Muchas veces el miedo nos paraliza, nos detiene. Y hacemos lo que creemos que es lo correcto, incluso cuando aquello no es lo que nos dicta el corazón.
Creemos, erróneamente, que tenemos todo el tiempo del mundo, tanto para equivocarnos, como para remendar los errores. Pero a veces, el destino no nos ofrece segundas oportunidades. Y rara vez te encuentras con la mágica e inexplicable sorpresa de poder compensar lo que hiciste mal.
Pero el tiempo es implacable, la vida está en continuo movimiento y no se detendrá porque tú así lo quieras.
No hay marcha atrás para las decisiones, solo queda aceptar las consecuencias y aprender a vivir con ellas.
Llegar a un punto medio en el que el tiempo se convierte en tu amigo y tu único compañero.
Esperar que sea él mismo el que ponga cada cosa en su lugar.
Lo que deba ser será… tarde o temprano, llegará. Estés listo o no.
«Nacemos para vivir, por eso el capital más importante que tenemos es el tiempo, es tan corto nuestro paso por este planeta que es una pésima idea no gozar cada paso y cada instante, con el favor de una mente que no tiene límites y un corazón que puede amar mucho más de lo que suponemos»
(Facundo Cabral)
—Adiós cariño. Recuerda que Cristina pasará por ti y te llevará a casa del abuelo —le dije a mi hija mientras la despedí en la puerta del kínder.—Sí mami. Adiós —respondió la pequeña colgada de la mano de su maestra y con una enorme sonrisa.Ese día me tocaba quedarme después de hora en la cafetería, uno de los proveedores me avisó la noche anterior que llegaría a última hora a hacer la entrega y debía esperarlo para firmar el recibo.Caminé tranquilamente hasta el trabajo, era un hermoso día soleado de finales de septiembre. El clima era cálido por las tardes y refrescaba un poco en la noche.—Buenos días chicas —saludé a Silvi y Evelyn mientras me dirigía a la oficina trasera.Mi jornada laboral estaba oficialmente a punto de terminar, pero aún
Frente a mí tenía a la mujer que me atormentaba internamente. Pero no había ni rastro de la niña tímida y vulnerable que yo conocía. Becca se había convertido en todo una mujer, segura, fuerte y decidida. Por no decir que estaba más hermosa de lo que yo podía recordar. Esos hermosos ojos grises me perdían por completo y ahora había un nuevo brillo en ellos, que no lograba leer con claridad, ¿acaso estaba feliz de verme?Su cuerpo era un maldito infierno en la tierra, sus caderas estaban más definidas, su trasero erguido y respingón, como siempre. Sus pechos se notaban más llenos y esa boca carnosa me invitaba continuamente a perderme en ella. Me obligué a concentrarme.—Bien Jake, ¿qué demonios haces aquí? —dijo en un tono desafiante.—Necesitamos hablar Becks.—No me digas Becks. ¿Acaso te vol
Me sentí una intrusa al ver la imagen que tenía frente a mí. Me pareció completamente injusto que mi pequeña hija estuviera abriéndole el corazón al hombre que la abandonó. Aquel que eligió no conocerla. Me rompía el corazón verla así. Absolutamente entregada a él. Brindándose pura y desinteresadamente a su padre. Un padre que no la merecía. Que no había hecho más que despreciarla.Pero me recordé que yo misma causé esto. Desde que estaba en mi vientre le hablaba de él. Hice que lo conociera y lo amara. La niña tenía un pequeño altar al lado de su cama con fotos mías y de Jake. Para ella, él era una especie de héroe. Lo veneraba. Y yo era la única responsable de eso.Cristina, quién hasta entonces había permanecido al margen de todo, se acercó a mí y apret
Mientras caminaba al encuentro de mi hija que estaba tomando su malteada sentada en una mesa en compañía de la mujer que la había traído hice un rápido repaso de la situación. Becca me demostró una vez más la increíble mujer que era. A pesar de creerme un desgraciado, no se rindió conmigo. Y me regalaba una nueva esperanza. No todo estaba perdido. Gracias a ella, tenía una oportunidad con mi hija. Aún me costaba hacerme a la idea de que ella era mía. Un pedazo perfecto de Becca y mío. Una razón más para amar a esa mujer.—Hola muñequita —dije sentándome a su lado.—Hola papá, ¿quieres? —dijo con una sonrisa cubierta de crema en color fresa. La miré embobado. Era lo más hermoso que vieron mis ojos.Tomé la cuchara que me ofrecía y me la llevé a la boca.—
Estaba en la cocina lavando los trastos que descansaban en el fregadero cuando Jake salió a mi encuentro.—¿Se durmió? —pregunté tratando de sonar tranquila. Tenerlo en casa era de lo más extraño. Aún me costaba creer que todo fuera real.—Sí, costó, pero finalmente lo logré —dijo triunfante. Sonreí ante su gesto.—Tiene demasiada energía…—¿A quién habrá salido?—Es más tu culpa que la mía —dije divertida.—Gracias Becks. No imagino lo difícil que habrá sido criarla sola.—No estuve sola. Kim, mi padre y su esposa me apoyaron mucho. Y Jenny está siempre para nosotras.—Me alegro que así sea. ¿Karen no lo aceptó? —preguntó extrañado y mi corazón se achicó.&
Me subí a la moto y aceleré como un loco hasta llegar a la carretera que me llevaba de regreso a Pittsburg. Necesitaba terminar con esto. De lo contrario la ira seguiría creciendo en mí y dudaba de mi control.Durante las horas que me mantuve en el camino repasé los últimos acontecimientos. Hope era lo mejor que me había pasado en la vida. Al mirarla, abrazarla y escucharla me sentía en el cielo. Me brindaba una calma y una paz que había olvidado.¿Se puede amar tan rápido a una persona tan pequeña? Sí, sin duda alguna. La amé desde el primer momento que la tuve entre mis brazos. Al mismo tiempo que un nuevo temor se aferró a mi pecho, necesitaba que ella estuviera a salvo de cualquier cosa. La protegería con mi vida. Y haría lo que fuera por verla feliz.Y por otro lado estaba Becca… y los sentimientos que volvía a desper
Un golpe seco y duro me despertó del sueño. Entreabrí los ojos con pesadez y miré el despertador a mi izquierda 3.35 a.m. brilló en él. Un nuevo golpe. Alguien llamaba a la puerta.¿Quién puede ser a esta hora? Me pregunté a mí misma mientras me levantaba de la cama.Puse mi ojo en el mirador de la puerta de entrada y apenas pude divisar una oscura cabellera. Abrí con manos temblorosas y ahí estaba él. Jake lucía fatal, su rostro tenía algunos golpes, sus ojos estaban rojos y unas enormes ojeras lo decoraban. Repasé su cuerpo en busca de alguna señal de estar herido, y vi que sus puños, que estaban apoyados a ambos lados del umbral, se encontraban cubiertos de sangre, al igual que su haraposa remera.—¿Qué te sucedió Jake? Entra —se tambaleó y dio unos pasos hacia mí. El olor a whisky me revo
El sonido de mi teléfono en el bolsillo me despertó. Me sentí desorientado, la cabeza me daba vueltas y no tenía idea de dónde diablos estaba. Miré a mi alrededor y entonces vi una foto de mi hija. ¿En qué momento llegué a casa de Becks? Me pregunté a mí mismo. El insistente móvil volvió a sonar y lo tomé.—Hola Candice —dije con la voz apagada, tenía la boca pastosa y seca.—¿Estás bien? ¿Dónde estás Jake? Casi me matas del susto —sus gritos terminaron de despertarme.—Tranquila, estoy bien. No sé cómo terminé en casa de Becca.—Diablos Jake… me asustaste.—No te preocupes, en un rato estaré en tu dormitorio.—Bien, aquí te espero.—Adiós.Cerré el aparato y me puse de pie. Las s&a