Le dicen el demonio
Le dicen el demonio
Por: Flores Jaz
Capítulo 1.

©Jazmin Flores. 2023

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           ●●●Buena chica●●●

Lancé un suspiro al aire al verlo llegar, me torturaba a mi misma todos los días, tal vez era masoquista, no hallaba otra respuesta mas lógica que esa.

—Buenos días señor— dije con amabilidad y como todos los días, él no respondió, no dijo absolutamente nada, ni siquiera me miró, yo no era nadie ante sus ojos, para Mitchell Maxwell yo no existía, pero…¿Quién era Mitchell Maxwell?.

Era un empresario, inversor y magnate estadounidense de origen Alemán. Fundador e ingeniero de Aerofort, CEO y arquitecto de productos Tauron, matriculado en la universidad de Harvard, con dos doctorados en Oxford, se licenció y salió con honores de Economía y Física, y todo eso, antes de cumplir los 25 años de edad, ahora a sus 34 años, Mitchell era poderoso e inalcanzable.

¿Y quien era yo?, yo solo era la chica del café, una secretaria sin chiste de Aerofort, empresa dedicada a la fabricación de aviones y jets privados, como dije, yo no era nadie.

Estaba bien, ya me había resignado a mi misma, de que todo lo que podría hacer, era verlo de lejos o de cerca, solo eso, me tenia que conformar y era triste, pero era la realidad. Porque vamos, los hombres como Mitchell no se enamoran de chicas como yo.

Para él yo debía de ser la mujer tonta que se conforma con cualquier cosa, y no estaba tan equivocado, tan solo tenia 24 años, con una carrera universitaria dejada de lado, estaba agradecida de que me hubiesen aceptado como secretaria, había sido suerte, de lo contrario estaría limpiando mesas en algún bar de mala muerte, en fin.

Seguí los pasos del elegante hombre, respirando su fragancia, como un mendigo con hambre, suspiré de nuevo y me detuve en la cafetería de la oficina.

—Hola Zeida.

Yo miré a la mujer de la limpieza y sonreí.

—Buenos días Yanis.

—Esta cayendo una tormenta afuera.

—Lo sé, pronosticaron un ciclón para la media noche.

—Estoy un poco preocupada por mis hijos, están solos en casa.

Yo sentí pena por Yanis, ser madre debía de ser difícil. Preparé el café del señor Mitchell y como todos los días caminé hasta su poderosa oficina, después de llevarle el café al jefe, tenía que llevarle el café al asistente y a los altos ejecutivos que estaban en el piso, no era mi trabajo, pero para todos ellos, yo era la mesera, no podía decir que no.

El asistente del señor Maxwell ya estaba trabajando en su escritorio, siempre se veía tan estresado y frustrado, siempre corría de un lado a otro, supongo que no era fácil ser el asistente de presidencia, ni siquiera quería imaginarme todo el trabajo que el pobre hombre debía de tener.

Sentí los nervios invadirme, siempre me inundaba el miedo cuándo entraba a esa oficina, ¿Por qué?, pues porque Mitchell tenia una mirada intimidante, tenia un apodo entre los empleados, todos lo llamaban el Demonio Mitch, el hombre era tan perfeccionista que daba miedo, no aceptaba el mismo error dos veces, y cuando se enojaba, cielos, ni siquiera quería recordar.

Toqué a la puerta antes de entrar y luego abrí con cuidado, ahí estaba él, su oficina era magnífica, hermosa y elegante, y él..., bueno, mi corazón bombeaba sangre con rapidez cada que yo estaba en aquel lugar.

—Su café señor— dije con voz débil mientras ponía la taza en una mesa de cristal, el señor Maxwell se estaba poniendo cómodo, ni siquiera volteo a verme, nunca habíamos tenido conversación alguna, igual no creo que yo pudiera sostener una conversación con él, seguramente tartamudearía sin control o me desmayaría por los nervios, solo habíamos cruzado un par de palabras. Lo ven, era muy deprimente ser yo.

Di media vuelta y salí de aquel lugar con las piernas temblorosas, lo admito, estaba enamorada de Mitch, él me gustaba tanto que durante tres años no pude concretar una cita por su culpa, mis expectativas habían quedado muy altas debido a él, pero solo era un amor platónico, un amor imposible.

Mitchell había salido con modelos, con actrices famosas, con mujeres brillantes, yo no tenia ninguna de esas cualidades, no era ni brillante, ni actriz famosa, ni modelo, no estaba a su altura y no importaba cuanto me esforzara, tendría que volver a nacer para poder estar a su nivel, y además, a él siempre se le veía con Grace Taylor, una ejecutiva de alto rango y también socia de Aerofort, Grace era una mujer bonita, con un cuerpo de infarto, no podía competir contra ella, a mi no me alcanzaba para las cirugías plásticas.

Y eso era todo, así era mi vida y así sería siempre, no todo en la vida es como lo pintan en las novelas románticas, aquí el rico no se enamora de la pobre...

••••••••

—¿Y ese reloj?, ¿Es nuevo?.

Tomás miró su muñeca y asintió. —Si, mi esposa me lo dio por nuestro aniversario, iba llevarla a comer esta noche, pero la noche no pinta bien, le prepararé algo en casa y le pagaré un viaje a París con su mejor amiga.

—Que lindo— dijo Mitch con sarcasmo.

—No estés celoso.

—¿Quién dice que lo estoy?.

—¿Qué pasó con la chica Alemana con la que estabas saliendo?.

—Nada, era demasiado exigente así que la dejé.

—Solo saliste con ella ¿Qué?, ¿Dos veces?.

—Con eso me bastó.

Ambos caminaban por uno de los pasillos de Aerofort cuando de pronto la mirada de Mitchell se detuvo en alguien.

—Deberías de irte a casa, el clima se pone peor— dijo Mitchell mientras miraba la tormenta que se estaba formando afuera.

—¿Y tú?.

—Solo me falta revisar unas cosas y me voy a casa.

—Esta bien, entonces nos vemos mañana Mitch.

—Si.

Tomás se fue a su oficina y Mitch se quedó ahí de pie, sacó su teléfono y lo llevó a su oído fingiendo estar en una llamada.

—¿Entonces no te gustaría?.

Zeida miraba al chico que la había invitado a salir, no lo conocía, se veía amable y simpático, pero no, a ella no le interesaba.

—Es que estoy muy ocupada justo ahora.

—¿En realidad es eso o…?.

—Tengo novio— respondió ella rápidamente para salir de aquel embrollo.

—Oh— fue todo lo que aquel chico dijo.

—Por favor discúlpame.

—No, yo debí de preguntar, la verdad es que...me gustas, creo que eres una chica muy linda, espero que podamos ser amigos.

—Claro.

—Bueno, no te quitó mas el tiempo.

Zeida respiró aliviada al verlo marcharse y al darse la vuelta, se quedó echa piedra al ver al jefe ahí de pie atendiendo una llamada telefónica, él parecía estar concentrado en su conversación, así que era seguro que no puso atención a lo que ella platicó con aquel muchacho.

No le dio tantas vueltas al asunto y solo continuó su camino.

Mientras tanto Mitchell solo la miró pasar, él sabía quién era Zeida, era una de las secretarias, la mas joven que él había contratado, había una buena razón para que esa muchacha estuviera en aquel lugar.

La primera vez que Mitchell la miró, quedó flechado a ella, a su inocencia, su rostro joven, su belleza natural y a su modo tierno de ser. Fue una sorpresa para él sentirse de aquel modo por una completa desconocida, pero solo sucedió, no había nada que hacer, así que la contrató, solo por curiosidad.

En un principio estuvo muy tentado a seducirla, no sería difícil, pero no pudo, no quería aprovecharse de la chica, en especial por que un día la escuchó hablar sobre su hermana enferma y sobre los gastos que su familia no podía sostener, no podía jugar con ella y luego desecharla, así que mantuvo su distancia y la trató como uno mas de sus empleados, pero siempre que podía la veía.

La veía cuando le llevaba el café, cuando salía y ella esperaba el autobús, la veía cuando la esperaba fuera de su casa o cuando ella servía café durante las presentaciones en la sala de juntas, Mitchell se había convertido en su acosador más fiel, a veces se sentía un poco asqueado de si mismo, pero no podía evitarlo, y tampoco podía avanzar mas allá, él no podía tener una aventura con alguien como Zeida, aun así, ella le gustaba mucho y no podía evitar preguntarse, ¿Qué hacía ella?, así que solo la seguía.

Mitchell sonrió, pues sabía que ella no salía con nadie. “Buena chica” pensó para si mismo y caminó a su oficina, Zeida Nash era su amor imposible y no podía hacer nada, más que vivir con eso.

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