Que no sea un sueño

Me sentí una intrusa al ver la imagen que tenía frente a mí. Me pareció completamente injusto que mi pequeña hija estuviera abriéndole el corazón al hombre que la abandonó. Aquel que eligió no conocerla. Me rompía el corazón verla así. Absolutamente entregada a él. Brindándose pura y desinteresadamente a su padre. Un padre que no la merecía. Que no había hecho más que despreciarla.

Pero me recordé que yo misma causé esto. Desde que estaba en mi vientre le hablaba de él. Hice que lo conociera y lo amara. La niña tenía un pequeño altar al lado de su cama con fotos mías y de Jake. Para ella, él era una especie de héroe. Lo veneraba. Y yo era la única responsable de eso.

Cristina, quién hasta entonces había permanecido al margen de todo, se acercó a mí y apretó mi hombro cariñosamente, dándome las fuerzas que me faltaban.

—Ven Hope. Vayamos a buscar ese batido que tanto te gusta —dijo a la niña ofreciendo sus brazos. Pero ella se aferró con fuerza a las solapas de la chaqueta de su padre.

—¡No! No quiero ir —respondió determinada.

—Ve cariño. Tu papá estará aquí esperándote —dije odiando las palabras que salían de mi boca.

—No me iré pequeña. Lo prometo —dijo él mirándola a los ojos. Se lo pensó unos segundos y finalmente asintió. Besó su mejilla con cariño y aceptó los brazos de su Cris.

Le agradecí con la mirada a mi madrastra. Necesitaba un segundo para recomponerme.

—Tienes muchas cosas que explicarme —anunció Jake con una mirada de odio, cuando mi hija se alejó.

—Ven —dije volviendo hacia la oficina.

Me senté y dejé caer la cabeza en mis manos y comencé a llorar con desesperación. Estaba tan al borde del colapso que necesitaba sacarlo de mí.

—Tranquilízate Becca. Respira hondo —dijo él tomando una gran bocanada de aire.

—¿Por qué? ¿Por qué ahora? ¿Por qué apareces más de cinco años después fingiendo que yo soy la mala de la película?

—Ya te lo dije, Candice me llamó y me dijo que te había visto en el parque con una niña pequeña que se parecía a mí. Tomé el primer vuelo de regreso y vine a que me aclararas las cosas.

—¿Qué cambió? ¿Por qué de repente te interesa? —pregunté confusa.

—¿De qué hablas? Si yo hubiera sabido de su existencia…

—¿Si hubieras sabido? «No dejaré que arruines mi vida, mi carrera y la vida de esa criatura… lo mejor será terminar con el embarazo no deseado» —dije recordándole sus propias palabras.

—¿De qué demonios hablas Becca?

—Eso me dijiste en tu carta. La única carta que respondiste en meses. Y solo dijiste que te olvide…

—Yo… ¿qué?... jamás escribí eso… nunca recibí ni una sola carta tuya. ¿Me estás tomando por idiota?

Pasé una mano por mi frente tratando de aclarar mis ideas. Si estaba actuando, se había convertido en un excelente actor digno de un Oscar. Pero su rostro lucía tan sorprendido y desencajado que me hizo dudar de lo que yo decía.

—¡Diablos! Ya no tengo tu carta… la rompí hace años. Aun así, recuerdo cada maldita palabra.

—¡No escribí eso! Yo no sabía de ella… jamás recibí una sola respuesta tuya. Excepto la que decía que me abandonabas.

—Te escribí cada semana… hasta ese día.

—Becca, te lo juro por mi vida.

—Yo nunca te abandoné Jake. Fuiste tú.

—¡No! Espera —rebuscó en sus bolsillos y sacó un papel algo amarillento y arrugado y me lo entregó. Lo abrí y lo leí.

No podía creer lo que veía.

—Yo no escribí esto Jake. Jamás hubiera hecho algo así. Te hubiera esperado toda la vida. Te amaba… eras mi vida y estaba esperando un hijo tuyo, ¿cómo crees que hubiera escrito algo así?

—Pensé que simplemente, te diste por vencida… que había sido demasiado. No te culpé por cansarte… sí por romper mi corazón en mil pedazos.

—Yo… no… ¿qué está pasando? —pregunté confundida y atónita por toda esta nueva información.

—¿Dices que yo te dejé por carta?

—Sí, ya no la conservo. Fue muy dura…

—Yo no escribí eso. Jamás supe del embarazo. Nunca te hubiera dejado sola… jamás hubiera abandonado a mi hija… jamás.

—¿Y entonces? ¿Quién escribió estas cartas?

—Creo saberlo —dijo golpeando el escritorio nuevamente— ¡Maldita sea! Lo mataré… juro que lo mataré… me robó todo. Me quitó a mi hija… a mi hija.

—¿De quién hablas?

—Mi padre… esto es obra suya, lo presiento.

—No puede ser Jake. Ni siquiera él sería tan cruel.

—¿Quién más?

Lo pensé por unos segundos. No había nadie más que quisiera vernos separados. Pero Hope era su sangre, su nieta…

—Dios mío… tantos años…

—Me perdí su vida Becca. Jamás recuperaré lo que me robaron. Me arrebataron a mi hija —sus ojos centeallaron y unas tímidas lágrimas corrieron por sus mejillas.

—Lo siento Jake… —dije con el corazón en la boca.

—Iré a aclarar esto ya mismo.

—Espera Jake. No hagas nada estúpido.

—Lo mataré Becks…

—Shhh. No digas tonterías. Acabas de decir que te robaron a tu hija. Eso no es cierto. Ella te conoce. Sabe quién eres y te ama con locura. No le quites eso.

—¿Le hablaste de mí? ¿A pesar de todo? ¿Incluso cuando creías que las había abandonado? —preguntó incrédulo.

—Sí. Yo mejor que nadie sabía lo duro y devastador que era crecer pensando que tu padre no te amaba y me juré que ella no pasaría por lo mismo. Le hablé de ti cada día de su vida, escribí un cuento para ella acerca de ti. Tiene tu foto en su mesa de noche. Ella te conoce.

—Gracias… no sé cómo agradecértelo.

—Lo hice por ella, no merecía que rompieras su corazón. Ella debía tener la oportunidad de decidir.

—Es realmente hermosa…

—Sí lo es. Se parece mucho a ti.

—Veo un claro rasgo tuyo… —dijo con una sonrisa nostálgica.

—Solo su cabello y color de ojos. Tiene tu carácter.

—¿En serio?

—Sí, es testaruda como ella sola y siempre se sale con la suya.

—¿Le dirás la verdad?

—No hay necesidad que descubra lo cruel que pueden ser las personas a tan corta edad.

—De acuerdo. Quiero verla, Becks.

—Solo… no rompas su corazón, ella te necesita. Soñó mucho con este momento.

—Prefiero morir que verla sufrir —dijo él. Y el Jake que yo conocía y amaba apareció en sus ojos.

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