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Capítulo 3. Después de la pasión.

Todavía no ha amanecido, Abril sigue presa de sus emociones juntos con sus conflictos internos. Se cuestiona así misma por haber llegado tan lejos, pero era la única opción inmediata que tenía a su disposición, para salvar la vida de su abuelita. No ha podido dormir absolutamente nada, como a las 10 de la noche había recibido un correo de unos de los asistentes de Alex, donde le avisaba que en la universidad estaban al tanto de su situación y por ese medio, recibiría los apuntes de las clases.

Alex tiene muchas personas a su alrededor trabajando para él, es un hombre sumamente importante, en estos momentos Abril piensa renunciar al bufete Lutter, el cual se había presentado en su vida como una excelente oportunidad laboral, no quiere verlo de nuevo a los ojos. Se siente muy avergonzada, por el intenso encuentro sensual que se produjo entre ellos.

Rápidamente se levanta, para buscar su iPod y oír un poco de música a ver si así, tranquiliza sus vibrantes pensamientos.

*****

Al igual que Abril, Alex busca refugio en la música, faltan pocas horas para volver de nuevo a ser un hombre convencional. Es un lobo figuradamente sereno y moderado, está completamente solo esta vez en su apartamento, por lo general los días de luna llena los pasa al lado de sus padres, se sienta en un rincón del suelo con mucha quietud, para escuchar la enajenada melodía en su reproductor, es música clásica. Es una melodía triste e indefensa que busca de oír con embeleso.

A la mañana siguiente, la luz que irradia en la habitación sucumbe en el rostro de Alex, el pelaje, sus garras y la intensidad en su mirada habían desaparecido. Abre sus ojos y vislumbra una bonita mañana de primavera, a sus pies puede completar la increíble vista de la ciudad, que estaba oculta ante sus inconformidades. Quiere llegar velozmente al bufete para ver a Abril, después de lo pasó entre ellos, no deja de pensar en ese extraño encuentro. A pesar de todo, para él era el mejor que había disfrutado hasta ahora.

Examina su rostro frente al espejo, y puede ver a un hombre apuesto, con todo en su lugar, como le gustaría que ese lobo que se aloja en su cuerpo, no haya existido nunca, ese extraño ser que permanece en las sombras para la mayoría, presume que es su condena. Se acicala prontamente para ir al trabajo, es viernes verá si tiene suerte e invitará a Abril, a salir a cenar o ir por unos tragos.

*****

Tiempo después…

Al llegar a la oficina, se encuentra con la dura noticia de la renuncia de Abril, está en su escritorio, sale muy acelerado a conversar con Sandra, la secretaria de su socia Madison.

—¿Qué es esto Sandra?

—Señor, Abril llegó muy temprano y dejó ese documento para usted, realmente no sé de qué trata, salió creo que, a ver su abuela, no me dijo más nada.

—Está bien, Sandra—ingresa nuevamente por su abrigo y sale velozmente, para ir hasta el hospital con su chofer, donde tienen recluida a la abuela de Abril.

Sandra por su parte, llama rápidamente Abril y ésta tiene el celular apagado, no comprende que es lo está pasando con ella. Ni mucho menos, por qué se conmocionó tanto Alexander Lutter. De inmediato llega Madison Hurley, la socia de Alex y le pregunta:

—¿Alex estará en su oficina? No veo a su secretaria.

—Acaba de salir, jefa.

—¿Ambos?

—No, solo el señor Lutter, de Abril no sé nada.

—¿Cómo que no sabes? Eres su mejor amiga.

—Sí, pero llegó esta mañana y se fue. Ahora acaba de irse el doctor Lutter, es lo único que sé—manifiesta Sandra escondiéndose de hombros.

—Muy bien Sandra, vamos a mi oficina necesito que te ocupes de unos pendientes—queda Madison muy pensativa, con la situación que todavía muchos desconocen.

*****

Velozmente ingresa Alex hecho una furia al hospital, no entiendo porque Abril reaccionó de forma tan radical, mira para todos lados, y de pronto hace contacto visual, con la madre de ella y le pregunta:

—Buen día señora, ¿y Abril?

—Acaba de ir al cafetín.

—Gracias, voy a buscarla.

—Espere joven, déjeme darle las gracias por tan noble gesto, si no hubiera sido por usted a mi madre, no la estarían operando en este momento.

—No se preocupe señora, agradézcale a su hija—intempestivamente llega Abril y lo mira con asombro, no se imaginaba hallarlo allí al lado de su madre. Le entrega a su mamá el café y se aparta por un momento con Alex.

—¿Qué hace usted aquí?

—¿Por qué renunciaste?

—Vamos afuera, mi madre nos puede oír y no quiero que se angustie—le hace una seña a su madre, y está asienta con una tímida sonrisa. Al salir y estar fuera del alcance de la señora, comienzan los reclamos, entre ellos:

—No te puedes ir ahora, tu abuela más que nunca necesitará a ti.

—¿Por qué no me puedo ir? ¿Piensa que me convertiré en su amante, es eso señor Lutter?

—No digas eso, no pretendo que seas mi amante.

—Claro, ayer me trató peor que una. Me pagó, 200 mil por unas cuantas horas de pasión. Usted piensa que soy una ramera.

—Basta Abril, me torturas con tus palabras.

—Y usted torturó ayer todo mi cuerpo, era mi primera vez, todavía siento mucho dolor. El peor de todos es el dolor del alma, golpeó muy duro en mi ego.

—No sé qué decirte, yo la pasé increíble, créeme.

—Usted es un loco, un enfermo. Yo solo accedí por necesidad, no pretendo ir mas al bufete, ahora váyase y déjeme en paz.

—Tu renuncia quedará sin efectos. Ven conmigo, no me puedo ir y dejarte así tan dolida.

—¿Quiere que acueste de nuevo con usted?

—Ya Abril, te miro y me siento cómo una escoria.

—Lo siento.

—Ven conmigo.

—Está bien, le avisaré a mi madre. Y ni piense que me va a persuadir nuevamente, ya tomé mi decisión.

Al cabo de unos minutos, Abril se reencuentra con él nuevamente, se toma unos segundos con detenimiento y distingue un aire dulce y jovial en la mirada de Alex, sin embargo, la oscuridad de aquel furtivo encuentro hace eco en su corazón y toda la ternura que Alex le inspiro hace rato, queda en el olvido. Y enseguida pone sus ojos en blancos y oculta velozmente, la tenue sonrisa que iba a bosquejar.

—Abril te suplico, que por favor no te vayas.

—Ya está decidido, no podría trabajar nuevamente con usted, sin sentir vergüenza de mi misma.

—Juro que te respetaré, pero no me pidas que olvide ese momento. Por qué jamás lo haría—ambos se callan por un instante y acuciosamente Alex, clava sus intrépidos ojos grises en ella.

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