un punto medio en el que el tiempo se convierte en tu amigo y tu único compañero.Esperar que sea él mismo el que ponga cada cosa en su lugar.Lo que deba ser será… tarde o temprano, llegará. Est&