Greco MorelliMeses después.Desesperación.Ansiedad e impotencia.Miedo y angustia.El mismísimo diavolo italiano no era capaz de frenar sus emociones, de guiarlas en un solo camino. Al contrario, sentía que todo de mí enloquecería mucho más que aquella vez que Alexandra desapareció, por lo menos, en ese entonces, redirigía aquellas emociones para un fin, encontrarla y traerla conmigo nuevamente.Todo era odio dirigido a las personas que osaron arrebatármela y lo cumplí.Pero, ahora, solo me pedían tiempo. ¿Cómo era posible siquiera que esperase? Una y otra vez escuché los gritos desgarradores de mi mujer, vi sus expresiones cargadas en dolor y miedo. Algo no iba del todo bien. Ella lo sabía. Yo lo sabía. Y claro, los doctores también lo sabían.Ocho meses de embarazo. Alrededor de treinta y cuatro semanas. Una noche. Dolores de parto. Las malditas contracciones llegaron silenciosas, Alexandra no se percató hasta que cada una se volvía más seguida, más dolorosa que la anterior. La im
Alexandra GuzmánUn año después. Hoy es un día especial. No solo porque nuestros gemelos cumplen un año de vida a nuestro lado, sino también porque es el día de mi boda con Greco. No nos hemos visto en persona hace una semana aproximadamente.Mi chico se quedó con Esteban y con los gemelos, mientras que, Raquel me raptó a mí y a Emma para pasar tiempo con ella y con la bebé.Todo ha ido bien, la vida por fin comienza a sonreírnos y agradezco por ello. Greco no renunciará a la mafia y tiene que vivir con ello, mis hijos tienen que vivir con ello y seguramente mis nietos también. Estamos conscientes del peligro que implica, pero Greco tiene hombres lo suficientemente capaces para cumplir sus ordenes y mantener a salvo a la familia.El pequeño Gabriel, cómo lo dije el día de su nacimiento, es una copia viviente de su tío, es cómo soñaba al hijo que perdimos y, de alguna forma, siento cómo si fuese él, cómo si me lo entregase para que pudiese también vivir su vida.Quizás en la eternidad
Alexandra Guzmán Dolor de cabeza. Olor a licor por todo el lugar y unas ganas enormes de vomitar es lo que tenía en este momento, ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado? Levanté mi mano que estaba colgando en el borde de la cama, la pared color rosa se me hacía conocida, ¿Raquel? ¿Dónde se encontraba mi mejor amiga? Me di vuelta en la cama sintiendo dolor en mi entrepierna, al voltear sentí como todo mi centro giraba, creo que me pasé con el alcohol y definitivamente no iba a volver a pasar, considerando que mis padres no me asesinasen antes de volver a tener la oportunidad de salir a una fiesta, no debí hacerle caso a Raquel. Es mi mejor amiga de toda la vida, pero es muy alocada en ocasiones. —Umm, quédate quieta, por favor. —mencionó una voz completamente desconocida para mí. —¿Qui—quién eres? ¿Qué pasó aquí anoche? —pregunté rascando mi cabeza, me encontraba descolocada y fuera de mí misma, de hecho, aún me encontraba mareada. —¿Enserio no te acuerdas de nada? —preguntó el chico fre
Llegué a casa solo para darme una ducha y para volver a acostarme, sonreí sin poder evitarlo tan solo de pensar en las miles de cosas que pude haber echo anoche, pero por más que intentaba mi mente se encontraba bloqueada, ¿Sería el alcohol? ¿La culpa? No lo sabía y eso, en cierto punto me frustraba por eso. —¿Alexandra? —mencionó mi madre del otro lado de la puerta—. ¿A qué hora has llegado cariño? —preguntó nuevamente. —Hola, si madre. Bueno… me ha venido a dejar Raquel en su carro, llegué temprano cómo dijiste que hoy era un día importante. —mencioné tratando de esconder el nerviosismo que sentía. ¿Será que se ha dado cuenta de la verdad? —¿La pijamada estuvo bien? Te noto algo extraña. —comentó ella. —Si madre, todo bien, es que nos hemos dormido un poco tarde y aún tengo algo de sueño. —respondí fingiendo un bostezo, salí del baño y ella comenzó a acercarse a mí, seguramente buscaba algún rastro de alcohol, mi ropa se encontraba en el baño toda mojada, así que no habría pro
Después de la intensa charla entre mis padres y los de Dante, quedamos en un acuerdo dónde Dante y yo nos dábamos unos meses para poder pensar las cosas, que quizás nos habíamos apresurado mucho con esto de la boda y, efectivamente, después de que pasasen esos meses si la decisión seguía siendo la misma, ellos lo respetarían. —Buenos días, Alexandra. El sábado no pude encontrarte. —mencionó mi amiga Raquel, acercándose lentamente a mí. —Pues yo sí que te encontré al salir de casa. —dije insinuando lo que había hecho, intenté sonreír de manera que se diese cuenta de que descubrí su acción y luego la miré de manera burlona—. ¿Qué estabas pensando cuando me dejaste ir con ese desconocido? —pregunté sonriendo y golpeándola despacio en su hombro. —¿De qué desconocido hablas? —preguntó ella—. Todo el que estaba allí era conocido para ambas. —agregó esbozando una sonrisa y encogiéndose de hombros. Sí claro, cómo si no te conociese ya, querida amiga. —No, Raquel. Había un chico… amanecí co
¿Qué habrá querido decir con eso? ¿Será que piensa que quiero volver a tener sexo con él? No tenía absoluta idea de nada, pero tampoco quería que pensase que me había subido a la moto para eso. —¿Dónde me llevas? —pregunté curiosa y con cierto temor en mi voz. —Acércate un poco más, Alexandra. —mencionó ignorando mi pregunta—. Tranquila, no te haré daño, nunca te haría daño. —susurró cerca de mi oreja una vez me acerqué con cierto temor en mi caminar. El tono empleado en sus palabras, el choque de su aliento contra mi piel me hizo estremecer, cómo si estuviese sintiendo el roce de sus manos nuevamente, cómo si tan solo sus palabras lograran cierto efecto en mí y es que lo hacían, él lo sabía y se valía de eso. —¿Cómo estás tan seguro de que no lo harías? —pregunté tratando de mantener una conversación y de que no notase lo que me estaba provocando. —No puedo estar seguro, pero es lo que siento, nunca te lastimaría, Alexandra. —volvió a decir, esta vez eran mis huesos los que se se
Greco Morelli «Una delicada flor para la mujer más hermosa de esta tierra» Así decía mi padre a mi madre cada que llegaba de uno de sus turbios negocios, los cuales luego me fueron heredados, la recuerdo tan sonriente y a la vez tan melancólica, cómo desearía poder pasar un día a tu lado madre querida, fue tan instantáneo el tiempo que pasamos juntos, más nunca lo disfruté enserio, pues pensaba que estarías conmigo la mayor parte de mi vida, por no decir que toda. —Espero que sí. —susurró y después de eso, un beso… vaya, no lo esperaba para nada. Un beso en la mejilla… nunca había sentido un gesto tan cálido en mi vida. Bueno, en realidad sí, así recordaba los besos de mi madre, cálidos, llenos de esperanza y cariño, aún en la sombra de la noche soy capaz de recordarla, alegre, sonriente, con su mirada perdida en el horizonte esperando ansiosa la llegada de mi padre, ocultando sus lágrimas cada que yo me acercaba y es que me costó varios años entender que toda la felicidad que tran
Alexandra Guzmán Hoy tocaba todo el día clases de gestión financiera, por lo que sería un día bastante rápido, pero de igual manera agotador, la cabeza trabajaba demás en clases cómo estas, y no era malo, al contrario, de mucho aprendizaje que algún día me serviría para poder tomar las riendas de la empresa. Sé perfectamente que mi padre no lo aceptará si es que sigo sin sentar cabeza, por lo que tocará demostrarle que puedo sola, que no dependeré de nadie para ser alguien y que eso lo aprendí de él y mi madre, deberían sentirse orgullosos por eso. Me encontré con Dante, algo extraño sentí en el vientre, ¿repulsión? ¿ascos? No, era algo mucho más complicado de entender, cariño. Es como si mi corazón se encontrara en un trance dónde Dante seguía siendo el dueño de él, pero mi mente, bueno… es mi parte más racional y comprendía que nada volvería a ser cómo antes, ni siquiera una relación de amistad, simplemente se mantenía la cordialidad por todos los años que nos conocemos y por la