Capítulo 3.

      •••No miraré•••

El corazón de Mitch se detuvo por una fracción de segundo al escuchar esa voz tan frágil y suave, sabía de quien era, porque escucharla hablar era como escuchar la mas grandiosa melodía que por alguna razón hacía a su corazón latir con fuerza.

Alzó un poco la vista y ahí estaba ella, la joven Nash, estaba empapada y su preocupación era sincera, se podía ver en su rostro.

—Estoy bien— respondió Mitchell con frialdad, ocultando la felicidad que le causaba verla.

Zeida asintió, ahora se sentía estúpida de haber ido a preguntar, era evidente que el demonio Mitch no la necesitaba.

Mitchell iba a subir a su auto, pero al abrir su puerta, sus llaves se resbalaron de sus manos y se cayeron al suelo.

—¡Maldita sea!— se quejó por su mala suerte.

Zeida solo lo miró y enarcó una ceja.

—¿Necesita ayuda?—Preguntó al ver lo que le pasó.

Mitchell suspiró, no quería molestar a la chica, a su chica, no quería que ella viera que él era un inútil incapaz de juntar sus propias llaves, eso lo desagradaba tanto, pero no había opción, su cuello dolía tanto. —Mis llaves se cayeron, ¿Podrías ayudarme?.

—Claro— Respondió Zeida sin pensarlo, caminó a paso rápido hasta donde estaba él y miró el suelo, el agua las había jalado hasta debajo del auto, así que ella tuvo que ponerse de rodillas y estirar su mano para alcanzarlas, no fue difícil y de cualquier modo, ya estaba mojada.

Cuando las tuvo se sintió orgullosa de poder ayudar a su jefe, al hombre con el que soñaba todas las noches, esto era un logro desbloqueado. —Aquí están señor.

Mitchell las tomó y la miró detenidamente, la pobre estaba toda mojada, sus mejillas estaban sonrojadas al igual que su nariz, miró con cuidado hacia la parada de autobús y se dio cuenta de que mucha gente esperaba impaciente, el autobús debía de venir retrasado y tal vez sumamente lleno.

—Sube al auto —Ordenó él.

—¿Eh?...oh, no gracias, no hace falta que me lleve.

—Sube al auto Zeida—Ordenó él, no aceptaba las negativas de nadie.

Zeida sintió que su cuerpo se congelaba por completo, ¿Cómo la había llamado?, ¿Acaso él sabía quién era ella?, le tomó unos segundos reaccionar, fue obediente y se subió en la parte del copiloto, lo miró subir y hacer muecas mientras se sujetaba el cuello.

—¿Se lastimó?.

—Solo un poco.

Las puertas se cerraron y todo quedo en silencio y calidez, el auto del jefe olía bien, olía a nuevo y se veía nuevo, olía a él.

—Estoy mojando sus asientos —Dijo ella un poco avergonzada.

—No importa—Respondió él mientras ponía el auto en marcha.

Ella no podía sentirse mas emocionada, está era la conversación mas larga que había tenido con el guapo Mitchell, y solo le había tomado tres años y un evento desafortunado.

—Debería de ir al hospital, hay un hospital cerca—Sugirió ella al verlo sobarse nuevamente.

—Te llevaré a casa primero.

—Puedo esperar, en serio no me importa, se ve que le duele mucho, y si no toma analgésicos dolerá aún más.

Era un buen punto, Mitch la miró de reojo, en realidad él no quería que ella estuviera mojada durante tanto tiempo, se enfermaría, aunque no parecía que fuera por su culpa, ella ya estaba mojada desde antes, aún así, estaba preocupado por su salud.

—Deberías de quitarte esa ropa mojada, en el asiento trasero tengo una camisa limpia y un abrigo, póntelos.

Zeida miró el asiento trasero, ahí tenia una camisa blanca de vestir perfectamente doblada, parecía una camisa de repuesto, y también había un abrigo perfectamente acomodado.

—Usted también esta mojado.

—Si, pero no tanto como tú, solo mírate.

Eso era verdad.

Ella asintió y luego dudó en como proceder.

Se aclaró la garganta y lo miró llena de vergüenza, con lentitud se quitó el abrigo empapado que traía puesto, lo dobló con calma y cuidado y acarició los botones de su camisa.

Usaba el uniforme de la compañía, el cual constaba de un saco negro*, camisa de vestir azul y falda arriba de las rodillas de color negra*, se quitó el saco mientras que el trafico avanzaba y se mordió el labio.

Mitchell sentía como sus manos transpiraban un poco, ¿Por qué ella lo ponía de ese modo?, ¿Cómo fue que ocurrió?.

Con lentitud desabotonó su camisa, se sentía apenada, en verdad iba desvestirse a lado de su jefe, se detuvo en el último segundo y suspiró tratando de calmar sus nervios.

“Que vergüenza”.

Mitchell detuvo el auto de nuevo y se llevó una mano al mentón.

—No miraré, las ventanas son polarizadas, nadie te verá— Prometió imaginando lo que la chica pensaba, miró hacía la ventanilla y desde ahí se dio cuenta de que podía ver el reflejo de su chica.

Zeida estaba temblando por los nervios, se aclaró la garganta y lo hizo de una vez, se quitó la camisa mojada y la sostuvo en sus manos cubriéndose inconscientemente.

Mitchell empezaba a sentir cierto deseo en todo su cuerpo, no podía verla bien, y luego se sintió un imbécil, cerró los ojos y tragó saliva, lo prometió.

Ella se estiró un poco para tomar la camisa limpia del jefe, se la puso con rapidez y se acomodó en su lugar.

—Listo.

Mitchell le subió aún más a la calefacción, el trafico avanzaba cada vez más rápido, hasta que por fin salieron de aquel embotellamiento.

Él condujo hasta el hospital más cercano, el que por suerte era al que Mitch siempre iba, ya lo conocían y siempre lo recibían de buen modo, en especial porque era inversionista de ese lugar, Zeida bajó con él y lo siguió hasta la recepción, ahí se dio cuenta de que las mujeres de aquel lugar le sonreían y lo trataban como si él fuera una celebridad, Mitchell era sumamente guapo, tenía unos ojos hermosos y un cabello castaño oscuro deslumbrante, tenia una piel blanca, era alto y de complexión atlética, no era sorpréndete que las mujeres se quedaran enamoradas de su buen físico y de su hermoso rostro, así que solo trataba de no sentirse celosa, después de todo, a ella le pasó.

Se quedó en la sala de espera, mientras que Mitchell se fue a uno de los consultorios, tardó alrededor de una hora y salió con un collarín puesto y platicando con un doctor, aún con ese collarín se veía muy intimidante.

La chica suspiró por lo bajo y se puso de pie, cuándo él se acercó, eso la hizo sentir una corriente de aire helada.

—¿Sabes manejar?.

Zeida se quedó atontada con el movimiento de sus labios, pero al final asintió.

—Si, claro.

—¿Podrías conducir?.

—¿Su auto?.

—Si, ¿Que más si no?— respondió él en tono áspero.

—Si, por supuesto que si.

—Bien, vamos.

Era emocionante para ella, tener la oportunidad de manejar tan hermoso auto, subió con entusiasmo y se acomodó en el asiento, Mitchell subió en el asiento del copiloto y se recargó en el, se había torcido el cuello y tendría que usar el collarín por una semana al menos, era frustrante para alguien como él.

Aunque no todo fue un desastre, pues ahora tenia la oportunidad de hablar con la chica que le gustaba.

—¿Y…a donde lo llevo?.

—Vayamos a mi casa, y ahí le pediré al chofer que te lleve a la tuya.

—No tiene que preocuparse por mi, yo puedo llegar sola a casa, pero...

—No estoy preocupado por ti, lo hago por educación.

Zeida se sintió tonta, si, debió de imaginarlo. —Claro.

Mitch a veces no se daba cuenta de lo cruel que podía ser, siempre había sido de esa forma tan arrogante y poco amigable, era educado, pero sus palabras a veces mataban.

Ella condujo en silencio y Mitch solo cerró los ojos, el auto se había inundado de un olor delicioso, a rosas y a lluvia, de pronto la escuchó tararear una canción, ella tenía una voz fina y encantadora, si ella supiera como lo ponía.

Abrió los ojos con lentitud y la miró, ella jugaba con un mechón de su cabello mojado mientras conducía, era tan despistada y eso la volvía hermosamente mortal, si, para Mitch, ella era inmensamente hermosa…

《Te amo Zeida》, pensó él y sonrió.

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