Después de la intensa charla entre mis padres y los de Dante, quedamos en un acuerdo dónde Dante y yo nos dábamos unos meses para poder pensar las cosas, que quizás nos habíamos apresurado mucho con esto de la boda y, efectivamente, después de que pasasen esos meses si la decisión seguía siendo la misma, ellos lo respetarían.
—Buenos días, Alexandra. El sábado no pude encontrarte. —mencionó mi amiga Raquel, acercándose lentamente a mí.
—Pues yo sí que te encontré al salir de casa. —dije insinuando lo que había hecho, intenté sonreír de manera que se diese cuenta de que descubrí su acción y luego la miré de manera burlona—. ¿Qué estabas pensando cuando me dejaste ir con ese desconocido? —pregunté sonriendo y golpeándola despacio en su hombro.
—¿De qué desconocido hablas? —preguntó ella—. Todo el que estaba allí era conocido para ambas. —agregó esbozando una sonrisa y encogiéndose de hombros. Sí claro, cómo si no te conociese ya, querida amiga.
—No, Raquel. Había un chico… amanecí con él y ni siquiera recuerdo su nombre. —mencioné cambiando mi semblante a uno más serio, ella comprendió de inmediato.
—¿No recuerdas nada? —preguntó nuevamente algo impresionada—. No te creo. —dijo de manera burlona.
—No me atreví a preguntarle su nombre porque dijo que durante la noche se había presentado… —mencioné—. Era tan misterioso… me llevó a comprar la píldora y luego a mi casa, estuve todo el bendito día tratando de recordar lo que había pasado, pero no pude lograrlo. —agregué sin quitar mi semblante serio.
Ambas caminamos hacia nuestro salón y allí nos sentamos, tocaba clase de economía, la cual también compartía con Dante, las primeras semanas de nuestra ruptura fueron enserio tensas, el ambiente era capaz de sentirse dentro del aula y eso solo provocaba que todos nos encontrásemos incomodos.
Lo miré y él sonrió con dulzura, sabía que se encontraba en deuda conmigo luego de que yo tuviese que romper con el compromiso, al menos cómo pantalla frente a sus padres y los míos, no quería averiguar lo que pasaría si llegasen a enterarse del verdadero motivo de nuestra ruptura, pero es algo que Dante tarde o temprano tendrá que afrontar.
Salimos de economía solo para correr a la siguiente clase, gestión financiera, Raquel, Dante y yo estábamos estudiando administración de empresas, por lo que desde primer año asistíamos a todas las clases juntos, mi amiga y mi exnovio no se llevaban para nada bien desde que nos conocemos, pero habían hecho el intento de subsistir juntos por mí. Ahora que él y yo estábamos separados no se amedrentaban en demostrar lo mal que se llevaban el uno con el otro.
Mi mente se concentró en aquel chico con el que amanecí hace un par de días, ¿Quién eres? ¿Quién será ese misterioso extraño con el cual amanecí? ¿Recordaré todo lo que hicimos o simplemente me quedaré con su mirada grabada sobre mí?
—Me tengo que ir más temprano, Alexandra. —mencionó Raquel, asentí y enseguida supe cuál era su emergencia. A veces la envidio, pero de buena fe, me gustaría sentirme tan libre de hacer con mi vida lo que me plazca, pero me atemoriza también.
—Está bien, te paso los apuntes luego. —comenté esbozando una tenue sonrisa que fue correspondida.
—Nos vemos, querida. —dijo ella despidiéndose con un beso en la mejilla. La seguí con la mirada hasta la salida, pude percatarme que alguien la esperaba en una moto, seguramente se trataba del mismo chico del sábado, me imaginé las locuras que mi amiga estaba por cometer y quizás, deseando también poder hacerlas en algún momento.
Solo quedaba una clase, tres horas agotadoras en las que no hacíamos más que escuchar y tratar de tomar apuntes de lo que fuese que el maestro dijese. Al salir me encontré con Dante y con Ignacio en un rincón, mi vista se intentó nublar apenas los vi besándose, sí, aún me afectaba verlos juntos.
—¡Alexandra, espera! —gritó Dante detrás de mí, pero no hice caso, solo traté de escapar lo más rápido posible de la facultad.
¿Me encontraba un poco más tranquila? No, definitivamente no. Mi mundo se venía en pedazos, Dante había arruinado mi estabilidad emocional con aquel maldito juego de nunca decirme la verdad, aun así, no era capaz de odiarlo.
A lo lejos lo vi, el desconocido estaba allí, en una moto, él también me vio y caminó unos pasos al frente, ¿Me estaba buscando? Caminé más rápido en su dirección, cuando estaba a una distancia prudente intenté hablar, pero el nudo en mi garganta no me dejó hacerlo, por su mirada sobre mis ojos comprendí que se había dado cuenta de que algo estaba afectándome.
—¿Qué sucedió, Alexandra? —dijo con aquel tono de voz cargado en sensualidad—. ¿Alguien te lastimó? ¡Dime, Alexandra! ¡Dime si alguien intentó lastimarte y barreré todas las calles de aquí hasta encontrarlo! —agregó con un tono de voz bruto, enojado, esta vez no estaba intentando acercárseme, estaba tratando de cuidar de mí.
Solo lo abracé y esperé… esperé a que él también decidiese abrazarme, pero no lo hizo, simplemente esperó a que yo me encontrase lo suficientemente calmada para sacarme de aquel sitio.
—Sácame de aquí, por favor. —susurré aún con el nudo en mi garganta y con estas ganas de llorar que no podía controlar.
—¿Dónde quieres que te lleve? —preguntó mirándome directamente a los ojos, su ceño fruncido lo hacía ver más guapo y varonil que la primera vez que lo conocí.
—A mi ca… —no terminé la frase, ¿En realidad quería ir a mi casa? ¿Dónde seguramente me tocaría hablar de Dante y porqué había decidido suspender el maldito compromiso que a final de cuentas siempre fue una farsa, pero que ellos no tenían ni idea? No, no lo quería—. Quiero desaparecer por algunas horas al menos. —terminé de decir.
El cielo despejado se había mantenido durante todo el día, pero ahora, las nubes negras habían tomado su lugar en él, ¿Llovería? ¿Será que el clima sabe cómo me siento y trata de que todas las personas se sientan melancólicas en un intento de decirme que todo estará bien, que los días malos son parte de la vida? Me gustaría, pero es algo que solamente a mí se me podría ocurrir.
Iba sujeta a la cintura de ese desconocido del cual no recuerdo el nombre, supongo que se quedaría así, hasta que decidiese decírmelo de nuevo, sonreí por ese pensamiento, una sonrisa leve, con ojos de pena y mirada lejana, ¡Cómo no recuerdo el nombre de una persona con la que tuve intimidad! Estoy mal de la cabeza y no me afectaba para nada admitirlo.
El frío de la carretera de pronto se hacía cálido, es cómo si este hombre que estaba pegado a mí se encargase de reponer todo el calor que perdía con el choque del aire directamente en mi cuerpo.
Aparcamos en un callejón extraño y de muy mala pinta, miré extrañada a mi acompañante y él solo sonrió de manera burlona y miró al frente, vaya… un motel. Enarqué una ceja y él se puso a carcajear con mi gesto.
—Tranquila, no te llevaría a un sitio cualquiera cómo ese. —mencionó, esta vez con un tono de voz serio.
¿Qué habrá querido decir con eso? ¿Será que piensa que quiero volver a tener sexo con él? No tenía absoluta idea de nada, pero tampoco quería que pensase que me había subido a la moto para eso. —¿Dónde me llevas? —pregunté curiosa y con cierto temor en mi voz. —Acércate un poco más, Alexandra. —mencionó ignorando mi pregunta—. Tranquila, no te haré daño, nunca te haría daño. —susurró cerca de mi oreja una vez me acerqué con cierto temor en mi caminar. El tono empleado en sus palabras, el choque de su aliento contra mi piel me hizo estremecer, cómo si estuviese sintiendo el roce de sus manos nuevamente, cómo si tan solo sus palabras lograran cierto efecto en mí y es que lo hacían, él lo sabía y se valía de eso. —¿Cómo estás tan seguro de que no lo harías? —pregunté tratando de mantener una conversación y de que no notase lo que me estaba provocando. —No puedo estar seguro, pero es lo que siento, nunca te lastimaría, Alexandra. —volvió a decir, esta vez eran mis huesos los que se se
Greco Morelli «Una delicada flor para la mujer más hermosa de esta tierra» Así decía mi padre a mi madre cada que llegaba de uno de sus turbios negocios, los cuales luego me fueron heredados, la recuerdo tan sonriente y a la vez tan melancólica, cómo desearía poder pasar un día a tu lado madre querida, fue tan instantáneo el tiempo que pasamos juntos, más nunca lo disfruté enserio, pues pensaba que estarías conmigo la mayor parte de mi vida, por no decir que toda. —Espero que sí. —susurró y después de eso, un beso… vaya, no lo esperaba para nada. Un beso en la mejilla… nunca había sentido un gesto tan cálido en mi vida. Bueno, en realidad sí, así recordaba los besos de mi madre, cálidos, llenos de esperanza y cariño, aún en la sombra de la noche soy capaz de recordarla, alegre, sonriente, con su mirada perdida en el horizonte esperando ansiosa la llegada de mi padre, ocultando sus lágrimas cada que yo me acercaba y es que me costó varios años entender que toda la felicidad que tran
Alexandra Guzmán Hoy tocaba todo el día clases de gestión financiera, por lo que sería un día bastante rápido, pero de igual manera agotador, la cabeza trabajaba demás en clases cómo estas, y no era malo, al contrario, de mucho aprendizaje que algún día me serviría para poder tomar las riendas de la empresa. Sé perfectamente que mi padre no lo aceptará si es que sigo sin sentar cabeza, por lo que tocará demostrarle que puedo sola, que no dependeré de nadie para ser alguien y que eso lo aprendí de él y mi madre, deberían sentirse orgullosos por eso. Me encontré con Dante, algo extraño sentí en el vientre, ¿repulsión? ¿ascos? No, era algo mucho más complicado de entender, cariño. Es como si mi corazón se encontrara en un trance dónde Dante seguía siendo el dueño de él, pero mi mente, bueno… es mi parte más racional y comprendía que nada volvería a ser cómo antes, ni siquiera una relación de amistad, simplemente se mantenía la cordialidad por todos los años que nos conocemos y por la
Greco Morelli Horas antes. Mi plan se había puesto en marcha esa noche, ahora solo tenía acercarme lo suficiente a esa mujer para que me dijese la ubicación exacta de su casa, necesitaba encontrar al hombre que acabó con mi infancia. —¿Dónde vas amor? —preguntó Gianna. La verdad no sé qué le pasaba, sabe perfectamente que lo nuestro no es nada, exceptuando el sexo, es lo único bueno de nuestra relación, por lo demás, ambos nos casamos por conveniencia. —No tengo que darte explicaciones, así como tú tampoco a mí. Lo sabes. —mencioné y salí de la habitación que compartíamos de vez en cuando, ella venía recién llegando, anoche se quedó a dormir con uno de sus amantes y la verdad no me importaba. —Que humor. —dijo ella refutando. Me devolví y tomé su rostro en mis manos, sus labios se encontraban hinchados, por lo menos uno de los dos la había pasado bien anoche, las pesadillas me destruyeron más de una vez. —El que te encanta, preciosa. —dije pasando mi lengua por encima de sus lab
Alexandra Guzmán —¿Qué sientes sobre eso? ¿Te arrepientes? —preguntó sacándome de mis pensamientos. ¿Qué se supone que debería responder a ello? —Me arrepiento de no recordarlo, creo. —mencioné tímida mientras me detenía a pensar en eso—. No entiendo por qué lo hice, tal vez fue uno de esos impulsos de borracha, pero quizás en el fondo quería sentirme capaz de tomar mis propias decisiones y dejar de ser siempre la correcta. —agregué. —Tomaste una buena decisión al acostarte conmigo, ¿Eso quieres decir? —preguntó curioso y con una mirada burlona. —No exactamente. No fue una brillante idea acostarme contigo porque no recuerdo nada de lo que pasó, literalmente entré en coma etílico en ese momento. Ni siquiera tengo lagunas de lo que hicimos, pero, por alguna razón recuerdo tus manos acariciándome, al menos la sensación. —comenté nuevamente, creo que parecía una loca, pero Greco parecía escucharme con atención. —Eso es más que suficiente para mí, Alexandra. —comentó mirándome fijame
Greco Morelli Apenas dejé a Alexandra en la calle de siempre me fui rápidamente. No quería estar cerca de ella, no podía pensar con claridad las cosas que decía o hacía. «¿Qué es lo que tienes, Alexandra?» ¿Qué m****a hice? ¿Qué fue lo que traté de decir? Pues era obvio, esa chica era diferente al resto… —dijo mi subconsciente. ¡Claro que lo era! No es una m*****a prostituta o una perra sangrienta cómo las que habitúan en esta vida de maldad a la que estamos tan acostumbrados. Y es que las muertes repentinas, asesinatos y demás están tan presente que es casi cotidiano. —¿Qué hice? —me pregunté cuando entraba el carro al estacionamiento del departamento. No fui capaz de responder esa pregunta. Creo que debería mantenerme un poco alejado de ella estos días… tenía claras mis prioridades, pero estando cerca de ella algo cambiaba, simplemente me recordaba a mi madre, a lo que ella me hacía sentir, ver sus lágrimas caer de su rostro fue cómo recordar todas las veces que vi a mi madre llo
Alexandra Guzmán —¿Estás segura de que estaremos bien? No me convence para nada tú idea de ir a ese sitio. ¿Sabes cuántos accidentes pasan en esas cosas? —mencioné mirando seriamente a Raquel, ella estaba empecinada en acompañar a su novio a ese lugar. —Tranquila, Alex… iremos con Leandro, él no dejará que nada malo nos pase. —mencionó ella alegremente—. Además, ¿Dónde está esa nueva versión de Alexandra que no se deja ver, al parecer fue cosa de solo un día? ─inquirió con un tono tentativo, quería que lo hiciera y me estaba provocando. ─Solo lo haré por ti, Raquel. Espero que ese tal Leandro sepa cuidar de ti y que no nos meta en problemas. ─agregué mientras la miraba de reojo. Entré al baño y me puse un jeans algo rasgado y un top color crema. ─Hará frío, Alex… será mejor que busques una chaqueta. ─mencionó mi mejor amiga mirando mi armario─. Aquí tienes una chaqueta que parece abrigadora. ─dijo nuevamente. La miré y negué inmediatamente, era la chaqueta de Greco… después de lo
Greco Morelli Ver a Alexandra debajo de otro hombre se sintió cómo si estuviesen golpeándome y luego cuando la vi negándose entendí que las cosas no estaban bien. Sentí deseos de acabar con el maldito de Gabriel. No me detuve en pensar cómo se encontraba ella hasta que me separaron del cuerpo casi sin vida de Gabriel, ese malnacido lo merecía. Salí a buscar a Alexandra, pero no contestó, enloquecí buscando alrededor de ese lugar, gritando su nombre sin obtener una respuesta. ¡Maldita sea, Alexandra, soy yo! ¡Jamás te lastimaría! —Pensé en ese momento. Luego de irnos del sitio de las carreras la llevé a su casa, intenté varias veces hablarle, pero no lo hice, tenía miedo de que me rechazase y lo comprobé cuando traté de acariciar su mejilla… Enloquecí cuando preguntó por qué siempre le pasaban las cosas malas, pude ver el alivio en sus ojos cuando me vio aparecer y sacarla de aquel hueco, ¿Cómo decirle que tampoco era algo bueno que me acercase a ella? Estoy confundido, mis pensam