Alexandra Guzmán —¿Qué sientes sobre eso? ¿Te arrepientes? —preguntó sacándome de mis pensamientos. ¿Qué se supone que debería responder a ello? —Me arrepiento de no recordarlo, creo. —mencioné tímida mientras me detenía a pensar en eso—. No entiendo por qué lo hice, tal vez fue uno de esos impulsos de borracha, pero quizás en el fondo quería sentirme capaz de tomar mis propias decisiones y dejar de ser siempre la correcta. —agregué. —Tomaste una buena decisión al acostarte conmigo, ¿Eso quieres decir? —preguntó curioso y con una mirada burlona. —No exactamente. No fue una brillante idea acostarme contigo porque no recuerdo nada de lo que pasó, literalmente entré en coma etílico en ese momento. Ni siquiera tengo lagunas de lo que hicimos, pero, por alguna razón recuerdo tus manos acariciándome, al menos la sensación. —comenté nuevamente, creo que parecía una loca, pero Greco parecía escucharme con atención. —Eso es más que suficiente para mí, Alexandra. —comentó mirándome fijame
Greco Morelli Apenas dejé a Alexandra en la calle de siempre me fui rápidamente. No quería estar cerca de ella, no podía pensar con claridad las cosas que decía o hacía. «¿Qué es lo que tienes, Alexandra?» ¿Qué m****a hice? ¿Qué fue lo que traté de decir? Pues era obvio, esa chica era diferente al resto… —dijo mi subconsciente. ¡Claro que lo era! No es una m*****a prostituta o una perra sangrienta cómo las que habitúan en esta vida de maldad a la que estamos tan acostumbrados. Y es que las muertes repentinas, asesinatos y demás están tan presente que es casi cotidiano. —¿Qué hice? —me pregunté cuando entraba el carro al estacionamiento del departamento. No fui capaz de responder esa pregunta. Creo que debería mantenerme un poco alejado de ella estos días… tenía claras mis prioridades, pero estando cerca de ella algo cambiaba, simplemente me recordaba a mi madre, a lo que ella me hacía sentir, ver sus lágrimas caer de su rostro fue cómo recordar todas las veces que vi a mi madre llo
Alexandra Guzmán —¿Estás segura de que estaremos bien? No me convence para nada tú idea de ir a ese sitio. ¿Sabes cuántos accidentes pasan en esas cosas? —mencioné mirando seriamente a Raquel, ella estaba empecinada en acompañar a su novio a ese lugar. —Tranquila, Alex… iremos con Leandro, él no dejará que nada malo nos pase. —mencionó ella alegremente—. Además, ¿Dónde está esa nueva versión de Alexandra que no se deja ver, al parecer fue cosa de solo un día? ─inquirió con un tono tentativo, quería que lo hiciera y me estaba provocando. ─Solo lo haré por ti, Raquel. Espero que ese tal Leandro sepa cuidar de ti y que no nos meta en problemas. ─agregué mientras la miraba de reojo. Entré al baño y me puse un jeans algo rasgado y un top color crema. ─Hará frío, Alex… será mejor que busques una chaqueta. ─mencionó mi mejor amiga mirando mi armario─. Aquí tienes una chaqueta que parece abrigadora. ─dijo nuevamente. La miré y negué inmediatamente, era la chaqueta de Greco… después de lo
Greco Morelli Ver a Alexandra debajo de otro hombre se sintió cómo si estuviesen golpeándome y luego cuando la vi negándose entendí que las cosas no estaban bien. Sentí deseos de acabar con el maldito de Gabriel. No me detuve en pensar cómo se encontraba ella hasta que me separaron del cuerpo casi sin vida de Gabriel, ese malnacido lo merecía. Salí a buscar a Alexandra, pero no contestó, enloquecí buscando alrededor de ese lugar, gritando su nombre sin obtener una respuesta. ¡Maldita sea, Alexandra, soy yo! ¡Jamás te lastimaría! —Pensé en ese momento. Luego de irnos del sitio de las carreras la llevé a su casa, intenté varias veces hablarle, pero no lo hice, tenía miedo de que me rechazase y lo comprobé cuando traté de acariciar su mejilla… Enloquecí cuando preguntó por qué siempre le pasaban las cosas malas, pude ver el alivio en sus ojos cuando me vio aparecer y sacarla de aquel hueco, ¿Cómo decirle que tampoco era algo bueno que me acercase a ella? Estoy confundido, mis pensam
Alexandra Guzmán ─Está bien, no hay problema en eso. Me gusta la pizza. ─mencioné sonriendo tímidamente. Él también lo hizo, o al menos trató, se relajó un poco. Sirvió algo de vino en dos copas y me tendió una. Bebí un sorbo y luego me quedé pensando en lo que había dicho─. ¿A qué te refieres con eso de qué no sé lo que provoco en los hombres? ─pregunté aún con la duda en mi cabeza. Greco terminó ahogándose con el vino que había bebido, me levanté rápidamente para tratar de ayudarlo, pero no me dejó hacerlo, se levantó rápidamente y se fue al lavabo. ─Greco. ─susurré a sus espaldas apoyada en la puerta─. Quiero saber. ─Tenías una relación de años, Alexandra. Y no sabes lo que provocas en un hombre, ¿Cómo es eso posible? ─preguntó de pronto, mis mejillas se enrojecieron, no sé si era la vergüenza o la pena que tomaba partida de aquellas palabras─. Quiero creer que estás jugando conmigo y si es así déjame decirte que estás ganando, me estás tentando. ─comentó mirándome directamente
Greco Morelli ¿Qué había pasado? ¿Qué había hecho? ¿Por qué dejé que las cosas llegasen tan lejos? En otro momento quizás hubiese estado contento con la idea de llevarme a Alexandra a la cama, pero ahora… hoy no sabía que pensar, ella había pasado por un mal momento y aunque el ambiente entre ambos anunciaba que esto tarde o temprano pasaría no debía ser así, no de esta manera. No tenía por qué sentirme mal. La mujer que duerme a mi lado me confunde a tal punto en el que es complicado distinguir de lo que en verdad deseo o lo que debo hacer. Debo conseguir la venganza que le prometí a mi padre en su lecho de muerte, acabar con la vida del hombre que tanto daño me ha hecho desde que apenas soy un niño… y es que ningún niño debe perder a su madre. ─Humm ─susurró Alexandra a mi lado, se removió en la cama cómo si tuviese algún tipo de pesadilla, me acomodé cómo pude a su lado y luego la abracé acariciando su cabello para, de alguna forma, poder tranquilizarla. Pareció funcionar, al me
Alexandra Guzmán. Cuando desperté lo primero que hice fue buscar a Greco en la cama y sí, había cumplido su promesa, seguía durmiendo a mi lado. Luego pensé en lo que habíamos hecho, ¿Cómo llegué a eso? Pues obvio, él no era Dante, en todo momento me incitó a probar más allá de mis límites y lo había logrado. Me levanté de la cama entrando en el baño para ducharme, supuse que mi pantalón y ropa interior ya estaría lista para volver a usarla, sin embargo, cuando salí simplemente me puse la camisa que me había entregado Greco, la humedad de mi cabello dejaba caer las gotas en ella provocando que se me pegara un poco al cuerpo. Él ya no estaba, seguramente el ruido de la ducha lo había despertado. Salí de la habitación para buscarlo, había dos platos llenos con comida que seguramente él había mandado a pedir igual que anoche, sonreí, pero no lo encontraba en ningún lado, ¿Dónde estarías, Greco? Me pregunté a mí misma. ─Alexandra. ─susurró entrando a la cocina desde una puerta cercana
Greco Morelli. ¿En qué pensaba? No estaba nada bien que intentase jugar con los sentimientos de Alexandra de esa manera, sé perfectamente que tarde o temprano terminaré dañándola, dejándola sola, porque no me considero una persona ligada a una atadura cómo lo es una relación, mi trabajo tampoco es el ideal y solo seguiría poniendo en peligro a cualquier persona que se acercase a mí con intenciones de formalizar una relación conmigo. ─¿Estás seguro de eso? ─preguntó mirándome con anhelo, ¿Qué decir ante eso? Deseaba que se quedase. Después de lo que habíamos hecho no quería alejarme de ella, es cómo si tuviese alguna clase de magnetismo que me acercase tanto a ella. ─Muy seguro, Alexandra. ─respondí tomando su mano─. Pero, tomémonos esto con calma. Hablo enserio cuando digo que no quiero lastimarte ni ilusionarte, lo qué pasó entre nosotros no significa que tengamos algo formal… espero que me entiendas. ─Eres confuso, Greco. ─dijo ella mirando mis ojos con cautela, trató de tomar mi