—Si puedes escucharme mueve la mano —pidió una voz que desconocía, pero reconocí el idioma, ¿árabe? ¿Dónde diablo estaba? ¿Acaso me tenían prisionero? Intenté abrir los ojos, pero mis párpados pesaban una tonelada. Moví mi mano ¿Lo hice? Sé que lo intenté, pero no sentí que se moviera. Quizás… probé con un dedo, debería ser más fácil.
—¿Me escuchas? ¿Estás despierto? Vuelve a hacerlo —repitió la misma voz en un tono más alto. Repetí la acción y esta vez no me costó tanto.
—Bajen los medicamentos, está respondiendo. Bienvenido de vuelta amigo —agregó. ¿De vuelta? ¿Qué diablos pasó? ¿Por qué no puedo recordar?
***
—Intentémoslo una vez más.
El timbre sonó y todos nos miramos a la vez, haciendo un cálculo mental por si faltaba alguien. Pero estábamos todos en la mesa, no quedó ningún lugar vacío.—Yo voy —avisé, quizás era Zack que pasó en medio de la guardia para comer con nosotros.Abrí la puerta sin mirar y el tiempo se detuvo. Lo repasé de arriba abajo, no estaba segura que mi cerebro no estuviera jugándome una mala pasada. Sus ojos… eran sus ojos y entonces solté el aire que estaba reteniendo en mis pulmones. Y las lágrimas brotaron de mis ojos sin reparo.—Eres tú… de verdad —pregunté mientras estiraba mi mano para tocarlo y cerciorarme que realmente estuviera allí.—Soy yo Becks. Siento haber tardado tanto en volver —su voz me pareció gloriosa y todo mi cuerpo se relajó de pronto, como si volviera a ser co
Me tomó poco más de seis meses volver a ser el mismo de siempre. Las sesiones de fisioterapia eran dos veces a la semana, dolorosas y a veces frustrantes, pero finalmente me recuperé por completo, lo único que me quedaba como secuela era una habitual jaqueca, pero el neurólogo me prescribió unos medicamentos que ayudaban bastante a sobrellevar el dolor. Y de no ser por la cicatriz en mi cabeza, esto solo sería un borroso recuerdo.Unas semanas después de mi regreso el general Kelley me informó que encontraron los restos de Tyler y tras las pruebas de ADN determinaron su identidad. Lo traían a casa y volveríamos a sepultarlo. Me despedí de mi hermano, le volví a agradecer por salvarme y le juré que no desperdiciaría ni un solo día de mi vida.Esa misma tarde fui a casa de Candice, ella se quedó con la mayoría de mis cosas, luego de jugar con los
—Estás… no tengo palabras hija —le digo con un nudo en la garganta, sí, lo sé, soy una llorona, pero ¿cómo no serlo cuando ves a tu primogénita vestida de ángel y a punto de casarse con el hombre que ama?—Gracias mami.—¿Se puede? —preguntó mi esposo entrando medio cuerpo a la habitación.—Sí papá. Adelante —anunció ella. Él ingresó por completo y se quedó como piedra en cuanto sus ojos la recorrieron y ahí estaba otra vez esa tímida lágrima.Volví a poner mis ojos en ella, llevaba un vestido de corte princesa, por supuesto, sin breteles y con escote recto adornado por una filigrana en forma de pequeñas y delicadas mariposas, un cinto en raso anunciaba el comienzo de la vaporosa falda de tul. Llevaba su rubio y rizado cabello recogido en un rodete y pequeñ
Muchas veces el miedo nos paraliza, nos detiene. Y hacemos lo que creemos que es lo correcto, incluso cuando aquello no es lo que nos dicta el corazón.Creemos, erróneamente, que tenemos todo el tiempo del mundo, tanto para equivocarnos, como para remendar los errores. Pero a veces, el destino no nos ofrece segundas oportunidades. Y rara vez te encuentras con la mágica e inexplicable sorpresa de poder compensar lo que hiciste mal.Pero el tiempo es implacable, la vida está en continuo movimiento y no se detendrá porque tú así lo quieras.No hay marcha atrás para las decisiones, solo queda aceptar las consecuencias y aprender a vivir con ellas.Llegar a un punto medio en el que el tiempo se convierte en tu amigo y tu único compañero.Esperar que sea él mismo el que ponga cada cosa en su lugar.Lo que deba ser será… tarde o temprano, llegará. Est&
—Adiós cariño. Recuerda que Cristina pasará por ti y te llevará a casa del abuelo —le dije a mi hija mientras la despedí en la puerta del kínder.—Sí mami. Adiós —respondió la pequeña colgada de la mano de su maestra y con una enorme sonrisa.Ese día me tocaba quedarme después de hora en la cafetería, uno de los proveedores me avisó la noche anterior que llegaría a última hora a hacer la entrega y debía esperarlo para firmar el recibo.Caminé tranquilamente hasta el trabajo, era un hermoso día soleado de finales de septiembre. El clima era cálido por las tardes y refrescaba un poco en la noche.—Buenos días chicas —saludé a Silvi y Evelyn mientras me dirigía a la oficina trasera.Mi jornada laboral estaba oficialmente a punto de terminar, pero aún
Frente a mí tenía a la mujer que me atormentaba internamente. Pero no había ni rastro de la niña tímida y vulnerable que yo conocía. Becca se había convertido en todo una mujer, segura, fuerte y decidida. Por no decir que estaba más hermosa de lo que yo podía recordar. Esos hermosos ojos grises me perdían por completo y ahora había un nuevo brillo en ellos, que no lograba leer con claridad, ¿acaso estaba feliz de verme?Su cuerpo era un maldito infierno en la tierra, sus caderas estaban más definidas, su trasero erguido y respingón, como siempre. Sus pechos se notaban más llenos y esa boca carnosa me invitaba continuamente a perderme en ella. Me obligué a concentrarme.—Bien Jake, ¿qué demonios haces aquí? —dijo en un tono desafiante.—Necesitamos hablar Becks.—No me digas Becks. ¿Acaso te vol
Me sentí una intrusa al ver la imagen que tenía frente a mí. Me pareció completamente injusto que mi pequeña hija estuviera abriéndole el corazón al hombre que la abandonó. Aquel que eligió no conocerla. Me rompía el corazón verla así. Absolutamente entregada a él. Brindándose pura y desinteresadamente a su padre. Un padre que no la merecía. Que no había hecho más que despreciarla.Pero me recordé que yo misma causé esto. Desde que estaba en mi vientre le hablaba de él. Hice que lo conociera y lo amara. La niña tenía un pequeño altar al lado de su cama con fotos mías y de Jake. Para ella, él era una especie de héroe. Lo veneraba. Y yo era la única responsable de eso.Cristina, quién hasta entonces había permanecido al margen de todo, se acercó a mí y apret
Mientras caminaba al encuentro de mi hija que estaba tomando su malteada sentada en una mesa en compañía de la mujer que la había traído hice un rápido repaso de la situación. Becca me demostró una vez más la increíble mujer que era. A pesar de creerme un desgraciado, no se rindió conmigo. Y me regalaba una nueva esperanza. No todo estaba perdido. Gracias a ella, tenía una oportunidad con mi hija. Aún me costaba hacerme a la idea de que ella era mía. Un pedazo perfecto de Becca y mío. Una razón más para amar a esa mujer.—Hola muñequita —dije sentándome a su lado.—Hola papá, ¿quieres? —dijo con una sonrisa cubierta de crema en color fresa. La miré embobado. Era lo más hermoso que vieron mis ojos.Tomé la cuchara que me ofrecía y me la llevé a la boca.—